CAPÍTULO 4

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STRIPTEASE


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CAPÍTULO 4


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ATRACCIÓN SEXUAL


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La luz del sol entraba directamente por la ventana de la habitación, dándole a Ichigo en la cara y despertándolo. Se movía por la cama aún con los ojos cerrados escuchando el sonido de la televisión de la planta de abajo.


Abrió un solo ojo para mirar el reloj que tenía al lado. Eran las once y veinticinco. Se extrañó de que su padre no le hubiese despertado antes.


Gruñó y se desperezó, sentándose en el borde del colchón.


"El equipo de fútbol fue a entrenar con normalidad a pesar de las declaraciones de su entrenador.


Muchos dicen que…"


—Este equipo perderá en el siguiente partido —anunció Karin, que estaba sentada viendo la tele.


—No sé como te puede gustar tanto el fútbol, pon otra cosa —le pidió Yuzu desde la cocina.


—No, que quiero ver si hablan del campeonato —la morena volteó la cabeza al oír unos pasos por la escalera —. Buenos días Ichi-nii, ¿qué tal la resaca?


—Buenas —saludó con una mano despeinándose su cabello naranja con la otra —. No tengo resaca, yo no suelo beber tanto.


—¡Hola hermanito! Te he preparado el desayuno y lo he tapado para que no se enfríe —le dijo Yuzu con una gran sonrisa en el rostro.


—Gracias Yuzu —le respondió igualmente con una sonrisa más pequeña.


—El viejo no te ha levantado hoy por qué ha habido una urgencia —le explicó Karin desde el sofá.


Ichigo se llevo la bandeja del desayuno a la mesa del comedor.


—Ya me preguntaba yo que hacía durmiendo tan tarde —se sentó en una de las sillas —. ¿Pero es grave? ¿Necesita ayuda?


—No, nos ha dicho que puede ocuparse él solo —le contestó Yuzu barriendo.


Ichigo asintió y empezó a comer mirando la televisión.


No pasó mucho tiempo para que sus pensamientos volaran hacia otro lado, recordando todo lo que había ocurrido por la noche.


Después de que Rukia le diera el número de teléfono, no volvieron a hablar otra vez. La veía a lo lejos charlar animadamente, reír con otros clientes y bailando encima de las plataformas.


Pero lo que más le gustaba era cuando ella le sonreía al pasar por su lado o cuando sus ojos se encontraban.


Aún no podía creerse que se atreviera a apretarla contra su cuerpo y menos que ella se dejara.


Ichigo sonrió de lado al recordar la atracción que hubo entre ellos y la fuerza de voluntad que tuvo para no besarla.


Sacó su móvil del bolsillo del pijama y lo dejó encima de la mesa. Toqueteó la pantalla para ir a la agenda y buscar la letra 'e'.


'Enana mandona'. Así lo había guardado. Quiso poner también 'descarada' pero no le cabía.


Se preguntó si llamarla o ponerle algo.


—Seguramente estará durmiendo —miró el reloj y bufó — y seguramente se creerá que estoy ansioso por verla, cuando no es verdad.


Dejó el móvil y siguió comiendo.


"Esto ha sido todo de los deportes, vamos ahora con la predicción del tiempo."


—Al final no han dicho nada —se quejó Karin.


Ichigo suspiró y volvió a mirar el teléfono. ¿A quien quería engañar? Lo agarró, apretó su nombre y empezó a teclear un mensaje.


'Buenas enana, seguro que estarás durmiendo. Luego podríamos quedar…'


Negó con la cabeza y lo borró, guardándoselo en el bolsillo.


—No le voy a poner nada —pensó levantándose y llevando la bandeja a la cocina —Voy a ducharme.


—Vale —le dijo Yuzu.


El pelinaranja subió por la escalera hasta llegar a su habitación. Volvió a sacar el móvil antes de quitarse el pantalón y la camiseta y abrir los cajones para coger la ropa limpia. Caminó hacia la puerta pero se paró.


—Joder.


Se acercó al escritorio y cogió otra vez el móvil.


'Buenas enana, seguro que estarás durmiendo. Si quieres luego podemos quedar y dar una vuelta por ahí.'


Lo acabó de escribir y lo leyó veinte veces antes de decidirse a enviarlo.


—Se va a reír de mí.


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Rukia se levantó cuando sonó el despertador a las doce ya que hoy también iba a ir al hospital.


Ya estaba arreglada, con un vestido corto azul marino con escote redondo, ceñido en la parte de arriba y suelto de la cintura para abajo. Agradecía que aún seguía haciendo buen tiempo.


Se apoyó en la encimera pensando en lo que le había dicho el médico ayer y deseando que ese tratamiento fuese el definitivo. Él llevaba demasiado tiempo en coma y ya era hora de que algo les indicara que iban por buen camino.


—Tienes que despertar… —pidió mentalmente como muchas otras veces había hecho sentada al lado de esa cama de hospital donde él estaba durmiendo.


La tostada saltó al acabar de calentarse y la puso en un plato junto a la mantequilla y la mermelada, para llevarla a la mesa.


Antes de sentarse fue hasta el móvil, que no lo había tocado desde que se levantó, y vio un icono que le indicaba que le había llegado un mensaje.


Rukia soltó una carcajada al ver de quien era.


—Vaya, vaya.


Enseguida le envió otro.


'Hola fresita! Tienes ganas de verme?'


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Ichigo había acabado de ducharse y llevaba un rato sentado en su escritorio haciendo ejercicios y estudiando cuando sonó su móvil.


Abrió el mensaje y se rió.


—Sabía que iba a poner eso.


Mantuvo una sonrisa en el rostro. No tenía sentido mentir.


'Claro que quiero verte, pero si tú no quieres ya nos vemos otro día'


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Rukia sonrió al leerlo mientras masticaba y bebía de su taza de café.


Ella también quería verlo y saber si era igual de interesante fuera del bar y si podía volver a notar esa atracción entre ellos dos. Aunque pensó que lo que estaría bien sería notar su cuerpo pegado al suyo.


'Venga Ichiguito no te hagas el duro, si quieres quedamos para comer. Me apetece ir a comer hamburguesa al centro comercial'


Miró la hora y se sorprendió. Tenía que correr si quería coger el bus. Acabó de comer rápido, bebiéndose lo que le quedaba de café de un trago y fue hacia el baño para lavarse los dientes.


Escuchó el sonido del mensaje al acabar pero no pudo pararse a leerlo y lo metió en el bolso. Salió de casa y bajó las escaleras sonando por todo el edificio el ruido que hacían sus tacones en el suelo.


Al salir por el portal siguió corriendo por la calle para llegar a la parada que estaba al girar la esquina y vio que el bus estaba parado. Enseguida movió el brazo para que no se fuera.


El conductor se quedó quieto esperando que ella entrara.


—Muchas gracias por esperar —agradeció Rukia respirando agitada.


—De nada —respondió el hombre secamente.


Pagó con la tarjeta del bus y se sentó en uno de los asientos libres. Sacó su móvil del bolso y volvió a sonreír al leer la respuesta de Ichigo.


'Ok, a que hora?'


Ella se lo pensó antes de contestar ya que aún tenía que ir al hospital.


'Tengo que hacer unas cosas antes, te va bien a las tres?'


No tuvo que esperar mucho para recibir el mensaje de Ichigo.


'Sí, esta bien. Nos vemos allí'


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Una chica daba vueltas emocionada por su habitación mientras hablaba por teléfono con una amiga. Tenía el cabello de un color violeta recogido con una cinta amarilla y los ojos anaranjados.


—¡Voy a volver! —exclamó contenta.


—¿Vas a volver a Karakura, Senna? —se escuchó la voz esperanzada de la amiga por el auricular.


—¡Sí! —respondió dando un saltito en la moqueta de color crema —. Mi padre acabó el proyecto con la empresa y vamos a volver. ¿No estás contenta Nozomi? ¡Nos volveremos a ver!


—Claro que estoy contenta. Te echo de menos.


Senna se tiró encima de la cama mirando hacia el techo.


—Y yo a ti —suspiró y se quedó unos pocos segundos en silencio pensando antes de volver a hablar —. ¿Cómo está Ichigo?


—Bien, aunque ahora no le veo mucho ya que estamos en clases diferentes.


—¿Sabes si está con alguien?


—Que yo sepa, no. Siempre está con sus amigos. Pero, ¿por qué quieres saber si Ichigo está con alguien?


La joven se dio la vuelta quedando boca abajo en el colchón y dirigió su mirada hacia un marco que tenía en una estantería de madera. Dentro había una foto donde salía ella abrazando a un chico con el pelo naranja y el ceño fruncido. Los dos sonreían a la cámara.


—Porque le sigo queriendo.


—Te dije que era mejor que lo olvidaras.


—¡No puedo olvidarlo! ¡Quiero estar con él!


—Él no va a querer y lo sabes.


Senna se sentó en la cama.


—Sé que hice las cosas mal pero quiero intentarlo. Ichigo es el mejor chico que he conocido y fue mi primer amor. Quiero volver con él —se abrazó a un cojín con forma de fresa—. ¿Crees que pensará en mi?


—No lo sé.


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Ichigo estaba sentado en un banco, en la entrada del centro comercial. Como era sábado no dejaba de pasar gente que venía a comer ahí. Familias con sus niños, parejas en una cita…


Echó otro vistazo a su reloj de pulsera. Eran las 15:17. Él había venido antes de la hora a pesar de no vivir muy lejos y esperaba que Rukia no tardara mucho en llegar.


Estaba entre nervioso y emocionado. Tenía ganas ya de verla y tenerla cerca aunque fuese sólo para hablar.


Como si la hubiera llamado, vio a lo lejos a esa morena que se metía en sus sueños. Desde donde estaba podía observarla bien ya que ella no se había percatado de él.


Le quedaba genial ese vestido. Sobretodo por qué le dejaba ver esas piernas blancas y brillantes que se moría por acariciar.


Al estar más cerca, Rukia esbozó una sonrisa al verlo, con una camiseta blanca con unas letras en la parte frontal que resaltaban el bronceado de su piel y unos tejanos azules donde colgaba una pequeña cadena plateada del cinturón.


Ichigo se levantó del banco.


—Hola.


—Hola, siento haber tardado, es que he venido en bus.


—No pasa nada, yo también acabo de llegar —le mintió —. ¿Vamos a por esa hamburguesa?


—Claro, tengo un hambre —le dijo haciendo una mueca y tocándose el estómago.


Los dos se rieron y entraron en el edificio dirigiéndose a la hamburguesería. Al llegar vieron que el local estaba lleno de gente y tuvieron que quedarse al final de la cola a esperar su turno.


—Pensaba que ibas a estar durmiendo hasta tarde —le dijo Ichigo.


—Si me quedara durmiendo hasta muy tarde no podría hacer nada durante el día.


—¿Y no estás cansada de estar trabajando todas las noches hasta las cinco?


—Al principio sí, pensaba que no lo aguantaría, pero luego le coges el ritmo y para mi es algo normal. Empecé a trabajar en enero cuando hice los veinte y ya parece que lleve una vida allí —habló Rukia acercándose los dos un poco más al mostrador —. ¿Y tú que? ¿Cómo van los estudios?


—Bien, aunque no lo parezca soy bastante bueno —se rascó la nuca ya que no le gustaba halagarse así mismo —. Quiero hacer las pruebas para ir a la universidad.


Volvieron a caminar.


—¿Qué quieres estudiar?


—Medicina —le respondió y sonrió al ver la cara sorprendida de Rukia —. Mi padre es médico y tenemos una pequeña clínica en casa. Aunque lo negara de pequeño creo que siempre he querido estudiar eso.


La morena asintió con la cabeza.


—Pues espero que llegues a ser un buen médico.


—Gracias.


Se sonrieron y, después de un rato, al llegar al mostrador pidieron lo que querían. Lo pagaron, cogieron cada uno su bandeja y buscaron un sitio libre. Se sentaron en una mesa pequeña que encontraron, perfecta para ellos dos solos y empezaron a comer.


—¡Que buena está! —exclamó Rukia.


—¿No tienes que comer ensalada y esas cosas?


—Si Gin o Rangiku, que es su mujer, me vieran comer esta hamburguesa les daría algo. Pero como no están, aprovecho.


Ichigo se rió recordando que Gin era el dueño del bar.


—Lo mismo digo. Mi hermana siempre nos hace platos saludables y no nos deja comer este tipo de comida en casa.


Rukia cogió unas patatas fritas.


—¿Tienes una hermana?


—Tengo dos hermanas pequeñas mellizas, de doce años. Una se llama Yuzu, que es la que cocina, y la otra es Karin.


—Que monas —sonrió la morena.


—No se parecen en nada, ya no físicamente, ya que no son gemelas, pero de personalidad y carácter son muy diferentes —habló Ichigo antes de beber su coca-cola —. ¿Y tú tienes hermanos?


Rukia bebió de su vaso pensando que responder. No quería nombrar a su hermano, ya que por mucho que siempre le llamase así, no era su hermano verdadero. Sólo un ex cuñado.


—Tenía una hermana mayor, Hisana, pero murió hace dos años cuando yo tenía dieciocho.


—Siento haber preguntado.


La morena esbozó una sonrisa conciliadora.


—No lo sientas, tú no sabías nada. Me has preguntado igual que yo a ti —le dijo Rukia —. Gracias a una persona que estuvo conmigo en esos momentos, soy capaz de recordarla con una sonrisa. Aunque eso no quita que la eche de menos.


La bailarina no podía entender porque le estaba contando todo eso si lo acababa de conocer. Aunque quizá era por esos ojos cálidos que no dejaban de mirarla.


—Te entiendo perfectamente. Mi madre murió cuando yo tenía siete años y mi padre, mis hermanas y yo aún la echamos de menos.


Ichigo intentaba recordar si alguna vez le había contado eso a alguien, que echaba de menos a su madre, sin ser preguntado, simplemente por la fluidez de la conversación.


No, a nadie.


Se sonrieron cálidamente, entendiendo el dolor del otro.


Charlaron de cosas triviales mientras comían. Al terminar salieron del centro comercial y empezaron a pasear por la calle. Iban caminando tranquilamente, disfrutando de la tarde y del buen ambiente que siempre se formaba alrededor suyo.


—Me sorprendió que pudieras hacer frente a Yammy.


—Bueno, no es la primera vez que peleaba. Siempre he sido de los que se han metido en peleas y más por que llamo la atención por el color de mi pelo —habló Ichigo con las manos en los bolsillos.


—Es natural, ¿no?


—Sí, es mi color. Muchos se piensan que es teñido pero no lo es.


Un hombre que se acercaba caminando, al pasar por su lado, saludó a Rukia y ella hizo lo mismo.


—Ese hombre está casado y tiene tres niñas pequeñas, pero viene al bar siempre que puede —le susurró la morena cuando el hombre ya estaba lo suficientemente lejos.


—¿Cómo sabes que tiene tres niñas?


—Por que somos como psicólogas a veces, se ponen a hablar y hablar, a contarnos sus cosas y nosotras tenemos que escuchar y sonreír.


Ichigo iba a hablar cuando su móvil sonó. Vio en la pantalla que era Keigo.


—Hola Keigo, ¿qué pasa?


—Hola, nada llamaba para decir que hoy no puedo ir con vosotros al bar, vaya mierda.


Ichigo miró de reojo a Rukia, que sonrió al poder escuchar al que estaba en la otra línia. El pelinaranja se separó de ella para seguir hablando.


—¿Y eso?


—Mi hermana, que me ha pedido que la acompañe a no sé que sitio. Ahora se lo diré a Mizuiro. Vosotros vais a ir, ¿verdad?


Observó que la morena caminó hacia un banco y se sentó alzando una pierna encima de la otra esperando que él acabara. La falda se le subió un poco dejándole ver parte del muslo. Sólo con ese movimiento ya conseguía alterarlo.


—Sí, bueno, en eso habíamos quedado por la noche.


Rukia no se parecía a nadie que conociera. Podía estar hablando con ella horas y horas y sabía que no se cansaría. Igual que podía estar horas mirándola.


—Que os lo paséis bien, capullos con suerte.


—Adios Keigo.


Colgó y fue donde estaba Rukia, esperándolo con una sonrisa pícara y una ceja alzada.


—¿Vais a ir a Bleach todas las noches? —le preguntó la morena cuando él se sentó a su lado.


—¿Te molesta?


—Para nada, contra más clientes vengan más dinero para todos los que trabajamos allí.


Los ojos ámbar de Ichigo se movieron solos hacia los labios de Rukia. Llevaba deseando volver a besarla desde aquel primer beso sorpresa.


—¿Qué quieres hacer ahora? —le preguntó el pelinaranja volviendo la vista a sus ojos violetas.


Rukia sabía que es lo que quería Ichigo. Todo estaba yendo perfecto entre ellos, conversando normal y contándose cosas, pero la atracción que sentían por el otro se hacía visible a cada momento.


Le había pillado más de una vez mirándole los labios o el cuerpo al levantarse de la mesa donde comieron. Podía reconocer que eso le encantaba ya que ella hacía exactamente lo mismo.


—¿Qué me propones?


Ichigo se acercó un poco más inconscientemente y volvió a mirarle la boca. Ella se rió bajito antes de hablar.


—¿Quieres venir a mi piso? Vivo cerca de aquí. No es muy grande, mas bien pequeño, pero podemos… seguir charlando.


El ojimiel sentía todo su cuerpo acelerado.


—Vale.


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Rukia abrió la puerta de su piso y pasó dentro dejando que Ichigo entrara tras ella. El joven se sorprendió al ver lo pequeño del lugar.


—Pensaba que ganabas más —le dijo observando la salita y la cocina.


La morena dejó el bolso y se quitó los tacones.


—Y gano bastante, pero tengo que pagar otras cosas. Para mí sola, ya me va bien —caminó hacia la cocina —. ¿Quieres beber algo?


—No, estoy bien —le respondió Ichigo mientras se sentaba en el sofá —. Es acogedor. Estoy acostumbrado a vivir en una casa pero estoy ahorrando para irme a vivir solo cuando empiece la universidad. Ya me iría bien un sitio así.


Rukia se puso un vaso de agua y se acercó a él.


—No sabía que trabajaras —se sentó a su lado dando un sorbo y lo dejó en la mesita que había enfrente del sofá.


—Voy buscando trabajitos para hacer —le dijo Ichigo pasando uno de los brazos por el respaldo del sofá, quedando los dos frente a frente —. No son gran cosa pero lo puedo compaginar con los estudios. A mi padre no le hace mucha gracia pero quiero independizarme.


—Es normal que quieras vivir solo.


—Ahora estoy con el equipo de baloncesto del instituto, me pagan por estar con ellos esta temporada.


—¿Te pagan por jugar en su equipo? —le preguntó Rukia subiendo sus piernas al asiento poniendo los pies debajo del trasero, acercándose un poco y empezando a coquetear —. Debes ser muy bueno entonces.


El pelinaranja al ver que ella se acercaba hizo lo mismo. El ritmo del corazón empezó a ir más rápido.


—Ven un día a verme a un partido y lo sabrás.


—Puede que lo haga —le sonrió la morena.


—Te avisaré en cuanto lo sepa y te estaré esperando —le dijo Ichigo esbozando una pequeña sonrisa ladeada que lo hacía ver más atractivo a los ojos de la morena.


—Aunque tendrías que ir sin camiseta para compensar que tú me veas todas las noches.


Ese ojimiel olía estupendamente. Se pasó la lengua por los labios al tener el rostro del chico tan cerca de ella.


—Te recuerdo que ya me viste sin camiseta.


Ichigo no podía más. La cercanía con esa mujer le iba a volver completamente loco y su entrepierna daba fe de ello. Ladeó un poco la cabeza, acercándose aún más a su boca.


—Era para limpiarte las manchas de sangre —le susurró sobre sus labios, compartiendo su aliento.


—Ya…


Acortaron la mínima distancia que los separaba y se besaron. En cuanto sus labios se tocaron, el deseo y las ganas reprimidas desde la pasada noche hicieron su aparición, haciendo que abrieran sus bocas para entremezclar sus lenguas.


Ichigo le pasó las manos por la cintura y la apretó contra él, haciendo que ella pasara una pierna hacia el otro lado, sentándose encima a horcajadas.


Siguieron besándose hasta que no pudieron más y se separaron lo mínimo, apoyándose frente a frente y mirándose a los ojos velados por la excitación.


La morena agarró el final de la camiseta de Ichigo y se la subió para arriba. Éste al notarlo, alzó los brazos y dejó que se la quitara.


Notó alivio al estar sin ella, pero seguía con el cuerpo caliente. La sujetó por la nuca y la acercó para volver a besarla.


Rukia le acariciaba el torso y los abdominales como quiso hacer la primera vez que lo vio. La piel era suave y podía notar los músculos contrayéndose cuando pasaba los dedos por encima.


—Quítame el vestido —le ordenó mordiéndole el labio inferior.


Ichigo se rió.


—Mandona.


Pero como sabía desde el principio, no iba a ser él quien no hiciera lo que le mandaba. Agarró la falda y la fue subiendo hacia arriba. Ella alzó los brazos y se lo sacó por la cabeza.


Ichigo no podía ni pensar al tenerla encima de él, en ropa interior. No sabía que tocar primero. Si acariciarle las piernas o quitarle ese sujetador y lamerle los pechos o directamente tocarle el único sitio que aún no había visto. Su miembro le dolía de la presión.


Rukia se sentía humedecer por la mirada que le estaba echando Ichigo. Observaba como sus ojos ámbar la recorrían de arriba a abajo, calentándole la piel, sin ni siquiera tocarla.


Era igual que bailando en la barra. Emocionada por saber que este pelinaranja la estaba mirando, imaginándose las cosas que estaría pensando en esos momentos.


El rostro del joven se acercó a su cuello y empezó a besarlo, decidiéndose a acariciar esas piernas que eran su perdición.


Ella jadeó cuando al moverse rozó su sensible entrepierna, aún tapada con la braguita de encaje blanco, sobre el bulto del áspero pantalón.


Ichigo le apretó el trasero haciendo que se rozara de nuevo para volver a oírla jadear.


De pronto, sonó el móvil de Rukia y los dos gruñeron por la interrupción.


—Espera Ichigo… tengo que… cogerlo.


La morena se levantó como pudo de encima de él con sus piernas débiles por el placer y se acercó a su bolso. No podía dejarlo pasar por si era del hospital.


Cuando vio el nombre en la pantalla, soltó una maldición. La iba a matar por interrumpirlos.


—Hola Nell, me pillas en un mal momento —apoyó la mano libre en la mesa de la cocina.


—¿Qué pasa?


Ichigo se levantó y se desabrochó el cinturón y el botón del pantalón, intentando aliviar un poco la presión. Se acercó a donde estaba ella y la abrazó por detrás.


—Digamos que no estoy sola —apretó su trasero contra el bulto de él como hizo por la noche y apoyó la espalda en su torso.


—Pillina, ¿con quien estás?


—Nell, ¿qué quieres? —le preguntó intentando no gemir cuando las manos de Ichigo le apretaron los pechos por encima del sujetador.


El pelinaranja se fascinó y se excitó aún más si podía de que le dejara tocarla mientras ella hablaba por teléfono. Le moldeaba esos pechos que cabían perfectamente en su mano como si nunca hubiese tocado ningunos. Deseaba tocarlos sin esa tela y poder apresar con los dedos sus pezones.


Ella se dejaba hacer, mojando más la ropa interior.


—Vale, no te voy a molestar mucho. Que me ha llamado Rangiku para decirme que hoy vayamos una horita antes para preparar algo especial que vienen unos de despedida de soltero. Le he dicho que yo te llamaría y te lo diría.


—¿A las nueve allí? —le preguntó dándose la vuelta y pasando un brazo por el cuello de Ichigo ya que no podía seguir manteniéndose en pie por el temblor de sus piernas. Él la sujetó por la cintura.


Los dos observaron el reloj digital que había en la salita. Eran las 8:35. Se miraron serios pensando en lo mismo. Ya era tarde y no podrían hacer lo que sus cuerpos les pedían.


—Sí, ya sé que es muy justo y muy repentino, pero ya sabes como son esas cosas. Me ha dicho que cenaremos algo en el bar.


Ichigo la alzó sin problemas y ella le envolvió la cintura con las piernas.


—Ya, no pasa nada. Otras veces también hemos tenido que ir antes por reservas en el último momento —le dijo a Nell, dejando que el pelinaranja la llevara de nuevo al sofá.


—Bueno nena, te dejo. Nos vemos luego. ¡Pásatelo bien!


Ichigo la dejó donde estaba antes, arrodillada en el asiento, y él se sentó a su lado suspirando y echando la cabeza hacia atrás, apoyándola en el respaldo.


—Hasta luego —se despidió y colgó. Lo dejó encima de la mesita junto al vaso antes de quedarse mirando a Ichigo en silencio mientras en su cabeza maldecía a los de la despedida de soltero.


—¿Tienes que entrar a las nueve? —le preguntó con los ojos cerrados, con el corazón latiendo rápidamente y con la erección en sus pantalones.


—Sí — le respondió desanimada ya que seguía excitada—. Tengo que ducharme y preparar la ropa que me voy a llevar — pensó en algo y se acercó más a él—. ¿Quieres ducharte conmigo y nos metemos mano?


Ichigo suspiró y esbozó una sonrisa ladeada. Giró la cabeza para mirarla.


—Que bien suena eso, pero no creo que pueda aguantarlo.


Rukia también sonrió y le acarició su miembro por encima del pantalón.


—¿Por qué? —empezó a besarle el cuello —. ¿Por qué te gustaría meterme otra cosa?


Ichigo gruñó por la caricia y por esas ciertas palabras, pensando que no le cabía más descaro en ese pequeño cuerpo.


—Vas a llegar tarde al trabajo —le hizo saber volviendo la vista al techo dejando que la morena siguiera acariciándolo y fuera subiendo los besos por su mandíbula.


Aunque le doliera la entrepierna, se estaba demasiado bien ahí, dejándose acariciar.


—Pero no puedo dejar que te vayas así, vas a asustar a los vecinos —le habló y le dio un pequeño mordisco en la barbilla, hundiendo los dedos de la otra mano en el pelo naranja.


—Pues deja de tocarme y se me pasara —le dijo Ichigo con la voz ronca llevando la mano que estaba más cerca de ella, a su cintura.


—Es difícil dejar de hacerlo teniéndote a mi merced —comentó lamiéndole el labio inferior.


El pelinaranja abrió la boca para que la lengua de la morena se colara dentro. Dejaba que se paseara y se hiciese dueña de ella, encontrándose con la suya en el camino.


Cuando se separaron, se miraron a los ojos.


—No te costará nada volver a tenerme a tu merced cuando tú quieras —le sujetó la nuca para volver a acercarla y juntar sus labios. Ahora quería ser él quien se hiciera con su boca.


Rukia alejó su mano del bulto en el pantalón, para no sucumbir a su deseo de introducirla por debajo del bóxer oscuro, y la llevó a la mejilla de Ichigo, sin separarse de él.


Sentía su húmeda entrepierna palpitar. Pensó que no tendrían que haber hablado tanto y le tenía que haber propuesto de venir a su casa antes. Pero el tiempo con él se le había pasado volando sin darse cuenta.


Se alejaron respirando por la boca y compartiendo el aliento. Ichigo miró detrás de ella el reloj digital.


—No te va a dar tiempo de ducharte.


La bailarina suspiró resignada antes de alejarse. Al pelinaranja le encantó darse cuenta que ella no quería separarse de él.


Se quedó sentado viendo como Rukia se iba a la que le pareció era su habitación. Echó un vistazo a su entrepierna deseando meter la mano y empezar a masturbarse. Tenía que calmarse.


Cuando la morena salió, llevaba en las manos una bolsa de deporte mediana y ropa. Agradeció que se hubiera puesto una bata y no caminara solamente con la ropa interior.


—¿Quieres que te acompañe? —le preguntó Ichigo cogiendo su camiseta y pasando la cabeza por el cuello.


Rukia dejó la bolsa encima de la mesa de la cocina y empezó a meter la ropa que se iba a llevar.


—No hace falta, está cerca de aquí. A veces, Renji viene a por mí y me lleva en coche. Es uno de los guardias, no sé si te acordarás. El pelirrojo que te sujetó a ti en la pelea.


—Ah sí, me acuerdo —le dijo Ichigo levantándose —. Me pareció verle unos tatuajes en la frente.


La morena se rió entrando de nuevo a la habitación y habló desde allí.


—Cuando le conocí ya los tenía. Una apuesta con un amigo o algo así.


Ichigo no dijo nada. Se quedó ahí parado en la salita pensando mientras se ponía bien el pantalón y se ataba el cinturón.


Lo que había ocurrido entre ellos había sido fantástico. Todo había ido sucediendo con sencillez, hablando de distintas cosas, contándose anécdotas y conociéndose mejor. No hubo ningún silencio incómodo ni nada parecido.


Y si Rukia no tuviera que irse a trabajar más pronto, ahora estarían follando en ese sofá o en la cama o donde fuese.


Si alguien le hubiera dicho cuando la vio por primera vez bailar en ese escenario, que iba a estar en su piso, enrollándose con ella, besándose todo lo que podían y más, se hubiese reído y hubiese pensado que era una estupidez, a parte de imposible.


Pero ahí estaba. Con aquella morena, que era capaz de excitarlo como nadie había hecho.


—Bueno, voy a darme una ducha rápida —dijo Rukia saliendo de su habitación con un sujetador y unas braguitas limpias en la mano. Los dejó en el baño antes de ir donde estaba él.


—Entonces, nos vemos allí —habló Ichigo con las manos en los bolsillos.


—Vale.


Se miraron a los ojos e Ichigo no sabía como despedirse. La morena se rió por lo bajito, como solía hacer, al ver lo indeciso que estaba y dio unos pasos, acercándose más a su cuerpo. Le parecía divertido.


—Que sepas que me has dejado muy insatisfecha, fresita —le agarró con los dedos el centro de la camiseta, jugando con la tela.


Ichigo sonrió internamente. Ahí estaba otra vez la descarada que le ponía demasiado. Agachó la cabeza para susurrarle al oído.


—Si no te tuvieras que ir no te dejaría así.


Rukia jadeó al notar el aliento de Ichigo en su oreja al estar aún sensible.


—Estamos en paz, ya que te he dejado igual.


—¿Qué crees que voy a hacer cuando llegue a casa?


La morena pasó los brazos por el cuello del chico que la estaba sobreexcitando.


—¿Vas a tocarte pensando en mí?


El ojimiel acercó su boca a la de ella.


—¿En quién quieres que piense sino es en ti, enana?


Juntaron sus labios de nuevo, reconociéndose una y otra vez. Rukia dejó que la lengua de él entrara en su boca libremente y la acariciara, maravillada de la fuerza de los brazos que la sujetaban por la cintura.


Separaron sus labios unos centímetros al necesitar respirar.


—Será mejor que te vayas —le dijo Rukia poniendo sus manos en el pecho de él para alejarlo. Podía sentir el ritmo acelerado de su corazón, que iba a la par que el suyo.


Ichigo suspiró y dio un paso hacia atrás, soltándola.


—Si, será lo mejor —sus miradas se encontraron de nuevo —. No vaya a ser que te lo haga encima de la mesa de la cocina.


Una corriente la traspasó, parando en su entrepierna, por las excitantes palabras. Ojala tuvieran tiempo de hacer lo que decía.


—Esa mesa es bastante resistente —le contó la morena.


Ichigo caminó hacia la puerta intentando relajarse y no ir hacia ella, quitarle esa bata y desnudarla por completo.


—Lo tendré en cuenta para la próxima vez.


La miró antes de irse y vio que sonreía sensualmente.


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CONTINUARÁ…

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