striptease CAPÍTULO 17

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STRIPTEASE
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CAPÍTULO 17 
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TÚ ERES MI PRESENTE

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Rukia se despertó pero se quedó estirada en la cama, mirando al techo sin observarlo realmente. Su mente y sus sentidos estaban todos puestos en el recuerdo de lo que había pasado esa noche con Ichigo.

—Hazme tuya… —susurró recordando la mirada ámbar que le dedicó cuando le pidió eso. Le salió de forma involuntaria pero sabía que era algo que deseó pedirle de verdad. Palabras que salieron solas en aquél momento en el que su mundo se movía solo alrededor de ese chico.

Cerró los ojos aún sintiendo como esas manos grandes y bronceadas le acariciaban la piel, como sus labios se movían encima de los suyos y como su cuerpo la cubría por completo dejándola dulcemente aprisionada sin necesidad de querer escapar.

Suspiró y miró hacia el lado donde estaría él ahora durmiendo si su padre no le hubiera llamado por lo de Senna. Ichigo no le había respondido el mensaje que le envió pero no le supo mal. Sabía que él no se encontraría bien. La verdad es que por mucho que esa chica no le cayera en gracia, no podía alegrarse de que estuviera mal.

No obstante, en esos momentos su cama le pareció mucho más grande que antes. Le hubiera encantado despertarse con el rostro de Ichigo delante de ella, o con la suave respiración, o con los latidos de su corazón debajo de la palma de su mano. Pensó que quizá, lo mejor hubiera sido despertarse con un beso, por muy impropio de ella que pareciera. Sentía que deseaba esas pequeñas cosas. El cálido e íntimo beso de unos buenos días.
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Senna se despertó desorientada al no reconocer el lugar ni recordar como había acabado ahí y no en su habitación donde se despertaba todos los días. Parpadeó sonmolienta y cansada y se miró el brazo derecho, asustándose de encontrarlo con una vía inyectada donde se conectaba el tubo de plástico que salía de una bolsa que no supo que contenía.

—Es suero —se giró hacia la puerta de aquella desconocida habitación y se sorprendió de ver a Ichigo con una bandeja de comida—. Mi padre te acaba de poner una bolsa nueva cuando se ha marchado tu madre. Ella ha dormido contigo.

Observó al joven acercarse y dejar la bandeja en la mesita que tenía al lado de la cama.

—¿Estoy en la clínica de tu padre? ¿He dormido aquí?

Ichigo se sentó en el filo del colchón más cerca de la esquina que de ella. La miró con el rostro serio y asintió con la cabeza levemente.

—Tus padres te trajeron al encontrarte desmayada en tu habitación —vió que ella agachó la cabeza—. Tu tensión bajó demasiado por estar días sin comer.

Senna respiró hondo e intentó incorporarse para sentarse y estar más cómoda. Apartó suavemente la mano de Ichigo cuando éste por instinto quiso ayudarla. Se miraron a los ojos antes de que ella, con esfuerzo, se sentara apoyando su espalda en el respaldo.

—¿Cuándo podré irme?

—Hoy mismo en cuanto comas algo —le respondió inclinándose para agarrar el plato hondo con algo de sopa caliente que había preparado su hermana y se lo puso en sus manos con un trapo para que no se quemara—. Come.

La pelivioleta levantó la mirada anaranjada hacia él. No pudo evitar pensar lo guapo que estaba por las mañanas con ese pelo revuelto tras dormir, incluso aunque le notara unos pequeños círculos algo más oscuros que su piel debajo de sus ojos.

—Como si te importara si como o dejo de comer —susurró volviendo la vista a la sopa y empezando a mover la cuchara de lado a lado viendo como el humo se escapaba de ese líquido que olía tan bien y que hacía que su estómago se contrajera suplicando por él.

—¿Por qué dices esas cosas, Senna? —cuestionó Ichigo arrugando la frente—. ¿Acaso he dejado entrever alguna vez que no me importe tu salud? Yo no te deseo ningún mal. ¿Por qué mierda has dejado de comer?

—No te interesa, Ichigo —dijo ella devolviendo el plato a la mesita sin haber comido nada y le mintió al ver la cara con la que la miraba—. No tengo hambre.

Ichigo negó con la cabeza y se metió la mano en el bolsillo izquierdo del pantalón para sacar los trozos rotos de las fotografías que le había entregado la madre de Senna. Ésta abrió sus ojos y su boca espantada al contemplarlos encima de esa cama entre Ichigo y ella. Como si fueran pruebas de un delito cometido.

—Creo que si me interesa.

—¿Dónde has encontrado eso?

—Me los dio tu madre anoche cuando te trajeron aquí.

—Vaya… —rechistó—. Ahora le gusta meterse donde no la llaman.

—Sólo está preocupada.

Senna lo miró a los ojos alzando la voz.

—¡¿Preocupada por quién?! —exclamó y siguió hablando, atenuando la voz a medida que iba añadiendo palabras—. Llevo días sin comer y ni si quiera se había dado cuenta. Ni mi padre tampoco. Me he levantado estos días con los ojos rojos y ni siquiera me miraron a la cara.

Ichigo la miró con pena y agachó la cabeza contemplando esas fotos rotas.

—Pensé que estabas intentando olvidarte de mí, Senna.

Ésta se quedó callada un rato sintiendo dentro de ella unas ganas de llorar de forma descontrolada.

—No puedo hacerlo… —le susurró notando como una pequeña lágrima sucumbía a esas ganas y se deslizaba precipitadamente por su mejilla derecha—. Aunque haya pasado tanto tiempo, yo… te sigo queriendo, Ichigo.

El joven apretó la mandíbula.

—¿Entonces por qué has querido estar conmigo bien e intentar ser mi compañera si aún sientes eso? —la miró a los ojos medio enfadado—. ¿Por qué te has estado haciendo daño de esa manera?

—Porqué quiero estar a tu lado.

—¿No ves que eso es peor?

Ella se inclinó un poco hacia delante con el rostro triste.

—No me creo que ya no sientas nada por mí —le dijo notando como las lágrimas seguían a la primera.

A Ichigo le dolía verla así.

—Es la verdad, Senna. Me da pena que estés así por mí, de verdad —apretó los puños enfadado consigo mismo—. Pero no puedo mentirte, ya no siento lo que sentía antes.

Senna se mordió el labio inferior limpiándose las mejillas con los dedos.

—Me arrepentiré toda mi vida de lo que hice. Toda mi vida me echaré en cara el haberte perdido.

—No te tortures, por favor —le suplicó viendo que por mucho que se limpiara nuevas lágrimas aparecían desbordadas de sus ojos que ahora miraban a las fotografías rotas.

—Fuimos felices, ¿verdad?

—Claro que sí —le respondió sincero—. Pero encontrarás a otra persona con la que lo serás aún más. Puede que ahora no lo veas, pero creo que todo pasa por algo —se mojó los labios y miró por la ventana, donde el cielo empezaba a clarear con los rayos de sol—. Eso es lo siempre me decía mi madre. Que nada pasa por casualidad. Si ahora no estamos juntos es porqué encontrarás a otro hombre que te haga más feliz de lo que un día pude hacerte yo.

Senna le contempló, escuchando su voz y dejando que ésta la acunara como a una niña pequeña.

—¿Esa Rukia… —empezó a realizar la pregunta y observó que nada más pronunciar el nombre de aquella chica, Ichigo volvió su mirada ámbar hacia ella como si hubiera dicho la palabra mágica— te hace más feliz de lo que pude hacerte yo?

—Yo no os comparo, Senna.

—¿Qué tiene ella que no tenga yo, Ichigo? ¿Acaso somos tan diferentes? —le preguntó con voz susurrada y sin poder desconectar su mirada con la de él—. ¿Ves algo en ella que te recuerde a mí? ¿O estás con ella por qué somos muy distintas?

Ichigo respiró hondo diciéndose mentalmente que no dijera nada que pudiera hacerla más daño. No volvería a nombrar a Rukia delante de ella. Así no la ayudaría. Se decidió a ser sincero y a intentar zanjar el asunto de una vez por todas.

—Tú fuiste mue importante para mí. No me arrepiento del tiempo que pasamos juntos ni de todos los recuerdos que tenemos en común. Nunca lo he hecho y nunca lo haré. Formarás parte de mi vida. Siempre.

Senna respiró hondo y dobló las piernas llevándose las rodillas al pecho sintiendo el corazón encogerse de igual forma.

—De tu pasado… Yo quiero formar parte de tu presente y de tu futuro.

—Lo nuestro acabó en el pasado, Senna. Creo que lo mejor para ti… sería que te alejaras de mí. Hablaré con nuestra tutora para que me cambie de mesa para no estar juntos. No sé, algo es algo, ir intentándolo poco a poco.

La pelivioleta escondió su rostro entre las rodillas.

—Dejame sola, por favor —susurró.

Ichigo la escuchó a pesar de lo bajito que habló gracias al silencio de la habitación y de toda la clínica aquellas horas de la mañana de un sábado. Se levantó de la cama y tras observarla, ahí encogida, se dio la vuelta hacia la puerta.

En cuanto salió y cerró al pasar, escuchó como Senna empezaba a sollozar intentando ahogar los ruidos en aquel pequeño refugio que había creado con su cuerpo. Sin el uniforme y la chaqueta que llevaban pudo ver lo delgada que estaba realmente. Esa bata blanca la hacía ver aún más pálida y frágil.
No pudo escucharla más y se alejó del cuarto caminando hacia la puerta que comunicaba con su hogar. Entró en su casa y fue a la cocina donde estaba su hermana Yuzu desayunando.

—Buenos días —saludó Ichigo forzando una pequeña sonrisa para la pequeña.

Yuzu se percató enseguida de que fue una sonrisa falsa.

—Buenos días, Ichi-nii. ¿Cómo está? ¿Se ha despertado?

—Sí —se echó zumo en un vaso y se sentó a su lado—. Aunque no he conseguido que comiera la sopa que le habías preparado.

—No pasa nada. Ahora iré yo por si quiere que se la caliente —dijo Yuzu observando a su hermano, abstraído en sus propios pensamientos. Intentó cambiar de tema—. Hoy tienes partido ¿no?

Ichigo asintió.

—A las siete en el gimnasio. Dentro de un rato me iré allí porqué hemos quedado para entrenar y ultimar algunas cosas antes. ¿Vendréis?

—Por supuesto —respondió Yuzu esbozando una sonrisa que animara a su hermano.

Éste sonrió también, esta vez más natural, antes de beberse el zumo que le quedaba en el vaso. Ella quiso aprovechar que estaban solos para seguir hablando con su querido hermano mayor.

—No quiero importunarte con este tema, pero quiero decirte que me alegro mucho que Rukia-chan y tú os estéis conociendo, como nos dijiste.

Ichigo miró a su hermana con el rostro relajado. Su cuerpo se había calmado. Estar con Yuzu, a veces era como estar con su madre. En algunos momentos, le transmitía la misma sensación.

—¿Te cayó bien?

—Es muy simpática y es muy agradable conversar con ella. Espero que pronto vuelva a venir a casa.

Ichigo asintió.
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Byakuya entró en su habitacion del hotel de cinco estrellas donde se hospedaba habitualmente cuando estaba en China. Venía de desayunar con unos clientes que estaban interesados en solicitar los servicios del bufete Kuchiki. Las conversaciones habían ido bien y estaba seguro de que los había convencido para que firmaran el acuerdo antes de que él tuviera que marcharse hacia Corea del Sur.

—Señor, quiero recordarle que a las 12 tiene una reunión con el embajador japonés —dijo su secretaria que viajaba con él siempre para llevarle todas las citas.

—Gracias.

Escuchó como la puerta se cerró tras salir la mujer y él se deshizo del nudo de la corbata. Se sentó en el escritorio que tenía la habitacion y abrió el primer cajón  sacando una carpeta que contenía solo un documento. Durante todo el timepo no había podido dejar depensar en ese tema y en porque no pudo darle a rukia ese papel para que lo firmara como se lo habian dordenado su familia. Sin embargo, por mucho que se recriminase o se preguntara la razón él ya lo sabía. Esa  promesa para era mas importante que cualquier otra cosa. Le dio su palabra y no queria fallarla, aún sabiendo que su familia pronto se daría cuenta.

Escuchó su móvil personal sonar dentro del bolsillo de su americana. Se levantó hacia la prenda y cuando lo sacó y vio la pantalla se puso enseguida en lo peor. Era su tío. Ya se habían dado cuenta.

—Hola sobrino —se escuchó por la otra linia una voz sosegada—. ¿Cómo va todo por China?

—Bien, todo bien —respondió escuetamente volviendo a sentarse en la silla del escritorio.

—Me alegro, aunque no te llamaba para eso. Me gustaría preguntarte una cosa.

Byakuya respiró hondo y apoyó completamente su espalda en el respaldo.

—Dime.

—¿Por qué no me ha llegado el documento de la renuncia voluntaria del apellido Kuchiki de Rukia?

Éste apretó los dientes y miró por la ventana, observando todos los rascacielos, que al igual que el hotel, se alzaban gloriosos, dejando un poco más abajo la ligera bruma de la polución y la contaminación que ese país tenía. Pensaba sobre que es lo que tenía que hacer. ¿Mentirle y decirle que tenía el documento consigo y que se le había olvidado mandarlo? o ¿decirle la verdad y saber que en nada de tiempo su propio tio o algún contratado se personaría en el piso de Rukia obligándola a firmar? Pero si le mentía, ¿cuánto tardaría en darse cuenta de ello y  hacer lo mismo que si le contase la verdad?

—Byakuya ¿estás ahí?

—Sí, estoy, perdona es que mi secretaria ha entrado para comentarme algo —mintió.

—No pasa nada. Dime ¿Rukia ha firmado o no?

—Claro —se decidió a mentir. No podía decirle la verdad y quedarse tan tranquilo sabiendo que su tío iría a hablar con Rukia de forma inmediata—. Lo que ocurre es que me he olvidado de mandarte el documento.  Ahora estoy muy liado con reuniones pero en cuanto tenga libre lo hago.

—Puedes mandarle a tu secretaria que lo haga por ti.

—Es algo que quiero hacer personalmente.

Se formó un silencio incómodo en la otra línea hasta que habló.

—De acuerdo, mientras lo haya firmado y tú tambien,  ya es un documento válido.
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Poco a poco se fue acercando la hora del partido. Ichigo y los demás estuvieron entrenando por la mañana y escuchando los consejos del entrenador. Era solo un partido amistoso pero contra ellos tendrían que jugar cuando empezara el campeonato.

Fueron a comer juntos y habían estado hablando toda la tarde de las ganas que tenían de machacar al instituto rival.  Ahora estaban en el gimnasio, vestidos ya con el atuendo del equipo, viendo como a medida que pasaba el tiempo se iba llenando de gente. Todos miraban de un lado para el otro a ver si encontraban a alguien conocido, amigos o familiares que iban a venir a apoyarlos. Ichigo sonrió al ver a sus amigos entrar por la fuerta y se fue hacia ellos. Kaien le observó marchar hacia allí viendo como Miyako y sus amigas entraban también.

Tragó saliva sintiendo que se ponía nervioso y se acercó caminando hacia ella. Miyako le miró y le dijo a sus amigas que fueran sentándose que ahora iba ella. Cuando estuvieron uno delante del otro, los ojos de Kaien se fueron directos a la muñeca.

—Gracias por aceptarme el regalo —dijo Kaien pasándose una mano por el pelo—. Quise entregártelo yo pero tuve miedo de que…

—De que te lo rechazara —le cortó Miyako—. Lo sé. Me lo dijo Ichigo.

—No quiero que pienses que le pedí que fuera en mi lugar ni que quiero comprar tu perdón con regalos ni nada de eso. Es solo que quise darte algo con un significado.

Miyako suspiró notando como sus latidos aumentaban recordando esa nota que tenía guardada en su cuarto.

—¿Soy todo para ti, Kaien?

—Por supuesto, cariño —respondió de inmediato dando un paso hacia ella, acercándose más. La joven le detuvo poniendo una mano en su pecho para que no continuara su avance—. Te quiero y quiero hacerte feliz toda la vida.

Ella dio una paso hacia atrás ya que no podía aguantar sentir el calor que desprendía, por miedo a que su propio cuerpo la traicionase e hiciese que se refugiara entre sus brazos, donde todo su ser le estaba pidiendo que fuera. El moreno intentó sujetarle la mano de su pecho pero ella sutilmente se deshizo del agarre. Volver a tocar, aunque fueran sus manos unos segundos, fue como un bálsamo para él.

—Lo he estado pensando… y sí que voy a darte ese tiempo —habló Miyako nerviosa. Cuando vio que a él le entusiasmó la idea quiso explicarle para que no lo malinterpretara—. No significa que te haya perdonado del todo ni que me haya olvidado ya de lo que pasó, es solo que… voy a intentar volver a confíar en ti.

Kaien respiró hondo llenando sus pulmones de aire, relajando las ganas inmensas que tenía de abrazarla y besarla.

—Gracias Miyako —la miró fijamente a los ojos—. No te voy a volver a decepcionar ni a volver a hacerte daño. Te lo prometo.

La chica sonrió internamente sintiendo dentro de ella que le creía cuando decía eso. Que quería creer que todo iba a ir a mejor. Supuso que esa sensación es a la que se refirió Ichigo, la que él no sintió cuando le pasó lo mismo en el pasado.

—Suerte en el partido.

—Luego vamos a ir a celebrarlo a casa del entrenador —se apresuró a contar Kaien antes de que ella se fuera—. Si quieres… puedes venir. Con tus amigas también, claro.

La joven se mojó los labios indecisa pensando hasta que respondió pasando del hecho de que Kaien daba por sentado que iban a ganar.

—Vale, está bien, les preguntaré a ellas pero creo que no habrá problema.

—Genial —dijo Kaien sonriendo—. Hablamos luego, entonces.

Miyako asintió sonriendo un poco al contagiarse de lo contento que estaba él y dio media vuelta hacia las gradas donde estaban sus amigas sentadas. Al hacerlo se sorprendió de toda la gente que ya había en el gimnasio y que de tan absorta como estaba siempre con él no lo habia notado.

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—¡Chicos! —exclamó Ichigo moviendo el brazo en alto y acercándose corriendo hacia ellos.

—Vaya, que bien te queda esta ropa eh —dijo Tatsuki sonriendo burlona, dándole unas palmadas en el hombro cuando éste llegó—. Ten cuidado no vayas a hacer que todas las chicas mojen sus bragas.

—¿Las tuyas también, Tat? —preguntó Ichigo siguiéndole el rollo.

Ésta se rió.

—No te queda gimnasio para eso.

—Luego iremos a algún sitio a celebrarlo si ganáis ¿no? —sugirió Mizuiro.

—¡Sí! —gritó Keigo—. ¡Vamos a un lugar con muchas tías buenas!

—En realidad, iremos a una fiesta que monta el entrenador en su casa —respondió Ichigo mirando alrededor para ver si la veía.

—¿Buscas a alguien, Kurosaki? —preguntó Ishida.

Inoue abrió los ojos esperanzada.

—¿Va a venir la chica que estás conociendo?

—Sí, vendrá con unos amigos —contestó observando que todos sonreían por la idea de conocerla. Vio que Mizuiro movía la cabeza en dirección a Keigo para que hablara con él antes. Ichigo asintió pensando lo mismo—. Keigo, quiero advertirte de algo.

—¿Qué pasa, Ichiguito? —movió las cejas de arriba abajo muy rápido—. ¿Temes que te la quite?

—Va a ser que no. Es solo que tú la conoces y no quiero que…

—¡¿Qué yo la conozco?! —exclamó llamando la atención de la gente de al lado—. ¡¿Quién es?!

Ichigo se quedó callado pensando si estaba bien que lo dijera ahí delante de todos, pero recordó que ella no se avergonzaba del trabajo que hizo.

—Era una de las bailarinas de Bleach.

Keigo y los demás, excepto Mizuiro, se sorprendieron por eso.

—¿¡Del bar de Stript…?! —no pudo seguir gritando ya que Ichigo le tapó la boca.

—Controlate o te daré una paliza de verdad y Chad me ayudará —miró a su amigo—. ¿A que sí?

El alto asintió.

—Como en los viejos tiempos.

—Claro, ahora entiendo porqué querías ir tanto a ese bar —soltó Ishida.

—Ibas a verla a ella —continuó Inoue.

—¿Por qué no nos habías dicho nada antes? —preguntó Tatsuki cruzándose de brazos algo molesta—. Ni que fueramos a tratarla mal o a criticarla por eso.

—Esa no ha sido la razón —dijo Ichigo soltando a Keigo cuando Mizuiro empezó a explicarle que bailarina era esa chica.

—A mí me parece muy valiente bailar desnuda delante de un montón de gente —elogió Inoue—. Yo no podría hacerlo.

—A mí también me lo parece —continuó el ojimiel—. No os lo he dicho porque antes éramos solo amigos que se lo pasaban bien y no quise contaros algo que puede que pronto acabara. Ahora, aunque no seamos pareja, tenemos algo más… no sé, serio.

Sus amigos asintieron con la cabeza entendiéndolo.

—Antes has dicho que era una bailarina. ¿Ya no lo es? —preguntó Ishida.

—La despidieron. No porqué no fuera buena, sino por otros motivos personales.

Keigo se abalanzó sobre él cuando Mizuiro acabó de contarle sobre ella.

—¡¿Estás con la shinigami?! —le gritó en el oído—. ¡¿A quien hay que rezar para eso, suertudo?!

Ichigo se lo quitó de encima y le envolvió el cuello con un brazo.

—Te lo advierto, Keigo. Compórtate cuando vengan y no te pongas a gritar como un loco haciendo un espectáculo.

—Ahí están —señaló Mizuiro hacia la puerta del gimnasio por donde seguía entrando gente.

Los seis miraron donde apuntaba el peliazul e Ichigo sonrió soltando a su amigo que se había quedado embobado al verlas.

—Venir, que os presento —dijo Ichigo a sus amigos caminando hacia los otros. Sus ojos no podían apartarse de Rukia.
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—¡Cuánta gente! —exclamó Nell al entrar en el gimnasio.

—Pues sí que hay gente, sí —confirmó Renji asintiendo—. No me esperaba que un partido amistoso entre dos institutos juntara a tanto público.

—He hecho bien en venir —dijo Ikkaku—. Seguro que será entretenido.

Rukia se mantuvo en silencio buscando con la mirada unos cabellos naranjas, cuando lo vio acercándose a ellos con sus amigos detrás. Se sintió nerviosa enseguida preguntándose si les caería bien.

—Ahí está Ichigo, vamos —dijo ella acercándose también.

A medida que estaban más cerca se sonrieron recordando mutuamente lo que ocurrió la noche de ayer. Cuando llegaron uno enfrente del otro, Ichigo no dio tiempo a que nadie hablara y le envolvió la cintura con los brazos, levantándola y apartándose del grupo, junto a la risa de Rukia.

—Oh que bonito —dijo Nell viendo como se alejaban—. Me encanta como la recibe siempre.

—Menudo posesivo que está hecho —se rio Tatsuki junto con Inoue.

—Tú, tú, tú —se acercó Keigo a la peliverde temblando y balbuceando—. Eres… eres… Arran…. Arranc…

—Genial Nell —soltó Ikkaku—. Mira lo que le has hecho al pobre.

Ésta se acercó a Keigo y le sujetó el rostro.

—Cariño, ¿tanto te impresiona verme? —le puso ojitos como una niña buena—. Pero si me has visto con menos ropa ¿no?

Al castaño se le subió toda la sangre a la cabeza y se desmayó.

—¡Nell, te lo has cargado! —dijo Renji asustado y preocupado. Al mirar a los amigos de Ichigo se dio cuenta de que ninguno se alteró.

—Pasar de él —les aconsejó Ishida— Nos presentaremos nosotros ya que Kurosaki se ha ido. Él es Chad, Mizuiro, mi novia Orihime, Tatsuki, el que está en el suelo es Keigo y yo soy Ishida. Encantados.

—Nosotros somos Ikkaku, Renji y yo, Nell. La chica con la que se ha ido Ichigo es Rukia. No sé si ya la conocíais —vio que ellos negaron con la cabeza—. Pues entonces, cuando él deje de acapararla y tenga los labios libres, vendrá y os saludará.

Todos se rieron por la broma y empezaron a hablar cuando Inoue preguntó si los tres trabajaban en Bleach.
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Ichigo habia llevado a Rukia al vestuario, a uno de los pasillos donde sabía que no pasaba nadie.  En el mismo momento en el que se paró ahí, empezaron a besarse apasionadamente y con ganas. El joven la había bajado al suelo para no tener su deseable cuerpo pegado al suyo y apoyando las palmas en la pared se inclinaba hacia ella para acercar sus rostros. Las femeninas manos le agarraban la cara para que no se separara. Sin embargo, recordándose mentalmente donde estaban le tiró un poco para atrás.

—Paremos, Ichigo... —jadeó— o nos vamos a excitar.

—Un poco más —la volvió a besar—. Sólo un poco más.

Sus labios se amoldaban como siempre y sus lenguas jugaban recorriendo la boca del otro sintiendo los dos ese conocido y agradable cosquilleo en sus cuerpos, bajando y bajando. Se separaron cuando notaron que ese cosquilleo empezaba a ir a más, no sin antes darse pequeños besos, sonriendo.

Se miraron a los ojos, embelesados, y ella le pasó los dedos por el suave cabello naranja.

—¿Cómo estás? No me respondiste al mensaje que te envíe —le contó Rukia bajando un dedo por su mejilla—. Me quedé intranquila pensando que tú podrías estar mal.

Ichigo apoyó la frente en la de ella.

—Estoy bien, solo algo triste por la situación en la que se encuentra Senna.

—¿Qué le pasó? ¿Por qué se desmayó?

—Porqué llevaba días sin comer nada —le respondió viendo como el rostro de Rukia cambiaba a uno sorprendido.

—¿Tiene algún trastorno alimenticio? Eso es muy grave.

El pelinaranja negó con la cabeza y se incorporó, agarrándola de la mano para llevarla a unos asientos que había cerca. Se sentó e hizo que se sentara encima de él con las piernas cruzadas a un lado y con un brazo alrededor de su cuello.

—He hablado esta mañana con ella y me ha, casi confirmado, que ha dejado de comer por que está mal por mí.

Rukia respiró hondo volviendo a tocarle el pelo suavemente para tranquilizarlo.

—Te sigue queriendo.

—Yo ya no sé como decirle que si sigue así se hará más daño. Desde que volvió a Karakura le he estado diciendo la verdad, que no quería tener nada con ella, pero estoy seguro de que le ha entrado por un oído y le ha salido por el otro. Siempre ha sido así, ella tenía que tener la razón en todo. Antes podía tener gracia pero ahora eso la está jodiendo —agachó la cabeza y se tapó los ojos con la mano— y no puedo sino sentirme mal por ello, porque pienso que es por mi culpa.

—No digas eso —le sujetó las mejillas y quiso que la mirara a los ojos pero el la evitaba—. Eh, Ichigo, mírame. Tú no tienes la culpa de nada. Mírame —consiguió que lo hiciera y no le gustó ver los ojos de pena que tenía—. Tú no le has hecho nada malo. Ni le has dicho nada malo. Cuando alguien está enamorado tiene los ojos vendados y no pueden ver más allá de lo que sienten. Por mucho que tú le dijeras eso, ella no quería escucharte porque es lo que más desea. Tú no tienes la culpa.

Ichigo la contempló relajando su rostro dolido, escuchando esas palabras, sintiéndose el chico más afortunado de la Tierra por tenerla a su lado.

—¿Entonces que tengo que hacer? —le preguntó en un susurro.

—Tienes que hacer lo que tú sientas que tienes que hacer. Nadie te lo puede ordenar —suspiró—. Solo te podría aconsejar que si tú… no quieres nada con ella, tu presencia podría hacerle más daño. Y que conste que no te lo digo porque no quiera que estés con ella. Yo no soy así.

El pelinaranja esbozó una pequeña sonrisa y la besó en la mejilla.

—Eres encantadora —sonrió un poquito más cuando le vio un pequeño sonrojo. Levantó su mano y le acarició la mejilla—. Tenía muchas ganas de estar contigo después de cómo me fui anoche.

Se miraron a los ojos diciéndose sin necesidad de palabras que lo que pasó entre ellos fue algo demasiado especial como para pronunciar lo que sintieron en aquel momento. Algo indescriptible, era precisamente eso, algo que no se podía describir. Rukia recordó lo extraña que se había sentido al despertarse sola en su cama despues de que su cuerpo experimentara aquellas sensaciones.

—Hoy no te irás, ¿verdad?

Ichigo observó en esos ojos violetas que ella intentaba decirle otra cosa con aquella frase.

—Hoy no te pienso dejar dormir.

Los dos se sonrieron.
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—Mira, ya vienen —dijo Tatsuki viendo a Ichigo y a Rukia acercándose.

—Eres un acaparador, Kurosaki —se burló Ishida—. Por poco tienen que empezar el partido sin ti.

—Callate, cuatro ojos.

Renji se rió.

—Ichigo, te presento a Ikkaku. También es uno de los de seguridad del bar.

—Me acuerdo de ti de cuando pasó lo de Yammy —dijo Ichigo estrechándole la mano.

—¿Yammy? Ah sí, ese tío. Es verdad, tú ayudaste a Rukia. También te recuerdo.

Rukia miró a los amigos de Ichigo y les sonrió. Iba a hablar cuando el pelinaranja se adelantó.

—Chicos, ella es Kuchiki Rukia —la miró—. Estos son los raros de mis amigos —dijo el nombre de cada uno señalándolos y esquivando el golpe de la karateka al llamarlos raros—. Ya los irás conociendo.

—Encantada —dijo Rukia haciendo una pequeña reverencia. Los demás la imitaron movidos por esos educados modales. Observó que Chad tenía a otro chico colgado del hombro—. ¿Ese que está desmayado es tambien vuestro amigo?

Todos asintieron. Se escuchó que un hombre, el comentarista del partido, empezó a hablar por el megáfono.

—Pronto empezará el partido, señores y señoras, alumnos y alumnas, vayan ocupando sus asientos.

Ichigo arrugó la frente mirando alrededor de nuevo.

—Que raro, mi padre y mis hermanas aún no han llegado.

—Sí que han llegado —dijo Ishida haciendo un movimiento con la cabeza hacia donde se encontraba la familia Kurosaki—. Están con unos amigos de tus hermanas y con los padres de éstos.

—Han venido aquí y les hemos dicho que estabas con Kuchiki-san —contó Inoue contenta de saber ya su nombre.

—Venga vamos a sentarnos —sugirió Ikkaku seguido de todos los demás—. ¡Suerte!

—¡Tú puedes con ellos! —le animaron sus amigos, Nell y Renji.

—Madre mía, tenemos que ir arriba del todo —dijo Tatsuki viendo la de gente que había.

—Bueno, yo me voy, enana —la abrazó y acercó su rostro al de ella, hablando encima de sus labios—. Deséame suerte.

—Suerte, fresita —lo besó varias veces seguidas con picos antes de que se diera media vuelta y se alejara hacia el vestuario por donde tendrían que salir el equipo entero.

Rukia subió a donde estaban sus amigos y vio que Nell levantaba la mano ya que le había dejado un asiento libre entre ella y, si no recordaba mal, Inoue. Llegó y se sentó percibiendo buenas vibraciones de los amigos de Ichigo. La primera impresión, pensó, habia sido buena.

—Gracias por estar hoy con nosotros querido público —se escuchó al hombre por los altavoces de nuevo—. ¡¿Habéis venido a disfrutar de un buen partido?!

—¡¡¡¡¡SÍ!!!!! —gritó la grada repleta de gente.

Rukia y los otros tres se miraron entre ellos riendo por la emoción que ponían ahí por esos partidos de baloncesto. Miraron que algunos de los amigos de Ichigo también gritaban, sobretodo Keigo, que había recuperado el conocimiento como si nada y que estaba en la esquina más alejada de Nell y de ella. Gritaba como si le fuera la vida en ello.

—¡NO OS OIGO! ¿QUEREIS UN BUEN PARTIDO?

—¡¡¡¡SÍ!!!!! —gritaron otra vez, uniéndose también Rukia y los demás.

—Pues demos un buen aplauso a los protagonistas. ¡INSTITUTO DE NARUKI! —empezaron a salir los del equipo que iban de blanco y azul uno detrás de otro arrancando un gran aplauso. Rukia buscó con la mirada a la familía de Ichigo y les saludó con la mano y una sonrisa cuando vio que ellos tres tambien miraban hacia ella—. ¡INSTITUTO DE KARAKURA!

El aplauso fue aún más fuerte ya que estaban en su pueblo. Salieron igual que los otros, pero con su atuendo rojo y negro, serios sin saludar a nadie. Muy profesionales. Las chicas se miraban entre ellas y Nell le daba con el codo diciéndole en el oído que Ichigo estaba guapisimo con esa ropa y ese rostro serio. Ella asintió contemplándolo antes de fijarse en Kaien. Pensó que al final del partido tendría que hablar con él para agradecerle que la ayudara con lo del trabajo.

—¡QUE EMPIECE EL PARTIDO! ¡VAMOS!

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Nozomi se decidió a picar al timbre de la casa de su amiga cuando ésta le había mandado unos mensajes al móvil contándole lo que había pasado y que ahora ya estaba en su hogar.

La madre de Senna salió y sonrió de ver a la mejor amiga de su hija.

—Nozomi, pasa. Se alegrará mucho de verte —le dijo dejándola entrar y esperando que se sacara los zapatos—. Está arriba en su cuarto.

—Gracias —agradeció la peliverde antes de subir por las escaleras. Se conocía esa casa como si fuera la suya propia.

Caminó por el pasillo y llegó a la habitación de Senna que estaba con la puerta cerrada. Picó y escuchó que le decía que pasara. Abrió y se la encontró sentada en la cama con las piernas cruzadas leyendo un libro.

—Hola —la saludó haciéndole un movimiento para que entrara y cerrara.

—Hola Senna, ¿cómo estás? —se sentó también en la cama como ella—. Me he asustado cuando me has contado que te desmayaste. ¿Ya estás bien? ¿Cómo se te ocurre dejar de comer? ¿Estás loca?

—No empieces tú también como mis padres, por favor —le suplicó Senna deshaciéndose la coleta y dejando que su pelo se soltara libre—. Ya estoy bien y no volveré a dejar de comer.

Nozomi no la vio muy convencida de sus palabras pero no quiso agobiarla.

—Hoy hay partido de baloncesto en el gimnasio.

—¿Ah, si?

—Sí. El instituto Naruki contra el nuestro. Es solo un partido amistoso.

—Seguro que el de Ichigo gana —dijo Senna esbozando una pequeña sonrisa.

—Me has dicho por mensaje que esta mañana Ichigo ha hablado contigo.

—Sí. Cuando me he despertado estaba en la puerta con la bandeja de desayuno —agrandó la sonrisa al recordarlo—. Estaba tan guapo recién levantado. Seguro que lo primero que ha pensado en levantarse ha sido en mí.

La peliverde la escuchó con tristeza y negó con la cabeza de forma imperceptible. Seguía igual.

—¿Qué es lo que te ha dicho?

—Pues que le da pena que esté así, ha reconocido que fuimos felices cuando estuvimos juntos, que fui muy importante para él y que no se arrepiente de nada conmigo ni se arrepentirá nunca. Que siempre formaré parte de su vida —respondió con voz esperanzadora—. No pude evitar llorar delante de él por todo lo que me dijo, pero ¿sabes qué?

—¿Qué?

—Yo sé que él se preocupa mucho por mí, más de lo que deja ver. Por mucho que lo niegue, cuando me mira a los ojos yo aún veo algo, Nozomi.

Ésta se asustó.

—No, no. No hay nada ahí, estoy segura de que él te dijo eso para que te sintieras bien y que hay cosas que no me estás contando y que también te dijo y ¡te lo estás callando!

—No te alteres, Nozomi. Yo solamente veo la verdad.

—¡No! —le exclamó enfadada por la maldita venda que no la dejaba ver—. No estás viendo la verdad, estás viendo lo que quieres ver. ¿Es que no te das cuenta?

Senna frunció el ceño.

—¿Para esto vienes? ¿Para pelearnos? ¿Qué te ocurre? Ahh… ya lo sé —asintió con la cabeza convencida de lo que pensaba—. Estás celosa. Celosa de que pueda volver con él y que te deje sola.

—Ya me has dejado sola, Senna… —le susurró agachando la cabeza—. Yo solo quiero que no te hagas más daño. Ichigo no quiere volver cont….

—¡Él no se preocuparía por mí si le diera igual! —gritó Senna escuchándose en toda la casa.

Nozomi la miró a los ojos y la respondió de la misma forma.

—¡Porqué Ichigo es un buen chico y se preocupa por todo el mundo!

La madre de Senna abrió la puerta de golpe.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó pero ellas seguían mirándose y gritando.

—¡Pero no hubiera venido a hablar conmigo y a intentar que me sintiera bien!

—¡Porque yo le pedí que lo hiciera! —exclamó la peliverde viendo como su amiga se quedaba callada al escucharlo—. Yo le pedía que hablara contigo para intentar ayudarte. ¡Yo!

—¿Por qué le pediste eso? —le preguntó en un susurro.

—Porque estaba preocupada por ti y… pensé que él sería el único que podría hacerte sentir bien y que podría ayudarte a que tiraras para adelante sabiendo que no tienes que torturarte más por lo que hiciste. Todos cometemos errores, Senna. Pero también tenemos que aceptar las consecuencias de nuestros actos.

La madre observaba como su hija agachaba la mirada.

—Yo también se lo pedí —dijo ella viéndola mover la cabeza hacia ella prestándola atención y escuchándola pero sin mirarla—. Por lo mismo que ha dicho Nozomi. Encontré esas fotos encima de tu cama y supe que estabas sufriendo por amor.

Senna suspiró y miró por la ventana.

—Ya hablamos otro día, Nozomi —habló dándole a entender que quería que se fuera.

Ésta asintió pensando que por lo menos no la habia echado de malas maneras.

—Mejórate, si no vienes a clase la semana que viene ya le pediré los apuntes y los deberes a alguien, ¿vale?

Senna asintió sin mirarla. La madre la observó marchar después de despedirse de ella también y miró a su hija.

—Es una muy buena amiga, hija mía.

—Lo sé —susurró antes de que, después de que pasara un rato, su madre se diera media vuelta para salir de su habitación—. Mamá.

—Dime —se paró y la miró de nuevo.

—¿Podrías ir a comprarme unos de esos pastelitos de nata que me comprabas cuando era pequeña? —le preguntó conectando su mirada anaranjada con la persona que le dio la vida—. Tengo hambre.

La mayor sonrió tapándose la boca con una mano aguantándose las ganas de llorar.

—Claro, cielo. Ahora mismo voy.

—Gracias. Te quiero.

—Y yo a ti, hija mía —se acercó y le dio un beso en la frente—. Te amo.

Senna sonrió observándola marcharse y escuchando sus pasos por las escaleras. Se levantó de la cama sin hacer ruido y caminó hacia el baño de puntillas sabiendo que ahora su madre estaría agarrando su bolso y poniéndose el abrigo para salir. Cuando llegó abrió el botiquín a la par que la puerta de abajo se cerraba dejándola sola en la casa. Buscó con la mirada el bote de pastillas que quería y lo agarró moviéndolo para saber si había muchas o pocas. Había las suficientes.
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El marcador iba claramente a favor del equipo capitaneado por Kaien. Era un auténtico espectáculo ver como se movían todos los miembros del equipo, en sincronía, sabiendo en todo momento donde estarían sus compañeros, en que momento tirar, lanzar, pasar, saltar, correr… todo acompañado de los gritos de ánimo del público para cada equipo, los aplausos y la euforia cuando alguien marcaba, el sonido de las bambas rechinando en el parqué, el ruido de la pelota botando de un lado para el otro de la pista y las órdenes con voz desgarrada y los movimientos de los brazos de cada entrenador.

Rukia, Nell, Inoue y Tatsuki aprovechaban para hablar entre ellas, intentando conocerse un poco más y cayéndose bien por la simpatía que despertaba cada una. Keigo, cuando había empezado el partido, giró la cabeza hacia ella y abrió los ojos como platos al ver a la shinigami ahí sentada. Se acercó hacia ella, deseando verla más de cerca, admirando esos ojos violetas que lo miraban entre curiosa y divertida.

—No me extraña que tengas a Ichigo encandilado contigo, y además tienes unas piernas increibles, me acuerdo bien. Mi nombre es Keigo Asano, aunque muchos me llaman Ewan McGregor, tengo 17 años tambien como Ichigo y ahhh! —la karateka le agarró de la oreja y lo llevó a su sitio diciéndole que no la agobiara, que Ichigo se lo habia advertido.

—¿Ichigo se lo ha advertido? —preguntó Rukia a Inoue.

—Sí, no quería que os hiciera pasar un mal rato, ni a ti ni a Nell. Ya habéis visto como se pone, aunque hoy se ha desmayado suele ser más escándaloso.

—Algo me suena de cuando venían al bar —recordó Nell.

—Creo que tuvieron que echarlo porqué se emborrachó e intentó subir a la plataforma donde había una chica bailando —contó Rukia riendo.

—Eso es muy típico de él —dijo Tatsuki sentándose en su sitio.

Los chicos también hablaban entre ellos.

—Ichigo es muy bueno. Me parece raro que me hayáis dicho que solo está aquí por dinero —dijo Renji mirando al partido.

—Sólo está trabajando —contó Ishida—. Quiere ahorrar para vivir solo cuando empiece la universidad.

—A quien le interesa de verdad el baloncesto es al capitán. Shiba Kaien —dijo Mizuiro.

—Ese es fantástico —siguió Ikkaku y señaló cuando el nombrado agarró la pelota—. Mirar, mirar como corre. Es súper rápido. Venga, ¡tira desde ahí! —se quedaron todos embobados cuando lanzó un triple y encestó sin tocar el aro. Todos exclamaron y aplaudieron—. ¡¡WOW!! ¿Habéis visto?

—Lleva seis tiradas seguidas encestando a la primera sin que el rival haga nada —apuntó Chad.

—A Kaien seguro que le fichan en algún equipo importante, ya veréis —dijo Keigo.

—¡Pasa Kaien! —le pidió Ichigo corriendo para desmarcarse y agarrando la pelota cuando el capitán se la pasó. Fue botando hacia la canasta del rival esquivándolos.

—¡Aquí Ichigo! —gritó otro compañero recibiéndola de inmediato.

Su ataque era muchísimo más fuerte que los del otro equipo. No eran nada al lado de ellos y se estaba viendo claramente. El entrenador del Naruki negaba con la cabeza hacia los miembros del equipo que estaban en el banquillo.

El compañero se la volvió a pasar a Ichigo y éste saltó para meterla en el aro aguantándose en él, haciendo que el público se volviera loco. En cuanto se dejó caer, recibió un montón de palmadas de sus colegas.

—¿Qué? ¿Chuleando, eh? —dijo Kaien burlón haciendo que todos, incluso el pelinaranja, rieran por lo bien que lo estaban pasando.

—Esto está yendo de puta madre, tíos —soltó otro jugador.

—¡Vamos a dejarlos por los suelos!

—¡Sí!

Rukia no cabía de la felicidad que estaba sintiendo. Ver a Ichigo divertirse, sonreir, reir y jugar como si fuera un niño pequeño, tan contento y entusiasmado, la hacía sentir de la misma manera. Y si había otro sentimiento, ese era orgullo. Estaba jugando realmente muy bien.

Orgullo el que estaba sintiendo también su padre y sus hermanas.

—Ichi-nii está jugando genial —dijo Yuzu sonriendo.

—Ha marcado un montón de puntos. Me está gustando esto del baloncesto —opinó karin sin despegar la mirada del partido.

—Está jugando estupendo —elogió Isshin inflando su pecho como un pavo real—. ¡Ese es mi chico! ¡Es un Kurosaki, sí señor!

—Kaien es muy bueno ¿a que sí Miyako? —le preguntó una de sus amigas.

Ésta no podía dejar de mirarlo.

—Es perfecto. En la cancha se transforma completamente. Está claro que ha nacido para esto.

Pasaron unos diez segundos cuando sonó el pitido de final del segundo tiempo. El público aplaudió y algunos se levantaron para aprovechar para ir al baño o ir a algún super a comprar algo de bebida o de comida ya que había quince minutos de descanso.

—¿Vamos a por unas pipas? —sugirió Keigo levantándose.

—¿Podré entrar una cerveza aquí, verdad? —preguntó Ikkaku haciendo lo mismo que el joven.

El entrenador los reunió a todos en un corrillo para hablarles profesionalmente. Él no felicitaría ni celebraría nada hasta que el partido hubiera acabado.

Isshin también se levantó poniéndose la chaqueta y una bufanda.

—¿Queréis que os compre algo? —les preguntó a sus hijas.

—No, yo estoy bien —respondió Yuzu.

—Yo si que tengo sed. Una coca cola. Pero ya voy yo si quieres —se incorporó Karin.

—No hace falta, hija —le puso la mano en el hombro y le sonrió—. Ya voy yo.

Se dio la vuelta y se alejó caminando entre la gente bajando por las escaleras de un lateral. Miraba sonriendo a su Ichigo sentado en el banquillo respirando agitado, sudando y bebiendo agua fresquita, escuchando atento al igual que los demás al entrenador. Volvió la vista al frente y frunció el ceño al percatarse que había una chica que empezaba a caminar por en medio de la pista, tambaleándose y con la vista ida.

—Es Senna...

Rukia también la vio desde arriba del todo.

—Oye chicas, ¿esa no es Senna? —preguntó a Inoue y a Tatsuki, señalándola.

Éstas miraron y asintieron con la cabeza.

—¡ICHIGO! —exclamó Senna todo lo que pudo darle su voz queriendo que llegara a donde estaba su ex—. ¡ICHIGO!

El pelinaranja y casi todo el mundo se fijaron en ella.

—¿Senna? ¿Qué haces aqu…? —se quedó callado espantado al ver como los ojos de ella se ponían en blanco y se desplomaba en el suelo. Salió corriendo hacia ella al igual que su padre—. ¡SENNA!

Toda la gente gritó asustada y muchos se acercaron curiosos. Rukia y los demás igual, se levantaron de los asientos enseguida y empezaron a apartar a la gente para bajar lo más pronto posible. Ikkaku, Renji y Keigo que estaban abajo llegaron antes que ellos.

—¡Apartaros, soy médico! —exclamó Isshin llegando hasta ella tomándole enseguida el pulso—. Lo tiene muy débil. Y del golpe está sangrando la cabeza.

—¡Senna! —llegó Ichigo asustado y se puso a su lado—. ¿Cómo está, papá?

Isshin se quitó enseguida la bufanda y se la puso envolviendo la herida para tapar la hemorragia.

—Hay que detener esto de inmediato.

—Hemos llamado a una ambulancia —dijo un alumno.

—Yo también —siguió una chica.

—No hay tiempo para esperarla —avisó Isshin—. Cógela en brazos, Ichigo. La llevaré en mi coche al hospital. Tenemos que actuar rápido.

—Kurosaki- san, acabo de llamar al hospital de mi padre para que la reciban allí. Están esperándola —informó Ishida.

—Genial, ¡venga vamos! —gritó Isshin y miró al grupo de amigos de Ichigo—. Acompañar a mis hijas a casa, por favor.

—No se preocupe —dijo Tatsuki.

Ichigo con Senna en brazos, Isshin e Ishida salieron corriendo hacia el coche del mayor. Rukia se dirigió hacia Renji de inmediato al verlos.

—Renji, llévame a mi también —le pidió—. Quiero estar con Ichigo.

—Y a mí —dijo Inoue.

—Vale —miró a Nell y a Ikkaku—.Nos vemos en el bar.

—Sí, tranquilo —dijo Ikkaku con la peliverde asintiendo a su lado.

Salieron los tres corriendo hacia el coche del pelirrojo. Todos en el gimnasio se llevaban una mano al pecho sorprendidos y conmocionados por lo que acababa de ocurrir.

—Se suspende el partido —se escuchó por los altavoces—. Partido pospuesto hasta próximo encuentro.
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En cuanto llegaron al hospital, Isshin aparcó en la zona de urgencias y salieron los tres con la chica inconsciente en los brazos de Ichigo hacia la puerta donde ya estaban esperando con una camilla. Enseguida la metieron dentro obligando que ellos se quedaran fuera, en la sala de espera.

Ichigo se sentó en una silla y escondió la cabeza entre las manos apoyando los codos en las rodillas.

—¡¿Qué hacía en el partido y no en su casa después de lo de ayer?! —preguntó enfadado.

—No lo sé —le contestó su padre quitándose su abrigo y poniéndoselo encima de los hombros de su hijo. Con lo sudado que estaba y en tirantes podría resfriarse.

—¿Qué ocurrió ayer? —quiso saber Ishida.

—Llevaba días sin comer y se desmayó en su habitación. La trajeron a mi clinica y tenía la tensión por los suelos.

—¿Y porqué había dejado de comer? —observó que el mayor miró inconsciente a Ichigo antes de agachar el rostro.  No hacía falta que le contestara.

—Voy a llamar a sus padres —dijo el doctor separándose de ellos.

—¡Uryuu-kun! —le llamó su novia en cuanto entró por la puerta, acercándose a él.

Rukia se despidió de Renji con un abrazo ya que tenía que ir a su casa a ducharse antes de irse a trabajar. Caminó para sentarse al lado de un Ichigo que ni siquiera se había dado cuenta de que había llegado hasta que puso una mano en su espalda. Levantó la cabeza y la miró agradéciendola que estuviera ahí con él. Rukia se fijó en aquellos ojos apagados que poco se parecían a los seguros y firmes de siempre.

—Nada de esto es culpa tuya, Ichigo —le recordó en un susurro sacando un pañuelo del bolso para secarle la frente y la cara del sudor del partido—. Seguro que estás pensando eso.

Isshin dejó de hablar con los padres de Senna e iba a acercarse a donde estaba Ichigo, cuando vio que éste estaba con Rukia. Sonrió levemente y fue hacia la otra pareja dejando a su hijo con la persona que estaba seguro que necesitaba a su lado en esos momentos.

—¿Cómo no voy a pensar eso, Rukia? Ha sido mi nombre el que ha llamado antes de caerse al suelo.

—Pero eso no quiere decir que seas el culpable —pensó algo que decirle que le hiciera sentir mejor—. Seguramente quiso acercarse al partido para verte jugar y como sigue débil se ha vuelto a desmayar. Eras la persona más cercana a ella en ese lugar y le vino tu nombre cuando se encontró mal. Ya está.

Ichigo apoyó su frente en el hombro femenino pensando que haría si no estuviera ella con él.

Pasado un rato, llegaron los padres de Senna preocupados y corriendo hacia Isshin.

—¿Dónde está mi hija? —preguntó el padre—. ¿Dónde está?

—Está dentro, ahora saldrá un médico a contarnos.

—Esta niña… —lloró su madre—. Me dijo lo del pastel para que me fuera… y yo caí como una tonta.

Se escuchó la puerta automática abrirse y salió el médico que la había atendido. Los padres de Senna se acercaron rápidamente y los otros tambien pero respetando el espacio de ellos.

—Somos sus padres, ¿cómo está Senna? —quiso saber el hombre.

—Su hija tiene la tensión muy baja y un alto contenido de un medicamento en sangre que podía haberla matado —informó el doctor viendo como todos se asustaban—. Por suerte, hemos podido tratarla a tiempo y ahora la estamos llevando a planta para realizarle una diálisis y limpiarle esa sangre. No habrá que hacerle una limpieza estómago ni nada. Lo que sí ha sido más grave es el golpe en la cabeza al caer. Se ha fracturado un poco el hueso frontal del cráneo. Tendremos que hacerle un TAC para ver como es exactamente esa fractura.

Los padres negaron con la cabeza mirándose entre ellos. Era difícil de asimilar que su hija se habia tomado intencionadamente esas pastillas y que podía haber muerto.

—¿Podemos subir a planta con ella? —preguntó la madre.

—Por supuesto, acompañadme —respondió el doctor entrando seguido de ellos.

Los cinco se quedaron en silencio pensando en lo ocurrido.

—¿Se ha querido… suicidar? —habló Inoue con voz bajita casi con miedo de pronunciar esa palabra.

—No lo creo —dijo Ishida mirando a Ichigo que tenía la vista en el suelo—. No creo que su intención fuera suicidarse.

—Yo tampoco —acompañó Rukia pensando que el haber llamado a Ichigo antes de desmayarse e ir hasta el gimnasio, daba a entender que quería llamar su atención con la última baraja que tenía.

—Bueno —el mayor quiso cortar el ambiente tan tenso—. Nada vamos a hacer quedándonos aquí. Ahora ya está en buenas manos y está con sus padres. ¿Por qué no os vais a tomar algo por ahí? —sugirió acercándose a Ishida y susurrándole en el oído—. Hacer que no piense demasiado.
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Se fueron a un bar, los cuatro, a tomar algo y despejar la mente. Los tres pidieron una coca cola, siendo Rukia la única que podía beber una cerveza con alcohol. Ichigo aún iba vestido con el atuendo de baloncesto pero su padre le había dejado su abrigo para que no pasara frío en la calle ya que él se iba directo a casa con el coche. Llamó a Kaien al salir del hospital y le pidió que le hiciera el favor de recogerle sus cosas, que ya se las daría mañana. El moreno le dijo que sí enseguida.

Ishida, Inoue y Rukia intentaban todo el rato que Ichigo se metiera en la conversación y dijera algo que constara de más de cinco palabras. Sin embargo, se notaba que éste tenía la mente en otro sitio. Pensando y pensando. Sabían sobre quien pero no conocían el que. A la morena le dolía verlo así. Haría cualquier cosa por animarlo aunque fuera una mínima parte de lo que él siempre conseguía con ella. Ojalá tuviera ese don de palabras que el joven tenía. O ese ímpetu. O esas esperanzas de que todo salía siempre bien. Ya se lo dijo en la casita rural. Le envidiaba por eso.

Al ver que no podían hacer más y que Ichigo estaba cada vez más cansado por el partido, decidieron quedar otro día.

—Podemos volver a quedar a tomar algo en plan parejitas como ahora —dijo Inoue en la puerta del bar.

Rukia sonrió.

—Claro, estaría bien. Ya quedaremos.

—Nos vemos —soltó Ichigo dándose la vuelta seguido de una Rukia que movía su mano despidiéndose.

—Adios —dijo Ishida.

Ichigo y Rukia caminaban despacio por las calles iluminadas por las luces de las tiendas y de las farolas. La gente mayor y los adolescentes salían a disfrutar de la noche del sábado y muchos se quedaban mirando a los pantalones cortos de Ichigo preguntándose si no tendría frío de ir así. La morena alzó la cabeza para observarle y vio que éste miraba al frente con el rostro serio. Como tenía las manos en los bolsillos del abrigo, pasó un brazo por el medio para ir agarrados.

—Siento no ser capaz de ayudarte —se sinceró Rukia—. Tú siempre consigues que yo me sienta bien y yo no puedo hacer lo mismo por ti.

Ichigo la miró a los ojos.

—Haces más de lo que crees, Rukia. Solo el hecho de tenerte aquí es suficiente para mí. Es solo que toda esta situación me lleva de cabeza.

—Ya lo sé, es normal que te sientas así.

El ojimiel se mojó los labios y suspiró desviándose del camino para ir hacia un puente que cruzaba un pequeño riachuelo. La guió hacia allí al tenerla agarrada de su brazo y se apoyó en el borde de piedra contemplando el reflejo de todas las luces en el agua.

—En el fondo la entiendo. Antes no lo hacía pero ahora sí —contó Ichigo sintiendo la mirada violeta en su perfil—. Ahora puedo notar que Senna está lleno de miedo. Asustada de pensar que nunca jamás volverá a estar conmigo. Quizá antes creería que había alguna esperanza de volver a estar juntos, pero ahora… la está perdiendo. Y eso la consume.

Rukia le escuchó en silencio, pensando que había vuelto el Ichigo con palabras firmes y seguras.

—¿Y por qué antes no la entendías y ahora sí?

Ichigo apretó la mandíbula antes de girar la cabeza para conectar sus ojos con los de ella, violetas y brillantes.

—Porqué ahora estoy contigo. Tú me has hecho entenderla —dijo observando como ella arrugaba la frente sin comprender. Respiró hondo para sincerarse—. Tú eres mi presente, Rukia. Si te alejaras de mí, aún podría tener la esperanza de volver a estar juntos algún día. Pero si pasara el tiempo, y esa esperanza se fuera agotando, yo… me llenaría de miedo. Miedo de pensar que nunca más volvería a estar a tu lado. Me sentiría perdido…

Rukia cerró los ojos, triste por imaginarle a él de esa manera,  y se acercó a su cuerpo para que la abrazara. Se refugió entre sus brazos que la apretaron enseguida hacia su pecho.

—Eso no va a pasar. Voy a estar contigo —dijo Rukia alzando el rostro para mirarlo con ojos emocionados.

Ichigo sonrió apretando la mandíbula con una mezcla de sentimientos y con ganas de decirle miles de cosas.

—¿Por qué no te he conocido antes? —le preguntó agachando su cabeza para apoyar sus frentes.

—Esta mañana me he sentido sola sin tí. Como si me faltara verte durmiendo a mi lado —le contó viendo como él alzaba el rostro para mirarla mejor—. No quiero volver a sentirme así. Ya no. Tú también eres mi presente, Ichigo, y no quiero perderme ningún momento.

—¿Qué me estás proponiendo, Rukia? —quiso saber pensando que había tenido razón al notar como sus ojos habían querido decirle algo más en aquel pasillo, sentados en esas sillas.

La morena respiró hondo antes de volver a sincerarse.

—Que te vengas a vivir conmigo.

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CONTINUARÁ…

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¡Hasta aquí! ¿Qué os ha parecido? Madre mía, Senna. Se le está yendo demasiado de las manos si no se le ha ido ya. Es duro cuando te das cuenta, sea por tu culpa o no, que las cosas no volverán a ser como antes. Senna está representando eso. El no querer ver la realidad o verla pero no gustarte porqué te hace daño. La pobre ya no controla lo que siente. Ya veremos que ocurre en los siguientes capítulos.

Ichigo sintiéndose culpable por todo es muy propio de él. En el manga igual, sintiéndose mal por no proteger a todos. Si encima es alguien que le dice que está así porqué le sigue queriendo agrava la situación. Menos mal que está Rukia a su lado para animarle y apoyarle. La verdad es que sin querer me ha salido muy parecido a como ocurre en el manga :D salvo por los besos claro xD

¿Qué pensáis de que le haya dicho que se venga a vivir con ella? ¿Es pronto o no? ¿Será mejor para Rukia viendo lo que puede acercarse a ella con lo de la renuncia de ser Kuchiki? ¿Qué pasará con eso?

Y Miyako se ha decidido por darle un tiempo a Kaien, ya veremos como evoluciona eso ^^

En este capítulo he querido meter más a los otros personajes, ¿os ha gustado el partido aunque haya sido suspendido? 

Quiero deciros que este capítulo son de unas 28 páginas de word cuando yo suelo hacerlas de muuuuchas más y cuando digo más es más xD, llegando a unas 40 o así jajaja pero son demasiadas para ponerlo cada viernes. Así que os trairé capítulos como este, en el que pasen siempre cosas interesantes pero más corto para tenerlo para los viernes, ¿Ok? :)

¡ESPERO QUE OS HAYA GUSTADO! 

NOS LEEMOS PRONTO ICHIRUKISTAS

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KISS KISS