CAPÍTULO 10

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STRIPTEASE

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CAPÍTULO 10

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QUÉDATE CONMIGO

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Rukia se sentía como el clima de ese mismo día. Hacía frío y el cielo estaba cerrado de nubes grises y oscuras sin dejar pasar los rayos del sol. El viento movía salvajemente las ramas de los árboles desnudos y se colaba por las pequeñas rendijas de cualquier ventana mínimamente abierta. Como sus propios pensamientos en su mente, que no dejaban de ir de un lado para el otro.

Estaba cansada de darle vueltas a la carta de su hermano una y otra vez. No había podido dormir más de dos horas seguidas sin parar de pensar sobre lo que tendría que hacer si Byakuya le hacía perder el trabajo.

Se levantó sin ánimo del sillón negro para acercarse a la ventana y cerrarla mejor. Parecía que ese sillón como todo lo que estaba en esa habitación blanca le perteneciera, de los días, semanas y meses que llevaba entrando y saliendo de allí como si fuera su propia casa.

Se asomó por el cristal y miró hacia abajo. Desde ahí arriba podía ver el patio al igual que por las ventanas de la cafetería. Se sorprendió al ver al mismo anciano que vio ayer charlando animadamente con un enfermero. Veía que algunas enfermeras querían hacerle entrar dentro ya que no hacía un tiempo agradable para estar fuera, pero el anciano se negaba y se quedaba ahí sentado como si estuviera esperando a alguien. Quieto y solo en medio del patio.

Rukia escuchó como la puerta de la habitación se abría y se volteó.

—Hola señorita, vengo a comprobar las constantes del señor Ukitake —anunció la enfermera caminando hacia los aparatos que le mantenían con vida.

La morena asintió y volvió a sentarse en el sillón.

—¿Cómo se encuentra?

—Bien, está todo correcto —le sonrió la mujer agarrando las hojas de observación del paciente que se dejaban sujetos a los pies de la cama y comenzó a leer. Rukia apreció que le cambió el gesto—. Aunque he de decirle que por la noche tuvo fiebre.

—¿Fiebre?

—Sí, pero no se preocupe ahora no tiene. Fue solo un poco y enseguida lo estabilizaron —dejó los papeles en su sitio y la miró sonriente—. Además al señor Ukitake le van muy bien sus visitas. Siempre se encuentra mejor cuando está con usted.

Rukia dirigió su mirada a Ukitake.

—Por eso vengo todos los días, o eso intento.

—Si me permite la indiscreción, ¿es usted su hija o su nieta?

—Soy su hija —respondió Rukia directamente sin pensarlo. Eso es lo que él era para ella. Su padre. Aunque siempre, desde pequeña, le había llamado por su apellido. Era como le llamaban sus amigos y como quiso que también lo hicieran Hisana y ella.

"No soy vuestro padre, pero seré vuestro amigo"

La mujer asintió levemente con la cabeza.

—Ya verá como se recupera.

—Si supiera la de veces que me han dicho eso —le dijo la bailarina agachando sus ojos violetas y apagados.

—No pierda la esperanza. Está usted haciéndolo muy bien. A veces cuando paso por el pasillo oigo que le habla y le cuenta cosas. Siga así y ya verá como pronto él podrá responderla.

Rukia la miró y sonrió amablemente agradeciéndole sin palabras el ánimo que había intentado transmitirle. La enfermera se marchó para seguir su ronda y ella se volvió a quedar sola como aquel anciano en el patio. Esperando que la persona que más amaba en su vida abriera los ojos y dijese su nombre con aquella voz tranquila que ella recordaba pero que cada vez se hacía más lejana.

—No sé que contarte hoy… estoy un poco agotada, pero estoy bien. Todo va bien… —una imagen de Ichigo cruzó por su cabeza y se quedó delante de sus ojos, con aquel ceño fruncido tan suyo y esa sonrisa ladeada. Las palabras salieron de su boca antes de que las pudiera silenciar—. He conocido a alguien…

Se calló de golpe y suspiró, echándose hacia atrás mirando por la ventana. No había recibido ningún mensaje de Ichigo después del que ella le envió. Enseguida que lo hizo se arrepintió y lo borró, pero ya era demasiado tarde. No tenía que haberle enviado nada aunque fuese la verdad.

Unas horas antes le había dicho que era mejor que acabaran esa relación que mantenían y luego le soltaba que le encantaba que la besara. Iba a volverle loco, a él y a ella misma. ¿Qué pensaría Ichigo de ella? Seguramente que no importaban nada esos tres años que era mayor que él porque estaba actuando como una niña pequeña.

—Es sólo un amigo… que he alejado de mí.

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El grupo de Ichigo y él mismo salían del instituto al acabar la jornada de ese día. Keigo iba quejándose del tiempo que hacía precisamente un viernes pero ninguno de los demás le hacía caso. El pelinaranja iba caminando detrás de ellos como si no estuviera ahí.

Otra vez en clases le habían llamado la atención por tener la mente en otro sitio. Sin embargo, por mucho que intentaba pensar en los problemas y en las ecuaciones que ponían en la pizarra, era imposible que su cabeza no se llenara de imágenes de Rukia, de sus palabras, de sus mensajes…

No entendía el mensaje que le había enviado. Si le gustaba que la besara, ¿por qué le dice que lo dejaran? ¿Qué sentido tenía que le dijera que no había sentido nada con Kaien y que se disculpara por haber roto lo que tenían? ¿Quería que retomaran la relación?

Ichigo se llevó una mano al rostro. Esa mujer iba a volverle completamente loco si no lo estaba ya.

—¿Qué es lo que te pasa, Ichigo? —le preguntó Tatsuki colocándose a su lado—. Estás más distraído que nunca. Te noto raro.

—Estoy bien —le respondió intentando recordar si alguna vez había mentido tanto tan seguido. No, no estaba bien. Eso es lo que de verdad quería decir.

—Soy tu amiga, ¿verdad? Al menos es lo que me considero. Nos conocemos de hace mucho tiempo y aún así cuando te pregunté porque te peleaste con Kaien, no me lo has querido contar —se sinceró Tatsuki—. No sé como sentirme.

Ichigo la miró.

—No te sientas mal, claro que eres mi amiga —volvió la mirada al frente, viendo a los demás hablar entre ellos—. Pero prefiero no contarte nada, ni a ti ni a los demás porque ni yo mismo sé porque le pegué.

—Recuerdo que también te llamaban mucho la atención en clase cuando pasó lo de Senna —le observó por el rabillo del ojo—. ¿Estás así por alguna chica?

El pelinaranja agachó hacia el suelo sus ojos ámbar.

—Puede ser…

—¡Ey, Ichigo! —se acercó Keigo cortando la conversación que mantenían Taktsuki y él—. ¿Vamos a ir al bar esta noche? Que hoy es viernes y dará igual que me emborrache.

Ichigo apretó la mandíbula y miró involuntariamente a Mizuiro que levantó la vista del móvil para mirarlo.

—Tú ibas a ir igualmente a ver a… las chicas, ¿verdad? —le sonrió su bajito amigo.

—Vaya, sí que te ha gustado ver a chicas desnudas. No esperaba eso de ti, Ichigo —se burló Tatsuki clavándole el codo repetidamente en las costillas.

—Oye, que no soy ningún pervertido —se separó de ella y siguió caminando—. Además yo no voy a ir.

Mizuiro frunció el ceño.

—¿Y por qué no?

—No quiero ir —respondió sintiendo como los demás le seguían—. No tengo nada que hacer allí.

—Pues a mí me gustaría ir —dijo Inoue mirando a su novio—. ¿Vamos?

—Nosotros no tenemos invitación y no nos daría tiempo a hacernos carnets falsos para esta noche —le respondió Ishida viendo el mohín enfurruñado que hacía Inoue.

—Lo siento pero la que era amiga de la dueña del bar y la que nos consiguió los pases era mi antigua amante. Ahora estoy con otra —aclaró Mizuiro.

—¿Cuándo tienes tiempo de encontrarlas? —le preguntó Chad.

—Eso, ¿cuándo lo haces? —quiso saber Keigo—. Voy a tener que ir contigo a donde quiera que vayas para ligarme a alguien.

Continuaron caminando hasta que llegaron al cruce de calles donde se separaban los caminos y se despidieron. Ichigo notó como Mizuiro le miró con el rostro serio antes de voltearse. Sabía lo que estaría pensando ahora mismo. Su amigo era el único que sabía que existía mútua atracción entre la bailarina y él y que seguramente se hacía una idea de donde había ido el otro día cuando se fue por otra calle distinta a la suya o cuando estaba más pendiente del móvil que de otra cosa, cuando él casi nunca le prestaba atención. Que ahora hubiese dicho que no quería ir al bar, daba por sentado que había pasado algo entre ellos dos.

"Creo que se nos está yendo de las manos, es mejor que lo dejemos."

"Tenemos que dejar de vernos."

"Hemos llegado a nuestro límite."

Ichigo siguió caminando escuchando la voz de Rukia en su cabeza. Recordando el día de ayer paso por paso, palabra por palabra, llegando siempre a la misma conclusión. Que se tenía que haber callado. Pero si lo hubiera hecho… ¿no se estaría mintiendo así mismo? ¿No la estaría mintiendo a ella también?

Sacó su móvil del bolsillo y volvió a leer el mensaje que le había enviado la morena. Había perdido la cuenta de las veces que lo había leído.

"Cuando Kaien me besó, no sentí nada. No me gustó que lo hiciera. A diferencia de lo que me pasa contigo… me encanta que me beses, Ichigo. Siento haber roto lo que tenemos. "

—No te entiendo Rukia. No te entiendo —pensó el pelinaranja guardando el móvil antes de girar la esquina que daba a su calle.

Cuando giró, se quedó parado al ver a la chica que estaba enfrente de su casa. Ésta al darse cuenta de que estaba ahí se alejó de la pared donde estaba apoyada y se acercó a él.

—Hola Ichigo.

—¿Qué quieres, Senna? Hoy no estoy de humor.

—¿Por qué? ¿Te encuentras mal?

Ichigo pasó por su lado sin mirarla para entrar en su casa sin ganas de hablar con ella pero el final de la siguiente última frase detuvo sus movimientos.

—Esa chica no te conviene. Para nada. Tienes que estar con una chica de bien y no una cualquiera que se desnuda por dinero.

—¿Qué has dicho? —le preguntó volteándose.

—Que sé que la chica con la que te enrollas es una stripper —le respondió Senna cruzándose de brazos—. Que bajo has caído.

—¿Y tú como lo sabes? ¿Ahora te da por ir a bares de striptease, Senna? —intentó mantener la calma y no hacerle ver que no le gustaba que lo supiese. No porque no le gustase donde trabajaba Rukia si no que no se fiaba de lo que pudiese hacer su ex.

—Fui con unos amigos. Nos hicimos carnets falsos y entramos. Imagínate como me quedé al verla bailando en una barra desnuda.

—¿Y qué? ¿Te gustó? ¿A qué baila muy bien?

Senna hizo una mueca de disgusto al darse cuenta de que no le estaba fastidiando. Lo que ella no sabía es que le había pillado en un mal momento.

—Te mereces a alguien mejor.

—¿Cómo quien? —dio un paso hacia ella—. ¿Cómo tú? Dudo que seas mejor que Rukia.

La joven se alegró de cerciorarse que la chica que vio bailando y con la que se mandaba mensajes era la misma. Por lo menos, no había una segunda y ella tenía el número de esa Rukia.

—Yo no enseño las tetas a un montón de hombres ni me ganaría la vida de esa manera tan deplorable. Si hace eso es porque no sabe hacer otra cosa y no sabe como usar su cerebro. Es lo que hacen las zorras, Ichigo. Y lo sabes.

Ichigo apretó el puño fuertemente dentro de su bolsillo pensando que si la persona que le estaba diciendo eso de Rukia fuese un tío, ya le habría partido la cara y todos los huesos del cuerpo.

—Lo único que sé, Senna… —volvió a dar otro paso hacia ella haciendo que chocara la espalda en la pared donde había estado apoyada antes— es que las zorras son las que se lían con un tío poniéndole los cuernos a sus parejas. Las que mienten diciéndote que te quieren y luego te apuñalan por detrás. Así que mantén la boca cerrada porque tú no eres la más indicada para hablarme de zorras.

Senna abrió la boca sorprendida y dolida por lo que acababa de soltarle. Era la primera vez que Ichigo le decía esas cosas. Que lo estuviera haciendo para defender a esa puta de Rukia la estaba haciendo sentir aún peor.

—Por mucho que esa chica te ponga caliente y seas incapaz de pensar con otra cosa que no sea tu otro cerebro —dirigió una breve mirada a su entrepierna— nunca sentirás por ella lo que sentiste por mí. Yo fui tu primer amor y eso nunca lo olvidarás.

—¿Te crees que pienso en ti? ¿Te crees que me voy a dormir todas las noches pensando en lo que tuvimos? Estás muy equivocada. Cuando estoy solo, no pienso en ti, cuando estoy con mis amigos, no pienso en ti —se calló de repente dándose cuenta de que sí había una persona en la que pensaba cuando estaba solo o con sus amigos. Sacudió la cabeza—. En una cosa tienes razón. Fuiste mi primer amor pero vendrá un segundo o un tercero o cuarto, me da igual…y ten por seguro que seguiré sin pensar en ti ni en querer volver contigo.

Se miraron a los ojos en silencio durante un rato. Uno seguro de sí mismo y la otra dolida. Ichigo dio media vuelta y entró en su casa. Senna sentía como su corazón bombeaba más rápidamente y sus ojos se llenaban de lágrimas. Nunca había sentido a Ichigo tan lejano como en ese preciso momento. Había salido del instituto más pronto que los demás para poder esperarle aquí cuando llegase y poder decirle lo que sabía de esa bailarina con la que se acostaba. Poder hacerle entrar en razón de que esa chica no era buena para él y que lo mejor era que la dejara antes de que le hiciera daño. Sin embargo, Ichigo había defendido a Rukia y había acabado insultándola cuando nunca antes lo había hecho.

Al final, unas lágrimas se escaparon de sus ojos, traicionando sus fuerzas y sus ganas de no llorar.

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—¡Venga chicas, preparadas! —exclamó Rangiku a tres bailarinas desde la puerta del vestuario.

Era un viernes por la noche. Cierta morena, que se preparaba el atuendo que iba a llevar hoy, no podía quitarse esa espinita al pensar que ese viernes podía ser el último trabajando en ese lugar. Que pronto su hermano iba a venir a hablar con Gin y éste le diría a ella que tenía que despedirla.

—Rukia, oye —la llamó Nell haciéndole aspavientos con la mano delante de la cara—. ¿Estás aquí?

La morena parpadeó y la miró.

—Lo siento, Nell. Estoy un poco distraída.

—No hace falta que lo jures. ¿Qué es lo que te pasa? —le preguntó sabiendo que Rukia no era de las que contaban sus cosas.

—Cansada, nada más. No he podido dormir mucho.

—Eso es porque no paras de darle vueltas a algún asunto. ¿Va todo bien? —se abrochó el corsé por la parte de delante. Un cierre fácil para poder quitárselo luego de un tirón—. ¿Ha pasado algo con Ichigo?

Rukia se subió el short plateado y pegadísimo al trasero.

—Creo que Ichigo no va a venir más al bar.

—¿Y eso? ¿Habéis discutido?

—Le dije que era mejor que acabáramos con lo que fuera que tuviéramos. Que dejáramos de vernos.

—Recuerdo que la otra noche me dijiste que estabas muy bien con él, que el sexo era estupendo y que lo pasabas genial. ¿Qué ha pasado? ¿Ha hecho algo malo?

Rukia se sentó delante del tocador para empezar a maquillarse. Observó su reflejo en el espejo con unas pequeñas ojeras en su blanca piel. En esos momentos, no se parecía en nada a su hermana. Ella siempre estaba alegre y sonreía abiertamente.

—No. No ha hecho nada malo. Soy yo. Que siempre alejo a las personas que están a mi lado.

Nell se quedó en silencio y dejó de moverse, simplemente mirándola. Siempre lo había sabido. Algo rodeaba a Rukia que no la dejaba ser feliz. Cuando había conocido a Ichigo pensó que él lo conseguiría. Quizá se había equivocado.

—Pues no le alejes, Rukia. Ni a él ni a ninguno de los que queremos estar contigo —se acercó e hizo que la mirara a la cara sujetando gentilmente su barbilla—. Déjanos conocerte.

La morena apretó sus labios hasta formar una fina y apretada línea.

—Puede que pronto dejemos de trabajar juntas, Nell. Pero quiero que sepas que me ha encantado pasar todo este tiempo contigo. Me has enseñado muchas cosas.

Nell arrugó la frente e iba a preguntarle a que venía eso cuando Rangiku se asomó para avisarlas que pronto tendrían que actuar.

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Ichigo caminaba por la calle, tapándose la nariz y la boca del frío viento que se había hecho el protagonista del día; y como anunciaban en televisión, iba a durar otros dos como mínimo. Lo más seguro es que se acercara una tormenta y que pronto lloviese.

Al final, después de darle vueltas y vueltas en su habitación, había decidido salir e ir al bar a verla. Quería verla aunque solo fuese de lejos aún sabiendo que eso iba a torturarle más. Desearla como un loco y no poder tocarla ni besarla. Si a ella le gustaban sus besos a él le gustaba todo de ella. Sus ojos violetas con un suave mechón que siempre se le caía en medio de ellos, su pequeña nariz, sus apetecibles labios, su…

Rechistó cortando sus pensamientos lo más pronto posible antes de que su deseo por esa mujer creciera hasta límites insospechados. Si le había pasado eso alguna vez con cualquier otra chica que viniese alguien a decírselo y que después le pegara un puñetazo por no saber controlar sus pensamientos y dejar que esa maldita enana tuviera el control absoluto.

Llegó al bar y se colocó en la fila. Abrió la cartera para sacar la invitación pero, por más que buscaba, no la encontró por ningún lado.

—¿Dónde está? Pero si la dejé aquí —susurró para sí mismo volviendo a inspeccionar todos los recovecos de su cartera por si se le había pasado por alto, incluso los bolsillos del pantalón y los de la chaqueta—. No la tengo, joder, ¿la he tirado? ¿Y ahora que hago?

—¿Me enseñas el carnet y pagas la entrada o tenemos que quedarnos aquí toda la noche? Como tú quieras, sin prisas —ironizó el portero con cara de malas pulgas mirando hacia Ichigo.

Éste no se había dado cuenta de que la fila había estado avanzando y que ya estaba en la puerta.

—Perdón, he entrado otras noches con una invitación, no sé si te acordarás de mi, supongo que no, claro —miró hacia dentro del bar pero las cortinas moradas no le dejaban ver nada—. Pero la he perdido y no la tengo aquí.

—Me da igual, enséñame el carnet y paga dentro de tres segundos o tendrás que irte de aquí.

—Ya… el carnet… —repitió en voz baja sin saber que hacer cuando vio por rabillo del ojo como alguien salía por las cortinas. El día que se lo presentó Rukia no podría haber imaginado que se iba a alegrar tanto de verle—. ¡Renji!

El pelirrojo alzó las cejas tatuadas y se acercó a la entrada.

—Vaya, quién tenemos aquí.

—¿Lo conoces, tío? —le preguntó el portero viendo que su compañero asentía—. Pues no quiere enseñarme el carnet, no puedo dejarle pasar.

—Tengo una invitación pero la he perdido. He entrado otra veces.

Renji esbozó una mueca de disgusto. Si por él fuera, le echaría él mismo y le diría que aquí no entraban menores y menos tan gallitos, pero recordaba que Rukia dijo que ella quería que siguiera viniendo a verla.

—¡Sal fuera de la fila! —exclamó el portero.

—Déjalo pasar —soltó Renji—. Le conozco y es mayor de edad, no hay ningún problema. Además el jefe le dijo que podría entrar cuando quisiera por una cosa que hizo ayudando a una de las chicas.

—¿Seguro, eh? No quiero problemas.

—Tranquilo, yo me encargo —le hizo un gesto con la mano a Ichigo para que entrara.

El pelinaranja le siguió cruzando las cortinas y entrando en el ambiente de Bleach.

—Gracias Renji.

—No me des las gracias. Lo he hecho por Rukia no por ti. Si ella quiere que estés aquí no seré yo el que no te deje pasar.

Ichigo asintió guardándose para él la cuestión de si ahora ella querría que estuviera ahí. Renji se alejó para seguir trabajando. Echó un vistazo por el local para ver si veía a sus amigos desde ahí pero con toda la gente que había le era imposible. Empezó a caminar haciéndose hueco entre la multitud de clientes que desesperados se acercaban lo más que podían al escenario, intentando encontrar mesas libres y así poder disfrutar, cómodamente y en la cercanía, de las bellezas que bailaban para ellos.

El ojimiel se percató de donde estaban sentados Keigo, Mizuiro y la nueva amante de éste, y se acercó a ellos.

—Hola.

—Hola Ichigo, al final has venido. Estaba dudando de que lo hicieras —le dijo el peliazul.

—¿Cómo no iba a venir? Yo sabía que vendrías —le soltó Keigo—. Detrás de tu fachada de 'a mí todo esto no me afecta', eres un pervertido como yo. Y te encanta ver a mujeres desnudas. Reconócelo, pillín.

Ichigo sonrió de lado sentándose en la silla libre después de quitarse la chaqueta.

—Nunca te voy a reconocer eso. Yo no soy como tú, que babeas por todas.

—Tú solo babeas por una —le miró Mizuiro por encima de su copa—. Por la chica a la que has venido a ver.

Ichigo rodó los ojos agradeciendo que Keigo se ensimismase enseguida por una mujer que bailaba provocativamente en una de las plataformas. La pareja de Mizuiro abrió la boca sorprendida.

—¿A sí que sólo vienes para ver a una de las bailarinas? ¿Ella lo sabe o eres uno de esos admirados secretos?

—Ella lo sabe —contestó Ichigo—. Lo que no sé es como va a reaccionar de verme aquí.

—¿Por qué? —preguntó la mujer curiosa.

—¿Ya no existe esa atracción entre vosotros? —quiso saber Mizuiro un tanto apenado.

El pelinaranja se puso tenso en la silla cuando la música empezó a bajar de volumen y las luces del local se atenuaban. Nunca se había sentido tan nervioso como en ese momento. Sus músculos se paralizaban y su corazón latía tan fuerte que dudaba si con el silencio que crecía en el bar no se pudiese escuchar como un martillo en una pared.

—Por mí parte sí —pensó Ichigo.

Dos focos se proyectaron hacia el escenario y apareció ella, de espaldas al público con un short plateado y un corsé negro, con la música de Def Leppard 'Pour some sugar on me'.

Los vítores del publico no tardaron en oírse. Rukia se dio la vuelta y se dejó caer de rodillas para pasarse lentamente las palmas de abajo a arriba, mover la cabeza para los lados y, cuando empezó a sonar la guitarra eléctrica, empezó a gatear.

Love is like a bomb, baby, c'mon get it on

Livin' like a lover with a radar phone

Lookin' like a tramp, like a video vamp

Demolition woman, can I be your man?

Ichigo la miraba, la observaba y la contemplaba preguntándose si algún día el deseo y el calor que sentía por todo su cuerpo al verla desaparecería de golpe sin que él se diese cuenta. Si algún vez se cansaría de verla como se estaba moviendo ahora.

Hey! hey!

Razzle 'n' a dazzle 'n' a flash a little light

Television lover, baby, go all night

Sometime, anytime, sugar me sweet

Little miss ah innocent sugar me, yeah

Hey!

C'mon

Rukia de pie, movía las caderas, se acariciaba el cuerpo y se deslizaba por la pasarela subida en sus tacones como lo haría con cualquier zapato plano. Este trabajo se había hecho parte de su vida durante ese año y podía sentir lo que provocaba en esos hombres que la miraban con deseo, siendo capaz hasta de escuchar sus pensamientos. Encima de ese escenario se convertía en la fantasía sexual de todos ellos y se había dado cuenta de que le gustaba sentirse así. Una especie de serpiente le subía por el cuerpo, hormigueándole la piel y provocándole una excitación increíble.

Se agachó a coger una botella de champán que ya le habían puesto ahí previamente con un solo pensamiento en su cabeza. Si este iba a ser su último baile, lo iba a disfrutar plenamente. Evaporaría el cansancio durante el tiempo que durara la música.

Take a bottle

Shake it up

Break the bubble

Break it up

Ichigo apretó fuertemente la silla con los dedos, blanqueando sus nudillos, viendo como Rukia agitaba la botella y quitaba el corcho lanzándolo lejos y vertiendo el líquido por su escote. Se mordió los labios, olvidándose de que de esa manera podría abrir la herida que aún tenía, siguiendo con la mirada las gotas que se colaban dentro del corsé, que salían por debajo y le resbalan por sus caderas y su entrepierna, tapada con el short plateado, y precipitándose por esas piernas interminables.

(pour some sugar on me)

Ooh, in the name of love

(pour some sugar on me)

C'mon fire me up

(pour your sugar on me)

Oh, I can't get enough

La morena dejó la botella en el suelo y siguió bailando con los ojos cerrados con la barra entre las piernas. Sentía como el frío líquido le enfriaba su piel que en esos momentos ardía. Podía sentir como unas manos le acariciaban las piernas y la agarraban eróticamente del cabello, estirándole la cabeza hacia atrás. Ella arqueó la espalda oyendo a la gente, como si estuvieran muy lejos, gritando encantados mientras percibía como unos labios y una lengua le limpiaban el azúcar del cuello.

—Ichigo… —pensó Rukia escapándole un jadeo inaudible por debajo de la elevada música.

I'm hot, sticky sweet from my head to my feet yeah

Hey! hey! hey!

El ojimiel sacó el aire que no sabía que estaba reteniendo cuando la vio cerrar los ojos y abrir esa boca. Conocía esa expresión en su rostro porque es la que tenía tatuada en su mente y la que le gustaría retener en sus retinas para siempre. Rukia estaba excitándose bailando y él con ella. Esa noche estaba más exultante que nunca.

Listen!
Red light, yellow light, green-a-light go!
Crazy little woman in a one man show
Mirror queen, mannequin, rhythm of love
Sweet dream, saccharine, loosen up

Rukia se puso delante de la barra estremeciéndose de imaginarse a Ichigo pegado a ella. Se pasó las manos por el corsé pensando que eran las de él, grandes comparadas con las suyas. Metió los dedos por el cierre para quitárselo de un tirón cuando la música se paró abruptamente sobresaltando a ella, a Nell y a todos los presentes. Ruido de ajetreo se escuchaba por la entrada al bar y por las escaleras que daban a la parte reservada.

—¡No puedes hacer eso! —exclamó Gin a un hombre que bajaba por delante de él—. ¡No puedes quitar la música en medio de un espectáculo!

Ichigo frunció el ceño al igual que todo el mundo sin entender que estaba pasando ahí. Rukia parpadeaba para intentar ver algo a través del foco de luz que la deslumbraba pero no necesitó ver a nadie cuando una voz conocida se alzó por encima del murmullo de la gente.

—¡Rukia, baja de ahí ahora mismo si no quieres que ordene que te bajen!

La morena abrió la boca estupefacta al poder ver a su hermano.

—¿Qué coño haces? ¿No ves que estoy trabajando?

—Baja de ahí, ya —le avisó por segunda vez sin alterar la voz, solo mirándola a los ojos cuando estuvo lo suficientemente cerca para que ella se diese cuenta de que no estaba de broma.

Ella rechistó y maldiciendo caminó por la pasarela hasta las escaleras del escenario, bajándolas y entrando en el vestuario. Byakuya la siguió igual que Gin y Rangiku. Nell se bajó y fue hacia Renji y los demás para preguntarles que estaba ocurriendo. Ichigo quiso hacer lo mismo. ¿Quién era ese tío y por que le había mandado a Rukia? ¿Por qué ella le había hecho caso?

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Rukia entró en el camarote que compartía con Nell furiosa, apretando los dientes y con ganas de pegar a algo o a alguien con todas sus fuerzas. Se volteó al escuchar como entraba gente pero sus ojos solo podían mirar a Byakuya.

—¡¿Estás contento?! ¿Es esto lo que querías? ¿Venir a verme a un puto show?

—Ese lenguaje Rukia —le dijo con aparente tranquilidad. Como si nada pudiera alterar su mundo.

—¡Me importa una mierda el lenguaje!

—Señor Kuchiki —le nombró Gin—. Ha subido a hablar con nosotros decentemente y se lo agradecemos, pero por mucho que he insistido en que la dejara acabar el baile, ha ordenado a sus hombres que apagasen la música. Este es mi bar y la gente que está fuera son mis clientes. Han pagado para verlas.

—No iba a permitir que Rukia se volviera a desnudar delante de nadie.

—Tú no tienes que permitirme hacer algo. Además muchos de los que están ahí ya me han visto desnuda muchas noches.

—Pues no te volverán a ver porque hoy mismo dejas este trabajo.

—¿Cómo te atreves? —Rukia miró a sus jefes—. No le haréis caso ¿verdad? No quiero dejar el trabajo.

Rangiku la miró apenada.

—Lo siento cariño, pero tu hermano nos ha amenazado con cerrar el bar.

Rukia suspiró y negó con la cabeza repetidamente pensando que ella ya sospechaba que iba a haber amenazas.

—Necesito el trabajo, Rangiku. Por favor. Necesito el dinero que gano bailando —le imploró sintiendo como un gran peso se instalaba en su pecho dificultándole el respirar. Si encima del escenario se había sentido gloriosa, aquí se estaba sintiendo diminuta—. No podéis echarme, por favor. Recuerdo cuando nos conocimos y me ofreciste este trabajo y te lo agradezco en el alma pero no me dejes en la calle ahora, Rangiku.

La rubia intentó decir algo pero sus palabras se quedaron atoradas en la garganta, la emoción que sentía no dejó que salieran. Se tapó la boca con la mano y cerró los ojos.

—Lo siento, Rukia —se disculpó y salió del camerino.

Gin agachó la mirada. Entendía a su mujer. Ésta le había explicado muchas veces como había encontrado a Rukia por casualidad cuando la joven discutía con un funcionario de la oficina de empleo, diciéndole que necesitaba un trabajo, que era algo de vida o muerte. Cuando salió, se acercó a la morena y le preguntó si estaría interesada en un empleo.

El primer mes fue muy difícil para Rukia pero por mucho que él le decía que tenían que contratar a una profesional, su mujer siguió confiando en ella, insistiendo en que la dejaran más tiempo.

—Señor Ichimaru, prepare la hoja de despido y el dinero que le corresponda por estos días de Noviembre —le ordenó Byakuya—. Me lo envía a la dirección que le he dado y el dinero se lo transfiere a su cuenta.

Gin echó una última mirada a Rukia que se había sentado en su silla devolviéndole la mirada con ojos caídos y sin brillo. Parecía que no iba a decir nada cuando al final habló.

—Gracias Gin. Por todo. Me gustaría que le dijeses a Rangiku que nunca sabré como agradecer la confianza que puso en mí sin apenas conocerme.

—Se lo diré pero espero que se lo digas tú en persona algún día. Siento haberte fallado cuando te dije que no te iba a despedir si viniese alguien a hablarme de ti. Te referías a esto ¿no? Lo siento.

—No pasa nada. Entiendo que quieras proteger tu negocio. Éste abogado sin escrúpulos acabaría hundiéndolo —miró a Byakuya por el rabillo del ojo, observándole apoyado en el tocador con su caro traje, con los brazos cruzados, impasible con lo que ocurría delante de él.

—Recuerda que seguirás siendo una de mis mejores chicas.

Rukia intentó esbozar una sonrisa pero lo único que le salió fue una mueca llena de tristeza.

—Gracias —le agradeció por última vez antes de que Gin se fuera para intentar que el local volviese a funcionar y que siguiera la noche como si no hubiera pasado nada. Como si ella nunca hubiese bailado ahí. Regresó la vista a su hermano—. Ya has conseguido lo que querías.

—Te advertí que dejaras el trabajo, Rukia. Son muchos años, yo pensé que me conocerías.

—Y te conozco. Pero una parte de mi llegó a pensar que vendrías primero a hablar conmigo y no a montar lo que has montado allí fuera.

—¿Cómo se te ocurrió ponerte a trabajar de esto? Mira como vas vestida. Sabías de sobra que no me iba a gustar, ni a mí ni a tu hermana. A ella no le gustaría.

—No hables por ella —le soltó Rukia—. Lo importante aquí es como voy a pagar el hospital. Aunque claro, a ti eso no te interesa. A ti te da igual que se muera.

Byakuya respiró hondo.

—Recoge tus cosas.

Rukia se levantó y dio un golpe con el puño al tocador.

—¡Me acabas de dejar sin trabajo! No voy a poder encontrar otro tan rápido y que paguen tan bien para poder pagar el mes que viene.

—Ese no es problema tuyo.

—¿Qué no es problema mio? —repitió Rukia frunciendo el ceño—. Te recuerdo que ese hombre que está en coma es como un padre para mi. También lo era para mi hermana.

—También fue el que iba conduciendo —le soltó Byakuya mirándola a los ojos.

—¡Te he dicho millones de veces que no fue así!

—¡Me da igual! —exclamó el moreno sobresaltando a Rukia—. No quiero volver a recordar nada de eso. Lo que tienes que hacer es olvidarte de trabajar y ponerte a estudiar.

—¿Y dejar tirado a Ukitake? Nunca —se dio la vuelta, sacó su bolsa de deporte y empezó a meter su maquillaje y su ropa—. Voy a buscar otro trabajo y a seguir ganando dinero para pagar el hospital, tanto si te gusta como si no.

Byakuya se tocó el puente de la nariz, irritado de que Rukia no hiciese lo que él quería.

—Hagamos un trato.

La morena le observó por encima del hombro.

—¿Qué trato?

—Me ofrezco a pagar la factura del hospital todos los meses si empiezas a estudiar lo que tú quieras en la universidad de Tokio. Aprobaste los exámenes de ingreso así que no habría problema —le dijo Byakuya—. Yo te pagaría el piso o el apartamento allí en la ciudad.

Rukia se quedó en silencio durante un rato después de escucharle, sin poder creerse lo que su ex cuñado acababa de ofrecerle.

—¿Desde cuando eres tan generoso?

El moreno caminó hacia la puerta parándose antes de salir.

—Le prometí a tu hermana que siempre cuidaría de ti. Hace tiempo que no cumplo esa promesa y no puedo seguir permitiéndomelo. ¿Con que cara podría mirarla a los ojos? Dudo que me perdonase todos estos meses en los que te he dejado sola —la voz bajó tanto de nivel que lo último salió en un susurro. Se giró hacia ella—. Piénsatelo, Rukia. Es un trato sincero.

Cuando salió del vestuario, Rukia se dejó caer de nuevo en la silla como si todas sus fuerzas la hubieran abandonado cruelmente. Su corazón se estremecía en su pecho y notaba como sus ojos empezaban a ahogarse. Se apretó los parpados con los dedos, manchándose de maquillaje, y comenzó a cambiarse de ropa. Tenía que salir de ahí y respirar el aire fresco de la noche.

.

.

En el bar todo volvía a la normalidad. Las bailarinas bailando, las camareras y algunos camareros de aquí para allá sirviendo copas y atendiendo a los clientes, Gin y Rangiku habían subido a la parte de arriba y los guardias de seguridad estaban vigilando en sus puestos, esperando que el hombre que aún seguía dentro del vestuario saliese y se marchase junto a sus guardaespaldas que aguardaban en la entrada.

Ichigo estaba sentado en uno de los taburetes de la barra mirando a cada segundo a las cortinas moradas por si salía alguien. Estaba inquieto y le importaba una mierda sentir las miradas de sus amigos clavada en su espalda. Ahora solo quería saber que ella estaba bien.

Se levantó como un resorte cuando vio salir al hombre trajeado. Cuando pasó por su lado, sin ni siquiera percatarse de su presencia, le dio la sensación de que era de la nobleza. Un aristócrata que estaba por encima de todo. Observó que Renji también le miró detenidamente antes de acompañarlo a la salida.

Regresó sus ojos ámbar a la puerta del vestuario deseando que ahora saliese Rukia. Justo cuando iba a volver a sentarse la vio salir, sin su atuendo, hacia una de las puertas de emergencia, por donde desapareció.

Ichigo frunció el ceño al no esperarse eso y regresó corriendo a la mesa donde estaban sus amigos.

—Me tengo que ir —les anunció agarrando su chaqueta que descansaba en el respaldo de la silla.

—¿A dón.. —Mizuiro se calló al ver que se alejaba—. ¡Ey! ¡Ichigo!

—¡Tío! —exclamó Keigo. Miró al peliazul—. ¿Qué mosca le ha picado? ¿Por qué se va?

.

.

Ichigo salió por la misma puerta de emergencia por la que había salido Rukia. Al abrirla, el frío le dio de lleno en el rostro. Se subió la cremallera mirando de un sitio a otro para ver si la veía entre la gente que paseaba un viernes por la noche por el centro de Karakura. Al no verla pensó que lo mejor sería tirar por la calle en dirección a su piso. Corrió observando a las chicas que caminaban solas todo lo rápido que sus ojos le dejaban y al final, la reconoció caminando a lo lejos.

—¡Rukia! —la llamó pero ésta no se percató. Se acercó más a ella antes de volver a llamarla—. ¡Rukia!

La morena escuchó su nombre y se giró. Sus ojos violetas, en esos momentos brillantes por las luces de las farolas o por sus propias emociones, se abrieron sorprendidos al verle.

—¿Ichigo? ¿Qué..que haces aquí? —le preguntó—. ¿Estabas dentro del bar?

El pelinaranja respiraba agitado por la carrera, sintiendo el aire frío entrar en sus pulmones.

—Sí.

Rukia sacudió la cabeza y retomó su camino.

—Genial, habrás visto todo el espectáculo.

El pelinaranja la siguió, caminando a su lado.

—¿Qué ha pasado? ¿Quién era ese?

—Nadie

—¿Nadie? —repitió observando que Rukia apretaba los labios y sus parpados se entrecerraban.

No se había dado cuenta hasta ahora de lo cansada que se la veía. No andaba recta como solía hacerlo si no con la espalda algo curvada como si el peso de la bolsa de deporte, que llevaba colgada de un brazo, fuese más de lo que ella misma podía soportar. El maquillaje negro de los ojos, que antes había estado perfecto, lucía removido.

—Rukia.

—Ichigo —le cortó—. ¿Por qué me sigues? Hoy es viernes por la noche, vuelve al bar y pásatelo bien.

—No vas a contarme lo que ha pasado allí dentro ni cual es la razón por la estás saliendo de tu puesto de trabajo antes de la hora, ¿verdad?

—¿Cambiaría algo si lo hiciera?

Ichigo removió las manos en los bolsillos de la chaqueta.

—Solo quiero saber si estás bien.

Rukia dejó de caminar y agachó la cabeza. Ichigo la imitó pero él la observaba todo el rato. Nunca pensó que esa palabra que le cruzó por la mente pudiera definir alguna vez a la Rukia que él conocía pero en ese momento, la mujer descarada y mandona, le pareció frágil. Frágil como una muñeca hecha de cristal.

—Estoy bien, no te preocupes por mí —susurró intentando que su voz no se quebrara—. Solo estoy cansada, quiero ir a casa y dor… —su voz se silenció cuando sintió como los brazos de Ichigo la envolvían.

La apretó fuerte hacia él, apreciando el olor a jazmín de sus cabellos. La gente que pasaba por al lado se los quedaban mirando pero le daba igual. Solo quería protegerla de lo que fuese y que nada pudiese romperla. Ya fuese del frío viento, de su propio cansancio o de las cosas que no le contaba. Eso era lo que en esos días se había convertido Rukia para él. Una mujer llena de secretos.

—No hace falta que me cuentes nada si no quieres hacerlo —le dijo Ichigo notando como ella alzaba sus brazos y le envolvían la cintura, agarrándose con las manos a la suave tela de la chaqueta—. Pero no me pidas que no me preocupe por ti ni me mientas diciéndome que estás bien, cuando se ve a simple vista que no lo estás. Solo quiero que recuerdes que cuando te dije que si tenías algún problema podías contar conmigo, no te mentí.

Rukia mantenía los ojos cerrados desde el mismo momento en que la había abrazado. El frío desaparecía y el tiempo se detenía. Solo podía pensar en lo bien que se sentía entre sus brazos. El latido del corazón de Ichigo la calmaba como ninguna otra cosa podría hacerlo.

—No quiero agobiarte con mis problemas.

—No me agobiarías.

La morena entreabrió sus pesados párpados y levantó la cabeza, conectando su mirada con la de él, sin separarse de su cuerpo. Esos ojos de color miel la observaban cálidamente haciendo que su corazón se estremeciera. Debería estar prohibido que alguien pudiera mirarla de esa manera.

—No te he mentido... —susurró Rukia— cuando he dicho que estaba cansada.

Ichigo esbozó una pequeña sonrisa apenada.

—¿Quieres que te lleve?

—No, yo puedo caminar —le dijo separándose de él y empezando a andar. Se sentía pesada y mentalmente agotada. Todo lo que le había ocurrido se agolpaba en sus hombros como si fueran piedras. Se recriminó haber rechazado que Ichigo la llevara.

Sin embargo, como si le hubiera escuchado, éste se puso delante de ella de espaldas, se agachó y la levantó como si no pesara nada. Rukia envolvió su cuello con los brazos agradecida de no tener que seguir andando.

—Con tus pasos enanos no llegarás nunca.

—Cállate, no necesito que me lleves como una niña pequeña —le dijo contradiciendo sus palabras con sus gestos ya que acomodaba la cabeza en su hombro derecho.

—Seguro que tú prefieres que te lleve estilo princesa —bromeó escuchando un leve gruñido como respuesta.

Siguió caminando unas cuantas calles, notando su respiración pausada en la nuca, erizándole el vello, hasta que llegó al conocido portal donde ella vivía.

—¿Tienes las llaves? —le preguntó sabiendo que aún no estaba dormida.

La morena, con esfuerzo y sintiendo los músculos entumecidos, abrió la bolsa que llevaba en el brazo y sacó las llaves. Se las entregó a él.

Ichigo abrió y pasó a dentro subiendo las escaleras con ella en la espalda, escuchando como el portal se cerraba detrás de ellos. Buscó la llave de la puerta del piso y entró, cerrando con el pie.

Caminó hacia la habitación y la dejó suavemente encima del colchón. Observó como ella dejaba caer el bolso en el suelo y se estiraba boca arriba sin abrir los ojos en ningún momento.

—No te duermas aún, quítate la ropa. El pantalón por lo menos —le dijo viendo los tejanos que llevaba. No eran muy ajustados pero estaría incómoda durmiendo con ellos.

Rukia giró la cabeza hacia el lado contrario en el que estaba él.

—Quítamelos tú… yo no puedo moverme.

—Yo no te los voy a quitar.

—¿Por qué?

Ichigo resopló y caminó por la habitación.

—Pues porque no.

—Ya me has visto desnuda —se colocó de lado dispuesta a dormir como si la conversación no fuera con ella—. Es solo un pantalón.

—No es solo un pantalón. Es tu pantalón —pensó volviendo a acercarse—. Son tus piernas, Rukia.

Ichigo la miraba ahí estirada tan tranquila cayendo en un esperado sueño cuando él se estaba debatiendo si desvestirla o no. No estaba seguro si su cuerpo iba a aguantar eso ya que solo de imaginárselo su miembro empezaba a despertarse. Siempre podía dejarla así y que se fastidiara.

Suspiró y llenándose de valor acercó sus manos al cierre del pantalón. Intentó temblar lo menos posible y así no alargar la agonía más de lo necesario. La giró suavemente para que volviera a ponerse boca arriba y le bajó los pantalones. No pudo evitar mirarle la ropa interior. Roja como sus mejillas.

Le desató los zapatos y le quitó la prenda. Un olor frutado perteneciente al champán invadió los sentidos de Ichigo haciendo que su corazón fuese aún más rápido. Sin hacerle caso, le desabrochó la chaqueta y se la quitó no sin dificultad.

Como no podía abrir las sábanas con ella encima, agarró una manta que estaba en los pies y la cubrió.

"Me encanta que me beses Ichigo. Siento haber roto lo que…"

Sacudió la cabeza y se dispuso a salir de la habitación y de ese piso cuanto antes, cuando la voz de ella, bajita como un murmullo, le detuvo.

—Quédate Ichigo… —le dijo Rukia. Él se volteó para ver como se acurrucaba hacia un lado—. No me dejes sola.

Ichigo se acercó con pasos cortos y silenciosos hacia donde había estado antes parado. Se agachó de cuclillas para estar a la misma altura que el rostro de ella.

—¿Quieres que me quede contigo? —le preguntó en un suave susurro como si no quisiera perturbar la calma de ese cuarto.

—Sí… —le contestó sin abrir los ojos.

Ichigo se sintió extraño. Después de lo que pasó el otro día y del mensaje que le envió, lo último que se esperaba es que le pidiera que se quedara con ella y no la dejara sola. Estaba medio dormida pero sabía perfectamente a quien se lo estaba pidiendo al pronunciar su nombre.

Se enderezó y se quitó la chaqueta y los zapatos. Estuvo tentado a quitarse los tejanos por la incomodidad pero al final no lo hizo. No podría soportar sentir su piel pegada a la de ella. Abrió un lado de la manta y se metió dentro. Rukia le pasó un brazo por encima instintivamente y apoyó la cabeza en su pecho.

Éste se quedó quieto mirando hacia el techo hasta que sintió como la respiración de Rukia cambiaba y se hacía más profunda, rindiéndose completamente a los brazos de Morfeo.

—¿Por qué no me cuentas nada, Rukia? —le preguntó sabiendo que ella ya no le escuchaba—. ¿Quién era ese hombre? ¿Por qué te has ido del bar? ¿Te han despedido? —alzó una mano y pasó los dedos por su cabello oscuro. Había tantas cosas que quería preguntarle—. El mensaje que me enviaste… ¿es cierto? ¿Por qué me dices que es mejor no estar juntos y luego me mandas eso? Parece que estés jugando conmigo, enana. ¿Lo estás haciendo?

La abrazó envolviendo su pequeño cuerpo con el suyo. El suave calor que ella desprendía se transmitía por todo su ser. Sabía que lo mejor que podía hacer era salir de esa cama y acostarse en el sofá para no dejarla sola. Sin embargo, no quería moverse. Lo único que deseaba era estar junto a ella y seguir abrazándola.

—Quiero estar contigo, Rukia… y besarte cada día.

.

.

La mañana del sábado había despertado de la misma manera que el día anterior. Las nubes grisáceas no dejaban pasar la luz; y el viento, aunque había disminuido de intensidad, seguía moviendo la rama de los árboles de un lado para el otro.

Byakuya estaba en su despacho, sentado en su mesa cuando unos golpes sonaron en la puerta cerrada. Con un simple 'entra' hizo pasar al mismo joven que le había hecho saber donde trabajaba Rukia. Éste cerró detrás de él y se sentó en una de los sillas enfrente de su jefe.

—Buenos días, señor.

—¿Tienes información nueva?

—Sí —le respondió—. Como usted ordenó seguimos a la señorita Kuchiki cuando abandonó el local. Salió sola pero un rato después se le juntó este joven.

Byakuya alzó los ojos de sus papeles cuando el chico le entregó unas fotografías. En éstas salía Rukia con un chico alto. Por la oscuridad de la noche no se le podía apreciar ningún rasgo característico. Se les veía caminando por la calle, parados, abrazándose, llevándola en su espalda hacia el portal…

—¿Es un amigo o su pareja?

—No lo sabemos. En las fotografías no se ve bien pero nosotros sí pudimos observarle mejor y uno del equipo comprobó que es el mismo joven que hemos visto en otra ocasión con ella. Aquí tengo otras fotos que acaban de entregarme —le dijo acercándole otras instantáneas. En esas estaban los dos enfrente del portal y se veía como él le quitaba unas bolsas de la compra y entraba en el bloque detrás de ella.

—¿Y que habéis averiguado sobre él?

—Cuando salió del piso de la señorita Kuchiki le seguimos hasta su casa. Investigamos quienes eran las personas que vivían en ese domicilio y encontramos sus datos —le dijo antes de ponerse a leer una ficha que tenía en la mano—. Se llama Ichigo Kurosaki. Tiene 17 años y estudia preparatoria en el instituto Karakura. Vive con su padre, Isshin Kurosaki y sus dos hermanas mellizas de 12 años, Karin y Yuzu. Su padre es médico y tiene una clínica en su propia casa.

—¿Y su madre?

—Murió en un accidente cuando él tenía 7 años. Se llamaba Masaki.

Byakuya volvió a echarle un vistazo al chico con el pelo naranja y alto que salía en las fotografías al lado de ella, vestido con el uniforme del instituto.

—¿Tiene algún antecedente o ha cometido algún delito?

—Ninguno. No tiene ninguna ficha policial —le respondió.

El mayor asintió levemente.

—¿Crees que mantienen una relación?

—No lo sé, señor.

Byakuya le miró a los ojos.

—Te estoy preguntando por tu opinión. Responde con sinceridad —le dijo—. ¿Crees que Rukia y él son pareja?

El chico se removió incómodo en su asiento antes de contestar.

—No creo que sean pareja. Durante el poco tiempo que llevamos vigilando el piso de la señorita Kuchiki nunca los hemos visto salir juntos a dar una vuelta o ir a comer o a cenar fuera como suelen hacerlo las parejas. Sólo le vimos en esa ocasión y por la noche cuando salió del bar, así que puede ser sólo un amigo —le respondió—. Aunque también pueden mantener otro…

—¿Otro que?

—Nada, señor.

—Acaba la frase.

El joven miró hacia otro lado sin poder mantener la mirada de su jefe.

—Decía que pueden estar manteniendo otro tipo de relación.

Byakuya se echó hacia atrás apoyando completamente la espalda en el respaldo de su sillón de cuero.

—Así que piensas que Rukia y ese chico de 17 años tienen una relación sexual.

—Yo no he dicho eso, señor.

—¿Qué otra cosa vas a querer decir con otro tipo de relación? —alzó una mano para callarle cuando intentó hablar—. No pasa nada. Te he pedido tu opinión sincera y me la has dado —se levantó del asiento y caminó hacia la ventana—. Quiero que sigáis los pasos de Kurosaki. Lo que hace, donde va, con quien va. Todo.

—Sí, señor.

—Quiero que Rukia acepte mi oferta así que no me gustaría que encontrase algo que le atase a Karakura. Ni un chico ni otro trabajo —le dijo Byakuya volteándose para mirarlo—. Si ves que va a alguna entrevista de empleo, habla con la persona de recursos humanos de esa empresa para que no la contrate, ¿entendido?

—Entendido, señor.

—Mantenerme informado en todo momento.

El joven se levantó y tras una leve inclinación del cuerpo, se dirigió a la puerta y salió fuera del despacho.
.

.

CONTINUARÁ…

¡Hasta aquí! ¿Qué os ha parecido? Lo sé, lo sé, sé lo que muchos estarán preguntándose: ¿dónde está el lemon? xDD Yo lo quería poner pero no lo podía meter así porque sí, a las bravas jaja, la relación y la historia tiene que seguir un ritmo y además me hubiese quedado aún más largo de lo que me ha quedado xD

Nuestra parejita ha dado un gran paso, ¿qué pensáis? Al final Rukia no ha podido evitar decirle que se quedara con ella igual que él de estar a su lado. Pobrecito cuando le estaba quitando el pantalón, lo ha pasado mal jaja

¿Qué me decís de la aparición de Byakuya? Como tenía que ser, cortando la música y haciendo lo que él quiere jaja por lo menos fue antes de que ella se quitara el corsé xDD

¿Y Senna? Menudo viaje que le ha pegado Ichigo jajaja he disfrutado escribiéndolo que lo sepáis x'D

Bueno, acabó el capítulo. Opinar y comentarme, os estaré esperando! :) Espero que en el próximo, Ichigo y Rukia, se den un merecido homenaje :P

¡Besos y abrazos! Nos leemos :D

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