IchiRuki Fanfic: Striptease capítulo 18

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STRIPTEASE
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CAPÍTULO 18
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ESPERÁNDOTE
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Unas niñas corrían de la mano riendo con la boca abierta a carcajadas. Una de ellas era mayor que la otra e iba por delante tirando de la pequeña para que la siguiera. Avanzaban por un campo verde con algunas flores de distintos colores desperdigadas por el paisaje sin seguir ningún patrón ni ningún dibujo. Libres de nacer donde quisieran.

Continuaron corriendo un tramo más hasta que la mayor soltó la mano de la pequeña. Ésta se quedó parada dejando de reír, extrañada de que la mayor siguiera hacia adelante sola.

—¡Hisana! ¡Vuelve! —gritó con su voz de niña.

De pronto, al escucharla, la mayor se detuvo y se giró hacia ella…
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Rukia abrió los ojos despertándose de ese sueño. Hacía tiempo que no soñaba con su hermana y tenía una sensación rara. Como si Hisana quisiera decirle algo al haber detenido su avance.

Se percató de que tenía la cabeza apoyada en un pecho masculino y sonrió al recordar que hoy no despertaba sola. Alzó el rostro hacia arriba y le vio durmiendo tranquilo con su respiración calmada. Pasó su brazo por la cintura de él y lo sujetó pegándose más pero sin querer despertarlo. Solo quería sentir con mayor nitidez su presencia.

—Tú eres mi presente… —susurró lo que se dijeron ayer por la noche.

FLASHBACK

—¿Qué me vaya a vivir contigo? —le preguntó Ichigo sorprendido.

Rukia se separó un poco de él avergonzada.

—Bueno, quizá me he precipitado un poco —se puso un mechón por detrás de la oreja—. Pero por lo menos quÉdate toda esta semana que viene.

Ichigo sonrió y no la dejó que se separa más agarrándola de la cintura.

—¿No puedes estar ni un segundo sin mí? —soltó con picardía.

Ella se rió.

—No es por eso, descerebrado —le dio un golpe en el pecho—. Es porqué no quiero verte triste ni pensando esas cosas que piensas con todo lo que está pasando con Senna.

El ojimiel dejó de sonreír pero no la soltó.

—Ya no pienso nada.

—Mentira, sí que lo haces. No quiero que sigas pensando que es culpa tuya.

—¿Y por qué no te vienes tú a mi casa? —sugirió Ichigo—. Ya te lo propuse antes. Así no tendrás que pagar el alquiler.

Rukia negó con la cabeza.

—Si voy a tu casa no tendremos la misma intimidad —se sonrieron con complicidad—. Además, el lunes empezaré a trabajar y podré pagar el alquiler sin problema. ¿Qué me dices? ¿Te vienes? Solo sería esta semana.

—Déjame que lo piense, ¿de acuerdo?

—Claro.

FIN FLASHBACK

Después de eso, ella le agarró la mano y lo llevó a su piso diciéndole que tenía que ducharse y descansar. Escuchó como Ichigo se rió por lo bajo sin decir nada más, dejándose llevar por ella.

Cuando llegaron, él se fue a duchar mientras ella preparaba algo para cenar. Estuvieron hablando del partido y de lo mucho que le había gustado verle jugar. Al final, cuando acabaron de comer y ella estaba de pie en el fregadero no sin antes decirle que se fuera a la cama a dormir, Ichigo la abrazó por detrás y le susurró que quería dormir con ella. La morena percibió dentro de su ser que ella deseaba lo mismo. Dejaron todo como estaba y apagando las luces se fueron a la habitación. Se metieron entre las sábanas desnudos e Ichigo atrajo a Rukia hacia su pecho abrazándola antes de caer rendido del cansancio. Ella no pudo sentirse más arropada que ahí entre sus fuertes brazos.

Rukia sonrió al recordarlo ya que de tan bien como habían estado no se movieron durante toda la noche y había amanecido con los dos en la misma posición.

Como pudo se zafó del abrazo con cuidado de no despertarlo y salió de la cama poniéndose un jersey y un pantalón ancho. Se acercó al radiador para encenderlo al notar lo frío que estaba el piso y fue al baño. Cuando salió caminó hacia su bolso y sacó el móvil para ver si tenía algún mensaje.

¿Llamadas perdidas de Byakuya? —se preguntó viendo todas las notificaciones que tenía. Al haberlo dejado en vibración no lo había oído. Apretó el contestador para escuchar un mensaje de voz que le había dejado.

“Rukia, si viene alguien de la familia a hablar contigo, diga lo que te diga, no firmes nada. ¿Queda claro? Tú diles que ya lo has firmado. Miénteles. Ya te lo explicaré”

La morena miró extrañada el móvil como si ahí hubiera alguna respuesta. ¿Un Kuchiki a hablar con ella? ¿Para que? ¿Qué no tenía que firmar?

No entiendo nada —pensó dejándolo en la mesa de la cocina replanteándose que tendría que llamar más tarde a su hermano para averiguar de que iba todo eso.

Escuchó a Ichigo gruñir y moverse y se esfumó ese pensamiento de su mente. Volvió a la habitación y se apoyó en el umbral con una sonrisa viendo como Ichigo estiraba los brazos desperezándose y entreabriendo los ojos mirando a su alrededor hasta que la encontró ahí parada observándole.

—Buenos días —dijo la morena.

Ichigo puso sus manos debajo de su cabeza y la miró de arriba abajo con picardía cuando le apareció un momento del pasado como un flash por su cabeza.

—Recuerdo que yo te dí unos mejores buenos días.

Ella arrugó la frente al escucharlo y se miró a sí misma viniéndole también el recuerdo.

Ichigo apareció en el umbral de la habitación y se sorprendió de verla despierta.

—Buenos días —le saludó el ojimiel, olvidándose completamente de que iba desnudo.

La morena paseó su mirada rápidamente por aquel atractivo cuerpo mordiéndose el labio inferior. Admiró esas piernas tonificadas y bronceadas, y sobretodo la V de los oblicuos que la dejaban viajar hasta su miembro. Ese chico tenía un cuerpo perfecto.

—Buenos días a ti —le sonrió pícara.

Rukia se rió.

—Menuda memoria tienes, fresita. Ni que esa mañana hubiera sido más especial que otra cualquiera —le soltó irónica cruzándose de brazos y mirándolo con una ceja alzada—. ¿O sí que lo fue?

Él también se rió.

—La mañana de la primera noche que pasamos juntos. Por supuesto que fue especial, pero no por ti —dijo siguiéndole la broma y estirando los brazos recolocándose mejor en el colchón—. Sino por lo bien que dormí en esta cama.

—¿Ah sí? —cuestionó Rukia apoyando el peso de su cuerpo en el otro lado de la cadera.

—Sí. Fíjate tú que pensé en echarte fuera porqué me dabas calor —la miró de reojo manteniendo una pequeña sonrisa juguetona en la comisura de los labios, viendo como la morena asentía con la cabeza y ponía los brazos en jarras.

—Vaya, pues entonces creo que me voy a pensar mejor la proposición de Renji.

A Ichigo se le borró la sonrisa de un plumazo.

—¿Qué proposición?

—Pues la de irme a vivir con él —le soltó haciéndose la interesante riendo internamente por la cara que tenía Ichigo. Era un auténtico poema. Incluso no pudo aguantar estar más tiempo estirado y se sentó—. Si tú estás tan cómodo en esta cama, quédate y yo me iré, chao —le dijo adiós con la mano y cerró la puerta.

Se puso a un lado tapándose la boca con la mano para no reír escuchando como Ichigo se levantaba de la cama y hacía ruido.

—¡EH! ¡RUKIA! ¿Cómo que te vas?! —abrió la puerta enfadado, con el bóxer puesto, yendo hacia la cocina—. ¿Dónde estás?

De repente, la morena le saltó a la espalda agarrándose a su cuello y envolviendo su cintura con las piernas riendo como una niña pequeña.

—¡Ayyy mi Ichiguito que se enfada si me voy de su lado! —exclamó estirándole de las mejillas.

—¡Pero serás cabrona!—no pudo evitar soltar una carcajada antes de intentar zafarse del agarre de sus piernas pero la morena lo tenía bien sujeto—. ¿Con que era una broma eh enana?

—¡Has caído como un tonto! —se reía mientras Ichigo caminaba de nuevo a la habitación—. ¡Esto te pasa por mentirme y decir que esa mañana fue especial por la cama!

—¿Sí? —cuestionó sonriendo travieso llevando sus manos hacia las axilas y la cintura de ella—. ¡Pues esto es lo que te pasa por hacerme creer que te vas!

Empezó a hacerle cosquillas haciendo que Rukia rompiera a reír escandalosa dejando de envolver el cuello bronceado con los brazos para intentar quitarse esas manos de encima. Ichigo aprovechó ese momento para tirarla a la cama y subirse encima de ella para que no se pudiera mover y así continuar haciéndole cosquillas.

—¡Para! ¡Para! —se reía llorando moviendo la cabeza de un lado al otro—. ¡Ichigo para! ¡No! ¡No! ¡Déjame!

—¡No hasta que me pidas perdón, Shinigami! —le ordenó riendo él también por la situación y por verla a ella. Era imposible que una risa no se le pegara.

—¡Para por favor!

—¡Pídeme perdón!

Rukia no pudo soportarlo más.

—¡Perdón! ¡Perdón! ¡Para ya!

El ojimiel antes de detenerse se grabó en la mente el rostro de Rukia, su risa, el momento que estaban viviendo… todo. Cuando paró, aún riendo, se quitó de encima de ella y se sentó en el lado donde siempre dormía él apoyando la espalda en el cabezal con las rodillas flexionadas hacia arriba. Observaba como poco a poco la joven iba dejando de reír mientras se abrazaba el estómago que seguramente debía de dolerle.

Rukia suspiró aún con los ojos cerrados disfrutando de aquél añorado dolor. Uno que pensó que jamás volvería a tener. Se convertía de nuevo en aquella niña a la que Ukitake le hacía cosquillas para que riera hasta que no pudiera más.

—Creo que es la primera vez que te oigo reír así —escuchó la voz de Ichigo trayéndola de nuevo a la realidad y abrió los ojos girando el rostro hacia él. Se dio cuenta en ese momento que estaba con el cuerpo estirado atravesando la cama con la cabeza en el lado derecho y las piernas en el izquierdo.

—Hacía mucho tiempo que nadie me hacía cosquillas —susurró sin apartarle la mirada.

—Pues si tengo que volver a hacértelas para escucharte de nuevo, te las haré.

La morena sonrió de lado alzando las finas cejas.

—¿Es una amenaza?

Ichigo sonrió de la misma manera.

—En toda regla.

Se rieron flojito y se quedaron mirando en silencio con el rostro relajado. No hacia falta decir nada. No había silencio incómodo entre ellos. Hubieran podido quedarse así, detenidos en el tiempo, olvidando todo lo demás si no lo habían olvidado ya desde que Rukia le había dado los buenos días.

—¿Renji te ha propuesto eso? —preguntó Ichigo apoyando sus antebrazos encima de las rodillas.

—Sí que lo ha hecho pero le he dicho que no. Vive lejos del centro y allí no tendríamos tanta intimidad. Igual que lo que te dije a ti cuando me dijiste anoche de quedarme en tu casa —le respondió viendo como él asentía—. ¿Te has pensado lo de quedarte la semana que viene conmigo?

—Ayer no te respondí nada porqué me pillaste de sorpresa pero estoy seguro de que tanto tú como yo ya sabemos mi respuesta —dijo Ichigo firme mirándola a los ojos, transmitiéndole que quería estar con ella—. Sólo deja que le pregunte a mi padre antes.

—Vale.

Ichigo se levantó de la cama.

—Voy al baño.

Rukia le observó salir antes de mirar hacia el techo.

—¡No me apetece hacer nada hoy!

—¡Pues no hagamos nada! —se escuchó desde el aseo—. Al fin y al cabo hoy es domingo.

—¿No tenía que darte Kaien tus cosas de la taquilla del gimnasio?

Ichigo se asomó por la puerta secándose las manos con la toalla.

—Le dije que me pasaría por su casa para recojerlo. Me contó que estaría allí todo el día porqué es el cumpleaños de su madre o algo así —explicó volviendo al baño para dejar la toalla y saliendo de nuevo. En vez de sentarse donde estaba, se estiró al lado de ella pero boca abajo, apoyando su cabeza en la mano derecha con el codo hincado en el colchón.

—Mañana tienes entreno ¿verdad? —él asintió y ella respiró hondo antes de hablar—. El martes si quieres, después de que salgas de clase… me gustaría que me acompañaras a ese otro sitio, ¿te acuerdas?

—Claro que me acuerdo y por supuesto que quiero acompañarte —le respondió sincero bajando su rostro para acercarlo al de ella. Se rozaron la nariz y se sonrieron antes de juntar sus labios en un pequeño roce. Se separaron, volviendo a mirarse, y se acercaron de nuevo con la intención de profundizar el beso cuando unos golpes del piso de arriba los hizo detenerse.

¡AHH! ¡SÍ!!! ¡Kisuke! —los gemidos de aquella mujer se escucharon desde el techo. Ellos dos miraron hacia allí con las cejas levantadas.

¡OHH Yourichi!! ¡¡No pares de saltar!!

—¿Quiénes son esos? —preguntó Ichigo con diversión.

—Mis caseros. Están siempre así. Me extraña que no los hayas oído antes —dijo Rukia medio riendo y medio extrañada—. Aunque no tengo ni idea de porqué están arriba cuando ellos viven en esta planta al final del pasillo.

¡Más! ¡Más!

—Quizá esté el piso vacío y han querido aprovecharlo —opinó Ichigo volviendo su mirada a la morena que tenía a su lado. Ella aún miraba hacia arriba sin entender.

—Pues vaya, ¿Qué pasa? ¿Qué si dejo mi piso un tiempo también querrán aprovecharlo o que?

Ichigo coló una mano por debajo del jersey de Rukia y empezó a acariciarle vientre.

—Tu piso no lo vas a dejar —vió como la joven relajaba el rostro y regresaba sus ojos a él—. Además ya lo aprovechamos bastante nosotros.

Se sonrieron con pícardía al seguir escuchando los golpes que hacía la cama y los gemidos de aquella pareja. Rukia se mojó los labios antes de apretar sus anchos hombros para darle la vuelta y ponerse a horcajadas encima de su pelvis.

—Si te vienes aquí… —empezó a hablarle bajando su torso para pegarlo con el de él y continuó sobre sus labios— podemos hacerles la competencia durante toda la semana.

Se besaron amoldándose el uno al otro.

—Mmm, eso me suena a chantaje —llevó sus manos al trasero de ella y se lo apretó escuchándola jadear—. ¿Quieres que le diga eso a mi padre? —la vuelve a besar—. Seguro que así sí que deja que me quede.

Juntaron sus bocas de nuevo lentamente de una forma erótica y húmeda moviendo cada uno su propio cuerpo para restregarse. Ichigo subió sus manos para agarrar el jersey de Rukia y se lo fue quitando deseando ver sus pechos. Ella se apartó un poco estirando los brazos para que se lo sacara por la cabeza. Notó como el ojimiel la levantaba un poco para ponérselos delante y así poder lamerlos y besarlos.

—Ichigo… —susurró Rukia apoyando los antebrazos en el colchón dejándole debajo para que continuara prodigándole esas caricias.

—Dijiste que este… —habló Ichigo abriendo su mano derecha bajándosela por su vientre y colándola debajo de su pantalón y de su ropa interior— era mi lugar.

—¡Sí! —Rukia no tardó en comenzar a gemir poniéndose a cuatro patas encima de él al sentir dos dedos entrando y saliendo de su interior.

El ojimiel la contemplaba desde ahí disfrutando de las facciones de su rostro y como el cabello corto le caía por los costados de la cara, moviéndose al compás como un velo oscuro. Se descubrió pensando que quería vivir cada día como esa misma mañana. Verla reír hasta llorar y verla gemir hasta sucumbir. Pasar de admirar un rostro para pasar a otro y así sucesivamente.  No habría manera de ser infeliz viviendo así.

La morena cuando no pudo más se quitó de encima apartándose para poder quitarle el bóxer y contemplar la erección que ya tenía.

—Y tú dijiste que ibas a hacerme tuya todos los días ¿no? —se estiró en la cama para quitarse la ropa que le quedaba siendo ayudada por él.

—Siempre cumplo lo que digo —le abrió las piernas y se colocó en medio penetrándola enseguida.

—¡AHH!

—Ahora nos toca gemir a nosotros —le susurró Ichigo en el oído—. No te cortes. Que nos oigan.

A Rukia esas palabras la excitaron mucho más e incitó a Ichigo moviendo sus caderas a la par de las embestidas.
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—¡Ichigo! ¡Más fuerte!

—¿Has escuchado? —preguntó Yourichi desnuda debajo de las sábanas a un Urahara de pie subiéndose el pantalón.

—¿El que?

—¡Oh Rukia!

La mujer se echó a reír pataleando en la cama.

—Al parecer no somos los únicos escandalosos. Aunque es la primera vez que oigo a Rukia gemir.

—Porqué es la primera vez que estamos en un piso que no es el nuestro —razonó Urahara—. Fue idea tuya hacerlo aquí.

¡Más Ichi! ¡Más!

—¿Y que hay de malo? El inquilino se fue ayer y los pisos de este lado del edificio son más calientes que los otros —señaló por la ventana—. ¿Ves toda la luz que entra?

El rubio pasó de ella centrándose en escuchar los gemidos de los de abajo.

—¿El chico será el mismo que el de la otra vez?

—¿Qué otra vez?

—Cuando fui a decirle a Kuchiki-san sobre lo del alquiler que aún no había pagado, ví que estaba con un chico con el pelo naranja —sonrió detrás de un abanico—. Antes de picar ya la escuché gemir un poquito.

¡Joder Rukia! ¡Sí! ¡Así!

La mujer se mordió el labio inferior.

—Pues sea ese mismo joven o no, la voz que tiene me parece muy excitante.

—¡Yourichi-san! —exclamó Urahara—. ¿Qué cosas dices?  ¿Estás pretendiendo ponerme celoso?

¡Un poco más! ¡Ya casi!

Ella soltó una carcajada.

—Solo tengo ojos para ti, cariño —dijo antes de escuchar como esos dos gimieron a la vez mucho más fuerte, dejando después todo en silencio—. Mira, ya han acabado. Nos vuelve a tocar a nosotros.

—¿Cómo que nos vuelve a tocar? Yo quiero descansar un poco —soltó Urahara caminando hacia el salón.

—¿Ah? ¡Pero si ya has descansado! —le gritó Yourichi fastidiada—. ¡Yo quiero otro ahora! ¡Seguro que ese chico tiene más aguante que tú!
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—¿Cómo te encuentras, Senna? —preguntó el médico.

Éste había venido enseguida en cuanto las enfermeras le avisaron de que la paciente había despertado. Entró en la habitación de la pelivioleta y, después de saludar a sus padres, se dirigió a ella que estaba estirada en la cama con los ojos cerrados.

—Me duele la cabeza y el estómago —respondió Senna con voz apagada  tocándose de nuevo la gasa de su frente.

—No te toques eso, moverás los puntos que te hemos dado —le apartó la mano y le agarró el rostro acercando una pequeña linterna—. Abre los ojos y mira la luz.

—Doctor, ¿cree que pronto podremos llevarla a casa? —quiso saber el padre.

—Las pupilas reaccionan correctamente —dijo el médico más para sí mismo que para los demás antes de dirigirse al otro hombre—. Aconsejo que se quede aquí unos días para que vayamos viendo su evolución después de la diálisis que ha tenido durante toda la noche. Tenemos que ver si en su sangre ya no hay rastros de ese fármaco —la miró observando que se estaba quedando dormida de nuevo—. Además está aún muy cansada. Por suerte, la fractura del cráneo no es grave y no le ha provocado ninguna lesión interna pero aquí la atenderemos mejor que en su casa.

Los padres asintieron al estar de acuerdo. La mujer al ver que su hija había caído rendida al sueño otra vez aprovechó para hablar con el médico sobre un tema importante.

—¿Y con respecto al hecho de que se tomó ese medicamento?

—Sí. Le he contado este caso al departamento de psicología y me han dicho que en cuanto Senna se encuentre mejor vendrá uno de los especialistas a hablar con ella. Están acostumbrados a este tipo de casos y estoy seguro de que ayudarán mucho a su hija.

—Gracias Doctor. Por todo —agradeció el padre estrechándole la mano.

—De nada. Para cualquier cosa, avisen a las enfermeras.

—Eso haremos, gracias —dijo la madre viendo como el médico salía de la habitación. Suspiró cuando estuvieron solos—. Es muy buena idea lo de que Senna hable con algún psicologo.

—Estaría bien que la hicieran olvidarse de Ichigo —soltó el hombre sentándose en un sofá que había ahí.

—Deberías pedirle perdón —sugirió la mujer sentándose a su lado—. Está claro que Ichigo no le ha hecho nada a Senna. Es ella la que está confundiendo cosas.

—¿Cómo lo sabes?

—No sé, llámalo intuición femenina —alzó los hombros y miró hacia Senna—. Cuando estaban juntos nunca ví ningún gesto ni ninguna palabra mala de él hacia ella. Me parece raro ahora creer que es por culpa de ese chico que nuestra hija esté así.

El padre se quedó pensativo.

—Tienes razón en eso. Yo tampoco he visto nunca que él se portara mal con ella. Siempre me ha parecido un buen chaval —se quedó callado un rato y miró a su mujer—. ¿Lo viste cuando entramos en urgencias? Estaba con una chica.

—Sí que lo ví pero quizá era sólo una amiga.

—Estaban muy juntos y él tenía apoyada la frente en su hombro. No tengo ni idea de cómo serán ahora las amistades entre un hombre y una mujer de esa edad pero a mí me pareció que ahí había algo más.

—Bueno si es así, a nosotros ni nos va ni nos viene. Ichigo tiene derecho a hacer su vida aunque no sea con nuestra hija.

—A nosotros no pero a ella sí que le importa ese tema —volvió a dirigir su mirada a la joven—. Todo lo que ella pudiera haber estado sintiendo aún por Ichigo durante todo ese tiempo separados, ha ido aumentando por ver que él ahora está con otra chica. Estoy seguro.

—¿Por celos? —preguntó la mujer viendo como su marido asentía—. Puede ser…
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Si el gimnasio el día de ayer en el partido había estado repleto de gente, la casa de Kaien en ese momento no estaba muy lejos de estar igual. Toda la familia se había reunido para celebrar el cumpleaños de su madre.  Los abuelos, los tíos, los hermanos, los primos, los suegros, los consuegros, los sobrinos… todo el mundo estaba ahí. Kaien estaba feliz de ver a su madre y a su padre tan contentos de recibir a tanta gente pero él ya no podía más. Sobretodo porque estaba cansado de tener que responder a…

—Kaien, ¿Qué tal el partido ayer?

A esa pregunta. Había perdido la cuenta de cuántas veces la había escuchado desde que empezó la fiesta.

—Bueno —se rascó la nuca poco dispuesto a tener que decir a su abuela materna la misma respuesta que le había dicho a todos los demás—. Íbamos ganando pero se tuvo que suspender por un accidente que ocurrió.

—¿Qué accidente? —preguntó uno de sus tíos que no se había enterado aún de lo ocurrido.

—Pues se ve que una chica se desmayó en medio de la pista —le respondió una de sus tías que ya había hablado con Kaien antes.

—Ay madre mía, pobrecita —la abuela se llevó las manos a la boca del susto.

El joven aprovechó que su tía empezó a contar todo para escabullirse y así no tener que contar nada él de nuevo. La verdad es que no sabía que pensar de lo que pasó con Senna.

Ver como sus ojos se ponían en blanco y se desplomaba en el suelo como si fuera una muñeca sin vida había sido demasiado impactante como para que se te olvidara de la noche a la mañana. ¿Qué había pasado para que se desmayara de esa manera? ¿Qué hacía en medio de la pista si se encontraba así?

Esperaba que no fuera por Ichigo, aunque ese grito que pegó llamándolo daba muchas pistas de que era por él. ¿Pero que quería conseguir haciendo eso? Kaien suspiró negando con la cabeza, pensando que no estaba bien que se preguntara esas cosas si no sabía si eran ciertas o no. Tenía ganas de enterarse de la situación en la que se encontraba realmente.

Kaien salió de su casa para que le diera un poco el aire recordando que Ichigo se pasaría por ahí para que le entregara sus cosas. Bajó las escaleras de la entrada y salió por la pequeña verja metálica sorprendiéndose en el acto de ver quien estaba fuera acercándose por la calle.

—Miyako —la llamó ya que ésta iba mirando el móvil.

La chica alzó la mirada y dejó el teléfono en el bolso, sin esperarse encontrárselo fuera de la casa.

—Hola Kaien, venía a felicitar a tu madre y a darle un regalo —dijo alzando la bolsa que llevaba en la otra mano.

El moreno sonrió.

—Te acuerdas todos los años, estoy seguro de que le hará ilusión verte.

—¿Ella sabe algo de lo… nuestro ahora?

—No, he preferido no decirle nada. Ni a ella ni a mi padre. A nadie. No porqué esté seguro de que vayas a volver conmigo sino porqué no quería decir nada hasta que no fuera algo seguro.

Miyako asintió.

—Lo entiendo. Es mejor así. Yo tampoco les he dicho nada a los míos —sonrió avergonzada mirando hacia otro lado—. Y me están todo el rato preguntando que porqué no vienes a casa.

El joven se rió flojito encantado por eso.

—¿Enserio? Bueno… —se pasó la mano por el pelo antes de mirarla fijamente— eso lo tienes que decidir tú, si vuelvo a tu casa o no.

—Ya lo sé —dijo manteniéndole la mirada—. Y la estoy pensando seriamente esa decisión. No me voy a dejar guiar por lo que piensen mis amigas ni nadie. Solo lo que yo sienta que quiera hacer.

—Me alegra oír eso, Miyako. Esperaré el tiempo que haga falta hasta escuchar lo que hayas decidido —levantó la mano pidiéndole la suya—. ¿Entramos?

—Sí —le agarró la mano y le siguió por donde había salido él hace un rato. Sentía el calor que le transmitía por la piel y deseó que no la soltase cuando entraran en su casa.

Como si le hubiese leído el pensamiento o simplemente porqué él tampoco quería soltarla, no lo hizo. Llegó hasta donde estaba su madre, sentada con sus dos hermanas en la mesa del salón, caminando con Miyako de la mano.

—Mamá.

La mujer se volteó y enseguida esbozó una gran sonrisa al ver a la novia de su hijo.

—¡Miyako! ¡Cuánto tiempo guapa! —se levantó y la abrazó.

—Felicidades señora Shiba —la felicitó devolviéndole el abrazo y sonriéndola cuando la tuvo enfrente—. Le he traído un regalo.

—Que atenta eres, no te olvidas ningún año —elogió la mujer agarrando la bolsa y poniéndola encima de la mesa para sacar el regalo y empezar a desenvolverlo.

Las tías de Kaien miraban atentas al igual que Miyako para ver la reacción que ella tenía. El único que no miraba hacia la mesa era el moreno. Observaba a Miyako de reojo sin que ella se diera cuenta. Sus pensamientos no variaban de lo que pensaba todos los días que la veía. Estaba hermosa. Siempre se había sentido un privilegiado por poder contemplarla sin el uniforme del instituto, vestida de forma sencilla con ropa de calle.

La madre sonrió encantada al ver que era el regalo.

—!Que bolso tan bonito! ¡Es precioso Miyako! —se volvió hacia la joven y la abrazó de nuevo—. ¡Muchas gracias guapísima!

—Me alegro de que te guste —le sonrió ilusionada de que hubiera acertado.

—Me ha encantado —miró a su hijo y le pellizcó la mejilla—. Y tú que me dijiste que quizá no vendría hoy.

Kaien se pasó la mano por el pelo sin saber que decir cuando Miyako habló en su lugar.

—Tenía cosas que hacer en casa y no iba a poder acercarme pero al final he podido escaparme un rato.

—Pues me ha hecho mucha ilusión. Ya sabes que tanto para mí como para mi marido eres una más en la familia.

La joven se sonrojó y sonrió asintiendo con la cabeza.

—Bueno, nosotros nos vamos a dar un paseo ¿vale? —dijo Kaien agarrando de nuevo la mano de Miyako—. Hasta luego mamá, hasta luego tías.

—¡Hasta luego! —se despidieron las tres.

Se alejaron pasando por los demás miembros de la familia, saludando y hablando lo justo con algunos de ellos, hasta que llegaron a la puerta.

—Como siempre no te gusta estar mucho con tu familia —dijo Miyako divertida mientras se ponía su abrigo para salir a la calle.

—Ya sabes que me agobian mucho estas reuniones familiares, todo el mundo te pregunta lo mismo y tú tienes que repetirlo una y otra vez —se puso también su abrigo y salieron fuera—. Me cansa eso.

La joven se rió bajando las escaleras detrás de él y llegando a la calle. Kaien carraspeó y la miró.

—Mmm… ¿quieres que demos una vuelta? Le he dicho eso a mi madre para que pudieramos salir pero tú decides —dijo el moreno deseando que aceptara y así poder pasar más tiempo con ella.

Miyako no se lo pensó mucho.

—Claro, demos ese paseo.

Se sonrieron y empezaron a caminar uno al lado del otro, notándose los dos extraños por esa pequeña distancia entre ellos cuando siempre habian ido agarrados. Ya fuera de la mano, del brazo, por la cintura… era muy extraño caminar sin estar así y anhelaron ese contacto.

—Menudo susto lo que pasó con esa chica, ¿sabes quién era?

—Es la ex novia de Ichigo —le respondió viendo como ella se sorprendía—.No tengo ni idea que le ha pasado.

—Vaya... pues espero que sea lo que sea se mejore pronto.

Se quedaron un rato en silencio hasta que Kaien habló para romperlo.

—¿Te gustó el partido? Bueno, el rato de partido que pudimos jugar.

—Ya sabes que siempre me gusta verte jugar. Lo llevas en la sangre. Has nacido para eso.

Kaien miró hacia el suelo.

—El entrenador nos dijo que en algunos partidos del campeonato vendrían ojeadores del equipo nacional de baloncesto.

—¡Eso es genial! —exclamó contenta pero al ver como él no sonreía y solamente levantaba la vista hacia delante, se extrañó—. ¿Qué pasa Kaien? Estar en ese equipo es tu sueño. Sería estupendo que te ficharan.

—¿Crees que me ficharían?

—Por supuesto que sí. No tengo duda sobre eso. En cuanto te vean, se quedaran pasmados, ya lo verás.

El moreno respiró hondo antes de hablar sintiendo dentro de él que tenía que soltar lo que desde ayer por la noche había estado pensando.

—No sé si sigo queriendo entrar en ese equipo.

Miyako arrugó la frente y se puso delante de él parándolo.

—¿Qué estás diciendo? Es tu sueño desde siempre. Desde que te conozco llevas diciéndome eso.

—Pues puede que ahora ya no sea mi sueño —la miró fijamente con el rostro serio—. ¿Qué sentido tendría entrar en ese equipo sino estoy contigo?

El corazón de la joven se saltó un latido antes de que ella empezara a negar con la cabeza.

—No digas eso, ¿qué mas da que estés conmigo o no?

—Eso lo cambia todo, Miyako —se acercó y la agarró de los hombros gentilmente—. Este tiempo que hemos estado juntos solo era capaz de ver el baloncesto como mi meta porqué ya te tenía a mi lado. Pero… ahora que no estamos juntos… sé que mi sueño es estar contigo. El baloncesto es un deporte que me gusta y que me hace sentir vivo —apoyó la frente en la de ella que no dejaba de mirarlo con sus ojos brillantes—. Sin embargo, nada se compara a mi deseo de querer estar a tu lado.

Miyako cerró los ojos percibiendo el calor de Kaien en cada palabra, en cada mirada, en su presencia. Todos los sentimientos que le hacía sentir brotaron de sus ojos en pequeñas lágrimas.

—Si esta es tu forma de llegar a mí, lo estás consiguiendo y no me gusta —susurró ella—. Me parece que soy demasiado fácil para ti.

Kaien no pudo evitar esbozar una pequeña.

—No es que seas fácil, es que yo ya llegué a ti hace tres años —despegó sus frentes y levantó las manos despacio para rozarle las mejillas—. Y te recuerdo que me lo tuve que currar muchísimo.

—Lo recuerdo —sonrió y abrió los ojos—. Eras incasable.

—Tú merecías la pena el esfuerzo. Aún lo mereces —suspiró completamente enamorado de ella—. Lo merecerás siempre.

Miyako levantó sus manos y le agarró por las solapas del abrigo. Se miraban a los ojos, contemplándose en silencio, escuchando sus respiraciones, viendo como en algunas ocasiones la mirada se escapaba hacia la boca del otro y es que los dos deseaban lo mismo pero ella estaba segura de que él no daría el primer paso. Lo sabía. Él estaba esperando que fuera ella la que decidiera el siguiente movimiento. O besarse o separarse.

—¿Si te pido algo, me prometerás que no lo tomarás como que me he olvidado de todo? —preguntó Miyako notando como algunos dedos de él se colaban por su cabello yendo a parar a su nuca. Eso la puso más nerviosa—. Necesito más tiempo pero sé que necesito esto también.

—Te lo prometo —respondió impaciente por lo que le fuera a pedir.

Ella se mordió el labio inferior antes de hablar.

—Necesito que me beses. Necesito saber si siento rechazo al saber que te has besado con otra aunque hubiera sido solo un roce. Quiero saber que siento.

Kaien apretó la mandíbula rezando porque no sintiera nada malo cuando la besara. Que fuera como siempre. Asintió y bajó el rostro para juntar sus labios con los de ella. Primero se rozaron suavemente sintiendo un hormigueo en ellos al haberlos extrañado. Después, poco a poco, fueron moviéndolos sincronizándose enseguida. Era un beso dulce, sin abrir demasiado la boca y sin rozar sus lenguas. Como si fuera un primer beso. Eso es lo que era.

Se separaron despacio y entreabrieron los ojos para mirarse. El moreno se sentía en el cielo por haber podido volver a besar los labios de la mujer que amaba pero tenía el corazón en un puño, esperando la respuesta de ella.

La joven suspiró experimentando una sensación de alivio al no haber sentido ni una pizca de rechazo. Todo lo contrario. Se tenía que mantener firme en su decisión de ir despacio para no agarrar a Kaien del cuello y darle un beso que los dejaran sin aliento. Como los que solían darse antes.

—¿Y bien? —preguntó Kaien al no aguantar más la espera.

Miyako sonrió de lado y se separó de él.

—No te voy a decir nada. Nos vemos mañana en clase.

Él suspiró sonriendo de la misma manera. No hacía falta que le dijera nada, su sonrisa hablaba por ella. No había sentido rechazo. En su interior estaba saltando de alegría como un niño pequeño el día de Navidad.

—Hasta mañana —se despidió perdiéndola de vista cuando giró en una esquina. En ese momento su móvil sonó. Lo sacó del bolsillo del pantalón y vio en la pantalla el nombre de Ichigo—. Hey tío ¿Cómo estás?…. Sí, no hay problema, pásate ahora por mi casa y te la doy.
.

.

Ichigo entró en su casa y se extrañó de ver todo a oscuras salvo por una luz que variaba de color y de intensidad que provenía del salón junto a unas voces y música. Se sacó los zapatos y dejó la mochila del entreno que había ido a recoger a casa de Kaien hacía unos minutos. Éste le había preguntado por Senna pero él no quiso decirle que se había tomado medicamentos. Simplemente le constestó que llevaba días sin comer. Al fin y al cabo, pensó Ichigo, tampoco le había mentido. Igualmente al ver la cara de tonto que a veces ponía Kaien supuso que contara lo que le contara a él le iba a dar igual. Cuando le preguntó por eso, el capitán le respondió que las cosas entre Miyako y él parecía que iban bien. El no pudo sino alegrarse por esa noticia.

Entró en el salón y vio que, como se había imaginado, la luz y el ruido provenían de la televisión donde su padre estaba viendo una película.

—Hola viejo —le saludó sentándose a su lado sorprendiéndole—. ¿Dónde están Karin y Yuzu?

—Vaya Ichigo, no te he escuchado entrar. Si que has mejorado a la hora de moverte con sigilo. Tus hermanas están con sus amigas por ahí.

—Yo no he mejorado nada, eres tú que estás absorto con la tele —señaló a la nombrada—. ¿Qué película es?

—Origen —respondió—. La he pillado del videoclub.

Ichigo asintió no sintiéndose muy comodo de que su padre estuviera viendo esa pelicula. Se quedó callado observando la escena en la que Leonardo DiCaprio y Marion Cotillard caminaban agarrados de la mano dentro del limbo donde habían quedado atrapados durante medio siglo. El pelinaranja miró a su padre y le vio contemplando la escena con el rostro serio, con la oscuridad detrás de él y con las luces bailando en su cara y en sus ojos. Él no supo que estaría pensando en ese momento, incluso no sabía si quería saberlo cuando su padre habló sin él decir nada.

—Tiene que ser bonito.

—¿El que, papá?

—Envejecer al lado de la persona que amas.

Ichigo respiró hondo.

—Supongo que sí.

—Hubiera estado bien tener esa máquina de los sueños para poder vivir con tu madre hasta hacernos viejos —le contó con su voz grave pero susurrada—. Luego al volver a la vida real pasaría lo que tuviera que pasar… pero los recuerdos de esos sueños me los quedaría para mí.

Ichigo recordó cuando vio al ex cuñado de Rukia observar la casa donde había crecido y vivido su esposa con el rostro serio seguramente añorando esos momentos en los que ella aún se paseaba por ahí. Él no pudo evitar preguntarse si su padre se sentía así tambien. Ahora, su progenitor, le respondía a esa pregunta de una forma abierta y clara. Tanto, que esas palabras le dolieron en el alma.

—A mamá no le gustaría verte así —le dijo Ichigo, con el rostro apenado, lo único que pudo pronunciar.

Isshin sonrió levemente para quitarle hierro al asunto al ver la cara que ponía su hijo.

—Ya lo sé, Ichigo. Es solo que a veces me da por pensar estas cosas. Nada más —observó que el joven agachaba la cabeza y al no querer que siguiera estando así, le agarró del cuello con el brazo y empezó a rotar su puño apretando en el cabello naranja. Éste empezó a gritar—. ¡Quita esa cara de estreñido, hijo mío! ¡Que tu padre está estupendamente!

—¡Suéltame viejo decrépito! —exclamó zafándose del agarre y haciéndole una llave con ese mismo brazo—. ¿Ahora qué eh?

—AY AY AY ¡Suelta a tu padre indefenso!

—¡Indefenso, los cojones!

—Estoy perdiendo el hilo de la película por tu culpa —le agarró de la pierna con el otro brazo y le estiró en el sofá echándose él encima.

—¡¿Por mi culpa?! ¡Si has sido tú el que ha empezado! —apretaba su espalda para que se levantara—. Me estás ahogando joder.

—¡Anda ya pero si soy un peso pluma! —se rió Isshin incorporándose para volver a sentarse en su sitio.

Ichigo hizo lo mismo colocándose bien la ropa fastidiado por fuera pero sonriendo internamente por dentro. Ponía la mano en el fuego de que su madre prefería verlo así.

—¿Y tú qué tal? —le preguntó el mayor al recordar todo lo que pasó ayer—. ¿Cómo estás?

—Bien —alzó los hombros—. Me sabe muy mal por Senna pero es que yo no puedo hacer nada por ella. Intenté hablarle y razonar las cosas pero con lo que pasó, veo que no sirvió para nada. Quizá incluso lo empeoró aún más.

—Tú no te comas la cabeza —le señaló como amenazándole—. Sobretodo no quiero que pienses que tú tienes la culpa como te dijo su padre ¿de acuerdo?

Ichigo sonrió al recordar a la morena que lo tenía loco.

—Eso es lo que me ha estado diciendo Rukia todo el rato. Que no es culpa mía y que no piense eso.

—Cada vez me cae mejor Rukia-chan —dijo Isshin contento—. ¿Estás bien con ella?

—Estupendamente —le respondió viendo como su padre asentía. Se decidió a sacar ahí el tema que quería hablar con él—. Me ha propuesto una cosa para esta semana que viene.

—¿El qué?

Se pasó la mano por el cabello naranja nervioso y avergonzado de hablar sobre este tema cuando él nunca le había dicho antes algo semejante. Irse un tiempo a vivir a casa de una chica con la que su padre sabía que se acostaba no era algo que saliera a conversación todos los días y nunca se imaginó que saldría tan pronto. Es más nunca se imaginó que tuviera que hablar de eso con su padre ya que él quería irse a vivir a la capital cuando empezara la universidad. Allí si que ya no tendría que pedir permiso para nada. Su piso, sus normas.

—Como me ve que estoy un poco agobiado con esto de Senna, me ha propuesto que me quede con ella toda la semana para… —no pudo continuar hablando ya que su padre le cortó.

—Perfecto, empieza a hacer la maleta. Quédate el tiempo que necesites en su casa. Mientras no faltes a clase por mí no hay problema.

Ichigo se quedó con la boca abierta desde que le había cortado escuchando la respuesta de su padre. Parpadeó varias veces antes de retomar la conversación.

—¿Así sin más?

—¿Qué quieres que te diga? —preguntó su padre extrañado—. ¿Quieres que me niegue?

—No, por supuesto que no. Yo quiero estar con ella pero… —su padre le volvió a cortar.

—Pues ya está —le sonrió y le dio unas palmadas en el hombro—. ¿Sabes Ichigo? Si hubiera sido con otra chica quizá te diría que no pero ya te dije lo que vi cuando vino a cenar a casa. No se me olvida la forma en la que la mirabas y quiero que sepas que ayer en urgencias, cuando estabais sentados juntos, te la volví a ver.

Ichigo se sonrojó y carraspeó.

—Solo me alegraba de que estuviera ahí.

—Por eso te digo que hagas la maleta y te vayas con ella, para que siga alegrándote. No quiero ver a mi hijo triste y si Rukia-chan consigue que no lo esté pues bienvenida sea ¿no?

El ojimiel relajó el rostro y se rió por lo bajo levantándose del sofá.

—Menudo razonamiento, viejo.

—¿Tengo razón o no, chaval?

—Mucha —respondió escuetamente con una sonrisa en los labios caminando hacia las escaleras. Cuando empezó a subir escuchó la risa de su padre. En ese momento, deseó llegar a ser algún día la mitad de fuerte que él—. Mamá, te enamoraste del mejor padre del mundo.
.

.

Rukia estaba sentada en el sofá con la televisión encendida pero sin hacerle caso. La oscuridad se había adueñado ya del cielo aunque solo fueran las ocho y había tocado encender las luces de dentro. La morena no dejaba de mirar las llamadas perdidas que le había hecho su hermano y de volver a escuchar el mensaje, intentando entender de que iba eso. Lo había llamado y le había escrito pero no había obtenido ninguna respuesta.

Lanzó el movil al lado vacío en el sofa y se echó hacia atrás empezando a hacer zapping para encontrar algo interesante. Cuando topó con una serie policiaca escuchó el sonido de un mensaje en el móvil. Rápidamente lo agarró y lo abrió pensando que sería de su hermano. Al ver que era de Ichigo, tampoco se desilusionó.

"Mi padre me ha dicho que no hay problema. Estoy haciendo la maleta pero tampoco me llevaré muchas cosas, total estoy a dos pasos de casa. Ves haciéndome hueco en el armario. Hasta ahora enana."

Rukia sonrió moviendo sus piernas contenta por saber que Ichigo se quedaba con ella. Suspiró encantada y se levantó para hacer lo que le había dicho. Hacer hueco en el armario. Lo abrió y empezó a pensar como colocar las cosas. De pronto, escuchó que alguien picaba a la puerta. Se extrañó, acercándose, ya que Ichigo era imposible que fuera. Un sentimiento interno le hizo hablar antes de abrir.

—¿Quién es? —alzó la voz.

—Soy Kuchiki Shinrei, el tío de Byakuya —se escuchó por fuera dejándola completamente helada y muda—. Ábreme, por favor, Kuchiki Rukia. Tenemos que hablar.

Rukia empezó a temblar boqueando como un pez fuera del agua. ¿Qué hacía ese hombre ahí? ¿Qué tenía que hacer? No podía ni moverse. ¿Tenía algo que ver con las llamadas de su hermano? ¿Qué….que

—Ábreme, no tengo todo el día.

—No —intentó hablar tragando saliva para mojar su garganta que se había secado en un segundo—. No tengo nada que hablar con usted. Márchese.

—No me voy a marchar y se equivoca, sí que tiene algo que hablar conmigo. Le advierto que tengo en el portal a dos agentes de seguridad que no dudaran en echar la puerta abajo si yo lo ordeno. Será mejor llevar esto de una forma civilizada.

Rukia apretó los puños pensando que no salía de una para meterse en otra. ¿Qué narices tenía que hablar con ese hombre? Se acercó despacio al manillar de la puerta y abrió con temor de encontrarse con él cara a cara. Hacía muchos años que no lo veía. Concretamente dos. Desde el funeral de su hermana. Aún lo recordaba. Al lado de un Byakuya roto, impasible con el rostro serio como si fuera una estatua que ni sentía ni padecía. Hubo mucha gente aquel día a la que hubiera echado a patadas de allí. Menos a su hermano, a toda la familia Kuchiki.

Abrió completamente la puerta sintiendo como su cuerpo y su mente pasaba de tener miedo a estar enfadada. Seguía teniendo ganas de echarlo a patadas o de cambiarle ese rostro impávido.

—Me va a decir lo que tenga que decirme aquí. No le voy a dejar entrar en mi piso.

—¿Su piso? —cuestionó observando lo que podía ver desde ahí—. Yo más bien diría su pequeño antro, pero claro —sonrió cínico— yo vivo en una mansión, todas las demás viviendas me parecen antros.

—Pues porqué no nos hace un favor a los dos y se marcha a su mansión. Estoy segura de que allí estáis más acostumbrados a las cucarachas. No me apetece que donde vivo yo entre ninguna.

—Cuanto rencor hay en su voz, señorita Kuchiki —siguió sonriendo con las manos en los bolsillos—. ¿Por qué no me deja pasar y charlamos como dos personas adultas? Ya tiene 20 años, podrá entender lo que la palabra adulta significa sin ningún problema ¿verdad? O ¿quiere seguir actuando como una niña?

Rukia se crispó pero intentó mantener la calma lo máximo que pudo. Apretó los dientes y los puños y se apartó a un lado para que pasara. Cerró la puerta a su paso y se cruzó de brazos viendo como Shinrei observaba todo, incluso hizo el movimiento de la mano antes de sentarse en el sofá como si hubiera algo de suciedad ahí. Rukia solo deseaba dos cosas:  que esta pesadilla acabara ya y que Ichigo no se presentara hasta que este hombre se marchara de allí.

—¿Y bien? —cuestionó Rukia apoyándose en la mesa de la cocina mirando hacia él—. ¿Qué debe hablar conmigo, señor Kuchiki? Tengo cosas que hacer y me gustaría que se marchase cuanto antes.

—No la entretendré demasiado. Es más si usted colabora me iré muy pronto —abrió un lado de la americana y sacó una hoja doblada para luego estirar el brazo entregándosela—. Esto es una copia del documento que le dio mi sobrino a firmar, ¿no es así?

“Rukia, si viene alguien de la familia a hablar contigo, diga lo que te diga, no firmes nada. ¿Queda claro? Tú diles que ya lo has firmado. Miénteles. Ya te lo explicaré”

Rukia intentó que no se le notara en el rostro ningún gesto de extrañeza y se acercó para agarrar la hoja doblada. Shinrei pudo darse cuenta del temblor en sus manos y esperó paciente a que leyera lo que ponía. Ésta la desdobló y empezó a leer, abriendo la boca y los ojos estupefacta pero de forma interna. Por fuera, procuró que no se le notara nada.

¿Qué es esto? ¿Renuncia voluntaria a mantener el apellido Kuchiki?… ¿Byakuya me tenía que dar esto para que lo firmara? ¿Qué tengo que decir ahora? —pensó dándose la vuelta mordiéndose el labio y frunciendo el ceño—. ¿Por qué siempre tengo que estar metida en estas cosas? ¡Quiero que me dejen en paz! —Encontró algo de voz para responderle—. Sí, ya lo he firmado.

Shinrei no se quedó muy convencido de que su sobrino le hubiera dicho la verdad. Que él ya tuviera el documento firmado y que pronto se lo enviaría.

—Me extraña que Byakuya se lo haya dado así sin más dado que… —la vio darse la vuelta para mirarlo a los ojos— fue él el que realizó los trámites para que entrara en la familia.

Rukia respiró hondo sabiendo que Byakuya no le había entregado nada.

—Pues ya ve… —alzó los hombros con ese conocido peso en su pecho que no le dejaba respirar adecuadamente—. No le ha resultado difícil.

—¿Y usted puso alguna objeción? Aunque estoy seguro de que le habrá encantado salir de nuestra familia.

La joven bajó sus ojos hacia el suelo. Aún los veía. Vestidos de negro, de pie con el rostro de piedra, algunas fingiendo que lloraban, otros dándole el pésame a Ukitake y a ella de una forma tan fría y falsa que se notaba a distancia que no sentían nada de pena…Falsos y mentirosos todos.

—Tiene razón —susurró—. Estoy encantada de salir fuera de vuestra familia. Llena de personas que solo les importa el dinero y las apariencias.

El hombre se rió.

—¿Se acordó usted de que formaba parte de la familia de las apariencias cuando empezó a trabajar de Stripper?

La morena reaccionó enseguida levantando la mirada hacia él.

—Debo suponer que Byakuya se lo ha contado a todos ¿no? Habré sido la comidilla de vuestros encuentros.

—Sí que hemos hablado mucho sobre usted e incluso, quiero hacerle saber, que algunos de nosotros nos pasamos por ese bar para poder verla en directo —sonrió de lado al ver la cara de sorpresa que puso y el paso que dio hacia atrás—. Tiene un cuerpo estupendo para ser tan bajita, señorita Kuchiki. Unas piernas largas y unos pechos redondos perfectos.

La morena deseó gritar al sentire tan violenta como se sentía ahora. La mirada de ese hombre por su cuerpo la hicieron sentir sucia y quiso arrancarle los ojos para que dejara de hacerlo. Apretó la mandíbula fuertemente diciéndose que pronto se iría y que ya no lo volvería a ver.

—Típico de vosotros, no os gusta que vuestra familia se vea envuelta en ese tipo de trabajos pero bien que vais a ver y a pagar que otras personas lo hagan.

—Tenemos una reputación que mantener, ya lo sabe. Pero no quiero que se equivoque en una cosa. Mi sobrino no nos ha contado nada. Yo puse mis propios detectives detrás de usted.

Rukia frunció el ceño y alzó la voz antes de pensar que decir.

—¿Quién cojones te crees que eres para hacer eso?

—Vaya, vaya, aquí está su verdadero carácter. Controle sus modales, por favor.

Respiró hondo recordándose que ese hombre no era su hermano. Tenia que tener más cuidado antes de soltar un arrebato semejante.

—Espero que ya no tenga a nadie vigilándome.

El hombre levantó las palmas de las manos.

—No, tranquila. Ya no tiene a nadie detrás de usted. Bueno, a uno sí ¿verdad? —observó que ella lo miraba para que continuara. Él no habia dejado de sonreír ni un momento—. Kurosaki Ichigo, el joven del cabello naranja. ¿Es su novio o solo su amante?

—No es de su incumbencia.

—He de decir que es un chico con suerte. Al fin y al cabo está disfrutando de su cuerpo —dijo Shinrei viendo que ella miraba hacia otro lado apretando los labios en una fina línia. Él dejó de sonreír—. Como se parece a su hermana.

Rukia le miró de reojo.

—No hable de ella.

—Siempre se ha parecido muchísimo pero ahora que es usted mayor incluso más que antes.

—He dicho que no hable de ella —le advirtió de nuevo mirándolo fijamente.

—Está bien, no volveré a nombrarla.

La morena se mojó los labios para retenerse de decirle cuatro palabras malsonantes y caminó hacia la puerta abriéndola invitándole a marcharse.

—Si no tiene nada más que hablar conmigo que sea importante ya puede irse de aquí.

El hombre asintió levantándose del sofá y colocándose bien la americana.

—Debería haber aceptado la propuesta de Byakuya. Ahora estaría estudiando y él se encargaría de pagar el hospital de su padre adoptivo.

—Mientras yo pueda trabajar no necesito a nadie que lo pague por mí —le dijo Rukia pasando por alto el remarque que hizo Shinrei en la última palabra.

—Tengo curiosidad por ese nuevo trabajo. ¿Tambien va a tener que desnudarse, señorita Kuchiki? —se rió saliendo por la puerta.

—Hasta nunca —le despidió deseando dar un portazo con la puerta cuando el hombre la detuvo con la mano.

—Una última cosa —su rostro se puso serio mirándola a los ojos desde su altura—. Si ya firmaste ese documento encantada de salir de la familia ¿porqué no me ha corregido todas las veces que la he llamado señorita Kuchiki? Espero que no me hayan engañado, tanto Byakuya como usted. Siempre es mejor hacer todo por las buenas ¿no cree, señorita… Ukitake? Tenga cuidado porqué podría hacer que perdiera ese nuevo empleo que tiene.

Shinrei dio media vuelta sin esperar respuesta y se marchó bajando las escaleras. Rukia se quedó parada con la puerta abierta, temblando. Después de un rato, tras escuchar como la puerta del portal se cerraba,  no pudo aguantar más el cúmulo de emociones dentro de ella, gritó y cerró de un portazo.

—¡Cabrón de mierda! 

Sintió como unas lágrimas contenidas se escaparon de sus ojos y fue corriendo hacia su móvil para marcar el número de su hermano.

—¡Cógeme el teléfono! ¡Vamos! —exclamó en voz alta notando como más lágrimas de rabia corrían furiosas por sus mejillas—. ¡¿Por qué nunca estás cuando te necesito?! ¡¿Por qué no me diste tú ese papel?! ¡Tú ya sabías que alguien de la familia iba a venir a hablar conmi… —saltó el contestador y colgó, dejando el móvil en la mesita del salón. Empezó a llorar pasando de la rabia a la tristeza. Se tapó la cara con las manos—. No quiero perder ese trabajo… Me da igual dejar de ser una Kuchiki, no quiero más esto…

El móvil sonó y observó que era Byakuya.

—¡¿Dónde estabas?! —preguntó nada más descolgar.

—He estado en muchas reuniones. Aunque sea domingo tengo que quedar con algunos clientes importantes.

—¡Me importa una mierda! Tu tío Shinrei ha estado aquí.

—Me lo imaginé. Deja que te lo explique, Rukia.

—¿Por qué no me diste tú ese documento? ¿Por qué? —se tapó los ojos—. Sabiendo que no aguanto a tu familia…

—…Nuestra familia.

—¡NO! —se levantó del sofá—. ¡Tu familia, porqué yo pienso firmar esa maldita renuncia! ¡No quiero seguir siendo una Kuchiki!

—No digas eso. No quiero que la firmes —se eschuchó que alzó un poco más la voz para hablar más firme—. Si me estás diciendo eso, es que le has mentido y le has dicho que sí que has firmado.

—Le he mentido porqué tú me lo habías dicho pero no tendría que haberlo hecho —negó con la cabeza repetidamente—. Debería haberle dicho la verdad y firmarlo aquí mismo.

—¡De eso nada!

—¡Pues sí! ¡Porqué me ha amenazado con quitarme el nuevo trabajo que voy a empezar y por ahí si que no paso!

—… No lo firmes… por favor

Rukia dejó escapar algunas lágrimas más que se habían quedado retenidas por el enfado repentino. Era duro escuchar a un hombre tan recto como él suplicarle con una voz bajita. Se volvió a sentar en el sofá.

—¿Por qué? ¿Por qué no quieres que lo firme?… Dejame salir de esta familia…

—Si te vas, no podré protegerte. Necesito que mantengas el apellido para poder cuidar mejor de ti.

—Olvídate de esa promesa, Nii-sama —le pidió agachando el torso para hacerse un ovillo—. No te tortures más.

—No puedo hacerlo. Se lo prometí a tu hermana —se escuchó varios suspiros—. Déjame mantener esa promesa. No puedo firmar eso ni dártelo a ti para que lo hagas.  No puedo defraudarla.

—No lo harás, es lo que yo quiero.

—No…

Rukia respiró hondo sintiendo el dolor de su hermano calando dentro de ella a través de las palabras y a través del movil. No deseaba que se sintiera así pero ella no se la podía jugar. Quería mantener el trabajo para poder seguir pagando el hospital y poder quedarse ahí y vivir la vida que quería.

—Mándame el documento de la renuncia lo más pronto posible, Byakuya. O iré a ver a Shinrei para hacerlo. Él ya te obligaría a firmar tu parte.

—Rukia, escúchame.

—Yo no soy una Kuchiki… —apretó los ojos fuertemente para no seguir llorando—. Tengo que cuidar de mi padre.

—¡Rukia! ¡No te voy a enviar nada y tampoco vas a ir a ver a mi tío!

—Adiós Nii-sama.

—¡No! ¡Rukia!

Ella colgó sin dejar de apretar los ojos y de que las lágrimas se precipitaran por su rostro. Todo esto dolía demasiado. Sentía que estaba terminando con una etapa de su vida que había mantenido abierta cuando sabía que tendría que haberla cortado hace tiempo. Pero, por mucho que su hermano la había dejado sola después de que Hisana muriera,  no pudo hacerlo. No pudo alejarse de forma definitiva del hombre que había amado tanto a su hermana. Su sola presencia la hacía sentir más cerca.

Sin embargo, ya había llegado el día de decir adiós a todo eso. Ella tenía que seguir adelante y lo iba a hacer con su verdadero apellido. Ukitake. Nunca debió cambiárselo.

Sonó el telefonillo del portal y se limpió las mejillas rápidamente levantándose del sofá. Apretó el botón para abrir a Ichigo. No quería que la viera así pero daba gracias de no tener que estar sola. Otra vez venía para salvarla.

Abrió la puerta y se fue al baño para mojarse el rostro. Se miró en el espejo y le pareció ver reflejada a su hermana. Hisana la miraba con los ojos tristes y un intento de sonrisa apenada. O quizá era ella misma que quería decirse que no pasaba nada. Que todo estaría bien. Que siguiera adelante con paso firme y que no dudara de lo que deseaba de corazón.

—Oi Rukia, ya estoy aquí —escuchó la voz de Ichigo al entrar—. Que frío hace en la calle.

Se secó el rostro y salió encontrándolo de espaldas a ella con una pequeña maleta en el suelo y quitándose el abrigo. Solo su presencia le hizo sentir calor en su pecho. Se acercó y lo abrazó por detrás envolviéndole la cintura.

—Me alegro de que estés aquí, Ichigo.

Este sonrió.

—He estado fuera solo un rato —se dio la vuelta en el abrazo para mirarla pero la morena escondía su cara en su pecho—. ¿Tanto me has echado de menos?

—Sí —susurró.

Ichigo arrugó un poco la frente y le agarró de las mejillas para levantarle el rostro. Cuando ella lo miró, observó que tenía los ojos algo rojos al igual que la piel. Este era uno de los rostros de ella que no le gustaba verle.

—¿Por qué has llorado? ¿Qué ha ocurrido? —preguntó preocupado.

Ella se separó y agarrándole de la mano lo llevó al sofá. Antes hubiera dicho que no pasaba nada, cosas suyas. Sin embargo, ahora quería contarle todo lo que pudiera contarle. Le explicó que el tío de Byakuya había venido a verla para preguntarle si su sobrino le había hecho firmar una renuncia voluntaria a mantener el apellido Kuchiki. Que ella le había mentido diciéndole que sí porque Byakuya se lo había pedido, pero que en cuanto el mayor se marchó, había hablado con su ex cuñado y le había dicho que quería firmarlo de verdad. Pasó de contarle las frases que le había soltado Shinrei sobre su cuerpo y las miradas obscenas. Eso era mejor olvidarlo.

—¿Y él que ha dicho?

—Él no quiere que lo firme, pero yo no puedo permitirme quedarme sin trabajo.

Ichigo asintió muy de acuerdo con eso. Ella no podía perder el trabajo sino tendría que irse y él no deseaba eso por nada del mundo. No quería volver a pasar por esa sensación. Nunca más.

—¿Y de verdad quieres firmarlo? —preguntó el ojimiel apretando el agarre de sus manos. Habian estado así durante toda la conversación.

Ella respiró hondo pensando un rato en silencio antes de asentir levemente.

—Ellos ya no son mi familia —lo miró a los ojos—. Es más, nunca lo fueron. Sólo Byakuya pero porqué estaba casado con mi hermana. Si ella ya no está… ¿Qué sentido tiene continuar ahí?

Ichigo le eliminó una lágrima que se escapó solitaria acariciando la fina piel que le había quedado debajo de sus ojo.

—¿Entonces que apellido tendrás cuando lo firmes?

Rukia esbozó una pequeña sonrisa.

—Ukitake. El apellido de mi padre.

Él tambien sonrió.
—Ukitake Rukia… No suena mal.

Ella se soltó del agarre de las manos y pasó los brazos por su cuello abrazándole. Sintió los de él envolviendo su cintura y sintió que no tenía que tener miedo del presente ni del futuro si Ichigo estaba con ella.

—Siempre vienes en el momento en el que más te necesito.

El joven cerró los ojos, respirando hondo su olor a jazmín. La acercó más a su cuerpo no queriendo soltarla ni que volviera a llorar nunca más. En aquel momento, después de que ella le explicara lo que había pasado sin evasivas, de una forma sincera y confiada, escuchando su respiración en el oído y el retumbar de su corazón junto al suyo, sentía que tenía lo más valioso para él entre sus brazos.

—Voy a estar siempre a tu lado.

.

.

Unas niñas corrían de la mano riendo con la boca abierta a carcajadas. Una de ellas era mayor que la otra e iba por delante tirando de la pequeña para que la siguiera. Avanzaban por un campo verde con algunas flores de distintos colores desperdigadas por el paisaje sin seguir ningún patrón ni ningún dibujo. Libres de nacer donde quisieran.

Siguieron corriendo un tramo más hasta que la mayor soltó la mano de la pequeña. Ésta se quedó parada dejando de reir, extrañada de que la mayor continuará hacia adelante sin ella.

—¡Hisana! ¡Vuelve! —gritó con su voz de niña.

De pronto, al escucharla, la mayor se detuvo y se giró hacia ella con una sonrisa.

—Tú quédate aquí, Rukia.

—¿Por qué? —preguntó la pequeña sin entender—. Yo quiero irme contigo, hermanita.

Hisana cerró los ojos manteniendo la sonrisa.

—No puedes venir conmigo, aún te queda mucho por vivir —los abrió y la miró por última vez antes de darse la vuelta—. Sé feliz, Rukia. Vive el presente y no mires atrás.

La pequeña Rukia observó como su hermana se alejaba y se perdía en el horizonte. Una corriente de aire con el olor de las flores y de la hierba la acarició el cuerpo y el rostro. Se relajó sintiendo como esas palabras fluían por su interior. Se miró las manos y observó que ya no eran las de una niña. Se dio cuenta de que volvía a tener veinte años.

—Rukia —una voz la llamó desde la izquierda y la reconoció enseguida. Se giró hacia allí y vio a Ichigo acercarse con una sonrisa ladeada en los labios, con su característico ceño fruncido y con las manos en los bolsillos. Ella empezó a sentir la paz que le transmitía el saber que él estaba ahí con ella, cada vez más cerca. Sus ojos ámbar la hacían comprender que no debería tener miedo jamás. 

—¿Qué haces aquí parada? —le preguntó con esa sonrisa cuando llegó a su lado.

Rukia lo miró como si fuera la primera vez que lo hacía, haciendo que en su propio rostro se formara una sonrisa cada vez más grande.

—Esperándote.

.
.
.
.
CONTINUARÁ….

¡¡¡Ohhh lo que le ha dicho Rukia en el sueño!!!! Y encima ahora estarán más juntos porqué Ichigo se queda en su piso aunque sea esa semana jejeje
 Anda que la guerra de los gemiditos que han tenido con Yourichi y Urahara xDD 
¿Cómo avanzara esta relación entre Ichigo y Rukia? ¿Qué creéis que sienten el uno por el otro? Contarme ^^

¿Y qué pensáis de Kaien y Miyako? Se han dado su primer beso después de la ruptura y a Miyako no le ha disgustado, ¿cómo le va a disgustar si está súper enamorada de él? :D A ver como sigue la cosa entre ellos. 

En este capítulo Senna aún estaba mal pero sus padres han estado hablando sobre el tema y sobretodo con lo de que hable con un psicólogo, ¿qué pensáis? ¿Mejorará o no?

Me gusta escribir cositas sobre el padre de Ichigo para hacerle un personaje más profundo, ya que como Byakuya, también perdió al amor de su vida. 

Puse al tío de Byakuya el nombre inventado de Shinrei, no tengo ni idea de si pertenece a algún otro personaje de manga o algo xD pero con ese nombre se queda jajaja 
Menudo tío más asqueroso ehh? puagh!! Solo de imaginar como la miraba después de decirle eso me estaba dando asco hasta a mí que era la que lo estaba escribiendo x'D

Byakuya no quiere que firme esa renuncia pero Rukia está convencida de que es lo mejor a parte de que Shinrei la ha amenazado con hacer que pierda el trabajo de modelo. ¿Creéis que será lo mejor de verdad? ¿Al final dejará de ser una Kuchiki?

Bueno hasta aquí el capítulo de hoy ^^ 
¡Espero vuestros comentarios!
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Kiss Kiss 

1 comentario:

¡No olvidéis comentarme! :D