CAPÍTULO 12

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STRIPTEASE

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CAPÍTULO 12

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YA NO SOMOS LOS MISMOS

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Los dos reposaban despiertos en el sofá. No se habían movido en todo el rato que llevaban ahí, disfrutando de la sensación de haberse liberado de un gran peso después de que sus cuerpos explotaran y sus corazones, poco a poco, empezaran a latir pacíficos.

Rukia estaba encima de él, con su mejilla izquierda apoyada en el torso bronceado, sintiendo la mano de Ichigo acariciarle la espalda desnuda suavemente de arriba a abajo con la yema de los dedos.

—Nos vamos a quedar fríos si nos quedamos así más rato —susurró la morena con los ojos cerrados.

Ichigo miraba al techo, temiéndose cerrar los ojos y quedarse dormido. Su cuerpo se sentía descansado y la proximidad de ella le proporcionaba un agradable calor. Estaba seguro de que Rukia no sentía frío al estar abrazados y que solo había hablado para decir algo y romper así el cómodo silencio que se había formado entre ellos. Sin embargo, por mucho que sintiera su cuerpo mejor que antes, su mente no se sentía igual.

"Quiero que me beses. Quiero que me abraces y te vuelvas a quedar conmigo esta noche"

"¿Sólo esta noche?"

—¿Y ahora que hago? —preguntó dejando de mover la mano en su espalda—. ¿Me quedo o me voy?

Rukia entreabrió su mirada violeta.

—Haz lo que quieras, no quiero obligarte —le dijo. Levantó la cabeza para observarle y conectó sus ojos con los de él—. ¿Quieres irte?

—Por supuesto que no —respondió Ichigo alzando una mano para retirarle algunos mechones del rostro. Se percató de que ese gesto, que ya lo había hecho antes, le salía de forma involuntaria—. Pero no quiero quedarme si solo va a ser esta noche.

La morena recordó lo que le había dicho dentro del portal antes de que subieran. Volvió a pensar lo mismo, que no podía decirle otra cosa por más que quisiera. Rukia se incorporó haciendo que Ichigo también hiciera lo mismo, y se sentaron en el sofá. La poca luz que entraba por la ventana solo les dejaba intuir el cuerpo del otro. En un rato sintieron la piel enfriarse y sin saberlo los dos pensaron lo mismo, que estarían mejor si continuaran abrazados.

—Ahora mismo no puedo pedirte algo diferente —dijo Rukia mientras se levantaba y caminaba desnuda hacia el radiador para encenderlo—. Me acabo de quedar sin trabajo y eso ha cambiado todo. Necesito encontrar otro enseguida o no podré seguir pagando el alquiler ni… —titubeó, entró en su habitación y terminó de hablar desde ahí— me estoy quedando sin dinero para nada.

Ichigo asintió con la cabeza y suspiró.

—Lo siento, tú preocupada por asuntos importantes y yo te lleno la cabeza con chorradas. Perdóname —dijo mientras recogía el bóxer del suelo para ponérselo. Fue capaz de ver donde estaba la ropa que yacía en el suelo cuando Rukia encendió la luz de la habitación.

—No son chorradas Ichigo —habló la morena saliendo de su cuarto con un jersey de color crema que le iba largo y ancho. Se cruzó de brazos y se apoyó en el marco de la puerta observando a Ichigo de pie con el bóxer puesto y sus pantalones en la mano, dirigiendo su mirada ámbar hacia ella—. La verdad es que también he pensado mucho en ti y es por eso por lo que no puedo pedirte que te quedes más de una noche.

—¿Por qué? —le preguntó arrugando la frente y dejando la prenda encima del sofá y acercándose a la chica—. Si es por el trabajo puedo ayudarte a buscar uno nuevo, lo encontrarás ya lo verás —la sujetó de la cintura apreciando el tacto suave del jersey—. ¿Por qué no ibas a poder pedirme eso?

Rukia tragó saliva descruzando sus brazos y apoyando sus manos en el pecho de Ichigo.

—Porque si no encuentro trabajo aquí… —levantó el rostro para mirarle a los ojos— lo más seguro es que me vaya de Karakura.

El pelinaranja se quedó estático al oírla.

—¿Irte? ¿A dónde?

Rukia se mordió el labio y pensó que lo mejor sería no contarle todo.

—No lo sé. Aún lo estoy pensando. Me gustaría poder seguir viviendo aquí pero dudo que encuentre un trabajo antes de que acabe el mes y en el que paguen tan bien como en Bleach.

El joven movió sus brazos y envolvió su cintura sintiendo como los de ella hacían lo mismo en su cuello. Seguramente, pensó, ella estaría de puntillas.

—Pero allí también vas a tener que pagar un sitio donde vivir y probablemente sea mucho más caro que aquí, a fin de cuentas Karakura es una ciudad más pequeña —razonó Ichigo.

Rukia asintió levemente con la cabeza desviando la mirada hacia otro punto que no fuera el rostro cercano del pelinaranja. Sabía que éste tenía razón pero no podía decirle que si ella se iba tendría todo pagado y un piso esperando para cuando llegase.

Ichigo la observaba dándose cuenta que había algo que no le contaba. Que todo eso no era simplemente porque necesitaba un trabajo y volvían a aparecer los secretos que Rukia guardaba para si misma. Como ya pensó una vez, el alquiler del piso no era lo único que tenía que pagar.

—¿Entonces esto que ha sido? ¿Sexo de despedida? —quiso saber Ichigo con su característico ceño fruncido.

—¡Claro que no! —le respondió rápidamente Rukia, volviendo a mirarle, para que no se hiciera ideas equivocadas—. Ni siquiera se me ha pasado por la cabeza eso.

—¿Entonces?

—Solo quería estar contigo —le dijo sincera.

—¿Y mañana ya no vas a querer?

Rukia suspiró y se separó de él. Otra vez, pensó, por culpa de su hermano ahí ya nada se trataba de lo que ella quería.

—No es tan fácil Ichigo —le contestó sentándose en el borde de la cama y agachando la cabeza—. Ahora debo centrarme en otras cosas. Tengo que pensar en lo que voy a hacer y en como voy a solucionar todo esto —volvió la mirada hacia Ichigo y notó que la observaba sin comprender—. Ya te dije que si no te contaba lo que me pasaba no era por no confiar en ti.

—A veces dudo que de verdad confíes en mi, Rukia.

La morena apretó los dientes pensando que seguramente de ser al revés, si todo lo que ella decía se las dijese él, también se sentiría como Ichigo. Como si sólo fueran simples palabras vacías.

—Si todo fuera como antes y yo aún tuviera mi trabajo, ten por seguro que te diría que siguiéramos viéndonos —dijo Rukia siguiendo con la mirada a Ichigo que se sentó a su lado pero sin mirarla—. Que volviéramos a ser amigos con derechos, como tu lo llamaste, como si nada hubiera pasado. Pero si estoy pensando en irme lo mejor sería que…

—Quieres dejar de pensar en lo que sería mejor —dijo Ichigo volteando su rostro hacia ella observando como sus femeninos labios formaban una fina línia al estar apretándolos—. Antes te pregunté que era lo que querías y me da la sensación de que piensas en todo el mundo antes que en ti misma. Incluso ahora, con todos los problemas que dices tener y que estoy seguro que tienes porqué te creo, estás preocupándote por mi.

—Yo no me preocupo por ti —balbuceó Rukia.

—Sí que lo haces. Podrías no haberme dicho que estabas pensando en irte y haber seguido acostándonos hasta que tú al final te fueras sin importarte como me sintiera yo. Podrías haberlo hecho perfectamente ya que no somos pareja ni tenemos nada serio.

La morena respiró hondo antes de dejarse caer hacia atrás, apoyando la espalda en el colchón y mirando hacia el techo sin mirar nada en concreto. Ya no sabía ni en que pensar, se sentía completamente colapsada. Ichigo la notaba agobiada, cerrando y abriendo los ojos suspirando y escuchaba su respiración alterada. Parecía que le iba a dar un ataque de ansiedad.

—Recuerdo que me dijiste que no me contabas nada porque no querías remover el pasado —continuó Ichigo sabiendo que aunque no lo mirara le estaba escuchando—. Sé que el pasado puede resultar doloroso, lo sé muy bien, y no soy psicólogo como para saber formular las preguntas adecuadas sin hacerte daño. Así que si algún día quieres contármelo o necesitas hablar, yo estaré aquí esperándote para escucharte.

En cuanto se dio cuenta Rukia de que sus ojos comenzaban a picar, los cerró y giró la cabeza hacia el lado contrario de donde estaba Ichigo, por miedo a que se ahogaran. No pudo retener a una pequeña y valiente lágrima que se escapó y que recorrió la mejilla hasta caer en la manta.

—Siempre eres tan bueno conmigo... —susurró Rukia—. No soy nada sincera y te oculto muchas cosas. Cualquiera que no fuese un descerebrado como tú se hubiese ido por esa puerta hace días y no querría seguir teniendo nada que ver con una chica tan complicada como yo.

El ojimiel se quedó callado sin saber que decir. Después de un rato de estar en silencio los dos, se disponía a hablar cuando la voz de ella se adelantó.

—¿Sabes por que me gusta tanto estar contigo?

—No.

—Porque haces que me olvide de todo. De los problemas, de los recuerdos que me persiguen… —le contó Rukia entreabriendo los ojos pensando en las veces que tenía pesadillas con aquel día, en las veces que soñaba con su hermana, en las veces que le parecía escuchar la voz de Ukitake, en las veces en las que no podía dormir y se quedaba en ese piso sola toda la noche escuchando sus propios pensamientos—. Cuando estoy contigo todo desaparece y haces que sólo me centre en ti y en nada más. Me siento liberada de cualquier cosa, como si no tuviera nada de lo que preocuparme y solo existiera ese momento a tu lado.

Ichigo se quedó de piedra sintiendo su corazón golpear en su pecho con fuerza. Nunca nadie le había dicho nada semejante y nunca se le hubiera pasado por la mente que esa mujer, que ahora levantaba el brazo para taparse los ojos, le diría algo así.

—Vaya… no sé que decir.

—No digas nada —dijo Rukia sintiéndose avergonzada por haber soltado lo que de verdad pensaba y no haber podido callárselo. La verdad es que deseó hacerle saber a ese chico, el cual notaba su mirada puesta en ella, lo que le hacía sentir sin ni siquiera proponérselo.

Ichigo no aguantó estar tan lejos de ella aunque la tuviera delante a poca distancia y se estiró a su lado aguantando el peso de cabeza con una mano y la otra colocándola encima del abdomen de ella. Se alegró de que no le apartara pero sintió una emoción desconocida cuando notó la compenetración que existía entre ellos dos, ya que enseguida de sentirle a su lado, Rukia apartó el brazo de sus ojos y se puso de lado, igual que él, para que pudieran conectar sus miradas. La mano que tenía encima de ella se movió a la par y le envolvió la cintura.

El pelinaranja le hizo caso y no le dijo nada al respecto de lo que le acababa de decir, sin embargo acercó el rostro para besarla y así intentar transmitirle que le había encantado escuchar esas palabras.

Se besaron despacio, fundiéndose tranquilos en los labios del otro, apaciguando y serenando sus mentes. Los dos se estaban dando cuenta de que era la primera vez que se besaban así. Siempre lo hacían de una manera apasionada, intentando arrebatar todo lo que pudieran conseguir, abrumados y ansiosos… pero este beso era y se sentía diferente.

Aunque cualquiera que se dieran siempre despertaba y hacía recorrer el deseo de una terminación nerviosa a otra haciendo que su ser respondiera aumentando el calor corporal. Se pegaron más al otro y Rukia notó como la mano de Ichigo bajaba hasta sus muslos, subiéndole un poco el jersey. Ella subió la pierna encima de las de él y jadeó dentro del beso al sentir en su sexo, ya que no se había puesto ropa interior, como el miembro del pelinaranja crecía bajo el bóxer.

Se separaron mínimamente y se contemplaron con los ojos entrecerrados, entremezclando sus alientos.

—Pues sí que debo ser un descerebrado… —murmuró Ichigo con los latidos retumbando en sus oídos y masajeando el trasero de Rukia. Agradeció encontrarla desnuda debajo del jersey— porque aún sabiendo que es posible que te vayas a ir, sigo queriendo estar contigo.

—¿Qué quieres que hagamos, Ichigo? —le preguntó Rukia agarrándole de los hombros y acercándole más a ella si eso era posible—. Decide tú… estoy cansada de pensar lo que tengo o no que hacer y cuestionarme todo —volvió a juntar su boca con la de él.

Sus lenguas se exploraban y se enredaban mientras notaba como Ichigo colaba esa atrevida mano entre sus cuerpos y la dirigía a su entrepierna para acariciar sus labios y su clítoris. Rukia gimió cortando el beso y se quitó el jersey para no tener aún más calor, volviendo a estar desnuda para él.

Ichigo dejó de tocarla para poder retirar su boxer y así liberar su miembro, que estaba más duro, colocando de nuevo la pierna femenina encima de su cadera. Si ella quería que él decidiera, lo iba a hacer.

—Podemos seguir viéndonos hasta que te vayas o… bueno, decidas lo que decidas —dijo Ichigo volviendo a llevar su mano al sexo húmedo de Rukia, sintiendo como ella le acariciaba la erección. Los dos jadeaban—. Puede que no sea lo más sensato pero creo que si me fuera de aquí, terminando lo que sea que hay entre nosotros y no intentara pasar el máximo tiempo que pueda contigo, me arrepentiría.

El pelinaranja agarró su miembro erecto para penetrarla y Rukia cerró los ojos al notar como se abría paso dentro de ella. Esbozó una pequeña sonrisa al pensar que quizá la que llegaría a arrepentirse de haberse dejado llevar por un chico de diecisiete años sería ella, porque lo que sentía en ese momento era demasiado bueno.

—Eres un crío y un idiota, fresita. Si luego cuando me vaya sufres y lo pasas mal será tu problema y no el mío —le dijo entre jadeos.

—Deja de preocuparte por mi, maldita enana tonta ah.. mandona y descarada —continuó Ichigo empezando a embestirla de forma más continua pero aún pausada en aquella posición—. Aunque tengo que decir que antes lo eras más.

—Mmm… ¿El qué?

—Descarada —le soltó con una sonrisita ladeada—. Ahora eres más modosita.

Rukia abrió los ojos y alzó las cejas observando como Ichigo agrandaba su sonrisa.

—¿Te recuerdo quien ha hecho que no dejaras de gemir en el sofá… —sonrió cuando hizo que el joven deshiciera su mueca y apretara su dientes gruñendo al apretar el miembro contrayendo su interior— por estar saltando encima de ti?

Ichigo no pudo aguantar para hacer las penetraciones más rápidas y profundas, deleitándose con los gemidos que salían por esa boquita. Con menuda mujer se había juntado.

—Tú, enana.

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—Tenéis que buscar la felicidad. Da igual donde estéis o que hagáis o con quien estéis —les dijo Ukitake pasando un brazo alrededor de los hombros de las pequeñas Hisana y Rukia, que estaban sentadas cada una a un lado—. Cuando encontréis esa felicidad no la alejéis de vosotras.

Las dos asintieron.

—¿Tú la has encontrado? —preguntó Rukia.

—Claro que sí.

—¿Y que es lo que te hace feliz? —quiso saber Hisana.

—¿Qué va a ser? Mis dos hijas por supuesto —respondió sonriendo y haciéndoles cosquillas.

Rukia aún podía escuchar el eco de las risas en sus oídos. Recordaba que Ukitake siempre les hacía cosquillas y que ellas dos acababan después con un dolor de barriga de tanto reír. Las únicas lágrimas que conocían sus ojos eran de alegría y no de tristeza. Era consciente de que hacía muchísimo tiempo que no reía hasta acabar llorando.

—¿Qué consejo me darías ahora? —preguntó Rukia acariciándole la mano con cuidado, escuchando los pitidos que emitía la máquina que lo mantenía con vida—. Necesito tanto tus palabras. Una vez nos dijiste que había que buscar la felicidad. Que cuando la encontrásemos no la alejáramos. ¿Y si lo que te hace feliz y lo que debes hacer es totalmente opuesto?

La morena pensó en el trato de su hermano, en su padre y en Ichigo. Lo que le había propuesto Byakuya era un trato muy bueno, pero si se iba no podría ver a Ukitake tan seguido ni podría estar con Ichigo. Y eso la haría infeliz. Deseaba visitar al hombre que más amaba en el mundo todos los días y… cuando esa mañana había despertado al lado de Ichigo, después de todo lo que se habían dicho por la noche, después de ese beso que compartieron tan distinto y tan agradable y después de aceptar seguir viéndose… su corazón no podía sentirse más feliz.

Estuvo a punto de quedarse observándole dormir hasta que se despertara pero decidió levantarse, dejar un mensaje a Renji en el móvil para contarle que no iba a ir a la fiesta de Ikkaku, que se disculpara con él y que se lo pasara muy bien; y arreglarse para ir al hospital. Le dejó una nota a Ichigo diciéndole que se tenía que ir, que desayunara lo que quisiera o que se duchara si le apetecía.

Rukia observó la hora en un reloj que había en la pared y supuso que ya se habría levantado y se habría marchado de su piso. Soltó la mano de Ukitake y abrió su bolso para sacar un periódico de ofertas de empleo que había comprado ayer en un pequeño quiosco en la primera planta del hospital. Al haber estado luego toda la tarde con Ichigo ni tiempo le dio de mirarlo. Lo que siempre pasaba con ese pelinaranja.

—Voy a buscar un nuevo empleo, Ukitake. Encontraré uno que paguen bien y así no me tendré que ir de aquí. No quiero irme… ¿te acuerdas de aquel amigo del que te hablé? ¿El que alejé de mi? Pues… —le contó Rukia esbozando una pequeña sonrisa pero enseguida la deshizo cuando escuchó una voz familiar por la puerta.

—¿Qué alejaste de ti? —preguntó Byakuya sin haber escuchado nada más.

Rukia suspiró resignada. Este hombre siempre aparecía de golpe y sin avisar.

—¿No te han dicho nunca que escuchar conversaciones ajenas es de mala educación? —le preguntó volteando el rostro para mirarlo. Elegante y pulcro como era habitual. Lo único diferente es que no la miraba a ella sino al hombre que estaba acostado en la cama de una forma no muy amigable.

—Más bien era un mónologo. Dudo que él te haya hablado —soltó con una voz seria entre dientes, pensando que él hacía lo mismo todas las noches hablando con Hisana, y dio media vuelta—. Sal. Tenemos que hablar.

Rukia dejó el periódico en el sillón y respiró hondo antes de levantarse y seguirle fuera.

—¿Qué quieres?

—Quiero que me des una respuesta.

La morena frunció el ceño.

—Ha pasado sólo un día. Me lo dijiste el viernes por la noche. No tengo esa respuesta todavía.

—Mi trato no va a estar para siempre —dijo Byakuya—. Te doy sólo una semana.

—¿Una semana? —preguntó Rukia estupefacta intentando no alzar la voz por el sitio donde estaban—. En una semana no puedo encontrar otro trabajo. No me estás ofreciendo ningún trato me estás obligando a aceptarlo al no tener más opciones solo porque al señorito le da la gana.

—Controla tus modales, Rukia.

—¿Esta es tu forma de cumplir la promesa a mi hermana? ¿Obligarme a cambiar mi vida totalmente? De esa manera no estás cuidando de mí.

—El trato fue idea mía. Puedo seguir cuidando de ti sin tener que pagar el hospital —le explicó Byakuya observando como ella negaba con la cabeza y empezaba a caminar de un lado para el otro del pasillo—. Ves a Tokio y estudia. Yo correré con todos los gastos. ¿Qué problema hay?

—¿Y como sé que no es una mentira? Que en cuanto llegue a Tokio y entre en la universidad, no vas a pagar nada del hospital.

—Si no te fías de mi podemos firmar un acuerdo. Yo mismo lo redactaré y te lo enviaré mañana a ese piso donde vives. Si estas conforme lo firmas si no…

—Si encuentro un trabajo que no avergüence a la familia Kuchiki —le cortó Rukia— ¿me dejarás en paz?

El hombre la miró en silencio durante un rato asegurándose mentalmente que le sería casi imposible encontrarlo.

—Tú sabrás lo que haces pero mi trato sólo durará una semana. Ni un día más.

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Ichigo acabó de fregar los pocos platos y cubiertos que él había usado para comer. Estaba en la casa solo ya que su familia se había ido a visitar a unos parientes en el pueblo de al lado. Cuando había llegado por la mañana los había encontrado ya vestidos y preparados pero, aunque él hubiera tardado poco en estar listo para acompañarles, no quiso hacerlo. Él no era muy dado a las reuniones familiares y si las podía evitar, mejor.

Limpiaba la mesa de la cocina pensando en la noche que había pasado con Rukia. Si ella al final no hubiera aceptado seguir viéndose con él estaba seguro que ahora mismo se sentiría diferente a como se estaba sintiendo en esos momentos. Quizá triste, quizá enfadado o cabreado de que Rukia no le hubiera dicho que tenía pensado irse antes de acostarse… No lo sabía. Igual que no sabía dar un nombre al sentimiento extraño que le envolvía desde que se había despertado solo en aquella cama que tan bien conocía y que tenía impregnado el olor a jazmín tan característico de ella. Sentía una especie de inquietud o temor a que, aunque se siguieran viendo, eso no iba a durar mucho tiempo.

Ichigo soltó el trapo y se apoyó en la mesa con las manos agachando la cabeza y suspirando. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando sonó el tono de llamada de su móvil. Lo sacó de uno de sus bolsillos del pantalón de chándal que llevaba, arrugando la frente al ver que era un número que no conocía.

—¿Diga?

—Hola Ichigo.

Éste bufó al reconocer la voz.

—¿Quién te ha dado mi número, Senna?

—Un amigo en común.

—¿Qué quieres? No tengo ganas de…

—Solo quiero hablar contigo, pero no por móvil. ¿Estás en tu casa ahora?

—Sí, ¿por qué? No vas a entrar aquí.

—Estoy fuera, en la calle, enfrente de tu casa. ¿Podrías salir? Me gustaría hablar, por favor.

Ichigo respiró hondo preguntándose que es lo que quería de verdad esa chica y si debería decirle que él no hablaría con ella, pero después de un rato, decidió salir aunque sin muchas ganas de volver a encontrarse con su ex.

—Ahora salgo —le dijo antes de colgar.

Se guardó el móvil y se dirigió a la puerta donde se puso sus zapatos para salir a la calle. En cuanto abrió, la vio esperándole en la calle con un gorro marrón que recogía todo su cabello. A simple vista se sorprendió de que su rostro no reflejaba altivez como las otras veces que se había encontrado con ella sino que miraba hacia el suelo o a cualquier otra parte que no fuera él con un gesto triste. Caminó hasta salir fuera.

—Tú dirás.

Senna le miró y se cruzó de brazos en un gesto nervioso.

—Primero de todo, quiero pedirte perdón por lo que pasó el otro día. Yo no debería haberme metido con la chica con la que estás ahora —dijo la pelivioleta—. Eso estuvo muy mal y me siento avergonzada por ello. Me merecía todo lo que me dijiste. Perdóname, es solo que… estaba celosa de ella.

Ichigo tragó saliva sin creerse que esta fuera la misma chica que le había dicho todas esas cosas sobre Rukia. En ese momento, volvía a parecerse a la Senna que conoció él.

—La verdad es que yo también me pasé —dijo Ichigo con humildad llevándose una mano a la nuca y recordando cuando pegó a Kaien—. Sé que cuando sientes algo de celos acabas haciendo cosas de las que luego te puedes arrepentir —la miró a los ojos—. No me porté muy bien contigo y no me siento orgulloso de la discusión que tuvimos pero no me sale pedirte perdón. Te metiste con Rukia y yo… —apretó los labios formando una fina línea— salté enseguida.

—Es normal que lo hicieras —asentía Senna—. Es tu novia, ¿no?

Ichigo se metió las manos en los bolsillos y miró hacia otro lado. Rukia no era su novia, sin embargo dudaba que ahora solo fuera una amiga con derechos para él.

La pelivioleta al ver que no respondía pasó de la pregunta y siguió hablando.

—Lo que quería decirte es que voy a intentar olvidarte —dijo Senna observando que Ichigo dirigía su mirada ámbar hacia ella—. No voy a volver a decirte nada ni a intentar acercarme a ti de otra manera que no sea por compañerismo o porque estamos en la misma clase. Voy a ser cordial aunque me cueste al principio.

Ichigo esbozó una pequeña sonrisa.

—Me alegro de escuchar eso, Senna. No sé que te ha pasado tan de repente pero me alegro. Solo espero que de verdad lo cumplas y no tengamos que volver a decirnos cosas para hacernos daño.

—Me gustaría pedirte un último favor.

—Depende de lo que sea.

—Un abrazo —dijo Senna acariciándose los brazos como si tuviera frío, viendo como Ichigo se sorprendía—. Déjame sentir por última vez un abrazo tuyo, por favor.

El pelinaranja no se esperaba esa petición.

—¿Un abrazo? No creo que sea lo más indicado.

—No te volveré a pedir nada más, Ichigo. Intentaré olvidarte y no meterme en tu vida ni con Rukia ni con cualquier otra chica con la que estés pero déjame que te abrace —dijo Senna agachando la cabeza y susurrando—. Así tendré un último recuerdo bonito contigo.

Ichigo la observó en silencio durante un rato mientras ella mantenía la cabeza agachada y se abrazaba a si misma. Le había gustado todo lo que le había dicho, él no iba a volver a tener nada con ella y si Senna se había dado al fin cuenta e intentaba olvidarlo, mejor para todos. Al pensar que ese abrazo que le pedía podría ser lo último que habría entre ellos dos, decidió que no había motivo para negarse si de esa manera ella no volvía a meterse en su vida.

—De acuerdo. Sólo un abrazo.

La chica alzó el rostro y esbozó una sonrisa triste.

—Gracias Ichigo.

Se acercó a él y le envolvió la cintura con los brazos, dejando que el ojimiel la abrazara por los hombros. Se apretó contra él sintiendo el calor de Ichigo a través de la ropa, añorando aquellos momentos en los que no tenía que pedírselo y él la abrazaba sinceramente. Si el otro día pensó que nunca le había sentido tan lejos como en aquel momento, ahí entre sus brazos podría pensar lo mismo. Incluso parecía más lejano porque sabía que aunque hubiera aceptado a abrazarla, ella era quien lo estaba haciendo. Él solo mantenía sus brazos alrededor de sus hombros sin apretarla y sin mover sus manos, con el cuerpo recto completamente estático.

Pasaron unos minutos y se separaron al empezar Ichigo a moverse hacia atrás para soltarse de su agarre sin ser rudo.

—Espero que todo vaya bien con Rukia. Te deseo lo mejor con ella.

Ichigo asintió levemente con la cabeza.

—Yo también te deseo lo mejor, Senna.

Ésta le sonrió por última vez y se dio la vuelta para alejarse caminando por la calle sin mirar atrás. Ichigo la observó un rato antes de meterse en su casa.

Senna giró en una esquina rapidamente y se quedó ahí parada, con la espalda en la pared, esperando hasta que escuchó la puerta de la casa de Ichigo cerrarse. Volteó la cabeza hacia Nozomi.

—¿Has hecho las fotos? —le preguntó la pelivioleta a su amiga.

—Sí, míralas —le respondió enseñándole las fotos que salían en la cámara digital—. A Ichigo se le ve claramente y a ti solo el gorro. No se te ve la cara. Nadie diría que eres tú.

—Mejor, así parece que es otra chica.

—Aunque tengo que decir que a Ichigo no se le ve muy a gusto abrazándote. Está recto y en casi todas mira hacia cualquier lado que no seas tú. Está claramente incómodo.

—Da igual, lo que importa es que me está abrazando. No creo que esa Rukia sepa diferenciar cuando Ichigo abraza de verdad. Seguro que lo único que sabe es como folla, ya está.

—¿Estás segura de esto? —quiso saber Nozomi guardando la cámara—. No creo que haberte aliado con Kaien, que ni siquiera lo conoces ni sabes por donde puede salir, haya sido la mejor opción.

—A Kaien le gusta Rukia y se pegó con Ichigo por ella. Es la mejor opción, sin duda. Seguro que no me defrauda.

—¿Y que tienes pensado hacer con las fotos?

—Pues hacer que Rukia desconfíe de Ichigo —le respondió Senna caminando junto a ella hacia su casa—. Por mucho que me dijera que solo disfruta de él, a ninguna nos gusta que el chico con el que estamos esté con otra mujer. Le diré a Kaien sobre el bloque de pisos donde vi a Ichigo entrar aquella vez que le seguí, ya que estoy segura de que ahí vive esa, y cuando lo comprobemos, meterá las fotos en su buzón.

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Rukia caminaba despacio por los pasillos del hospital inmersa en su propio mundo leyendo detenidamente el periódico de las ofertas de empleo. Trataba de concentrarse, aunque se sintiera por dentro muy enfadada por las órdenes de su hermano. 'Una semana'. ¿Qué se había creído?, pensó la morena, era como si directamente aceptara por ella sin ni siquiera preguntarle.

—Azafata de vuelo, azafata de congresos, secretaria… no, para estos necesito títulos —hablaba para si misma—. Camarera, dependienta… que poco pagan, mierda.

—Sabía que te encontraría aquí, Rukia.

Ésta, que había salido fuera del hospital sin ni siquiera darse cuenta, volteó al escuchar su nombre y vio a Kaien sentado en uno de los bancos que había en la entrada. Se levantó y se acercó a ella dejando pasar amablemente a una pareja de ancianos que pasó por delante.

—¿Y para que querías encontrarme? —le preguntó Rukia cuando le tuvo delante después de cerrar el periódico sin meterlo en el bolso.

—Te debo una explicación por lo del beso que te dí.

—Sí, yo también creo que me la debes —dijo la morena cruzándose de brazos procurando no pagar con él el enfado que tenía—. Y no solo por el beso sino por la mentira que le soltaste a Ichigo.

Kaien rechistó.

—Vaya… le faltó tiempo para ir a contártelo.

—Se lo pregunté yo —le defendió enseguida—. Era difícil no hacerlo viendo las heridas que traía en la cara. ¿Por qué le mentiste? Tú y yo no nos besamos, Kaien.

—No me gustó que no te tratara bien —le dijo mirándola fijamente a los ojos observando como ella fruncía el ceño.

—¿Qué estás diciendo?

—Unos chicos vieron a una pareja… —dudó sobre que palabra utilizar— liándose en el baño de los tíos. Enseguida supe que habíais sido vosotros. Me pareció muy vulgar por su parte hacer esa clase de cosas con una chica como tú en un sitio así.

—Una chica como yo —repitió Rukia.

—Una mujer, no un rollo con la que pueda hacer lo que quiera. Me enfadé con Ichigo por eso y una cosa llevó a la otra, y estaba tan enfadado que me confundí con las palabras y le dije que nos habíamos besado. Lo siento, me equivoqué.

La ex bailarina bufó y negó con la cabeza repetidamente.

—Y tanto que te equivocaste. Además yo no dejaría que un tío hiciera lo que quisiera si yo no le dejo. Ten por seguro que si Ichigo y yo nos liamos en aquel baño fue porque yo también quise. Y no me arrepiento.

Kaien tragó saliva y se metió las manos en los bolsillos de la chaqueta.

"Yo tampoco quiero que nadie la trate mal y nunca haría nada que ella no quisiera hacer."

"¿Así que estas diciendo que ella quiso hacerlo en el baño? ¡Venga ya! ¡No me jodas!"

"¡¿Qué estás queriendo decir?! ¡¿Que la obligué?!"

—Así que… ¿sois novios?

—No tengo porque contestarte a eso, Kaien. Lo que sí que quiero que te quede claro es que Ichigo me trata muy bien. No quiero que vayas diciendo por ahí ni una vez más que me trata mal porque no es así —dijo Rukia con el rostro serio. Aflójó un poco el gesto al verlo agachar la cabeza y tapar sus ojos con el flequillo oscuro—. Nunca pensé que yo te gustaba como para enfadarte y pegarte con Ichigo. Y menos para besarme de aquella manera.

—¿No estás enfadada por ese beso? —quiso saber levantando su mirada, al escucharla con voz calmada.

Rukia alzó los hombros.

—Podría decir que fue karma. Yo también besé a alguien por sorpresa una vez —sonrió de lado al recordar aquel primer beso con Ichigo—. La diferencia fue que yo no me fui sin darle ninguna explicación como hiciste tú conmigo.

—¿Pero te gustó? —preguntó el moreno refiriéndose a su beso.

—El beso que dí yo, sí. El tuyo, no —le respondió sincera—. Lo siento. Eres un chico muy guapo Kaien, pero no me atraes de esa manera.

Éste se quedó un rato en silencio después de oír esa última frase experimentando una sensación extraña. Antes de llegar al hospital donde sabía que la iba a encontrar, había estado imaginándose situaciones y ésta fue una de ellas. Que Rukia le dijera que no le gustaba. Se preguntó varias veces como se sentiría si llegaba a escuchar eso y en ese momento, después de que pasara de verdad, no sintió nada. Quizá algo de desilusión pero comprobó que no era nada comparado al dolor que sintió dentro de él, y que no quiso sacar fuera hasta que llegó a su casa, cuando le dejó su novia.

—Kaien —le llamó Rukia al ver que se había quedado callado—. ¿Estás bien?

—Sí, sí, estoy bien —dijo esbozando una sonrisa procurando que no se viera muy forzada—. Si quieres… a mí me gustaría seguir siendo amigo tuyo. No volveré a mentir ni volveré a besarte. Te lo prometo.

—A mí lo que me gustaría es que no volvieras a fastidiar a Ichigo. Se supone que erais amigos, ¿no? Esas cosas no se hacen.

Kaien asintió.

—Lo sé, soy un mal amigo —dijo antes de fijarse en el periódico que llevaba en la mano—. ¿Buscas trabajo?

—Sí —respondió Rukia volviéndolo a abrir por cualquier página—. A ver si encuentro alguno en el que me puedan contratar de inmediato.

—Pues no sé si te interesará pero esta mañana ha venido mi tío de París para exponer su galería de fotografías aquí en Karakura y me ha comentado que busca a chicas que posen para su siguiente exposición.

—Te lo agradezco Kaien pero necesito un trabajo en el que me paguen bastante más que hacer de modelo durante unos días.

—Mi tío es bastante rico y tiene fama de pagar muy bien a sus modelos —le contó Kaien sacando su cartera de un bolsillo y entregándole una tarjeta—. Toma. Aquí está la dirección de la galería. Pásate, seguro que estará allí.

Rukia agarró la tarjeta y la leyó interesada al escuchar que solía pagar muy bien.

Kensei Shiba

Galería De Fotografías.

Exposición en Karakura.

—Gracias —agradeció sinceramente.

—De nada, para eso estamos los amigos ¿no? —le sonrió sintiéndose un poquito mejor con Rukia y peor con Ichigo y su, por culpa de ser tan insensato, ex novia.

.

.

Ichigo caminaba por la calle rumbo a su casa después de haber pasado un rato con sus amigos cenando algo por ahí. Quedaron todo el grupo menos Inoue e Ishida. Cuando Chad preguntó donde estaban, Tatsuki respondió que aunque no lo parecían, esos dos eran pareja y también deseaban pasar tiempo solos. No pudieron estar más de acuerdo. Se alegraban de ver que las cosas entre ellos iban muy bien, aunque Ichigo nunca entendería que había visto Inoue en el estirado de Ishida.

Pasó por delante de una casa y saludó a una señora que conocía desde que era niño, pensando en las preguntas que le habían hecho sus amigos cuando él soltó que no iba a volver más a Bleach. Ni Keigo, ni Chad ni Tatsuki entendieron que, así de golpe, no quisiera ir más pero Mizuiro, cuando pudo hablarle a solas, le preguntó si la razón era por la bailarina Shinigami y lo que había pasado el viernes por la noche. Ichigo asintió con la cabeza sin decir nada más.

Al llegar a su calle y acercarse a su casa vio a la mujer de sus pensamientos a punto de picar al timbre.

—No hay nadie en la casa —dijo Ichigo esbozando una sonrisa ladeada, contento de verla.

Rukia volteó al oírle y le correspondió el gesto en su rostro. Observó que llevaba una sudadera azul oscuro y un pantalón de chándal gris. Nunca le había visto así pero constató que le quedaba genial.

—Pues me alegro de que hayas aparecido entonces.

El pelinaranja caminó hacia ella y la sorprendió envolviendo su cintura con los brazos y besándola con una leve y breve unión de sus labios. Al separarlos se quedaron mirando.

—Es la primera vez que me saludas así.

—¿Te ha molestado? —preguntó Ichigo.

La morena le pasó los brazos por el cuello y se puso de puntillas para acercarse más a él. Respiró hondo antes de responder sinceramente.

—No.

Volvieron a besarse, esta vez más largo pero sin dejar de ser dulce. Ichigo había deseado verla desde que se había levantado solo en aquella cama. Estuvo tentado muchas veces a llamarla o a escribirle un mensaje, pero al final, no lo había hecho. No quería molestarla y pedirle que se vieran sin darle ni siquiera espacio para que pensara después de todo lo que había pasado por la noche.

Separaban sus labios de vez en cuando para luego volver a juntarse hasta que apoyaron sus frentes contra la otra y se sonrieron.

—Estás helada, enana. Vamos dentro.

Rukia asintió y siguió a Ichigo al interior de la casa. Ahora sí que podía decir que volvía a estar tranquila. Desde que su hermano le había dicho que solo tenía una semana para aceptar o no el trato, sentía en su interior un enfado que crecía por momentos. Habló con Ukitake todo el rato, incluso después de comer algo en la cafetería del hospital, se quedó ahí sentada en el sillón negro intentando calmar sus nervios pero le fue imposible. Cuando se encontró con Kaien, más de lo mismo. Podía hablar normal y estaba segura de que el joven no se lo notó, pero ella seguía percibiendo ese apretamiento en el pecho luchando por salir, cabreada como solo Byakuya sabía ponerla.

Así que, después de cenar algo en su piso, sus propios pies la habían hecho salir y la habían llevado a la casa de Ichigo. Con los besos que se acababan de dar, su enfado ya había disminuido. Eso solo lo podía hacer él.

—¿Dónde está tu familia? —preguntó la morena quitándose el bolso y la chaqueta y dejándolo en una silla cuando Ichigo encendió la luz.

—Han ido a visitar a unos familiares —le respondió acercándose a ella—. Yo pasaba de ir.

—Yo no quiero molestarte, lo que pasa es que no tengo internet en mi piso y me gustaría mirar una cosa.

—Nunca me molestas, Rukia. Que te entre ya en esa cabecita que tienes —le dijo el pelinaranja—. ¿Quieres algo de beber?

—No, gracias. Estoy bien.

—Pues vamos arriba, tengo el portátil en mi habitación —le indicó Ichigo caminando hacia las escaleras, apagando la luz antes de subir.

Llegaron al cuarto de Ichigo y la morena aprovechó que éste encendía el portátil y dejaba su móvil y su cartera en la mesa para curiosear. En su escritorio tenía libros abiertos y apuntes, una estantería con cómics y discos de música al lado de un reproductor y un panel de corcho donde tenía clavado con chinchetas distintos papeles. Sonrió al ver una fotografía con los que serían sus amigos, pensó Rukia, ya que distinguió al chico con el pelo castaño y el del pelo azul que había visto en el bar junto a él.

Cuando volteó el rostro vio a Ichigo sentándose en el colchón apoyando la espalda en la pared con los pies fuera y el portátil encima de las piernas. La morena le imitó colocándose a su lado, constatando que la cama era blandita y seguramente muy cómoda para dormir y lo que no era dormir.

—¿Qué es lo que querías mirar? —le preguntó Ichigo sin llegar a creerse aún que estaba en su habitación con Rukia. Cuando tuvo aquel primer sueño con ella ni siquiera se le hubiera pasado por la mente que eso podría llegar a pasar.

La morena sacó la tarjeta que le había dado Kaien del bolsillo derecho del tejano y se la entregó a Ichigo.

—Quería saber sobre esta persona.

—Kensei Shiba. Galería de fotografías. ¿Shiba? —arrugó la frente y miró a Rukia.

—Es el tío de Kaien. La tarjeta me la ha dado él —respondió cuidadosamente observando la reacción de Ichigo—. Me lo he encontrado y me ha pedido disculpas por lo del beso y por la mentira que soltó.

El pelinaranja en ningún momento relajó la frente, frunciendo aún más el ceño. Volvió a mirar la tarjeta como si fuera de otro planeta.

—¿Y por qué te ha dado esto? ¿Quiere que vayas a ver las fotografías de su tío?

—Se enteró de que busco trabajo y me ha dicho que Kensei quiere a chicas que hagan de modelos para su próxima exposición. No le he prometido que iría ni nada de eso pero me gustaría saber sobre él. Dice que suele pagar bastante bien.

Ichigo no dijo nada y empezó a teclear en el portátil notando la mirada violeta clavada en su perfil durante un rato hasta que también miró a la pantalla. Se alegró de pensar que Rukia ya no estaba enfadada por todo lo que pasó con Kaien e incluso se percató que estaba pendiente de él para que no se sintiera mal.

—Es un fotógrafo profesional que ha expuesto sus trabajos en Viena, Milán, París, Nueva York y Hong Kong, ganando prestigiosos premios —leía Ichigo—. Ha tenido éxito en muchas ciudades pero sobretodo en Japón, país donde nació, aumentando su popularidad y convirtiéndose en uno de los artistas de la fotografía más famoso de la actualidad.

—A ver las fotos —dijo Rukia.

Ichigo abrió la página donde salían muchas de las fotografías de sus antiguos trabajos y los dos se asombraron de lo buenas que eran. Los hombres y las mujeres que aparecían salían del cuadro, literalmente. La imagen captaba el brillo natural de los ojos, la esencia de todo lo que les envolvía y el color a su alrededor parecía estar pintado con pinceles.

—Es muy bueno —elogió Ichigo mientras seguía mirando las fotos.

—Pues sí. Mañana me pasaré por la galería. Espero que esté Kensei y pueda hablar con él.

—Mira que dice aquí —señaló la pantalla—. En su último trabajo en Francia donde contrató a doce personas que no eran modelos, pagó dos mil euros a cada uno. Las sesiones duraron poco menos de dos semanas.

La morena abrió la boca estupefacta.

—¿Dos mil euros por dos semanas? ¿Cuánto son eso en yens?

—Mas o menos, unos… —miró hacia arriba pensando— dos cientos setenta mil yens o algo así.

—Madre mía —susurró Rukia incrédula—. Estaría genial que me eligiera y me pagara así.

Ichigo asintió con la cabeza. Y tanto que estaría bien.

—¿Quieres mirar algo más? —le preguntó.

—No, era sólo eso.

Apagó el portátil antes de levantarse de la cama.

—Si consiguieras ese trabajo… —habló dejando el ordenador en el escritorio— no tendrías que irte, ¿verdad?

La morena se abrazó las rodillas pegándolas a su cuerpo.

—Si me ofreciera ese dinero… no me tendría que ir. Podría pagar el alquiler y todo lo demás —respondió Rukia observando que él seguía de espaldas a ella. Pensó en la conversación que tuvo con su hermano esa misma mañana. Estaba convencida de que no iba a encontrar un empleo antes del límite que le había impuesto—. Si no consiguiera el trabajo, lo más seguro es que me vaya la semana que viene.

—¿La semana que viene? —cuestionó Ichigo volteando y mirándola desconcertado—. ¿Tan pronto?

—Lo mismo pensé yo —se dijo a si misma la ex bailarina antes de asentir levemente.

Ichigo soltó el aire que no sabía que estaba reteniendo y se sentó en el filo del colchón. Su mente no podía dejar de imaginarse la situación que se daría si ella se marchaba, pensando que su día a día volvería a ser como antes de conocerla. Y sus pensamientos le torturaban repitiéndole una y otra vez que no le iba a gustar nada eso. Que ya nada volvería a ser como antes.

Sintió los brazos de Rukia envolviendo sus hombros y sus pechos apretados en su espalda antes de escuchar su voz en el oído.

—¿Me echarás de menos si me voy? —preguntó la morena sintiendo su propio corazón retumbar, debatiéndose mentalmente si era buena idea preguntar ese tipo de cosas, si lo peor que podría hacer era dejar que las palabras salieran solas antes de pensarlas.

—No te voy a responder a eso porque yo espero que no tengas que irte —le respondió entrelazando sus dedos con los de ella y girando la cabeza para mirarla.

Se quedaron prendados del color de ojos del otro. Tan diferentes entre ellos pero tan atrayentes que Rukia tuvo que poner mucha fuerza de voluntad para separarse y ponerse de pie cuando notó una conexión especial hacia él.

—Pues más vale que vayas haciéndote a la idea de que puede pasar eso —dijo Rukia levantándose y caminando hacia la puerta escuchando el sonido de la cama al ponerse Ichigo de pie. Salió al pasillo para bajar las escaleras sabiendo que él la seguía—. Me voy a ir. Gracias por dejarme mirar eso.

—Quédate. Mi familia no vendrá hasta la noche —le sugirió Ichigo volviendo a encender la luz del salón y viendo como ella agarraba su bolso.

—Prefiero irme.

El pelinaranja arrugó la frente y se acercó envolviéndole la cintura por la espalda.

—¿Por qué? Si he dicho o he hecho algo que te ha podido molestar, te pido disculpas.

—No ha sido algo en concreto, Ichigo. Es todo y no solo por tu parte sino por parte de los dos —le dijo Rukia dándose la vuelta para mirarlo a los ojos apoyando sus manos en los brazos que se notaban fuertes debajo de la sudadera—. Nuestra forma de actuar con el otro ha cambiado, nos tratamos diferentes ni siquiera nos miramos igual. Las cosas que nos decimos, los besos, como el que nos hemos dado al vernos delante de tu casa. Antes no hacíamos eso. ¿Es que soy la única que lo está notando?

Ichigo suspiró y la soltó suavemente para meter sus manos en los bolsillos de su pantalón, separándose un poco de ella.

—No eres la única que lo nota. Yo también. ¿Pero que quieres que haga? No lo estoy haciendo a propósito.

—Yo tampoco pero… estamos jugando con fuego.

—¿Qué quieres decir?

Rukia apretó los dientes antes de responder.

—Que se nos está yendo de las manos. Que quizá estemos entrando en un terreno peligroso, muy diferente a ser solo amigos con derechos, del que luego nos cueste salir —le dijo sentándose en una de las sillas de la mesa en la que cenaron la otra noche—. Yo no puedo quitarme de la cabeza que lo más seguro es que me tenga que marchar lejos y… —escondió el rostro en sus dos manos apoyando los codos en la superficie, dejando un espacio para que él la escuchara— y si seguimos viéndonos sé que me costará separarme de ti.

Ichigo se sentó en otra silla cerca de ella sintiendo una conocida presión en el pecho que parecía dispuesta a ahogarle, igual que la que sintió cuando Rukia le contó porque le gustaba estar tanto con él.

—Me encanta cuando eres sincera conmigo.

—Pues a mi no —dijo Rukia mostrando su rostro con las mejillas un poco rojas pensando que antes, de pequeña, no era así, pero desde hacía mucho, desde que su hermana murió, siempre prefería guardarse sus pensamientos y sentimientos para ella sola. De esa manera había podido seguir con su vida y tirar hacia delante. Sin embargo, ahora con aquel descerebrado, las palabras se le escapaban solas sin poderlas controlar, tirando por la borda todo su autocontrol—. Olvida todo lo que te he dicho —se levantó y le agarró de una mano tirando de él—. Vamos a tu habitación a acostarnos. Quiero que probemos tu cama, vamos, levántate.

Ichigo la observaba en silencio como, sin mucha intención, estiraba de su brazo para que se levantara. Por mucho que Rukia intentara quitarle hierro al asunto y hacer parecer que nada había pasado, no lo miraba a la cara. Ya no había marcha atrás. Ya no eran los mismos.

—Tienes razón. Ya no somos solo amigos con derechos, por lo menos no por mi parte —habló Ichigo haciendo que la morena parara y le soltara aún sin mirarlo—. Yo ya no puedo verte como una mujer con la que simplemente me acuesto o me divierto o con la que paso el rato. Ya te lo dije, quiero saber todo de ti y no puedo dejar de pensarte. No sé como he podido estudiar algo o como podré hacerlo los siguientes días porque apareces a cada momento en mi mente.

—¡Cállate! —exclamó Rukia levantando la mirada hacia él, que seguía sentado sobresaltándolo—. Vamos a tu cuarto y follemos, ¿no es eso lo que hemos hecho siempre? ¡Entre nosotros solo hay sexo desde el principio y nada más! —se puso a caminar por el salón—. Lo pasamos bien, tú disfrutas de mi cuerpo y yo del tuyo, ya está. ¿Por qué hay que complicarlo? ¿Qué es eso de que ya no me ves como una mujer con la que simplemente te acuestas? —se giró hacia él—. ¿Entonces como me ves?

Ichigo se había levantado y la miraba con su ceño fruncido pero con el rostro sereno. Ya no había retorno para ninguno de los dos. O terminaban en ese momento para siempre y ya no se volvían a ver o acabarían acercándose más al otro de una manera completamente distinta.

—Como una mujer que cada día que pasa me gusta más y más, incluso sin saber nada de ti. Ya no es solo deseo aunque siga deseándote como el primer día que te vi bailando en aquella barra. Es tu personalidad, tu carácter… o lo bien que me siento cuando estoy contigo. No quiero que te vayas. No quiero dejar de verte. No quiero que desaparezcas de mi vida. Preferiría mil veces discutir contigo todas las semanas a pasar los días sin ti.

Rukia se quedó sin aire escuchando su corazón alterado por cada palabra pronunciada notando como su visión se hacía borrosa cuando sus ojos empezaron a ahogarse. No recordaba que nunca nadie le hubiera dicho algo así.

—Yo odio que seas tan sincero… ¡¿Cómo te atreves a soltarme todo eso, descerebrado?! ¿Por qué no me mientes alguna vez? ¡Yo no quiero tu sinceridad! —gritó Rukia sin percatarse que lágrimas habían comenzado a recorrer sus mejillas precipitándose hacia el suelo—. ¿Por qué no te vas con alguna otra chica que quiera estar con un chico tan sincero y que le diga a cada momento lo que siente?

—Rukia —la llamó alterado al verla por primera vez llorar, dando pasos hacia ella.

—¡Seguro que tienes a miles de tías detrás de ti deseando que les digas esas cosas! ¡Yo no soy una de ellas!

—Rukia, cálmate por favor —le pidió parándose delante de ella.

—¡Olvídate de mi! ¡Olvídate de todo! Como si nunca nos hubiéramos conocido.

Ichigo la sujetó de los brazos con firmeza para que se tranquilizara pero la morena se retorcía para que la soltara.

—Me es imposible hacer eso —dijo el pelinaranja intentando no alzar la voz para no aumentar la tensión aunque le costase mantenerse en calma.

—¡No es imposible! ¡Suéltame! —le exclamó Rukia mirándolo con el ceño fruncido.

—No voy a soltarte —la miró de la misma manera.

Rukia se mordía con fuerza el labio inferior dándose cuenta de que estaba llorando por haber estado conteniendo el enfado durante todo el día al igual que todo lo que llevaba dentro. El oír esas palabras con su voz varonil dirigidas a ella y solo a ella había sido el detonante.

Seguía forcejeando para soltarse pero le era incapaz ya que Ichigo era más fuerte que ella. A pesar de eso, advirtió que el pelinaranja estaba teniendo cuidado para no hacerla daño. Apretaba con sus manos el pecho de Ichigo para apartarlo pero era más de lo mismo. Su cuerpo disminuyó la tensión al reparar que era inútil que continuara moviéndose y al hacerlo sus defensas volvieron a desaparecer ante aquel descerebrado que se empeñaba en estar con ella por mucho que intentara alejarlo.

—Me voy a ir de Karakura… —susurró Rukia apoyando la frente en el torso masculino.

—No te vas a ir —dijo convencido Ichigo abrazándola estrechamente, escuchando como la morena suspiraba y sollozaba sus últimas lágrimas.

Rukia sentía su calor envolviéndola, pensando que no había lugar más confortable que en los brazos de Ichigo.

—Yo no odio que seas sincero. Es uno de los rasgos que mas me gustan de tu personalidad, perdo…

—Déjalo, no pasa nada. Sabía que mentías sino seguramente te hubieras marchado sin más o me hubieras apartado dándome una patada en los huevos —bromeó sin sonreír y dirigió una de sus manos a la barbilla de la morena, alzando su pequeño rostro para secarle, suavemente con sus dedos, las mejillas y la delicada piel de debajo de sus ojos.

Rukia suspiró disfrutando de esas caricias.

—Ojalá todo fuera tan fácil como lo haces ver tu.

—Sería más fácil si no te empeñaras en llevar tú sola el pesado equipaje que parece que llevas en la espalda. No sé si tienes a gente que sepa lo que estás pasando o no se lo cuentas a nadie, pero ahora me tienes a mi también. No me pidas que te olvide por que no lo voy a hacer. Me niego.

Se quedaron en silencio, mirándose a los ojos, respirando pausadamente para apaciguar el corazón y los nervios a flor de piel. Ichigo decidido acercó su rostro al de ella y, al ver que Rukia no se movía e incluso cerraba los ojos, la besó. Y ahí estaba otra vez. El ambiente distinto, su forma de besarse diferente, el modo de apretar sus labios y rozar sus lenguas, se amoldaban a la boca del otro sin urgencia.

Se separaron para respirar y después de observarse con los ojos velados, se volvieron a besar. Rukia le pasó los brazos por el cuello e Ichigo por la cintura, levantándola sin dificultad para seguir besándola y que no se alejara de él. Al conocer su casa y donde estaban los muebles, no le hizo falta despegar sus labios y abrir los ojos para poder llegar a la escalera, apagar la luz, y empezar a subir hacia su habitación poco a poco para no caerse.

Al entrar en su cuarto, la bajó y se giró para cerrar la puerta y poner el pestillo. Cuando volteó hacia la morena, vio que ésta tiraba su jersey al suelo y seguía desnudándose sin dejar de mirarlo. Ichigo apoyó su espalda en la puerta y la contempló respirando hondo notando como su miembro se endurecía por cada prenda, que la mujer que lo volvía loco, se quitaba.

Rukia se excitaba al apreciar esos ojos ámbar recorriendo su cuerpo por cada milímetro. Era igual que cuando estaba bailando en aquella barra y sentía la miraba de Ichigo clavada en ella. Su temperatura subía y su deseo aumentaba. Ya se había quitado el sujetador y dando un paso hacia delante salió del pantalón. Mientras se bajaba las braguitas se percató del bulto que ya se le notaba al pelinaranja debajo del chándal y sintió como su sexo, impaciente, lo anhelaba para ella sola.

Ichigo respiraba agitado percibiendo como la sangre de su cuerpo corría furiosa hacia su erección, contemplando a Rukia totalmente desnuda delante de él en el centro de su habitación. Aún así no se movió y esperó que fuera ella quien se acercase. La observó caminar hacia él y, mirándole a los ojos, empezó a quitarle la ropa.

—No sabes las ganas que tengo de conocerte por dentro, enana… —le dijo Ichigo quitándose él mismo la sudadera para no tener que agacharse por la diferencia de altura y lo dejó caer al suelo, sintiendo como las delicadas manos de la morena resbalaban por su pecho, su abdomen y su vientre hacia el nudo del pantalón— porque por fuera no puedes gustarme más.

—Creo que nunca entenderé que quieras conocerme —habló Rukia dejando caer el pantalón y bajándole el bóxer. En cuanto tuvo el miembro de Ichigo fuera, inició las caricias escuchando los leves jadeos masculinos en aquél cuarto que olía solo a él, pensando en aquella frase que le había dicho ya dos veces. 'Quiero saber todo de ti'.

Ichigo la sujetó del delicado rostro y lo alzó para que lo mirara. Ella no dejó de tocarlo.

—Tú no tienes que entenderlo —le aseguró antes de besarla y caminar hacia delante saliendo de la ropa que se había enrollado en sus pies.

Rukia andaba de espaldas, dejándose guiar por el ojimiel mientras le masturbaba y enredaban sus lenguas más impulsivos que antes. Cuando la parte posterior de sus rodillas tocó la cama, se separó y se subió en ella para estirarse con las piernas abiertas, observando que Ichigo hacía lo mismo pero colocándose encima y enmedio, cubriéndola con su fuerte cuerpo. Se volvieron a besar con intensidad, sintiendo el calor del otro acelerando violentamente el ritmo del corazón, aumentando con las caricias, con el roce de sus pieles, con la fricción de la dura erección con su monte de venus al estar atrapado eróticamente entre ellos dos.

Ichigo le sujetó las manos y las subió por encima de la cabeza de Rukia, apoyándolas en el colchón y entrelazando los dedos.

—Mmm —gimió la morena al sentir la lengua y la boca del joven torturando sus pezones. Abrió más sus piernas y le envolvió las caderas delirando por el deseo, apretando con más fuerza el agarre de sus manos—. Entra dentro… Ichigo…

—¿Me quieres dentro? —le preguntó susurrando en su oído moviendo su pelvis para restregar su miembro con el húmedo sexo escuchando un leve 'sí' entre jadeos y suspiros—. Dime que es eso lo que quieres… Dímelo, Rukia… que ahora solo piensas en mí…

La joven gimió y curvó la espalda al sentir como metía un poco la punta para luego sacarlo y volver a repetir la acción una y otra vez. Si quería enloquecerla lo estaba consiguiendo.

—¡Sólo en ti! —exclamó con los ojos cerrados intentando buscar las palabras y formular frases coherentes—. ¡Ahora sólo existes tú! ¡Nadie más! ¡Te quiero dentro! ¡Eso es lo que quiero!

Ichigo apretó la mandíbula sintiendo el placer de escuchar esas palabras con la voz de Rukia rota del deseo y se incrementó cuando resbaló su miembro dentro de ella lentamente hasta el fondo. Los dos gimieron y se quedaron un rato parados y mirándose con los ojos entrecerrados y respirando por la boca, disfrutando de esa magnífica sensación.

Sin desconectar sus miradas, Ichigo se movió para embestirla una vez y volver a detenerse haciéndolos gemir. Seguían mirándose cuando lo volvió hacer, y otra vez, y otra, aumentando el volumen de sus voces y del calor en sus cuerpos, de la velocidad de la sangre y de la electricidad en sus nervios.

Él ya no detenía sus embestidas, la penetraba sin compasión sin poder pensar en otra cosa que en ella y en seguir haciéndolo. Cerraban los ojos cuando el latigazo de placer era demasiado intenso pero seguían mirándose, llevando todos sus sentidos a unos niveles a los que nunca habían llegado.

—¡Ichigo!

—¡Sí!… gime mi nombre…. Rukia —le dijo el pelinaranja soltándola de las manos y sujetándola de la cabeza para no perderse ningún gesto—. Mírame.

—¡Ichigo! —volvió a exclamar la morena sin ser capaz de pronunciar otra cosa que no fuera ese nombre. Llevó sus manos ahora libres al trasero masculino para seguir su movimiento y apretarlo contra ella y así aumentar ese placer que no sabría como describir ya que nunca antes lo había sentido con tanta intensidad. El mirarse a los ojos mientras la llenaba era algo indescriptible. Se perdía en aquellos brillantes ámbar que la mantenían atada a él como con un hilo invisible.

Se besaron fogosamente al advertir como se acercaban a un punto de no retorno donde todas su terminaciones nerviosas y sus células estallarían haciéndolos sucumbir. Ichigo continuó moviéndose notando como todo se acumulaba en una zona y que pronto no iba a poder aguantar más. Rukia. Rukia. Rukia. Es lo único que pensaba en ese momento.

Separaron sus bocas cuando tras unas embestidas más alcanzaron a la vez un esperado y arrollador orgasmo. Gimieron abrazándose para continuar sintiendo el calor del otro cuando el clímax hizo que sus mentes los abandonaran por completo, llevándolos a los dos a un estado incomparable. Sensaciones únicas recorrían cada rincón de sus cuerpos.

Cuando Ichigo pudo moverse, salió de dentro de ella y se dejó caer a su lado boca arriba, respirando agitado por la boca y con los ojos cerrados. Rukia estaba en las mismas condiciones.

—Nunca… nunca había… —hablaba la morena en cuanto encontró algo de voz, aunque muy bajita y casi susurrada— sentido… algo parecido. Ha sido demasiado…

—¿Intenso? —preguntó Ichigo pensando exactamente lo mismo. Que nunca había sentido algo así.

—Sí —respondió Rukia girando la cabeza hacia él, observándole con los ojos cerrados, su boca entreabierta y como su pecho subía y bajaba al respirar.

En ese preciso momento, completamente exhausta, con sus músculos entumecidos y su cuerpo rendido, se sintió feliz. Supo que lo que quería era estar con él. Las barreras que había construido alrededor suyo parecían quebrajarse y romperse en mil pedazos y se sorprendió a si misma deseando que se parara el tiempo para que Ichigo pudiera conocerla realmente. A ella y a todo lo que la envolvía. Estaba harta y cansada de guardar secretos, de mentir, de hacer ver que no pasaba nada y que todo marchaba correctamente. Estaba agotada.

—No quiero alejarme de ti, Ichigo.

Éste entreabrió los ojos al oírla y giró la cabeza para mirarla. Esbozó una pequeña sonrisa al ver que lo decía enserio.

—No voy a dejar que te alejes pero hazme un favor y sé siempre sincera conmigo, ¿de acuerdo?

—Lo intentaré —dijo Rukia antes de moverse como pudo para agarrar la sábana y taparlos a los dos. Si Ichigo no decía nada ella no iba a salir de esa cama ni de esa casa hasta mañana.

Él estiró su brazo para dar a un interruptor y apagar la luz de la habitación. Sintió que ella le abrazaba por la cintura y colocaba su cabeza encima de su pecho. Se alegró de que no se levantara y se fuera a su piso. Le daba igual que al día siguiente pudieran verla su familia, ahora solo quería dormirse junto a ella. Se acomodó mejor en el colchón abrazándola y manteniéndola cerca de él.

.

.

Byakuya estaba arrodillado en el suelo de una de sus muchas estancias enfrente de un armario abierto de color caoba. Dentro había una barrita de incienso encendida que ya le faltaba poco para acabar de consumirse y una fotografía en un marco dorado. En la imagen aparecía su amada esposa sonriendo con los labios y con los ojos, transmitiendo felicidad a cualquiera que la contemplara.

Él lo hacía todas las noches. Después de cenar y terminar algo de trabajo, venía a esta habitación antes de irse a la suya para meterse en aquella cama que le parecía más grande y solitaria cada día que pasaba. Muchos de sus familiares le habían preguntado por que no había colocado ese mueble con la foto de Hisana en su propio cuarto y él siempre respondía lo mismo. Que este era el lugar favorito de su mujer aunque ahora estuviera todo vacío. Aquí venía a leer y a pintar de vez en cuando, ya que decía que la luz que entraba por esas ventanas era más intensa que en las otras.

Recordaba muchas veces salir del despacho y verla sentada en un sillón dormida con un libro abierto y descuidado en su regazo… nunca se olvidaría de las sombras que proyectaba en el suelo, de la suave respiración, de sus largas pestañas, de sus finos labios…

Byakuya agachó la cabeza hablando con ella, diciéndole que la echaba de menos y que la amaba. Que lo haría toda su vida.

El sonido del móvil interrumpió los pensamientos. Lo sacó del bolsillo izquierdo del pantalón en el momento en el que el incienso llegó a su fin. Vio que era uno de los agentes de seguridad que había contratado para vigilar a Rukia.

—Es muy tarde para que me llames —le dijo enfadado en cuanto descolgó.

—Me ha parecido importante contarle lo que está pasando, señor.

El moreno frunció el ceño.

—¿Qué ocurre?

—La señorita Kuchiki vuelve a estar en casa de los Kurosaki.

—¿Otra vez? —preguntó levantándose del suelo.

—Sí. Por las ocho se han encontrado delante de la casa ya que la señorita se ha dirigido hasta ahí. He de decirle que se han besado antes de entrar.

Byakuya caminaba por la habitación pensando que no era nada bueno que se besaran en la calle.

—¿Qué más?

—Al principio no sabía que ocurría porque encendieron la luz de la planta de abajo pero luego enseguida la apagaron. Me he tenido que marchar porque unos vecinos me iban a ver y no era normal que me quedara ahí parado así que he esperado una hora más o menos hasta que ya no había gente por la calle para volver a la casa. Me he colado por el patio trasero y he visto una de las luces encendidas, las que supongo sería de la habitación del chico.

—¿Por qué terminas hablando en pasado? —cuestionó Byakuya sin perder detalle de cada palabra como buen abogado que era.

—Porque esa luz ya no está encendida. Está toda la casa completamente a oscuras.

Kuchiki frunció más el ceño.

—¡¿Se va a quedar a dormir ahí?!

—Eso parece. Llevo rato en la calle observando la puerta y no ha salido nadie… Espere, está entrando un coche al garaje. Desde aquí no puedo verlo bien pero seguramente sean los otros miembros de la familia Kurosaki.

—No me gusta nada que a Rukia no le importe quedarse ahí a dormir.

—¿Qué hago, señor? ¿Continúo vigilando?

—Sí. De momento continúa. Y cuando hagas el cambio de turno y venga tu compañero le dices lo mismo. Que vigile.

—Sí, señor.

Byakuya colgó y se guardó el móvil mirando por la ventana la oscuridad de la noche. Había subestimado la relación que tenía con ese Kurosaki. Al principio había pensado que solo era un amigo o un chico con el que pasaba el rato y se divertía, pero ahora parecía que eran algo más. Rukia podría darle un abrazo a un amigo en la calle pero que se besaran eso ya era otra cosa. Ya no era tampoco algo a escondidas.

—Tengo que cambiar el acuerdo —habló para si mismo pensando que tenía que tirar el papel que ya había redactado y escribir otro antes de entregárselo mañana—. No puedo dejar que Rukia se piense siquiera quedarse en Karakura por ese niñato.

Caminó hacia el armario y volvió a observar la fotografía de Hisana.

—Le voy a dar a tu hermana solo tres días para que me diga algo sobre mi trato así no tendrá más remedio que decir que sí. Estoy cuidando de ella como te prometí —le dijo antes de cerrar las puertas y dejar escondida la sonrisa de felicidad de su mujer hasta que mañana la volviera a buscar añorándola.
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.
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CONTINUARÁ…


¡Hasta aquí! ¿Qué os ha parecido? Uy estos dos jeje menudo cambio en su relación, lo de amigos con derechos se les ha quedado corto, a ver que pasa a partir de esta noche donde han tenido sexo un poco... diferente xD Rukia al final le ha dicho que no quiere alejarse de él jijiji

¿Y que me decís del fotógrafo aunque solo haya salido su nombre? Kensei Shiba, me hace gracia ponerlo de tío de Kaien pero es un personaje que personalmente me gusta bastante :D ¿Qué pensáis que pasará con lo de trabajar de modelo? ¿Y sobre lo que ha sentido Kaien hablando con Rukia? Creo que se ha dado cuenta tarde de lo que de verdad le importa o ¿que me decís vosotros?

A Rukia se le acaba el tiempo, Byakuya le va a dar tres días aunque ella aún no lo sabe. ¿Y sobre Senna y las fotos abrazando a Ichigo?

¡Comentarme y decirme que pensáis! Un COMENTARIO sube un +1 en inspiración y ganas! :DD
Abrazos y besos :)
¡Nos leemos!

4 comentarios:

  1. Oh por Dios!!! Maldito Byakuya!!! Nooo!!! TT____TT mas le vale a Kaien hacer lo correcto y advertirle a Rukia y a Ichigo sobre lo que la maldita de Senna hará >:C añlsdkañsld No quiero que se separen Q3Q..... JAJAJAJAJA no me imagino lo que Isshin hará cuando los encuentren en la habitación de Ichigo!!! JAJAJAJAJAJA ya quiero leer el próximo capítulo!!! >3< <3

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    1. Gracias por el comentario :) A ver que pasará en el siguiente capítulo ^^
      ¡Nos leemos! Besos <3

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  2. Maldito y sensual Byakuya que no los separe 0^0
    Me encanto *-----*
    Sigue así ^----^

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    1. Gracias! <3 Me alegro de que te haya gustado! Te espero en el siguiente capítulo :)
      Un abrazo, nos leemos!

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