CAPÍTULO 13

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STRIPTEASE

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CAPÍTULO 13

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LA DECISIÓN (PRIMERA PARTE)

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Ichigo se despertó al notar como su cama se movió levemente. Volteó la cara, entreabriendo los ojos, hacia el lado donde se había producido el movimiento y esbozó una pequeña sonrisa cuando vio la espalda desnuda de Rukia. Ahí estaba ella. No había sido ningún sueño, como los que tenía habitualmente. Tan vividos como aquel primer sueño en el que hasta pudo sentir su peso encima de él y su olor a jazmín.

La habitación aún seguía a oscuras, iluminada solamente por la luz tenue de la farola de la calle que quedaba un poco por debajo. Echó un vistazo al despertador digital con los números rojos iluminados y se alegró de que aún faltara para que sonara anunciando que era lunes y volvía la rutina.

Se acercó a ella sin querer despertarla, sencillamente para sentir el calor que desprendía su piel.

"No quiero alejarme de ti, Ichigo."

—No lo hagas… —susurró acompasando su respiración a la de ella. Contemplando como la luz anaranjada le dibujaba siluetas en esa espalda que tantas veces había acariciado pero que parecía tan inalcanzable.

Levantó la mano y con los dedos repasó esas formas sinuosas sin llegar a tocarla nunca.

"Ojalá todo fuera tan fácil como lo haces ver tu."

Ichigo cerró los ojos. ¿Fácil? Lo sencillo había sido dejarse llevar por esa mujer. Demasiado fácil caer presa de esos ojos violetas. Lo difícil ahora sería como volver a ser quien era antes si ella se marchaba. Como hacer como si nada hubiera pasado o como si nunca la hubiera conocido. ¿Cómo olvidar algo a lo que ni siquiera puedes ponerle nombre?

¿Sexo? ¿Amigos con derechos? ¿Gustar?…

Ahí, en silencio, observándola como jamás había hecho con otra mujer, embobado con unas simples líneas en la piel, su cuerpo y su mente estaban en paz. Estaba desnudo y sabía de sobra que ella también, pero no sentía deseo, ni excitación, ni su miembro se había despertado… estaba tranquilo en ese momento de paz antes de amanecer. Como si hubiera algo más entre ellos que no llegaba a visualizar.

Arrugó la frente y se sentó despacio en la cama negando con la cabeza.

Apartó la parte de su manta y salió de la cama tapándola mejor. Recogió la ropa de los dos del suelo y la puso encima del escritorio. Se vistió con lo que llevaba ayer, pantalón de chándal y la sudadera, y salió de la habitación, yendo al baño antes de bajar abajo.

En cuanto pisó el último escalón, su padre se le echó encima y le tiró al suelo sin esperárselo.

—¡Goooooooood Mooooooooorning Ichigoooo! ¿has dormido bien con Rukia-chan? —le preguntó moviendo las cejas pegando su cara a la de su hijo en el suelo—. ¿Qué postura habéis hecho?

—¡Quitate de encima viejo verde! —exclamó Ichigo echando a su padre a un lado y levantándose.

—Ya sabía yo que mentías cuando dijiste que erais solo amigos —puso los brazos en jarras e hinchó el pecho con orgullo—. A tu padre nunca se le engaña.

Ichigo se pasó la mano por el pelo con el ceño aún más fruncido y caminó hacia la cocina.

—¿Y cómo sabes que es Rukia?

—Yuzu reconoció el bolso —le siguió hacia la cocina—. Si no yo lo hubiera abierto para ver su cartera.

El joven rodó los ojos sabiendo de antemano que hubiera sido capaz de hacerlo. Observó que su padre se sentaba en la mesa donde continuó comiendo su desayuno.

—¿Qué haces despierto tan temprano? ¿Hay alguna urgencia hoy?

—No. Tengo una reunión con el director del hospital que nos administra lo que necesitamos para la clínica —le contestó antes de beber su zumo de naranja. Vio como Ichigo asentía mientras encendía la cafetera. Quiso volver a sacar el tema que le interesaba—. ¿Por qué no nos dijiste que Rukia-chan era tu novia? No hay nada malo en eso.

—No es que haya algo malo o no. Lo hubiera dicho si eso fuera verdad —dijo el joven de pie, dándole la espalda a su padre, viendo como el liquido del café caía en el vaso.

—¿Solo os acostáis?

—Papá —gruñó y se giró para mirarle—. No quiero hablar de eso contigo ¿vale?

—Oye que yo también he sido joven y he tenido mis rollos antes de conocer a tu madre —se indignó siguiendo con la mirada a su hijo que se sentaba a su lado con el vaso de café—. ¿O me vas a decir que habéis estado encerrados en tu habitación jugando a cartas toda la noche?

Ichigo contempló el humo del café bailando fuera de la taza inundando la cocina con su aroma.

—Es complicado. No quiero hablar ahora del tema —acercó el vaso a sus labios para dar un pequeño sorbo.

—Pues yo si que quiero hablar ahora que estamos solos —dijo su padre serio extrañando al joven por su cambio de actitud—. Me gustaría saber la relación que hay entre mi hijo y la chica que está durmiendo en mi casa. Creo que tengo derecho a saberlo.

El pelinaranja rechistó y echó la espalda hacia atrás, apoyándola contra el respaldo de la silla.

—¿Ahora quieres hacerte pasar por un padre que se preocupa por esas cosas? —le preguntó irónico mirándolo de reojo—. La verdad es que no te pega nada. Soy mayorcito, no tengo porque contarte que relación tengo con ella o lo que haga dentro de mi habitación.

El mayor dejó de lado su desayuno y observó en silencio como su hijo seguía bebiendo su café.

—Será tu habitación pero estás en mi casa, Ichigo —sentenció Isshin con voz firme pero sin alzarla—. Además no iba a decirte nada malo. Sé que tienes diecisiete años y no es la primera chica con la que te veo —esbozó una sonrisa ladeada—. Está claro que mi hijo ya no es virgen.

—¡Por favor! —exclamó el pelinaranja levantándose de la silla oyendo como su padre se reía por lo bajo. Pensaba que por una vez iba a tener una conversación seria con él pero siempre tenía que soltar alguna frase de las suyas—. ¿Es que uno no puede tomarse un café tranquilamente?

Isshin dejó de reír y siguió comiendo. No había nada más gratificante para él que molestar a sus hijos.

—He visto como la miras —contó el moreno. Ichigo se acabó el café y lo dejó en el fregadero frunciendo el ceño al escucharle—. Cuando Rukia-chan vino a cenar no dejaste de mirarla ni de estar pendiente de ella ni un segundo.

Ichigo se volteó y apoyó el trasero en el borde de la encimera cruzando los brazos. ¿Tanto se le había notado?

—Es normal que la mirara —alzó los hombros— no quería que se sintiera mal por alguna bromita de las tuyas —soltó a la defensiva.

—¿Estás seguro de eso? —le miró por encima del vaso de zumo—. ¿O la mirabas porque te gusta tanto esa chica que no podías ni apartar la vista de ella?

Ichigo apretó la mandíbula y alejó los ojos de los de su padre. ¿Cómo dejar de mirarla si Rukia era la persona en la que se centraban estos últimos días?

¿Tanto le gustaba Rukia? ¿Cuánto? ¿Había alguna forma de medir eso de forma exacta? Empezaba a dudar que alguna vez le hubiese pasado lo que le estaba pasando con ella porque por más que buscaba en su memoria sentimientos parecidos con los que poder compararlos, no los encontraba. Jamás se había quedado absorto contemplando la espalda desnuda de una mujer, jamás había estado pensando en una mujer las 24 horas del día, jamás se había alegrado tanto de ver a una mujer parada enfrente de su casa… ¿Qué cuanto le gustaba? ¿Decir que estaba perdido sería una respuesta?

Su padre al ver que se había quedado callado seguramente pensando en lo que le había dicho continuó hablando. Estaba seguro que esa chica bajita no era un simple rollo. Recordaba alguna otra vez en la que le había visto con alguien y cuando sacaba el tema, él simplemente se marchaba del lugar y no quería hablar de eso. Le contestaba que era una amiga y se alejaba.

Sin embargo, ahora, tras preguntarle por la mujer que había en su habitación, no se había ido de allí. Se había quedado serio y pensativo escuchando lo que tenía que decirle su padre. Isshin sonrió levemente con algo de tristeza al notar como su hijo, en esa misma mañana, había madurado un poco más.

—¿Sabes porque sé que esa chica te gusta más de lo que puedo asegurar que ni tú mismo sabes? —le preguntó. Ichigo negó con la cabeza pendiente de lo que su progenitor quería decirle—. Porque mirabas a Rukia-chan como yo miraba a tu madre cuando empezamos a salir.

El joven se sorprendió de esa respuesta y notó como se puso nervioso. Siempre le pasaba cuando hablaban de su madre. Inconscientemente, e impropio de él, quiso saber más.

—¿Cómo la mirabas?

—Como si me hubiera atrapado. Como si me fuera imposible apartar mis ojos de ella —respondió sonriendo y bajando la mirada al vaso ya vacío como si pudiera visualizar el pasado a través de él—. Recuerdo que por mucho que quisiera, no podía. Quizá por aquel entonces mis pensamientos no fueran acordes con mis sentimientos, ya sabes… era joven —. Ichigo se sonrojó un poco al recordar como él también había tenido pensamientos de esos durante la cena. Pensamientos que implicaban a Rukia y a su cama—. Pero desde ese mismo momento supe que en el preciso instante en el que había posado mi mirada en ella, ya me había atado para siempre. Y con el paso de los años, todo fue a más. Siempre a más.

Ichigo se acercó a su padre y se volvió a sentar donde había estado antes.

—Papá… —le susurró agradecido que se hubiera sincerado con él—. No creo que yo mirara así a Rukia. Lo que tú sentías por mamá no es lo que yo siento por ella.

—La única diferencia entre tú y yo, Ichigo… —le puso la mano en el hombro antes de levantarse— es que tu aún no te has dado cuenta.

Ichigo escuchó como su padre detrás de él dejaba su bandeja en la encimera.

—¿Y si… —empezó a hablar pero se calló durante un rato, pensando en lo que le había dicho su padre, pensando si tenía que sincerarse y soltar lo que su cabeza no dejaba de pensar— … sí que me he dado cuenta de que Rukia es importante para mi pero sé que algo más es imposible? No es la primera vez que estamos juntos, llevamos un tiempo así. En un tira y afloja un tanto extraño —colocó los codos en la mesa y escondió el rostro en sus manos—. En realidad no sé nada de ella. Intento conocerla pero no me deja.

—¿Ella te conoce a ti? Sé que no eres de los que cuentan sus cosas. Ten paciencia hijo. Ya verás como llegará el día en el que ella te cuente todo —le dijo Isshin viendo como él asentía sin levantar aún la cabeza. Sonrió más ampliamente al comprobar que no se había equivocado con lo que había visto en esa cena. Era la primera vez que veía a su hijo mirar a una chica de esa manera y se alegraba de que fuera una chica como Rukia-chan. Le había caído bien el poco tiempo que estuvo con ella. Se acercó a Ichigo y le susurró en el oído—. Rukia-chan es muy guapa, no me extraña que te tenga embobado.

Ichigo se enderezó y le apartó con la mano.

—Dejame en paz —frunció el ceño levantándose de la silla. Iba a salir de la cocina cuando su padre se le echó encima.

—¡Más te vale cumplir en la cama! ¡Tienes que mantener el listón de los Kurosaki alto! Si te has levantado tan temprano es que no has gastado suficiente energía.

Ichigo se sonrojó.

—¡Aparta joder! ¡Vete ya a esa reunión, viejo!

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Rukia se volteó en la cama y llevó un brazo al lado donde habia estado durmiendo Ichigo. Entreabrió los ojos al notar que estaba vacío y parpadeó varias veces para acostumbrarse a la poca iluminación del lugar.

-¿Ichigo? –preguntó con voz somnolienta sin obtener respuesta.

Observó el despertador digital y bostezó al ver que aún era pronto. Se sentó en la cama y estiró la espalda para desesperezarse. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro de forma involuntaria pensando en lo bien que habia dormido. Sentía su cuerpo tranquilo y calmado. Como si esa noche, mirando a Ichigo a los ojos en ese momento tan intenso, sintiendo como entraba dentro de ella… se hubiera quitado un gran peso de encima. Se sentía como más ligera, más libre y, como había sentido antes de dormirse, feliz.

Se pasó las manos por el rostro aún con esa sonrisa. Lo que no conseguía Ichigo…

—Buenos días, enana.

Rukia se sorprendió de que tan absorta como estaba ni siquiera escuchó cuando abrieron la puerta. Giró la cabeza hacia allí viendo a Ichigo cerrarla y ponerle el seguro.

—Buenos días —le dijo aguantando la sábana que le cubría los pechos.

—¿Has dormido bien? —le preguntó acercándose a su mueble para sacar el uniforme del instituto.

—La verdad es que sí. No pensaba que iba a dormir bien en esta cama tan pequeña.

Ichigo sonrió de lado mientras colgaba la ropa con la percha en el manillar del mueble.

—Perdone usted señorita, pero no todos tenemos una cama tan grande cómo la suya —soltó con humor antes de voltearse y mirarla—. Si quieres puedes ducharte antes, falta un rato hasta que se despierten mis hermanas.

—No tranquilo, dúchate. Ya me ducharé en mi piso —le respondió—. ¿Me pasas mi ropa?

Ichigo asintió y le acercó la ropa que había puesto antes encima del escritorio. Cuando se dispuso a abrir uno de los cajones para sacarse ropa interior limpia, la voz de Rukia le frenó.

—¿Sabes? Pensé que me darías un beso de buenos días.

Ichigo volteó el rostro hacia ella, observándola mirar por la ventana. La luz del amanecer se empezaba a reflejar en ella y el pensamiento de que no encajaba en su habitación le asaltó la mente. Era como una muñeca con piel de porcelana entre cuatro paredes que aún yacían oscuras.

—¿Quieres un beso de buenos días?

Rukia bajó la mirada, sintiendo como algo en su interior le frenaba las palabras que quería decir. Le había dicho que intentaría ser sincera pero le costaba.

—No —susurró y le miró sonriendo para restarle importancia a lo que había dicho—. Solamente lo pensé.

Observó como Ichigo se dio media vuelta y siguió lo que fuera que estaba haciendo. Con la oscuridad que aún había en el lugar no supo si había sonreído, asentido o cual había sido el gesto de su rostro. Solo podía saber que estaba de espaldas a ella. Rukia arrugó la frente con un atisbo de pesar al comprender que ahora, después de todo lo que se habían dicho y sobretodo por parte de Ichigo, guardarse cosas no era la mejor opción. Podría hacerle más daño que antes. A él y a ella misma. Se sentía como si ahora fuera imposible volver hacia atrás.

Se deshizo de la sábana que la cubría y se puso de pie, avanzando hacia él y abrazándolo por detrás estrechamente. No sintió temor que pudiera escuchar los latidos de su corazón ni que notara como encerraba la tela de la sudadera entre sus dedos.

Ichigo cerró los ojos nada más sentir sus femeninos brazos rodeándole. Esto era lo que empezaba a necesitar de ella. Un contacto mucho más íntimo. Internamente había deseado que lo hiciera y si tenía que tener paciencia con ella, como decía su padre, la tendría. Si esperándola conseguía que ese abrazo que le estaba regalando fuera solo el primero de muchos más, la esperaría el tiempo que ella necesitara.

—Cuando te dije ayer… —cortó Rukia, envolviéndose del calor que Ichigo desprendía— que no quería alejarme de ti, lo dije enserio.

Ichigo entreabrió los ojos y cubrió una de sus manos con la suya.

—Espero que no tengas que hacerlo, Rukia. Que consigas ese trabajo con el tío de Kaien y te quedes aquí en Karakura —hizo que aflojara un poco el abrazo para poder voltearse y mirarla a los ojos. A esos ojos violetas que le observaban como si quisieran grabarse cada centímetro de su rostro dentro de ellos.

Rukia respiró hondo sin dejar de mirarle, pensando que todo sonaba bien con esa voz.

'No quiero que te vayas. No quiero dejar de verte. No quiero que desaparezcas de mi vida. Preferiría mil veces discutir contigo todas las semanas a pasar los días sin ti.'

Sintió las manos masculinas posarse en sus mejillas y cerró los ojos esperando paciente que Ichigo la besara.

'Ahora me tienes a mi también. No me pidas que te olvide por que no lo voy a hacer. Me niego.'

Sus labios se encontraron y empezaron a reconocerse de nuevo. Ella seguía abrazando a Ichigo por la cintura y él le envolvió la espalda desnuda con sus brazos, estrechándola más hacia él.

Creo que estoy encontrando esa felicidad de la que hablabas, Ukitake —pensó Rukia.

Ichigo notó como los labios de la morena sonreían mientras se besaban.

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Kaien iba caminando por los pasillos del instituto con la mirada puesta en el suelo como si fuera lo más interesante de aquel lugar. Escuchaba como los alumnos que pasaban cerca de él cuchicheaban y sentía sus miradas clavadas en la nuca.

Ya ni le importaba. Que hablaran de él si querían.

Cuando estaba cerca de su clase, el aroma de un perfume muy conocido hizo que levantara la vista. Esbozó una sonrisa al darse cuenta que no se había equivocado al reconocerlo. Era el perfume que usaba su no… volvió a deshacer la mueca de su rostro. No, Miyako y él ya no eran nada.

La observaba hablar con sus amigas e incluso reirse, pero ya no podía acercarse y taparle los ojos por detrás preguntándole si sabía quien era con voz más grave o más fina según el día. O ya no podía saludarla con un beso como siempre y que sus amigas se dieran la vuelta sonriendo y dándoles ese momento sólo para ellos. Ya no podía hacer nada de eso.

Apretó la mandíbula sintiendo como su corazón dolía.

—¡Kaien! —escuchó como alguien le llamó y se volteó para ver como Senna se acercaba por el pasillo—. Hola, ¿cómo estás?

—Como una puta mierda —le soltó lo primero que le vino a la boca.

Senna suspiró pensando que no podía interesarle menos como estaba ese chico.

—Lo de nuestro trato sigue adelante, ¿verdad?

Kaien arrugó la frente un momento al no recordar por donde iba el asunto hasta que le llegó a la memoria.

—Paso de ese estúpido trato.

—¿Cómo que pasas? ¿Por qué?

—Porqué ya no me interesa ni quiero joder a nadie más —dijo el moreno volviendo a mirar donde estaba su ex y la sorprendió mirándole ella también. Cuando iba a levantar la mano a modo de saludo, ésta enseguida bajó la mirada y se alejó de allí.

Senna no perdió detalle de nada.

—Así que lo que quieres es volver con tu ex, ¿no? —le preguntó levantando las cejas—. Vaya… que fácil es de olvidar esa tal Rukia.

El joven regresó sus ojos a ella.

—No es que sea fácil o no de olvidar. Es que hay a veces que podemos confundir el gustar con el querer, o la atracción física por algo más. A mí Rukia me seguirá gustando pero a quien yo quiero realmente es a Miyako —se sinceró y cruzó los brazos—. Además para empezar algún tipo de relación, todo tiene que ser mutuo.

—Ahh claro. Eso es lo que ha pasado. Has hablado con Rukia y ella te ha dado calabazas. Pobrecito —dijo Senna sarcástica.

Kaien recordó la conversación que tuvo ayer con Rukia.

—Pues sí. Pero no lo decía sólo por mí sino por ti también.

La pelivioleta alzó un ceja.

—¿Por mí? ¿Qué tiene que ver lo que has dicho conmigo si se puede saber?

—Que para empezar algo tiene que ser mutuo. Y siento ser yo quien te lo diga, si no te lo ha dicho ya alguien más, y es que Ichigo no va a volver contigo. Porque tú seguirás estando todo lo enamorada que puedas estar de él pero él de ti no.

—¿Y como cojones sabes eso? —dio un paso hacia él enfada. Éste ni se inmutó.

—Porque sólo tienes que ver lo que contento que está. Lo acabo de ver antes cuando he pasado por enfrente de su clase y me juego lo que sea a que está así de contento por ella. Créeme, estoy seguro —se pasó una mano por el pelo susurrando—. Era como estaba yo antes.

Senna le miró en silencio negando levemente con la cabeza.

—Cuando estaba conmigo también estaba contento y mira luego. Eso no tiene nada que ver.

—No tengo ni idea de que pasó entre tú y él, ni me interesa. Pero Ichigo parece la clase de tío que… sabe perdonar —dijo Kaien—. ¿No crees que si le siguieras gustando, habría vuelto ya contigo? Por mucho que sigas detrás de él, por muchas veces que le digas lo que sientes, él no cambiará de opinión. Es más, es posible, que acabe cogiéndote manía o aborreciéndote de lo pesada que le resultarás.

El timbre sonó anunciando que empezaban las clases.

—Si te rindes tan fácil es tu problema, pero yo no me voy a rendir. Sé que Ichigo y yo acabaremos juntos.

—Mira Senna, esto no va de rendirse o no —se acercó más a ella para que lo escuchara entre el ruido de la gente yendo de un lado al otro, dirigiéndose a la clase que le correspondía—. Se trata de no seguir jodiéndola.

—¿Cómo has hecho tú con Miyako?

—Pues sí. La jodí bien. La cagué. Pero no lo voy a volver a hacer. Así que olvidate de ese estúpido trato y deja de pensar sólo en ti misma.

Kaien se dio media vuelta para irse a su clase pero escuchó como Senna le gritó.

—¡Tú no me conoces para decirme eso! —exclamó sin importarle que algunos alumnos se giraron hacia ella.

Kaien también se giró antes de desaparecer por un pasillo.

—¡Es lo que demuestras!

Senna apretó la mandíbula con ganas de decirle de todo y dio media vuelta hacia su clase. Cuando entró observó que el profesor ya estaba en la mesa ordenando que todo el mundo se sentara. Fue hacia su sitio y se sentó viendo de reojo como Ichigo sacaba la libreta de su cartera con una pequeña sonrisa ladeada en su rostro. Pensó que, seguramente, no se estaba dando cuenta que estaba sonriendo.

¿Es por ella, Ichigo?

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Se notaba que estaban a mitad de Noviembre. El frío había aparecido para quedarse definitivamente. La gente salía a la calle abrigados hasta arriba, con abrigo, bufanda y guantes. Ya no era de sorprender que algunas tiendas empezaran a adornar sus escaparates con nieve artificial o con pequeños toques de navidad. Un muñequito de Papá Noel meciéndose sonriente en una silla, unos renos de peluche con la nariz roja o unas cajas envueltas en papeles brillantes y lazos dorados. Todo bonito y destinado a que la gente se acercara a curiosear y a empezar a realizar sus compras navideñas.

A Rukia personalmente le gustaba el invierno. Siempre lo había sentido como ese momento de paz y tranquilidad que tanto necesitaba. Cerró los ojos mientras iba caminando al notar como una delicada corriente de aire frío golpeaba suavemente en su rostro. Sonrió al apreciar la caricia.

Nell que iba caminando a su lado la miró. Habían estado hablando de lo que pasó aquella noche en Bleach pero por más que había intentado que Rukia le contase quien era ese hombre, ella solamente había soltado que era un familiar.

—Tú y tus secretos —dijo la peliverde sin mostrar ni un ápice de enfado por ello. Rukia era así, era algo que ya todos conocían—. Pero te veo más contenta. ¿Acaso dejar el trabajo de bailarina te ha alegrado? No sabía que estabas a disgusto.

Rukia abrió los ojos al escucharla.

—Y no lo estaba, de verdad. Es sólo que… no sé… —volvió a sonreir—. Me siento bien después de mucho tiempo.

—¿Y a que se debe si se puede saber? —preguntó Nell curiosa antes de agrandar los ojos emocionada—. ¡¿Un chico?! ¡OH! ¡¿Ichigo?! Dime que sí.

La bajita soltó una carcajada al mirar a su amiga.

—Puede ser —respondió haciéndose la interesante.

—Ayyy —exclamó ilusionada llevándose las manos al corazón, o lo intentó entre tanto pecho—. Me alegré un montón de ver que iba detrás de ti cuando pasó todo ese revuelo. Tendrías que haber visto la cara de Renji cuando se lo dije.

—¿Le molestó? —preguntó Rukia preocupada.

—¡Que va! —movió la mano de lado a lado—. Todo lo contrario. Le vi una pequeña sonrisa antes de alejarse —observó que la morena suspiró relajada—. Pero cuenta, cuenta. ¿Así que lo habéis arreglado? Con todo lo demás podrás callarte todo lo que quieras, pero con el tema de chicos quiero saber hasta cuanto le mide…

—¡Nell! —la cortó riendo viendo como alguna gente que pasó cerca de ellas las miró con el ceño fruncido.

La peliverde también se rió.

—Iba a decir cuanto le mide el pie.

Las dos soltaron carcajadas mientras seguían caminando. Rukia sintió como Nell le daba unos significativos codazos. Ésta la miró de reojo aún riendo. Sabía lo que quería saber su amiga.

—El pie de Ichigo está muy bien proporcionado —le soltó haciendo que volvieran a estallar de risa.

—¡Es perfecto entonces! —habló como pudo Nell sintiendo que se ahogaba de tanto reír—. No hace falta que me digas más.

Tuvo que pasar un buen rato hasta que se les pasó la risa. Se miraron y negaron con la cabeza. La verdad es que se lo pasaban muy bien juntas y se parecían más de lo que a simple vista parecía. Rukia pensó en lo último que había dicho Nell a modo de broma.

—La verdad es que sí. No sé si merezco a alguien que me trate tan bien como él —se sinceró—. Es tan bueno… que a veces me pregunto que vio en mi para querer quedarse conmigo más de dos días.

—¿Por qué tienes esa visión tan mala de ti misma? Eres encantadora, Rukia —le dijo Nell entrelazando su brazo con el de ella—. Y me alegro un montón que él también haya visto debajo de esa coraza que llevas.

—Me dijo que le gustaba, que ya no podía verme como una chica con la que simplemente se acostaba —sonrió al recordar esas palabras—. Que se moría de ganas de conocerme más.

—Que bonito.

—Y cuando ayer nos acostamos, fue distinto a las otras veces, más intenso. No sé, como más…

—¿Intimo? —preguntó viendo como Rukia asentía—. ¿Y te gustó? —esta vez observó que la morena se sonrojó y miró hacia otro lado. Nell abrió la boca sorprendida—. ¡Si hasta te sonrojas! ¡Que mona! Que contenta estoy por ti, Rukia. Ahora si que estás viviendo la edad que tienes. Quien tuviera los veinte otra vez… Disfruta ¿de acuerdo?

Rukia la miró, a esos ojos que tambien sonreían, y asintió. Lo iba a intentar.

Caminaron agarradas del brazo hasta que llegaron a la galería de Kensei Shiba. Se sorprendieron que incluso siendo un lunes estuviera lleno de gente. Las paredes estaban todas hechas de cristal para que se pudiera ver por fuera algunas fotografías. Entraron dentro, apreciando el alto techo lleno de tubos de ventilación plateados y brillantes donde podían ver su propio reflejo y el de los cuadros. Las paredes tenían una tonalidad grisácea y las fotografías iban variando de tamaño según la pared donde estaban colgados.

—Es muy bueno —le elogió Nell—. Las fotografías son fantásticas.

—¿Has visto esa mujer de allí? ¿La luz en su rostro? Si parece que vaya a salir de la pared —dijo Rukia sorprendida.

—Son geniales.

Dieron vueltas por el lugar y un cartel llamó la atención de la morena. Se acercó para leerlo dejando a Nell hablando con unos hombres sobre la belleza de las fotografías en blanco y negro. Leyó que en el cartel ponía lo que le había dicho Kaien. Que el artista necesitaba modelos para su siguiente exposición. Las pruebas empezarían mañana a partir de las nueve.

—¿Estás interesada? —le preguntó un hombre con pelo gris, alto y fuerte, desde su espalda.

Rukia se dio media vuelta y reconoció a ese hombre como el tío de Kaien, ya que lo había visto en algunas imágenes de las que vieron en el portátil de Ichigo.

—Sí que estoy interesada —respondió sonriendo educada y le ofreció la mano—. Soy Rukia Kuchiki, un placer conocerle señor Shiba. Una exposición magnífica.

—El placer es mío, señorita Kuchiki —le sujetó la mano y la levantó para besarle en el dorso. A Rukia le hizo gracia que aunque fuera nativo de japón y que por mucho que estuviera hablando en japonés ya no tenía mucho acento de allí—. Muchas gracias, me alegro de que le esté gustando la exposición. ¿Había visto algún trabajo mío con anterioridad?

—No, es la primera vez. Pero estoy segura de que no será la última. Es increíble como puede hacer que una fotografía plasme el alma de una persona de esa manera.

—Lo más difícil es encontrar a personas que tengan un aura especial. Algo que las rodee para que a la hora de hacer la foto, ésta sobresalga. Yo seré el que apriete el botón de la máquina pero el mérito de todo es de esa gente que se atreve a mostrarla —dijo Kensei sonriendo.

—No se reste importancia, señor Shiba. Es usted un artista.

—Si está interesada en ese puesto de modelo, creo que lo está consiguiendo —bromeó haciendo que los dos se rieran. Kensei se la quedó mirando unos segundos—. Por cierto, ¿de que color son sus ojos? Desde el primer momento que me ha mirado estoy intentando averiguarlo, pero no lo logro.

—Son violetas —respondió Rukia con una sonrisa y moviendo los ojos y el rostro para que con la luz pudiera verlos mejor.

Kensei asintió fascinado.

—Son muy violetas… —susurró. Se quedó un rato pensando en algo y decidido agarró uno de los folletos que había en una mesita al lado del cartel que estaba leyendo Rukia antes de que él viniera. Se lo ofreció—. Acérquese mañana y haremos una prueba. A ver si la cámara logra captar lo que yo veo.

Rukia respiró hondo ilusionada antes de hablar.

—Estaré aquí sin falta.

Kensei se despidió y se fue a hablar con unos periodistas que le esperaban en la zona de prensa. La morena se quedó releyendo el folleto sintiendo como por dentro estaba saltando de alegría. Necesitaba a diez modelos, cinco chicas y cinco chicos, de veinte a treinta años. Lo que les iba a pagar a cada uno de ellos era mucho más de lo que necesitaba. Definitivamente era un buen comienzo.

—Voy a conseguir este dinero, Ukitake.

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Senna y Nozomi habían salido del instituto y la pelivioleta estaba contándole lo que había pasado con Kaien ya que no habían tenido tiempo de hablar durante el descanso porque Nozomi se había ido a la biblioteca a repasar con sus compañeros de clase.

—Ese estúpido de Kaien —soltó Senna—. Anda que se puede confiar en él.

—Eso es porque se ha dado cuenta de que lo que hizo no estuvo bien —dijo Nozomi—. La verdad es que Miyako me da pena. Va a mi clase y siempre que la miro está cabizbaja y con un semblante triste.

—En el fondo a mi también me da pena, pero no nos engañemos. Si Kaien me ha dejado tirada en este plan es porque sabe que contra Ichigo no tiene nada que hacer. Yo también me retiraría si él estuviera con una tía exuberante con más tetas que Inoue pero con esa bajita y plana —rechistó—. Va a ser que no.

Nozomi arrugó la frente y negó con la cabeza.

—Como has cambiado Senna. Antes no eras así. Las cosas que dices y haces… no sé. He estado pensando por la noche y yo tampoco creo que sea lo más indicado ponerle esas fotos. O incluso que te metas en medio de ellos dos.

—¿Tú también me vas a venir con estas? —le preguntó parándose en la calle—. ¿Os habéis puesto de acuerdo o qué? ¿De que lado estás tú, Nozomi?

—Del tuyo. Por eso te estoy diciendo que lo dejes. No quiero que sufras más.

—¿Y que hago entonces? ¿Le pierdo?

—¡Es que ya lo has perdido! —exclamó la peliverde sobresaltando a su amiga. Respiró hondo mirando alrededor y bajó la voz al no querer montar un espectáculo—. Lo perdiste hace mucho tiempo. Déjalo ya. Lo único que vas a conseguir es hacerte daño.

Senna sintió como sus ojos empezaban a picar.

—¡Es que no puedo! ¡No puedo dejarlo! —alzó la voz y no le importó que Nozomi la agarrara del brazo para que se movieran y no estuvieran en medio de la calle, ella siguió hablando—. Quiero estar con él ¿es que no lo entiendes? No me imagino con otra persona que no sea Ichigo. No voy a encontrar a otro como él. Cometí un error, lo sé. Pero todo el mundo se equivoca. Quiero luchar por lo que quiero. Y lo que quiero es a él.

—¿Aún a costa que él no quiera? —le preguntó observando como Senna cerraba los ojos y se le escapaban un par de lágrimas.

—Querrá —afirmó abriendo los ojos y mirándola—. Cuando se de cuenta de que la única chica que lo quiere de verdad soy yo. Que haría cualquier cosa por él. Y ni esa zorra bailarina, ni ninguna otra, me lo quitará.

Nozomi negó con la cabeza y con el semblante triste al ver que su amiga estaba consumida por ese pasado amor.

—¿Y que te hace creer que cuando Rukia vea esas fotos le dejará?

—Por que es lo normal, lo que todas haríamos —le respondió secándose las mejillas—. No creo que tengan la suficiente confianza para hablar y solucionarlo. Y si se las enseña a Ichigo y viene a preguntarme, me inventaré que yo no sabía nada y ya está. Es un plan muy fácil.

—Es un estúpido plan. No tiene ni pies ni cabeza.

—¡Me importa un mierda! En el amor y en la guerra todo se vale.

—Dudo que aquí haya amor, Senna.

—Yo le quiero, de eso no tienes que tener duda.

Nozomi la miró.

—Te ha dicho millones de veces que no quiere nada contigo y a ti te da igual. Si le quisieras, su felicidad iría por delante de la tuya. Solo piensas en ti.

Senna dejó que más lágrimas recorrieran sus mejillas. ¿Por qué todo el mundo pensaba eso de ella?

—Yo pienso en los dos. Sé que puedo hacerle muy feliz. Lo sé —susurró agachando la mirada.

—Tengo razón cuando pienso que no eres la misma Senna de antes… Ya no veo a mi mejor amiga delante de mi.

—Pues vete entonces —le soltó levantando la vista y mirándola fijamente—. No te necesito.

Se quedaron viendo en silencio a los ojos. Nozomi también sintió como sus ojos se humedecían y se dio media vuelta antes de que no pudiera aguantar más. Pensando que quizá no tendría que haber dicho nada y haberla seguido sin contradecirla. ¿Pero eso era tener una amistad? ¿Callarse y no decir lo que uno pensaba? ¿Dejar que la otra persona se hiciera daño de una manera tan directa? ¿Recoger los pedazos sabiendo que podrías haberlo evitado? Para ella, eso no era amistad.

Senna la vio alejarse y tuvo ganas de llamarla para que no se fuera de su lado, pero se reprimió. Pensó que si quería marcharse, que se fuera. Que cuando consiguiera a Ichigo ya volvería pidiéndole perdón por lo que le había dicho.

Se armó de valor y continuó caminando sola por la calle hasta que llegó al piso donde pensaba que vivía Rukia. Miró alrededor para cerciorarse de que no había nadie conocido por ninguna calle cercana y esperó cerca del portal a que alguien entrara o saliera de allí para poder meterse dentro. No tuvo que estar esperando mucho tiempo cuando un hombre salió para girar luego en la dirección opuesta.

Enseguida paró la puerta para que no se cerrara y entró en el pequeño vestíbulo con la estrecha escalera delante. Cuando estuvo ahí tuvo la sensación de que ahí no vivía ella. Sin embargo, empezó a revisar los nombres de los buzones por si tenía suerte y no se había equivocado desde que había visto entrar aquí a Ichigo.

—Te encontré… —susurró Senna viendo como en uno de los buzones había un papelito en blanco con el nombre de Rukia Kuchiki escrito a bolígrafo.

Abrió la cartera del instituto y sacó el sobre donde había guardado sólo dos de las fotografías. Las volvió a mirar antes de echarlas por la ranura del buzón.

.

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El entrenador hizo sonar el pitido anunciando que el entreno había acabado. Hizo un movimiento con las manos para que los chicos se acercaran a él después de terminar el partido que estaban jugando. Todos estaban sudados y respirando agitados por la boca, apoyando sus manos en la cadera y deseando ir a ducharse cuanto antes.

—El entreno de hoy ha sido estupendo. Quiero que todos los siguientes sean así. Recordar que en diciembre llega el campeonato de invierno y os quiero ver rendir al máximo hasta que esos días lleguen. Nada de peleas entre vosotros, nada de distraeros con el sexo opuesto, nada de comidas que os hagan perder las fuerzas, nada de beber y nada de fumar. ¿Os ha quedado claro?

—Entrenador ¿es verdad que en el campeonato van a venir ojeadores del equipo nacional de baloncesto? —preguntó Kaien.

—De momento son solo rumores. Pero es muy probable que si que vengan. Así que dar lo mejor de vosotros mismos y quizá acabéis en el equipo nacional, ¿quién sabe? —respondió el mayor haciendo que los chicos se miraran entre ellos entusiasmados. Ichigo sonrió al verlos—. Venga chavales, a las duchas. Nos vemos el miércoles.

Todos se fueron al vestuario.

—Joder, ¿Os imaginais tíos? —dijo uno de ellos quitándose la ropa y entrando en la ducha—. Que les gustamos y nos fichan para su equipo.

—Para eso tenemos que ganar —habló otro debajo del agua.

—No hace falta ganar para que se fijen en ti. Si les gustas como juegas, te fichan. No hay más.

—Pero es mejor que ganemos —soltó Kaien enjabonándose el pelo.

Ichigo le miró de reojo debajo de la ducha.

—Ya, ya lo sé —dijo el mismo que había dicho que no hacia falta ganar—. Ganaremos capitán, ya lo verás.

Acabaron de ducharse e iban saliendo con una toalla enrollada en la cadera y secándose con otra. Empezaron a hablar de otras cosas mientras se vestían. Sobre la nueva película que acababan de estrenar, sobre un tatuaje nuevo que se había hecho uno de ellos, sobre algunas de las chicas que habían venido ese mismo día a verlos al entreno, etc. Los únicos que no decían nada eran Ichigo y Kaien. Los demás se dieron cuenta pero no quisieron preguntar nada. Lo bueno era que las cosas entre ellos en la cancha habían mejorado.

Fueron acabando de vestirse y empezaron a irse del gimnasio, dejando a los que no se hablaban aún en el vestuario. Ichigo volvió a mirar a Kaien después de abrocharse la camisa del uniforme. Keigo les había contado que la novia del capitán de baloncesto ahora estaba libre. Que lo había dejado con él, según le habían dicho, porque a él le gustaba otra chica.

Cuando sus amigos se le habían quedado mirando, seguramente pensando que algo tenía que ver con la pelea que tuvo con él en el pasillo, se hizo el sueco. Y, aunque en un principio pensó que le daba igual y que le estaba bien empleado por haberse metido donde no le llamaban, después ya no lo sentía igual. Le sabía mal, de verdad.

—Siento… —empezó a hablar Ichigo sentándose y atándose los zapatos— que tu novia te haya dejado.

Kaien se sorprendió que le hablara y más para decirle eso. Le miró en silencio para ver si era una burla pero al observar que seguía atándose los zapatos, entendió que se lo decía sinceramente.

—¿Cómo no iba a dejarme? —dijo el moreno sentándose en el banquillo enfrente de su taquilla, en otra pared distinta a la de Ichigo—. Soy un mierda. No me merezco a alguien como ella.

—Llevabais mucho tiempo saliendo ¿verdad?

—Tres años —le respondió enseguida metiendo los pies directamente en sus zapatos sin ni siquiera desabrocharlos—. Me encantaría tener una máquina del tiempo tío, para volver hacia atrás y no joderla.

Ichigo se puso la chaqueta y el abrigo mirándole ya de pie.

—Si llevabais tres años, no creo que ella te haya olvidado tan rápido ni te haya dejado de querer. Ve y habla con ella, ten detalles y paciencia. Ya verás como con el tiempo volvéis —le dijo antes de cerrar su taquilla y echarse la cartera al hombro.

El moreno le observó caminar hacia la salida. Ya podía haber pasado todo lo que había pasado entre ellos, pero ese chico con el pelo naranja y que estaba ahí solo por dinero, era el que seguía cayéndole mejor de todo el equipo.

—Gracias, Ichigo.

Éste se volteó con su característico ceño fruncido.

—¿Por qué?

—Por seguir dándome estos consejos como un amigo cuando yo no lo he sido.

Ichigo suspiró.

—Lo que pasa es yo te entiendo —le dijo, pero al ver que el capitán arrugó la frente sin saber a que se refería esbozó una sonrisa ladeada—. Entiendo que te guste Rukia.

Kaien bufó pero no pudo evitar corresponderle el gesto en su rostro y le siguió el rollo.

—El problema es que no soy su tipo —se levantó y se puso la chaqueta mirándolo de reojo sin hacer desaparecer la mueca—. Creo que le gustan más gilipollas que yo.

Ichigo soltó una carcajada y se dio la vuelta mostrándole el dedo corazón.

—Pues nos vemos mañana, gilipollas.

Kaien sonrió más abiertamente cuando éste se fue.

El pelinaranja salió por la puerta principal del instituto cerrándose bien el abrigo. Ya era casi de noche, señal que los días duraban menos, y el frío había aumentado. Sacó su móvil y vió que tenía un mensaje de Rukia, que se lo había mandado hace media hora.

'Estoy con Nell tomando un café enfrente de la galería, te acuerdas de la dirección? Pásate si quieres después del entreno.'


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Nell y Rukia salieron de la cafetería, abrigándose más, después de haber estado en el establecimiento con calefacción.

—Vaya… quien iba a decir que Ichigo tenía diecisiete años —dijo Nell.

—Ya, a mi también me sorprendió —contó Rukia, pensando que había sido buena idea contárselo para que no se quedara sorprendida cuando lo viera con el uniforme.

—¿No habías quedado con él en la cafetería? —le preguntó la peliverde.

—Sí pero esta es la calle que baja del instituto. Estoy segura de que vendrá por aquí. Además tú ya tienes que irte a casa para ducharte y arreglarte ¿no?

—Sí, tengo el coche aparcado por aquí cerca.

Caminaron un rato corto cuando la morena le vio acercarse con su cartera al hombro. Notó como sus nervios se alteraron, como si hubieran estado durmiendo todo el rato y al verle se despertaran. Inquieta pero a la vez expectante por como iba avanzar esta extraña relación. Lo que le encantaba era que no sabía como actuar y eso era, básicamente, lo que quería y necesitaba. Dejarse llevar sin tener que meditarlo.

Cuando estuvieron un poco más cerca, no podían quitarse los ojos de encima. Nell se paró y se quedó observando como Rukia avanzaba a él inconscientemente y él la sonreía. Era como estar viendo una película o una obra de teatro.

Ichigo al llegar donde estaba ella le pasó el brazo que tenía libre por los hombros y la aproximó hacia su cuerpo, agachándose. Rukia le abrazó por la cintura y se miraron a los ojos a centimetros de distancia con una pequeña sonrisa en sus labios antes de hacerlas desaparecer en un beso suave.

Nell contuvo el aliento y los miraba sin pestañear para no perderse ningún detalle. Le encantaba la forma en la que la mano de Ichigo le agarraba el hombro de manera posesiva y masculina para que no se separara de él y la forma en la que Rukia echaba la cabeza hacia atrás y se ponía de puntillas para no soltarse de ese beso.

—Que envidia, yo quiero un beso así… —susurró Nell haciendo un mohín con la boca.

Estos al escucharla salieron de la burbuja que habían creado y terminaron el beso. Se miraron con los ojos entrecerrados y velados antes de que se soltaran del todo.

—Perdona Nell —dijo Ichigo acercándose para abrazarla a modo de saludo—. ¿Cómo estás?

La peliverde le sonrió coqueta.

—Yo muy bien ahora que te veo. Si quieres puedes saludarme como a Rukia, no tengo ningún problema —bromeó haciendo que los dos jóvenes se rieran.

—No creo que a Rukia le hiciera mucha gracia —dijo Ichigo mirando a la morena.

—No me haría ninguna —soltó ésta cruzando los brazos intentando parecer molesta pero la sonrisa en su rostro la delataba.

—¿Por qué no os venís al bar un rato? —preguntó Nell.

—Claro, para que te mire a ti todo el rato ahora que no estoy yo, ¿no?

Nell se tapó la boca con una mano fingiendo estar indignada.

—¿Has visto lo que me ha dicho, Ichigo? ¿Cómo puede pensar eso de mi? —se acercó a él y le susurró algo pero lo bastante alto para que ella tambien lo oyera—. Ten cuidadito, que esta chica parecerá muy mona pero araña.

—¡Oye! —exclamó Rukia riendo al igual que Nell—. ¿Qué estás diciendo? Yo soy muy pacífica.

—Ya lo sé que araña —dijo Ichigo que había estado observando la entrañable amistad que tenían esas dos. Notó como las dos dejaron de reirse y le miraron. Sonrió de lado con picardía—. Tengo la espalda llena de sus arañazos para demostrarlo.

—¡Serás descerebrado! —le dijo Rukia dándole un puñetazo en el vientre y haciendo que se doblara solo un poco por la fuerza de la morena.

Nell estalló en carcajadas.

—¡Es genial! ¡Eres de los míos! —le puso la mano delante para que chocara con ella.

Rukia bufó al verlos.

—Ahí os quedáis los dos, me voy —se despidió la morena y empezó a caminar calle arriba.

Ichigo la observó antes de volverse hacia Nell.

—Yo tambien me voy, no vaya a ser que se me escape.

Nell sonrió encantada con esa frase.

—Corre y no la dejes escapar.

Observó como éste asintió y corrió hacia donde estaba Rukia. Desde ahí vio como ella le empujó y empezó a correr tambien para alejarse de él. Le hizo gracia contemplar como Ichigo la alcanzó enseguida, cogiendola por la espalda y dando vueltas con ella. Desde donde estaba pudo alcanzar a oir la risa alegre de la morena que daba vueltas sin tocar el suelo.

Nell suspiró como quien ve a unos niños pequeños jugar. No podía estar más feliz por su amiga. Quizá no se había equivocado al pensar que podía ser Ichigo quien la sacara de ese halo de tristeza que muchas veces había visto que acompañaba a Rukia.

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Byakuya había acabado de cenar y estaba en frente de la foto de su esposa como todas las noches. Estaba metido en sus pensamientos y recuerdos cuando sonó el pitido de su móvil. Lo encendió y observó que eran fotografías. Las apretó para abrirlas y contempló a Rukia besando y abrazando a Kurosaki en la calle junto a otra mujer que no conocía, corriendo uno detrás del otro y como el chico la alzaba y le daba vueltas. Durante el día había estado pensando en si ya habría leído el contrato que le habían dejado en su buzón y que reacción habría tenido al leer que ya no le daba una semana sino tres días. Pero al ver esas fotos, supo que ni siquiera se habría acordado. Ese joven de pelo naranja la estaba absobiendo demasiado para su gusto.

Sin embargo, dentro de todos esos pensamientos, lo que más le llamó la atención fue la sonrisa de Rukia en casi todas esas imágenes. Dio a una y la agrandó para poder verle mejor el rostro. Una sonrisa de oreja a oreja y con los ojos cerrados.

'¿A que mi hermana tiene una sonrisa muy bonita, Byakuya?'

'Sí —le respondió antes de mirar a Hisana—. Pero no más bonita que la tuya.'

´Ésta se volteó hacia él y le sonrió.'

Byakuya apretó la mandíbula regresando su mirada a la fotografía de Hisana. No aguantó más y escondió su rostro entre sus manos. Por eso se había separado tanto tiempo de Rukia. Compartía un gran parecido con el amor de su vida que ya no estaba con él. Y eso era demasiado doloroso.

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—¿Quieres que compremos comida para llevar y cenamos en mi piso? —le preguntó Rukia.

—De acuerdo —respondió Ichigo caminando junto a ella hacia al restaurante.

Éste estaba contento después de que la morena le contara que al tío de Kaien le había gustado y que mañana mismo tendría la prueba. Estaba seguro de que la iba a contratar y se quedaría en Karakura. O es lo que deseaba con todas sus fuerzas ya que las cosas entre ellos iban por buen camino. El hacia donde no lo sabía pero le daba igual. Solo sabía que quería estar con ella y seguir escuchando el sonido de esa risa que le había regalado antes.

Compraron la comida y salieron con las bolsas hacia el piso de ella que estaba bastante cerca. Al llegar, Rukia abrió el portal y pasaron los dos hacia dentro, aunque antes de subir por las escaleras ella se acordó de algo.

—Ichigo, ves subiendo —le dio las llaves—. Voy a mirar el buzón.

Se acercó a su buzón escuchando como Ichigo se alejaba. Al abrirlo vio inmediatamente un sobre marrón un poco más grande que las demás cartas. Ella enseguida supo que sería el contrato del que le había hablado Byakuya. El contrato que le aseguraba que él pagaría el hospital de Ukitake si ella aceptaba su trato antes de que acabara esa semana.

No quiso pensar más en el tema y agarró las pocas cartas y otro sobre que había sin parar a mirarlas y cerró el buzón dirigiéndose arriba. Al llegar, Ichigo ya había sacado la comida de las bolsas y las había colocado en la mesa de la cocina. Dejó las cartas en la mesita de enfrente del sofá y se quitó el abrigo al igual que había hecho él.

Sacaron los cubiertos y los vasos y empezaron a cenar antes de que se enfriara. Hablando de cómo le había ido el instituto, el entreno, ella le enseñó el folleto de la galería… La conversación fluía, cómodos el uno con el otro, mirándose a los ojos, sonriendo, disfrutando de la mútua compañía en aquel piso tan pequeño pero con el ambiente tan confortable.

—¿Así que en diciembre empezáis el campeonato de baloncesto? —le preguntó Rukia.

—Sí —le respondió Ichigo—. Por lo visto vendrán ojeadores del equipo nacional y todos están ansiosos y deseando de que se fijen en ellos.

—Quizá se fijan en ti.

—Espero que no. No me interesa jugar profesionalmente. Ya sabes que yo solo estoy ahí para ganar dinero y ahorrarlo para irme a vivir solo cuando empiece la universidad —le recordó y observó como ella asentía—. Me gustaría más que se fijaran en los demás… sobretodo en Kaien. Creo que alguna vez me contó que ese era su sueño.

—¿Estás bien con él después de la pelea que tuvisteis?

Ichigo acabó su comida y suspiró.

—No del todo. Pero agradezco de verdad que te haya ayudado al contarte lo de su tío y me sabe mal que su novia y él lo hayan dejado.

Rukia acabó de beber lo que le quedaba en su vaso y arrugó la frente.

—¿Tenía novia?

—Sí, ¿no lo sabías?

—No —respondió la morena levantándose para llevar los platos ya vacíos al fregadero—. Entiendo que su novia le haya dejado. No puede ir peleándose por ahí por otra chica y pretender que eso no le moleste. ¿Cómo sería si fuese al revés? Estoy segura de que él también la hubiera dejado o por lo menos enfadarse con ella.

Ichigo también se levantó y ayudó a recoger.

—Bueno dejemos de hablar de Kaien —le soltó poniéndose a su lado y dejando en el fregadero los vasos. Observó de reojo como Rukia levantó una ceja.

—Pero si has sacado tú el tema.

Ichigo la miró a los ojos serio.

—Pues yo lo corto.

La morena relajó el rostro y estuvo a punto de dejar que un lado de sus labios se levantara. En los días pasados quizá le hubiera molestado ese comentario pero ahora le hacía gracia.

—Que celosín eres, fresita.

Ichigo frunció más el ceño y se giró hacia la nevera donde había guardado antes de que ella subiera el postre que se había comprado. Un yogur líquido de chocolate en un vaso mediano de plástico. Ella no había querido nada.

—Yo no soy celoso, enana —murmuró sentándose en la silla y empezando a comer.

La morena se mordió los labios para no reir y se acercó a él pasando los brazos por sus hombros y apoyando la barbilla en el hueco de su cuello.

—No tendrías motivos para estarlo —le susurró en el oído—. Solo tengo ojos para ti.

Ichigo sonrió levemente por el lado en el que no estaba ella ya que no quería que se diera cuenta que con solo esas palabras ya le tenía alterado.

—¿Quieres probarlo? —le preguntó alzando el vaso para cambiar de tema—. Coge una cuchara y lo pruebas. Me has dicho que no te gustaba el chocolate pero ya verás como te gusta.

Rukia le escuchó sabiendo porque lo estaba haciendo. Bien, pensó. Ella tenía ganas de jugar. Sin separarse de él ni un milímetro y notando como Ichigo ladeaba un poco la cabeza para poder verla, metió un poco el dedo en el yogur y se lo llevó a la boca.

Ichigo tragó duro apretando la mandíbula. La corriente que había llegado a su miembro fue difícil de obviar.

—Mmm —le miró de reojo—. Sí que está bueno, sí.

El pelinaranja dejó de mirarla e intentó seguir como si nada. Sí creía que con eso bastaba, le estaba subestimando. Quería que siguiera intentándolo.

—Pues haberte comprado uno, este es mío.

—No seas malo, fresita. Compártelo conmigo.

—Pues utiliza una cuchara.

—Me gusta más así —le susurró y volvió a meter el dedo en el yogur, solo que esta vez no se lo llevó a la boca sino que lo puso en el cuello bronceado del joven.

Ichigo cerró los ojos y abrió un poco los labios para dejar escapar el aliento cuando sintió la suave lengua de Rukia lamerle la piel. Notó de nuevo el frío chocolate y tiró la cabeza hacia atrás para dejar que pasara su dedo por ahí.

La morena lamió todo el recorrido del dulce líquido apreciando los jadeos que salían de aquella garganta. Gracias a que él había echado la cabeza hacia atrás pudo pasar la lengua por la nuez de Adán, escuchando como Ichigo soltó un pequeño gruñido por eso.

—Podemos acabarnos el postre en la cama, Ichigo.

El pelinaranja entreabrió los ojos y la miró de reojo. A esa mujer que en un segundo conseguía perturbarlo. Se recriminó ser tan fácil pero le era imposible controlar las sensaciones de su cuerpo. Todo esto ya iba más allá. No solo sentía deseo sino tambien necesidad. La necesitaba.

Rukia sintió esos cálidos ojos velados en los suyos y se acumuló en su bajo vientre junto al sabor de esa piel, al aroma que desprendía, a los jadeos que había escuchado, al bulto que empezaba a apreciar en el pantalón del uniforme, a la fuerza del cuerpo que podía tocar por encima de la camisa blanca… ¿Quién le iba a decir a ella que llegaría a excitarse tanto con un chico tres años menor sin ni siquiera tocarla o besarla?

—¿Tanto te ha gustado? —le preguntó con voz bajita para no romper el ambiente tenso pero tan estimulante que se había formado. Observó que ella asentía y pegaba más los pechos a sus hombros. Ichigo volvió a cerrar los ojos y disfrutó del roce de los pezones de Rukia a través de las tres telas que lo separaban de ellos—. Dijiste que no te gustaba el dulce.

—Mis gustos pueden cambiar —le contestó con el mismo tono de voz. Le lamió el lóbulo de la oreja—. Además, el chocolate solo no me gusta tanto como puesto en tu piel.

Ichigo no pudo quedarse más sentado y se levantó despacio. Se puso delante de ella y se agachó un poco para sujetarla de los muslos para alzarla. Rukia le envolvió la cintura con sus piernas y se pegó lo más que pudo a su torso. Se miraban a los ojos respirando el aliento del otro de tan cerca como estaban, rozando sus labios pero sin llegar a besarse, haciendo que sus cuerpos se fueran calentando más y más a cada momento.

Él alargó la mano y agarró el vaso de chocolate y empezó a caminar hacia la habitación. Rukia con el pie apagó la luz de la cocina dejando todo a oscuras, con la luz de la ventanas iluminando.

Llegaron a la habitacion y sin prisas dejó el postre en la mesita de noche y la tumbó en la cama con él encima, haciendo que Rukia jadeara al notar, en esa posicion, la ereccion de Ichigo entre sus piernas.

—¿Ya estás así? —le preguntó encantada, hundiendo sus finos dedos entre el cabello naranja. Definitivamente, Ichigo estaba muy bien proporcionado.

—Como tú me has puesto, Rukia —le contestó antes de cubrir su boca con la suya.

Se besaron con hambre y desenfreno, comiéndose y enredando sus lenguas como si fuera la última vez que tendrían la oportunidad de hacerlo.

Se giraron haciendo que la morena estuviera arriba, a horcajadas, y, sin dejar de besarse, ésta fue desabrochando la camisa de Ichigo y acariciando la piel que iba quedando expuesta. Se separó de sus labios para poder gemir ya que el ojimiel la sujetaba del trasero y la apretaba a su entrepierna.

—Mmm… Ichigo…

Éste sonrió travieso dejando de apretarla para quitarse la camisa desabrochada y lanzarla por algún lugar de la habitación, sin pensar siquiera en lo arrugada que la tendría para el día siguiente. Ella hizo lo mismo con su sueter y el sujetador. La oscuridad de la habitacion con la luz que entraba por la ventana hacía todo más estimulante.

Rukia agarró el vaso y le vertió un poco en el pecho. Lo extendió con los dedos haciendo dibujos sin ninguna forma en especial y empezó a lamer esa dulce piel, acariciando con sus manos los fuertes abdominales y los oblicuos. El cuerpo de Ichigo y sus jadeos eran como un afrodisíaco para ella, mucho más que el chocolate que estaba comiendo.

Sin llegar a limpiarle del todo sintió como el ojimiel pasó las manos por debajo de sus brazos e hizo que cambiaran de posición y poniéndose él encima. Dejó que hiciera lo mismo con ella. Que le echara un poco de chocolate por el pecho y empezara a lamerla.

—Es mejor chocolate que he probado —dijo Ichigo entre lametones. La agarró por la cintura y la puso boca abajo sin ningún esfuerzo. Escuchó el gemido de sorpresa de Rukia antes de ponerle lo último que quedaba en el vaso por la espalda.

La morena curvó los dedos de los pies al sentir como los dedos de Ichigo extendían el dulce por toda la columna para después pasar su lengua notando el peso de su masculino cuerpo en el trasero, haciendo que su sexo se apretara a la cama.

—¡Ahh! Ichigo… —lloriqueó Rukia sujetando fuerte la almohada.

—Dime —susurró con la voz entrecortada, masajeándole los glúteos y sintiendo como su miembro dolía deseando salir de la prisión de la ropa.

—No puedo… más. Se acabó el postre.

Ichigo no pudo estar más de acuerdo con ella, con la mandona que tenía debajo de él. El olor del chocolate, el dulce sabor en sus lenguas, la poca luz del lugar, las ganas de unirse fisicamente… todo estaba siendo demasiado perturbador.

Se levantó de la cama y le bajó los pantalones junto a las braguitas antes de desabrocharse su propio pantalón y poder bajarselo, al igual que el boxer. Suspiró de alivio al liberar su erección y observó como Rukia le contemplaba aún boca abajo y levantaba sus caderas intencionadamente, apoyando sus rodillas al colchón, incitándolo.

—Oh Rukia —le pasó las manos por el interior de los muslos apreciando el temblor en ellos—. ¿Quieres matarme?

—Te necesito —gimió al sentir los dedos masculinos en su húmedo sexo.

—Yo también —dijo Ichigo colocándose detrás de ella de rodillas y dirigiendo su miembro a donde estaban sus dedos.

Los dos gimieron de placer cuando la penetró de golpe. Rukia agarraba con fuerza la almohada sollozando de gusto al sentir el roce y la fricción al empezar a embestirla, llegando hasta el final en cada estocada. Ichigo se sujetaba firmemente a las femeninas y suaves caderas mientras se hundía en ella una y otra vez con decisión.

—¡Más! —gritó Rukia para que la almohada no tapara su voz—. ¡Más!

—Rukia… —habló Ichigo entre gruñidos echando hacia atrás la cabeza y penetrándola más rápido. Se le escaparon palabras sin pensarlas—. No te vayas…

La morena le escuchó pero no podía pensar en nada que no fuera el miembro de Ichigo llenándola. Su mente era incapaz de unir más de una palabra junta y que tuviera un significado coherente, sin embargo, le había encantado escucharle decírselo otra vez. Que no quería que se fuera.

Siguió embistiéndola, experimentando como las paredes del interior de Rukia lo apretaban como queriendo encerrarlo para ella sola, haciendo que en poco tiempo más los dos llegaran al final de tanto placer. Gimieron el nombre del otro al saborear el arrebatador orgasmo que los atravesó el cuerpo entero.

El pelinaranja salió de dentro de ella y se estiró boca arriba a su lado, respirando agitado pero esbozando una pequeña sonrisa en los labios. Estar con Rukia era la gloria. No tenía que pensar, solo dejarse llevar. Giró la cabeza hacia ella y lo que vio le hizo aún más feliz. Seguía boca abajo, con el rostro hacia él y los ojos cerrados pero con otra sonrisa como la suya.

—Rukia…

—¿Mm?

Ichigo acercó una mano a la cara de ella y le acarició con el dorso del dedo indice la suave mejilla.

—Quédate conmigo —le susurró observando como Rukia entreabría los ojos y le miraba—. No me dejes solo.

La morena sintió como su corazón se volvió a saltar un latido. Eran las mismas palabras que ella le había dicho aquella noche cuando la habían despedido y él la había traído a su piso. No supo que decir, aunque la leve sonrisa de Ichigo le indicó que no hacia falta que ella dijera nada. Se movió con las pocas fuerzas que tenía y se puso encima de él, juntando sus labios en un beso sosegado y tranquilo.

Cuando se separaron se miraron sonrientes.

—Estás pegajoso, fresita —le dijo Rukia paseando los dedos por su cuello.

—Tú tambien, enana —le correspondió acariciándole la espalda.

Observaron la boca del otro y las volvieron a juntar, pensando a la vez que si quería esa noche detenerse y dejar de contar el tiempo, podía hacerlo perfectamente.

CONTINUARÁ…
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¡Hasta aquí! ¿Qué os ha parecido? Pensar que es la primera parte de un capítulo entero :)
La relación entre Ichigo y Rukia ha dado un paso inconfundible, ¿notáis el cambio? De como estaban cuando se conocieron hasta ahora. Ese quédate conmigo de Ichigo ¿qué pensáis? ¿Empiezan a sentir más cosas? ¿El qué? Contarme :D

¿Y lo de Kaien? Parece que está decidido a dejar en paz a Ichigo y Rukia e intentar recuperar a su novia. Senna en cambio... ha dejado las fotos en el buzón de Rukia, ¿qué pensáis de eso? ¿Se enfadara Rukia y lo dejara con Ichigo?

A Kensei le ha gustado Rukia pero ¿la contratará? ¿Se podrá quedar en Karakura o se tendrá que ir? ¿Le dirá que sí al trato de Byakuya?
¡LO SABREMOS EN EL PRÓXIMO CAPÍTULO! <3

2 comentarios:

  1. Waaaaa misuki-kurosaki otravez aqui (ya parezco acosadora) jajaja me ha encantado este capitulo, mas porque se que Rukia notara la incomodidad de Ichi en las fotos xD yo sé que Kaien regresará con Miyako, Kensei le dará el trabajo a Rukia pero Byakuya intentará evitarlo xD llegará Ichigo, y así como en el manga le hará caer en cuenta que no es la forma de proteger a Rukia

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  2. No lo sé, me ha parecido que ya lo había leído D:
    Estoy confundida @n@

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¡No olvidéis comentarme! :D