Striptease capítulo 19: Latidos

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 STRIPTEASE 
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CAPÍTULO 19
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LATIDOS
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Ichigo terminó de arreglarse mirándose en el espejo del baño. Esta vez el uniforme no estaba arrugado ya que su hermana se lo había planchado y colocado bien en la mochila cuando habían vuelto de casa de su amiga. Menudo hermano mayor estaba hecho, le dijo después de agradecerle que lo ayudara. Yuzu le miró y sonrió respondiéndole que, aunque no le gustara tenerlo una semana fuera de casa, el saber que estaría con Rukia la hacía feliz. Ichigo le revolvió el pelo burlándose de que veía demasiados dramas por la televisión.

—¡Venga Ichigo, que nos tenemos que ir! —se escuchó la voz de Rukia desde fuera—. Se nos ha hecho tarde duchándonos.

El ojimiel esbozó una sonrisa ladeada antes de verse por última vez. Salió del baño y la vio de pie revisando su bolso en la mesa de la cocina. Se acercó y la abrazó por detrás dándole besos en el cuello.

—Hay que ahorrar agua, ya te lo dije.

Rukia se rió por lo bajito al sentir como esos besos le hacían algo de cosquillas.

—Anda ecologista, guárdate ese sándwich y el zumo en tu cartera —señaló a los nombrados en la encimera.

—Mandona —le estiró levemente el lóbulo de la oreja con los dientes antes de separarse.

Ella le observaba guardarlos mientras se ponía el abrigo. Se sentía muy cómoda y contenta de tenerlo ahí con ella. El despertar y saber que estaría a su lado durante toda la semana la hacía sentir como una niña pequeña que se levanta saltando en el colchón deseando ir al parque de atracciones.

Ichigo también se puso el abrigo y después de coger sus cosas salieron del piso. Esperó a que ella cerrara y bajaron por las escaleras juntos. Los dos pensaron los mismo. Que parecía que habían estado haciendo eso desde hacía tiempo. Sus pasos se movían solos alrededor del otro, desenvolviéndose con naturalidad.

—Suerte en tu primer día de modelo —dijo Ichigo cuando llegaron a la calle, pasando un brazo por sus hombros para acercarla a él—. Te va a ir muy bien.

Rukia le agarró de las solapas del abrigo y echó la cabeza hacia atrás mirándolo y pegándose a su cuerpo. Hacía mucho frío lejos de él.

—Gracias —agradeció viendo como Ichigo se agachaba para acercar sus labios a los de ella.

Se besaron de una forma comedida al estar en la calle y cuando se separaron se sonrieron antes de que Rukia se alejara dándose la vuelta.

El pelinaranja se echó la cartera al hombro quedándose ahí parado, observando su espalda mientras se alejaba. Si alguien le preguntara en ese preciso momento como era su vida antes de conocer a esa mujer, estaba seguro de que respondería que era aburrida y sin sentido. Siempre los mismos días con la misma rutina. Sin sobresaltos, sin sentir como su corazón se aceleraba con solo sentirla cerca, sin esbozar ninguna sonrisa incontrolable al pensar en ella, sin vivir un día diferente cada día, sin ir conociéndola poco a poco y sin desear pasar con ella todo el tiempo posible.

Ahora empezaba a dudar que alguna vez estuviera enamorado de Senna, porqué con Rukia, sin estar enamorado, experimentaba unas sensaciones en su interior que no había sentido antes con nadie. Ichigo se pasó la mano por el pelo escuchando sus propios pensamientos.

Observó a Rukia darse la vuelta y sorprenderse de verlo aún enfrente del portal parado y mirándola. El ojimiel soltó una carcajada cuando ella empezó a andar de espaldas moviendo el brazo despidiéndose de él. Podía imaginarse el ruido de la risa de ella. Él hizo lo mismo y dejando salir un suspiro dio media vuelta y empezó a caminar hacia el instituto. Esa mujer lo volvía loco en todos los sentidos. Conseguía que cuando estaba a su lado pensara y se centrara solo en ella.

Era ahora cuando, al estar solo, venían los recuerdos del partido y de lo que había hecho Senna. ¿Estaría bien? ¿Sus padres habrán hablado con ella? ¿Por qué había hecho esa locura?

Al llegar a la puerta del instituto, se topó con Keigo y Mizuiro. Respiró hondo sabiendo lo que le tocaba pasar ahora por parte del castaño pero alegrándose de tener esa distracción.

—¡Ichigo! —gritó Keigo echándosele encima—. ¿Por qué te tenías tan calladito que estabas con la shinigami eh?

—Tú seguro que se lo hubieras contado a todo el mundo —dijo Ichigo zafándose de él caminando por el patio en medio de ellos dos.

—Pues claro que lo hubiera hecho. ¡Estás con una stripper, tío!

—Oye que yo no la veo así, ¿vale?

—Lo poco que estuvimos con ella nos pareció una chica simpática —apuntó Mizuiro.

Ichigo le miró sonriendo.

—Lo es. Ya la conoceréis mejor.

Keigo le agarró del cuello para pegarse a su cara.

—Ahora la pregunta más importante —le miró con los ojos entrecerrados al igual que Ichigo a él—. ¿Cómo es en la cama?

—Vas listo si crees que te voy a responder a eso —le agarró del brazo para que lo soltara.

—Somos amigos ¿no? Cuenta, cuenta —le puso ojitos arrimándose de nuevo.

—Dinos alguna cosa y no te volveremos a molestar con ese tema —dijo Mizuiro.

Ichigo esbozó una pequeña sonrisa ladeada. Era un tío después de todo.

—Me tiene loco —soltó recibiendo unos golpes de complicidad masculina en la espalda y en los hombros por parte de sus amigos—. Nunca una chica me había hecho sentir así.

—O sea, ¿qué es buenísima? —quiso que recalcara Keigo volviendo a acercarse a él cuando entraron los tres en el centro.

—Uff, buenísima es poco —dijo Ichigo haciendo que los tres se rieran como los colegas que eran.

Cuando iban acercándose a su clase, Mizuiro recordó que quería preguntarle sobre lo que pasó con Senna, pero al verlo tan contento y feliz pensó que lo mejor sería no sacar el tema.
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Rukia dejó su bolso y su abrigo en la taquilla que le habían asignado. Estaban en el mismo sitio en el que habían hecho las pruebas. Salió a la sala principal y se quedó impresionada de lo grande que era ya que habían quitado los paneles que dividían la estancia. Sin embargo, seguía siendo completamente blanca con los tubos de la ventilación metalizados, visibles en el techo al igual que en la galería.

Observó que los demás modelos elegidos se iban sentando en unas sillas preparadas delante de un grupo de personas que eran los distintos profesionales que trabajarían también en el proyecto. Los de iluminación, vestuario, diseño, etc. Al acercarse a donde estaban esas sillas, pasó por al lado de Kensei que estaba hablando por móvil. No pudo evitar escuchar algo de la conversación.

—Siento mucho no haber podido ir al cumpleaños… ya….ya lo sé, pero he estado ocupado. Sí… me pasaré por tu casa y le daré el regalo ¿de acuerdo Kaien?… Vale…

Rukia pasó de largo y no escuchó nada más pero se quedó pensando que al final, con lo que pasó con Senna, no había podido hablar con Kaien para agradecerle de ayudarla. Quizá tendría que pasarse hoy por el entreno para decírselo. No quería parecer desagradecida y más sabiendo que era el sobrino de su nuevo jefe.

Kensei colgó y se puso en medio de los demás profesionales delante de ellos.

—Bienvenidos todos los escogidos para este trabajo. Como ya sabréis por el contrato, serán dos semanas. Comeréis aquí y os vestirán aquí. Allí está la cocina —señaló una sala y luego la otra— y allí el vestuario. No quiero que vengáis con maquillaje ni con algún producto en el pelo. Cabello recién lavado para que aquí os peinen y os arreglen con mayor rapidez, ¿de acuerdo? —escuchó un ‘sí’ por parte de algunos, otros solamente asintieron con la cabeza—. Voy a empezar enseñándoos unas fotografías de muestra de lo que voy a querer que expreséis. Sobretodo, naturalidad.
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—Muchas gracias por todo, señor Kuchiki —habló el hombre en inglés, levantándose del asiento y estrechándole la mano.

—No me lo agradezca —dijo Byakuya en el mismo idioma también de pie—. Usted es uno de nuestros mejores clientes y haremos cualquier cosa para evitar que vaya a la cárcel por algo que no cometió.

—Espero su llamada entonces.

Se despidieron y la secretaria le abrió la puerta para que el hombre saliera del despacho que tenía el moreno en el bufete de China.

—¿A que hora tengo la siguiente reunión? —le preguntó Byakuya a la mujer mientras se sentaba.

—A las diez y media —le respondió revisando la agenda en su tablet—. Luego tiene una comida con los de la constructora. Después le espera en su casa el director gerente del banco nacional chino y por último, una cena con el embajador japonés.

Kuchiki apoyó su espalda en el respaldo mirando por la ventana.

—Gracias, puede retirarse hasta que sea la hora de la reunión.

—¿Necesita algo, señor? ¿Quiere que le traiga un café?

—No, estoy bien.

—De acuerdo. Con su permiso —hizo una pequeña reverencia y salió del despacho.

Byakuya suspiró cuando estuvo solo. Las vistas desde ahí eran envidiables pero él deseó poder estar en la terraza de su casa, tranquilo y dejando que pasara el tiempo. Intentando mantener la mente en blanco y alejarla de pensamientos. Sin embargo, no podía hacer eso. Desde la llamada de Rukia por la noche, no había podido dejar de darle vueltas a lo que le había dicho.

‘No quiero seguir siendo una Kuchiki’

‘Dejame salir de esta familia’

‘Olvídate de esa promesa, Nii-sama. No te tortures más’

Cerró los ojos sintiendo dolor en su pecho. Ni siquiera había podido dormir de lo mal que se sentía. La había fallado. Eso era lo único que podía decirse a sí mismo. Que había fallado a la promesa que una vez le hizo al amor de su vida.

—Lo siento Hisana… —susurró llevándose una mano para taparse la cara—. Perdóname por todo. Si hubiera estado a su lado después de que Ukitake sufriera el derrame cerebral…

Se calló, culpándose mentalmente sin necesidad de decirlo en voz alta. Le había pedido perdón a Hisana millones de veces pero sabía que nunca sería suficiente porqué ella ya no estaba ahí para poder decirle lo que pensaba ni lo que sentía. Solamente quedaba esperar que le comprendiera. Que entendiera que para él estar cerca de Rukia era como una maldición. Estar al lado de alguien que se parece a la persona que más has amado en tu vida pero que no lo es, era una completa tortura por la que no había querido pasar durante esos dos años después de la muerte de Hisana.

Sin embargo, esa promesa le había hecho volver. Aunque ahora se daba cuenta de que había dejado mucho tiempo y que ya era tarde.

FLASHBACK

—¿Por qué te rindes? —preguntó Hisana sentada en la mesa del comedor después de haber escuchado como su marido le explicaba sobre un caso al que iba a renunciar.

—Pues porqué no tiene solución. Este hombre no habrá hecho nada malo pero tiene una empresa muy importante detrás de él que no va a querer que salga bien parado —respondió Byakuya caminando de un lado al otro con una carpeta en la mano—. Si sigo adelante puede llegar a hundirnos a nosotros también y el bufete se iría a la mierda.

—Entiendo eso, pero si no ayudas a ese hombre, le hundirán y será su vida la que se vaya a pique —dijo la mujer intentando hacerle entender lo que ella pensaba—. Ha puesto todas sus esperanzas en ti. Sabe que eres el único abogado capaz de ayudarlo.

Byakuya suspiró mientras se sentaba enfrente de ella.

—¿Entonces según tú que tengo que hacer?

—¡Seguir adelante con el caso, por supuesto! —exclamó con convicción haciendo sonreír levemente a su marido—. No rendirte porqué las cosas se puedan poner feas. No cuando sabes que se va a hacer una injusticia.

El moreno se quedó mirándola con esa pequeña sonrisa en su rostro.

—Ojalá todo fuera tan fácil como lo haces ver tú.

Hisana se sonrojó.

—Para eso estoy contigo, para hacer tu vida menos complicada.

FIN FLASHBACK

Byakuya se destapó la cara y abrió los ojos volviendo a mirar por la ventana, extrañándola como nunca y echándola de menos como siempre.

—Que no me rinda… ¿Eso es lo que me dirías Hisana?

Respiró hondo echando un vistazo a su maletín apoyado a los pies de la mesa del escritorio. Se agachó y alargó el brazo para abrirlo y sacar el dichoso documento que no había dejado de leer y releer tantas veces que ya había perdido la cuenta.

Era un documento de renuncia voluntaria pero debía de constar de dos firmas. La de la interesada y la de la persona de la familia que había firmado el acta para que ella pudiera ser una Kuchiki. Si Rukia lo firmaba, no sería válido hasta que él mismo lo hiciese.

Pero ¿y si no lo firmase? —pensó dejando el papel encima de la mesa—. ¿Qué haría mi tío? ¿También me amenazaría como ha hecho con Rukia?

Byakuya llegó a la conclusión de que ahí podía ganar algo de tiempo. Cogió su móvil y marcó el número de Shinrei.

—Hola tío —saludó cuando descolgaron por la otra línia.

¡Hombre! Byakuya, ¿qué tal por China? ¿Todo bien?

—No quiero que vuelvas a ir donde vive Rukia —dijo sin rodeos.

Vaya —le pareció escuchar un risa por lo bajo—. Seguro que te llamó después de que saliera de su piso ¿verdad? Por cierto, ¿has entrado en ese piso? No sé como puede vivir ahí.

—No he entrado y da igual si me llamó después o antes. Quiero que esa sea la última vez que vas a hablar con ella y menos sin decírmelo. Si quieres decirle algo me lo comentas a mí y yo se lo diré.

Byakuya, me haces ver como el ogro de la película. No pasó nada malo, estuvimos hablando tranquilamente. Muy a gusto, por cierto.

El moreno se guardó las palabras ‘lo dudo’ antes de que salieran de su boca.

—Supongo que sí. Aunque sigo manteniendo mi postura sobre que no vuelvas a visitarla.

Vale, vale. Si insistes tanto, no lo volveré a hacer. Por eso tengo ganas de recibir ese documento de renuncia para ya no volver a tener nada que ver con ella —dijo Shinrei—. ¿Cuándo crees que lo recibiré?

—De eso quería hablarte también. No te lo voy a enviar, prefiero dártelo en mano.

…. ¿Y eso por qué?

—Pues porqué es un documento legal importante y no me gustaría que se perdiera por el camino. Dentro de unos días, acabaré mi trabajo aquí y me pasaré por Japón antes de irme a Corea del Sur.

Me parece un poco raro todo esto, Byakuya. Estoy empezando a pensar que me estáis mintiendo y ella no ha firmado nada. También se lo dije a Rukia que pensaba eso.

—No te estamos mintiendo. Espera esos días y yo te iré a ver en cuanto llegue al país.

—se mantuvo un rato callado, que a Byakuya le parecieron horas, hasta que se decidió a hablar—. De acuerdo, esperaré a que vuelvas. Ya me avisarás.

—Gracias tío. Nos vemos —colgó después de escuchar la despedida de Shinrei.

Resopló pensando que no había ido mal después de todo. Buscó el móvil de Rukia y empezó a escribirle un mensaje:

“He hablado con mi tío y he conseguido que tu trabajo nuevo no peligre. Sobre el tema de salir de la familia, lo hablaremos personalmente cuando vuelva a Japón después de unos días que me quedan aquí en China. No vayas a ver a Shinrei. Si aún deseas dejar de ser una Kuchiki, yo te daré ese documento y lo firmaremos. Solo te pido que lo pienses mejor.”
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—Lo único que sé, Senna… es que las zorras son las que se lían con un tío poniéndole los cuernos a sus parejas. Las que mienten diciéndote que te quieren y luego te apuñalan por detrás. Así que mantén la boca cerrada porque tú no eres la más indicada para hablarme de zorras.

—Por mucho que esa chica te ponga caliente y seas incapaz de pensar con otra cosa que no sea tu otro cerebro, nunca sentirás por ella lo que sentiste por mí. Yo fui tu primer amor y eso nunca lo olvidarás.

—¿Te crees que pienso en ti? ¿Te crees que me voy a dormir todas las noches pensando en lo que tuvimos? Estás muy equivocada. Cuando estoy solo, no pienso en ti, cuando estoy con mis amigos, no pienso en ti. En una cosa tienes razón. Fuiste mi primer amor pero vendrá un segundo o un tercero o cuarto, me da igual…y ten por seguro que seguiré sin pensar en ti... ni en querer... volver conti...

El sueño de Senna empezó a desvanecerse. Intentaba abrir los ojos pero lo más que podía era ver entre medio de los párpados.  La luz blanca del fluorescente tampoco ayudaba mucho a que pudiera darse cuenta de donde estaba o sí había alguien con ella. No escuchaba ningún ruido cerca salvo el pitido intermitente de una máquina que imitaba sus propios latidos. Sin embargo, en cuanto se movió un poco, oyó como alguien, que no sabía que estaba ahí, se levantó de donde estuviera sentado y se acercó a ella.

—Senna —la llamó una voz que conocía muy bien. La voz de su madre.

—Mamá… ¿dónde estoy? —preguntó sin recordar que ya se despertó ayer una vez y que inconscientemente le había dicho al médico que le dolía la cabeza antes de volver a dormirse.

—Estás en el hospital, cariño —respondió viendo como su hija se llevaba una mano a la cabeza. Ella se la apartó—. No te toques esa gasa.

—Me molesta y me pica. ¿Por qué tengo eso?

—Por qué te hiciste una pequeña fractura en la frente al caerte al suelo y te han puesto puntos.

—¿Fractura? —cuestionó Senna pudiendo abrir más su ojos anaranjados para mirar a su madre.

—Sí, pero tranquila está bien. Se curará sin problemas —le acarició el pelo violeta, suelto sin ninguna coleta—. Te quedará una leve cicatriz pero eso es lo de menos.

Senna empezó a hacer memoria de lo que había pasado pero por más que recordaba, desde el momento que ella gritaba el nombre de Ichigo todo desaparecía y se volvía negro.

—¿Qué pasó después de desmayarme?

—Por lo que me ha contado el señor Kurosaki, al darte ese golpe en la frente empezaste a perder mucha sangre y decidió que no podían esperar a que viniera la ambulancia. Te llevaron en su coche hasta aquí —le contó la madre agarrándole la mano con el rostro compungido—. Gracias a que estaba él ahí, sino… no quiero pensarlo.

—¿Me llevaron? ¿Quiénes?

La mujer la miró de reojo y observó que su hija miraba al techo sin ninguna emoción en su cara. Como si, haberle contado que sino hubieran actuado rápido ella ahora podría no estar ahí, fuera algo que no iba con su persona. Como alguien que oye la trama de una película que no le interesa en lo más mínimo pero que pregunta simplemente para quedar bien.

—El señor Kurosaki, Ichigo y tres amigos suyos.

Senna dirigió su mirada cansada hacia su madre.

—¿Qué tres amigos?

—¿Y eso que importa?

—¿Qué tres amigos? —volvió a repetir con la misma voz apagada.

—Pues no sé como se llaman —hizo un movimiento con la mano para quitarle importancia—. Un chico alto con el pelo azul y gafas, una chica con el pelo liso castaño y una chica más bajita, morena con el pelo corto.

La joven apretó los dientes con la poca fuerza que tenía en esos momentos. Sabía quien era esa chica y no le gustaba saber que había estado ahí cuando la llevaron a Urgencias.

—¿Esa chica estaba con Ichigo?

La madre respiró hondo recordando la conversación que tuvo ayer con su marido. Había estado en lo cierto. Senna estaba celosa de la relación que podían tener esa morena y su ex novio. Había estado hablándole normal para que se tranquilizara pero el enfado que tenía dentro quería salir a la luz.

—¿Por qué hiciste esa tontería, Senna?

—Respóndeme, mamá.

—No, respondeme tú —dijo la mayor con la voz más firme, aunque no hacía falta que la pusiera así ya que sabía que su hija no podía hacer mucho más—. ¿Por qué me mentiste para que me fuera de casa y así poder tomarte esas pastillas e irte de casa? Explícamelo ya.

Senna giró la cabeza para el lado contrario pensando en las razones que tuvo para hacer eso. Todas tenían a una persona de protagonista.

—No lo hice para suicidarme ni nada de eso —susurró—. Solo quería que se preocupara por mí.

La madre cerró los ojos y negó con la cabeza.

—¿Quién? ¿Ichigo?

—Sí… la persona que más quiero en este mundo.

—¿Qué más quieres? ¿Cómo te atreves a decir eso? ¡Si la quisieras no habrías hecho semejante locura, Senna!

Su hija la miró de golpe notando como se mareaba por eso.

—No me importa pasarlo mal para que esté conmigo. Sé que me miente cuando me dice que me ha olvidado, lo sé. Y si tengo que hacer estas cosas para que se dé cuenta, las haré.

—¡¿Pero estás oyendo las tonterías que dices, niña?! —exclamó enfadada sin desconectar su mirada con la de ella—. ¡¿Has hecho todo esto para que sé de cuenta de algo que tú crees que siente?!

—No lo creo, estoy segur… —no pudo acabar la frase ya que su madre le dio una bofetada en la mejilla haciendo que su cabeza se girara para el lado de la ventana.

—¡Casi te perdemos, Senna! ¡¿No te das cuenta?! Ichigo no siente ya nada por ti, nos lo dijo el otro día en la clínica de su padre, que no quería volver contigo. Tampoco ha venido a verte al hospital. Deja de creerte que está mintiendo, tienes que seguir adelante y olvidarte de él. Esa relación que tuvisteis forma parte del pasado. ¡Tienes que olvidarlo!

Senna no se movió después de la bofetada que le habia dado su madre. Miraba por la ventana escuchando sus palabras en silencio y sintiendo como su mejilla ardía por el golpe.

Era fácil escuchar eso y era fácil decirlo. Podría resultarle fácil mentir a su madre y contarle que intentaría olvidarlo. Que no la afectaba que no hubiera venido a verla. Pero serían eso, mentiras. Ella no quería olvidar a Ichigo. Su corazón estaba tan lleno de él que hacer eso sería como vaciarlo por dentro.

—Le quiero… —susurró sintiendo como sus ojos se inundaban de agua y una pequeña lágrima se escapaba y pasaba por encima del puente de su nariz para caer en la sábana blanca—. Le quiero demasiado para poder olvidarlo.

—Sé que le quieres, Senna —dijo su madre con dolor de ver a su hija así—. Pero a veces el querer no es suficiente. A veces tenemos que darnos cuenta de que esa persona es más feliz sin nuestro amor.

—Yo quiero hacerle feliz, puedo hacerlo.

La mujer apretó los labios y respiró hondo mirando hacia otro lado. Quería ser fuerte por su hija y no llorar delante de ella.

—Si tanto lo quieres deberías pensar en lo que realmente le hace feliz y no en lo que deseas tú —suspiró pensando que debería dejar el tema por ahora y no agobiarla. Tampoco quiso decirle que cuando estuviera mejor, iría a ver a un psicólogo para que la ayudase—. Voy a avisar a las enfermeras de que estás despierta.

Senna escuchó como su madre salía de la habitación dejándola sola en la misma posición.

'Fuimos felices, ¿verdad?'

'Claro que sí. Pero encontrarás a otra persona con la que lo serás aún más. Si ahora no estamos juntos es porqué encontrarás a otro hombre que te haga más feliz.'

'¿Esa Rukia… te hace más feliz de lo que pude hacerte yo?'

'Yo no os comparo, Senna.'

Se llevó las manos a la cara tocándose sin querer la gasa de la frente, sintiendo el dolor de los puntos.

Sí que lo haces, Ichigo —pensó llorando—. Es ella la que te ha apartado de mí. Sino estarías aquí conmigo…
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Kaien caminaba junto a sus compañeros de clase que también formaban parte del equipo de baloncesto, hacia el gimnasio para empezar el entreno. Ellos estaban un poquito desanimados por lo que había ocurrido el día del partido, aunque el hecho de que les estaban dando una paliza al equipo contrario ayudaba a que se sintieran con más ganas de cara al campeonato. Él único que no se sentía para nada desanimando era el capitán. Era imposible para él quitarse esa sonrisa perpetua en su rostro. Cuando le preguntaban él contestaba feliz que las cosas entre Miyako y él parecían que iban por buen camino. Eso era lo más importante y lo que le mantenía contento.

Al cruzar el patio, la vio con sus amigas hablando y yendo hacia la salida del instituto.

—Ir tirando, ahora voy para allí —les dijo Kaien a los otros y se acercó a donde estaba ella—. ¡Miyako!

Las chicas se dieron la vuelta hacia él y la nombrada enseguida esbozó una sonrisa al verlo. Sus amigas se despidieron y los dejaron solos. Miyako les había contado como estaban yendo las cosas entre ellos y lo del beso del otro día. Al notar la ilusión que la envolvía mientras explicaba lo sucedido, no pudieron hacer otra cosa que alegrarse por ella.

—Hola Kaien, ¿vas al entreno?

—Sí, ahora empezaremos —respondió Kaien sonriéndola de lado—. Pero quería antes preguntarte si mañana te apetece que vayamos a tomar algo después de las clases.

Miyako fue a contestarle que le parecía bien cuando recordó algo.

—Ah, no puedo. Tengo que estudiar para un examen de matemáticas para el jueves —se rió—. Voy un poquito verde, la verdad.

—¿Quieres que te ayude? Ya sabes que se me dan bien los números —dijo el moreno—. Puedes venirte a mi casa o voy yo a la tuya y te explico lo que no entiendas.

—No sé si quedar en la casa del otro es lo mejor para nosotros, Kaien —opinó Miyako sintiendo sus mejillas algo sonrojadas.

—¿Por qué? —le preguntó con una sonrisa pícara. Envalentonado por saber que ella no había sentido rechazo cuando se besaron, dio un paso hacia ella con actitud chula—. No pasaría nada que no hubiera pasado ya, cariño.

Miyako soltó una carcajada por esa actitud chula que él solía sacar cuando hablaban de esos temas y puso una mano en su pecho cubierto con el abrigo para que no se acercara más.

—Alto ahí, machito —los dos se rieron y Kaien le agarró la mano para que no la quitara—. No lo digo por eso.

—Ya lo sé —dijo el joven manteniendo la sonrisa y entrelazando sus dedos con los de ella—. No quieres que vayamos rápido, créeme que me acuerdo de eso.

La joven suspiró sintiéndose a gusto ahí con él pero sabía que el entreno estaba a punto de comenzar.

—Mejor quedamos otro día, ¿vale?

—Vale.

—Venga, anda, ves al gimnasio —se soltó del agarre deseando volver a juntarlos nada más separarlos—. Vas a llegar tarde.

Kaien se quedó mirándola a los ojos debatiéndose si debía hacer lo que quería hacer. Aunque estuvo seguro que ella, al no separar su mirada, sabía que deseaba antes de marcharse. Acercaron despacio y a la vez sus rostros mientras cerraban los ojos. Juntaron los labios en un leve roce antes de separarse y mirarse con la mirada entrecerrada. Conocían esa sensación que les inundaba el cuerpo y que hizo que se volvieran a juntar esta vez con un poco más de presión.

Se alejaron antes de que se dejaran llevar por las ganas que tenían de probarse de nuevo otra vez, como solían hacerlo, con un beso de verdad. Se sonrieron notando sus corazones latir rápido dando pasos hacia atrás.

—Nos vemos mañana, Miyako.

—Adiós —levantó la mano despidiéndose viendo como él se daba la vuelta y corría hacia el gimnasio.

Todo su ser le pedía a gritos que lo perdonara ya, que esa espera y esa distancia que mantenía la estaba haciendo más daño que bien.
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Rukia llegó a su piso cargada con unas compras que había hecho en el supermercado para la semana que iba a pasar con Ichigo en su piso. Había ido a la tienda después de ir a tomar algo con algunos de los que acababa de conocer en su nuevo trabajo. Estuvo muy a gusto con ellos hasta que se acordó de mirar su móvil. Encendió la pantalla y vio que tenía un mensaje de su hermano. Desde ahí, su humor había cambiado de simpático a pensativo y decidió que lo mejor sería marcharse. Se despidió con una sonrisa y con la frase de que se verían mañana y se fue del bar.

¿Qué tenía que hacer con respecto a ese tema?, pensó. ¿Hacerle caso y esperar a que él viniera? ¿Se podía fiar de que Byakuya consiguiera que su tío no pensara en quitarle su nuevo trabajo? ¿Tendría que meditar seriamente sobre que hacer? ¿Dejar de ser Kuchiki o continuar siendo parte de lo que a veces parecía una familia de mafiosos?

Se quitó el abrigo, después de dejar las cosas en la encimera, resoplando, preguntándose si alguna vez se acabarían los problemas en su vida. Cuando eso pasase, si un día ocurría, no se lo creería. Pensaría que pronto algo malo llegaría como una bomba que explota sin una cuenta atrás.

No te desanimes, Rukia —se dijo a si misma colocando la carne en la nevera—. Confía en él y espera a que venga para que podamos hablar las cosas como dos adultos.

'¿Por qué no me deja pasar y charlamos como dos personas adultas? Ya tiene 20 años, podrá entender lo que la palabra adulta significa sin ningún problema ¿verdad? O ¿quiere seguir actuando como una niña?'

Se apoyó con las manos en la encimera negando con la cabeza. Era recordar toda la conversación que mantuvo con Shinrei y desear cambiarle esa cara de pijo noble que siempre llevaba. Sentía una rabia en su interior que la quemaba por dentro. Lo que no conseguía esa familia no lo conseguía nadie.

—¿Cómo voy a seguir formando parte de ellos? —preguntó con voz susurrada anhelando que alguien le diera la respuesta correcta.

Miró de reojo el reloj del salón y se percató de que Ichigo estaría al llegar después del entreno. Sonrió respirando hondo. Que bien que ahora estaba con ella y que no tenía que estar sola, consumiéndose en sus propios pensamientos y en esas preguntas que no sabía como responder.

Acabó de colocar todo en su sitio y se quedó pensando de que manera podía darle la bienvenida. Al fin y al cabo, era el primer día de la semana. No pudo seguir pensando ya que le sobresaltó el timbre del portal. Se acercó y apretó el botón para escuchar quien era.

—Soy yo —dijo Ichigo a través del aparato.

Enseguida abrió el portal desde ahí y dejó también un poco abierta la puerta del piso antes de correr hacia la habitación quitándose la ropa y tirándola por el suelo.

El pelinaranja entró pero se quedó parado al ver las prendas de la morena desperdigadas.

—Rukia —la llamó cerrando la puerta.

—Estoy en el cuarto. Ven —escuchó desde ahí.

Ichigo percibió como sus nervios se alteraron de golpe mientras dejaba la cartera en el sofá. Se quitó el abrigo y la chaqueta del uniforme mirando la ropa. No había ni rastro del sujetador ni de la parte de abajo. Caminó hacia la habitación y la vio estirada de lado con la cabeza apoyada en una mano, mirándolo a los ojos solo vestida con la ropa interior. Podía ver como su pecho subía y bajaba rápidamente. Lo más seguro, pensó, sería porqué habia corrido para presentarse así delante de él.

Se metió las manos en los bolsillos acercándose hasta que sus rodillas tocaron el borde de la cama.

—Bienvenido a tu nuevo hogar durante esta semana —dijo Rukia sugerente jugando con la tira del sujetador.

—Me encanta este recibimiento —opinó Ichigo paseando su mirada ámbar por todo su cuerpo—. Pero sería mejor que fuera estando completamente desnuda —regresó a sus ojos violetas y vio diversión en ellos al recordar el mensaje que le había puesto días atrás y que no pudo hacerse por las visitas de Renji y Nell—. Aún te queda ropa en el cuerpo.

Rukia se mordió el labio inferior y se incorporó para acercarse a él a gatas. Ichigo en ese momento le vino un recuerdo a la mente de cuando la vio bailar la primera vez.

'Ichigo no podía dejar de mirarla, ni siquiera sabía como era la otra mujer. Ni quería saberlo. En ese momento solo tenía ojos para esa morena que no dejaba de mover su pequeño cuerpo, volviéndolo loco y haciéndole tragar duro cuando empezó a gatear por la pasarela como una gatita mordiéndose el labio seductoramente.'

'Se sorprendió a si mismo pensando que él la mordería mejor.'

Que lejano parecía ese momento y como habían cambiado las cosas entre ellos. Ahí ni siquiera sabía como se llamaba y ahora era incapaz de dejar de pensar en ella. La contemplaba acercarse manteniéndose con las manos en los bolsillos, viendo como ella, al llegar a él, levantaba su cuerpo y se ponía de rodillas enfrente. Se miraban todo el rato a los ojos, experimentando esa conexión que sentían por el otro.

Rukia se llevó las manos atrás desabrochándose el sujetador, observando como esa mirada que la encendía bajaba y contemplaba sus pechos desnudos. Respiró hondo recalcando la idea de que Ichigo no necesitaba tocarla para que ella se excitara. Solo hacía falta que la mirara, que clavara su mirada en su persona para que deseara que la hiciera suya.

—Te queda otra prenda —dijo el pelinaranja apretando sus puños escondidos en la tela anhelando tocar esa piel expuesta.

La joven se levantó poniéndose de pie enfrente, siendo así una cabeza más alta que él, y sintiendo como su corazón se le iba a salir del pecho, agarró el borde de sus braguitas y las bajó dejándolas caer al colchón. Sacó sus pies y las tiró al suelo percibiendo como Ichigo admiraba su desnudez. Sentía sus piernas temblar y suplicaba porqué dijera algo antes de que no pudiera aguantar sus propios latidos. Ya no sabía ni que nombre poner a esa sensación ni a lo que estaba compartiendo con él.  

Ichigo levantó la mirada después de recorrer cada centímetro, percibiendo como su miembro se despertaba cada vez más. ¿Qué si sabía el cuerpo de Rukia de memoria? Por supuesto que lo hacía. Cada centímetro, cada lunar, cada pequeña cicatriz, todo. Podría recrearla en su mente desde la cabeza hasta los pies.

Se miraron a los ojos durante un rato en silencio, sin tocarse y escuchando solo sus propias respiraciones.

—Debo haber hecho… —susurró Ichigo sin dejar de mirarla intensamente— algo muy bueno en otra vida para merecer estar aquí contigo.

El corazón de Rukia dio un vuelco y enserio pensó que su pequeño cuerpo no podría seguir aguantando más. Pronto sucumbiría a lo que fuese que Ichigo estuviera haciendo con ella.

—¿Cómo me puedes hacer sentir así sin ni siquiera tocarme? —preguntó confundida de sus propios sentimientos—. ¿Cómo me puedes hacer esto?

Ichigo apretó la mandíbula dando un paso hacia ella, percibiendo como el calor de su cuerpo desnudo salía por su piel. Sin embargo, no se despegó de sus ojos violetas.

—¿Cómo te hago sentir, Rukia? —anheló saber arrugando la frente. ¿Qué había entre ellos? ¿Personas que se gustan que se están conociendo? ¿Acaso lo que estaban haciendo en ese preciso momento son de dos personas que simplemente se gustaban?—. Dímelo, por favor. Necesito saberlo.

La morena intentó hablar pero ni ella sabía como expresar eso. ¿Por donde empezaba? ¿Por donde seguía luego de empezar? Así que le agarró el brazo, levantándolo para poder sujetarle la mano y se la puso en el corazón para que notara sus latidos. Esperando que ellos conocieran algo que ella desconocía.

—Así —susurró Rukia, quemándole en la piel el calor de la palma de su mano.

Ichigo se olvidó de cómo respirar. No era la primera vez que percibía sus latidos desaforados, pero si era la primera y única vez que ella anteponía su corazón ante lo que sintiera su cuerpo. Acercaron sus rostros y se besaron con ímpetu, sacando todo lo que tenían dentro de ellos. En un segundo, él ya había rodeado fuerte con sus brazos la cintura de ella y Rukia su cuello, agarrándolo del pelo con pasión para que no se separara de su cuerpo ni un milímetro.

La morena fue tirando de él para que se pusiera de rodillas en la cama y así poder darle la vuelta para que se estirara en el colchón con ella encima, percibiendo la erección debajo de su cuerpo.

Rukia se sentó a horcajadas y empezó a desabrocharle la camisa respirando los dos agitados, mirándose a los ojos.

—¿Te habías… —habló Ichigo parando para coger algo de aire dejando que siguiera desnudándolo— sentido alguna vez así… con otro hombre?

Acabó con los botones y se la quitó con ayuda de él colocandola en la mesita para que no se arrugara tanto como en el suelo. Pasó las manos por su torso y sus abdominales marcados antes de responder de forma sincera a esa respuesta.

—No… —lo miró—. Nunca. Eres el primero que me hace sentir esto, Ichigo. Aunque no sé que es ni como describirlo.

Él asintió encantado y orgulloso de escuchar esas palabras viendo como Rukia comenzaba a desabrochar su cinturón. A él le pasaba igual con ella. Ninguna mujer le había hecho sentir lo mismo aunque no supiera que era ni como describirlo.

Levantó un poco la cadera para que le bajara el pantalón dejándolo solo con el bóxer donde se podía apreciar la erección que tenía. Rukia le pasó la mano por encima acercando sus labios a su cuello.

—Quítamelo también.

Rukia sonrió de lado.

—¿Quién es el mandón ahora?

Ichigo se rió por lo bajo sujetándola por las mejillas.

—Dos que duermen en el mismo colchón… ya sabes lo que sigue —la besó de nuevo, enrollando su lengua con la de ella y adueñandose de esa boca.

Ella se separó rápido para quitarle el bóxer y tirarlo por ahí, antes de que Ichigo se incorporara quedándose sentado y esperando a que ella se pusiera encima.

—Mmm —gimió Rukia  notando como su erección se abría paso dentro de ella.

Ichigo se mordió el labio inferior y cerró los ojos mientras iba sintiendo esa familiar presión en su miembro. Todo en Rukia ya le era familiar.

Ella levantó su cuerpo para dejarlo caer después, empezando a hacerlo más seguido. Los gemidos de los dos se escuchaban por todo el piso. Ichigo la agarró de las caderas para ayudarla a levantarse y para apretarla más fuerte cuando cayera.

—¡Ahh!

—Ohh Rukia…

La sujetó por la nuca y atrajo sus labios para besarlos de nuevo mientras seguían moviéndose, disfrutando de la exquisita fricción que hacían sus cuerpos.

—¡Ichigo! —exclamó separando su boca, echando para atrás su cabeza sin dejar de saltar.

—¡No pares! —gritó envolviendo su cintura con los brazos para moverla más rápido.

—¡Ah Ichi!

Fueron aumentando la velocidad y la fuerza de las penetraciones a medida que sus nervios se lo pedían y los gemidos cada vez se hacían más altos y más continuos. Rukia colocó su rostro en el hueco del cuello bronceado sintiendo la posesividad con la que Ichigo la sujetaba. Estaba segura de que le dejaría marca pero le daba igual ahora y le daría igual vérselas después. Estaba sintiéndose viva entre sus brazos mientras percibía como la pequeña muerte se acercaba cada vez más y más.

—¡Sí! ¡Sí! —gimió Ichigo cerrando los ojos con fuerza excitándose más si cabía al escuchar los eróticos gemidos de la joven en su oído—. ¡Sigue, Rukia! ¡Un poco más!

Ésta se aferró a sus hombros para poder impulsarse más rápido hasta que el ansiado orgasmo los atravesó desde la cabeza hasta los dedos de los pies.

—¡AHHH! ¡ICHIGOO!

—¡RUKIA! —exclamó a la par que ella con la voz rota por el placer.

Se besaron acalorados y sudando mientras seguían moviéndose presos del clímax para intentar alargarlo lo máximo posible. Ichigo se dejó caer hacia atrás llevándosela con él, separando sus bocas para coger aire y volver a juntarse, aún dentro de ella.

La abrazaba por la cintura moviendo sus manos por su espalda acariciándola sintiendo las de ella en su pelo. Inclinaban sus cabezas hacia la derecha  para poder besarse mejor notando como se calmaban sus corazones y sus cuerpos.

Rukia se alejó de sus labios y empezó a dejarle pequeños besos por la mejilla.

—Tengo que decírtelo —dijo Ichigo con los ojos cerrados disfrutando de lo que le hacía ella—. Me ha encantado oírte decir que soy el único chico que te ha hecho sentir así.

La morena levantó un poco la cabeza para mirarle dejando sus dedos jugar con el cabello naranja.

—¿Por qué? —le preguntó en un susurro viendo como Ichigo entreabría los ojos para conectarlos con los de ella.

—Porqué así me siento más importante para ti.

—Ya lo eres, Ichigo —dijo sincera perdiéndose en ese atardecer que la contemplaba y la envolvía con calidez—. Eres muy importante para mí. Es por eso… por lo que quiero que mañana vengas conmigo a ese sitio. Sólo Renji lo sabe, a parte de la familia Kuchiki, y se lo conté después de mucho tiempo. A nadie más.

El pelinaranja acercó una mano al rostro femenino y le apartó unos mechones que se habían pegado a la piel sudada.

—Iré donde tú vayas, Rukia. Escucharé lo que quieras contarme y, lo que aún no puedas porqué te haga daño como me dijiste… yo esperaré, hasta que necesites o quieras hablar —le acarició la mejilla con el pulgar y vio como ella cerraba los ojos—. Aquí estaré. A tu lado.

Rukia agachó su cabeza para esconderla en su cuello, abrazándolo como si fuera su salvavidas, deseando quedarse así para siempre.
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Shinrei entró en el enorme dormitorio que compartía con su mujer, estando ella sentada en su lado de la cama leyendo un poco antes de acostarse. Sin dirigirle la palabra, el hombre se quitó la bata, dejándola colgada en un perchero, y se metió dentro de las suaves mantas agarrando él también su libro de la mesita de noche.

—Al final no me has contado que te ha dicho Byakuya por teléfono —le recordó la mujer sin despegar la vista de la lectura.

Casi siempre era así. Se metían en la cama, leían un poco, hablaban de cualquier cosa sin mucho entusiasmo y se dormían. Era de esa manera tanto en la noche como en el día. Una relación puramente rutinaria y cansada. Mantenida sencillamente por la unión del dinero. Ninguno de los dos había decidido casarse con el otro, de eso se encargaron sus propias familias. Personas que querían que la nobleza continuara hacia delante. Habían tenido sus hijos, por supuesto, pero porqué era una de las obligaciones que tenían. A partir de ahí, lo que hiciera cada miembro de la pareja por separado era un asunto privado. Siempre y cuando todo se mantuviera en el más estricto silencio y anonimato.

—Me ha dicho que no me va a enviar el documento de la renuncia. Que cuando vuelva a Japón me lo entregará personalmente.

La mujer levantó la cabeza y le miró. Raro en ella que hiciera eso.

—Está claro que lo ha hecho porqué no tiene ese documento firmado.

—¿Tú crees? —preguntó Shinrei despreocupado intentando leer.

—Por supuesto que creo que es por eso. Byakuya no le hizo firmar nada a Rukia y ella te ha mentido en la cara.

EL hombre la miró de reojo.

—¿Qué más da que me haya mentido o que no lo haya firmado todavía? Al final acabará haciéndolo.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Porqué a Rukia puede darle igual perder ese apellido, al fin y al cabo no era el suyo verdadero. Pero… —sonrió de lado— a Byakuya no le haría gracia dejar de ser un Kuchiki. Él si que perdería todo. Incluso los bufetes, puede que sea el director de ellos pero solo un miembro de la familia puede dirigirlos y él ya no lo sería.

La mujer sonrió y asintió con la cabeza.

—Si Rukia y él no firman esa renuncia, haremos un documento que firmaremos toda la familia para sacarlo fuera. Me parece bien ese plan.

—Claro, querida. Todo está pensado. Byakuya en cuanto sepa eso,  firmará y hará lo que sea para que Rukia firme también. Así todos contentos.

La mujer volvió a lectura.

—Espero que sí. Desde que me enteré que Rukia se dedicaba a ser Stripper, no veo el día para que se vaya de la familia —soltó en todo despectivo—. Enseñar su cuerpo desnudo por dinero. Que ordinaria, por favor.

Shinrei sonrió pícaro dejando el libro en la mesita, apagando la luz de la lámpara  y acostándose.

—Quizá, cuando ya no seamos familia, podría pagarla para que bailara para mí.

—Para eso ya tienes a las putas que contratas, ¿no?

—No compares. Una puta nunca bailará igual que una Stripper. Ellas son bailarinas. Además, Rukia baila muy bien.

—No me interesa saber que has ido a verla —dejó su libro también y apagando su lámpara, se acostó de espaldas a él—. Pero prueba, puede que tengas suerte y quiera bailar para ti a cambio de unos cuantos billetes. Aunque lo dudo. Buenas noches.

Shinrei le miró la espalda frunciendo el ceño.

—Buenas noches.
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—Esto es todo por hoy —dijo el profesor después de que se escuchara el timbre—. Acordaros de los ejercicios que tenéis que hacer.

Algunos alumnos se levantaron de su asiento cansados de estar todo el rato sentados. Uno de ellos fue Ichigo.

—Chicos, voy a pillarme algo de beber de la máquina de abajo, ¿vale? —les dijo a sus amigos que estaban juntándose para hablar—. Ahora vuelvo.

—De acuerdo —contestaron éstos.

—¡Espera, voy contigo! —exclamó Tatsuki corriendo hacia él para ir a su lado.

El grupo se miraron entre ellos cuando el pelinaranja salió de la clase junto a la morena.

—¿Qué pensáis de lo que nos ha dicho Ichigo? —preguntó Chad.

—A mí me parece bien —dijo Inoue sonriendo—. Me cayó genial, Kuchiki-san. Y estoy deseando volver a quedar con ella.

—A mí también me cayó bien pero me parece algo muy precipitado —siguió Ishida.

—Nos ha contado que pocos días después de conocerla en el bar ya empezaron a tener un rollo, tampoco es tan precipitado. Llevan tiempo juntos —apuntó Keigo.

—Opino lo mismo —dijo Mizuiro—. Además, ha dicho que solo sería esta semana. Tampoco se ha ido a vivir con ella de forma definitiva.
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—Así que viviendo juntos —empezó a hablar Tatsuki caminando por los pasillos al lado de Ichigo—. Creo que estáis yendo muy rápido.

—Ya os he comentado que solo sería esta semana —dijo el pelinaranja sintiéndose algo raro de haber estado hablando de Rukia cuando antes siempre estaba con evasivas y nunca decía nada sobre ellos. Hasta ahí había llegado el cambio en la relación que mantenían—. Rukia me lo propuso y yo acepté.

La morena le observó el perfil ya que éste miraba hacia delante.

—¿Por qué te lo propuso?

—Pues… —se llevó una mano a la nuca— porqué no quería verme mal por lo que había pasado con Senna ni que yo siguiera pensando que era culpa mía, ni nada de eso.

—Claro que no es culpa tuya, Ichigo.

—Yo que sé, hasta me siento culpable por no haberme acordado de ella ni haber preguntado como está a sus padres —dijo sincero llegando a la cafetería—. Debería haber ido al hospital por lo menos.

—¿Y que vas a hacer allí? Te lo diré yo. Nada —cruzó los brazos parándose en la máquina de bebidas y viendo como él metía una moneda y apretaba la que quería—. No tienes que sentirte culpable. No tienes ninguna obligación para con ella.

Ichigo se agachó para recoger la Coca Cola y la abrió para dar un sorbo.

—Ya, pero eso no evita que me sienta así, Tat —le dijo mirándola antes de empezar a retomar el camino de regreso a clase.

—Bueno, parece que Rukia sí que consigue que dejes de sentirte así.

El ojimiel esbozó una pequeña sonrisa mirando hacia otro lado.

—Sí, siempre lo consigue. Por eso he querido también irme a vivir con ella durante esta semana —giró y agachó el rostro hacia su amiga—. Me siento genial cuando estamos juntos. El tiempo pasa volando pero yo solo quiero que se detenga para poder estar más horas con ella. Me olvido de todo y sé, porque me lo ha dicho, que le pasa lo mismo conmigo.

Tatsuki le escuchaba sorprendida de que Ichigo estuviera siendo tan sincero con respecto a lo que sentía. Siempre se guardaba todo y era la primera vez que hablaba de aquella manera sobre alguna mujer. Aún tenía que procesar que esas palabras las había pronunciado él y no otra persona.

—¿Qué sientes por ella, Ichigo?

Éste agachó la mirada hacia el suelo.

—No lo sé… estoy confuso y cada día lo estoy más. A veces creo que… —suspiró— que me estoy ena…

—Kurosaki —le cortó una voz a su espalda haciendo que los dos se dieran la vuelta para ver a Nozomi ahí parada—. ¿Podemos hablar?

Ichigo apretó la mandíbula sabiendo de que quería hablarle. No había ningún otro tema que tuvieran en común.

—Claro —dijo educado antes de mirar a su amiga—. Siento dejarte así, Tat.

Ella negó con la cabeza y le dio un golpecito en el brazo.

—No hay problema, nos vemos ahora en clase —apuntó antes de continuar su camino, dejándolos solos. No le gustaba nada que la mejor amiga de Senna hablara con Ichigo y menos sabiendo ahora que su amigo se sentía de esa manera por lo que pasaba con su ex. Tendrían que dejarlo en paz, tanto Nozomi como Senna.

Se quedó pensando en la respuesta que le estaba dando Ichigo antes de que la peliverde lo interrumpiera. Estaba clarísimo lo que había querido decir.
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—Supongo que sabrás lo que ocurrió el otro día en el partido —dijo Ichigo con una mano en el bolsillo y en la otra la botella.

—Sí, me enteré ayer —contó Nozomi sintiéndose nerviosa como siempre enfrente de él—. Aunque al principio no me lo creí. ¿Por qué se desmayó? Me dijeron que tú fuiste uno de los que la llevaron al hospital.

—Sí, mi padre la llevó en su coche y un amigo y yo fuimos con él —se pasó la mano por el pelo—. Creo que lo que ocurrió mejor te lo tendría que contar ella. No quiero ir por ahí diciéndolo a pesar de que sepa que eres su mejor amiga.

Nozomi se quedó en silencio un  rato antes de asentir levemente.

—Lo entiendo. No he tenido valor de ir a verla aún… quizá vaya hoy o mañana después de clase, no lo sé.

Ichigo resopló mirando hacia otro lado viendo a los demás alumnos de aquí para allá.

—Hablé con ella el sábado por la mañana.

—Me lo dijo —vio que él volvió a mirarla como queriendo que continuara. Ella alzó los hombros—. Piensa que le mientes. Que aún sientes algo por ella.

—Yo ya no sé como hacerle ver que no es así. Se lo he dicho muchas veces y ya no tengo ni idea de que decirle más.

—No le digas nada más —dijo Nozomi intentando mantenerle la mirada pero esquivándola todo el rato—. Me equivoqué al pensar que hablar contigo podría ayudarla. Ahora estoy segura que alejarse de ti es lo más conveniente para ella.

Ichigo asintió totalmente de acuerdo.

—Ya me dirás como está cuando vayas a verla.

—Vale —respondió viendo como él levantaba la mano con la Coca Cola para despedirse y alejarse por el pasillo. No pudo evitar volver a pensar que Ichigo era muy buen chico y que si Senna no estuviera mintiéndose a sí misma podría haberlo conservado como un amigo. Estaba segura de eso.
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Rukia se acercó a la puerta del instituto después de estar un rato con dos chicas del trabajo con las que empezaba a hacer buenas migas. Eran simpáticas y alegres y hacían que se sintiera cómoda con ellas. Una se llamaba Kiyone. Una chica de diecinueve años con el pelo castaño claro y ojos azules. La otra era Mashiro, una mujer con veintidós años, cabello corto de un color verde chillón con unas gafas que solía llevar encima. La personalidad de ésta última le recordaba a su amiga Nell.

Al llegar escuchó el timbre desde fuera anunciando el final de las clases. La verdad era que se sentía nerviosa de llevar a Ichigo al hospital a que conociera a Ukitake. Aunque saber que él no la avasallaría con preguntas la relajaba en cierta medida. Sin embargo, se daba cuenta de que no se sentía igual que cuando se lo explicó a Renji por primera vez. Ni cuando la acompañó al hospital para que viera con sus propios ojos que efectivamente su padre estaba en coma.

Había llegado a la conclusión de que cuando hizo eso fue como contarle una historia que no iba con ella. Una trama y un suceso de momentos que no la tenían como una de las protagonistas. Lo contó como si fuera una mera espectadora de su vida para así no sufrir. Sin embargo, con Ichigo iba más allá. Cada cosa que le contaba era como abrir la caja de pandora. Sus sentimientos quedaban desnudos y los sentía a flor de piel. Renji era su amigo pero Ichigo había conseguido llegar a una parte de ella que se había mantenido cerrada durante mucho tiempo. Por eso no sabía darle nombre a lo que su corazón sentía. Aunque si tuviera que hacerlo… quizá lo más cercano a la verdad sería decir que…

Que me estoy ena…

—Rukia, ¿Qué haces aquí? —escuchó una voz masculina que le cortó los pensamientos abruptamente. Se giró y observó a Kaien acercarse a la puerta del instituto donde estaba ella.

—Hola Kaien —le saludó alegrándose de encontrárselo. Había tenido algunas veces presente el hecho de que quería agradecerle por el trabajo pero entre una cosa y otra no había podido hacerlo—. Antes de que se me olvide quiero darte las gracias.

Kaien se rió haciéndose una idea de porqué era.

—Por lo del trabajo ¿no? No tienes que agradecerme nada.

—Claro que sí. Si tú no me hubieras dado esa tarjeta o no me hubieras contado que tu tío buscaba a gente, no podría haber encontrado ningún otro trabajo tan rápido como yo lo necesitaba.

—Bueno pues, de nada —se pasó la mano por el pelo algo sonrojado, pero sobretodo contento de que ella también le hablara normal como Ichigo. Lo que ocurrió ya formaba parte del pasado para ellos tres y eso le alegraba. Ahora solo faltaba Miyako—. Espero que mi tío te trate bien. Es bastante serio cuando trabaja.

—Me he dado cuenta —contó Rukia con una sonrisa—. Pero nos trata muy bien. Sabe que para algunos es la primera vez que posamos delante de una cámara y tiene paciencia con nosotros.
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Miyako salió sola del instituto ya que se había quedado un rato para preguntar algo a su profesor de matemáticas. Aunque salía pensando que no le había solucionado nada sino todo lo contrario. Ahora entendía menos.

Se paró en seco en el patio al ver en la puerta a Kaien hablando con una chica bajita, con el pelo corto y oscuro y vestida con ropa de la calle y no de uniforme. Desde ahí no podía escuchar nada, solo el ruido de los demás alumnos saliendo, pero pudo ver como se sonreían y se reían alguna vez.

¿Será esa la chica con la que… —no hizo falta preguntarse más ya que observó a Kurosaki acercarse a ellos también sonriendo antes de pasarle el brazo por los hombros a la mujer y agacharse para darle un pequeño beso en los labios—. Sí que es ella.

Enseguida miró hacia Kaien para ver que cara ponía al verlos juntos y suspiró al darse cuenta de que él seguía sonriendo y hablando normal con ellos. No puso en ningún momento una cara seria o que estuviera incómodo con la pareja y eso le hizo sentir alivio. Como si hubiera necesitado durante todo este tiempo ver eso. Cerciorarse, sin necesidad de palabras por parte de él, de que Kaien no sentía nada más por esa chica ni le molestaba que estuviera con Kurosaki.

Observó que se despedían, la pareja por un lado y Kaien por otro, y corrió para poder pillar al moreno antes de se fuera más lejos.

—¡Kaien! —gritó para que se detuviera.

Éste lo hizo y se dio la vuelta.

—Miyako, ¿qué pasa? ¿estás bien? —preguntó preocupado cuando llegó hasta él.

—Sí, estoy bien —respondió con una sonrisa respirando un poco agitada por esa carrera con el frío que hacía—. Es que quería preguntarte una cosa.

—Dime.

—Quería saber si… —se mordió el labio inferior— sigue en pie lo de ayudarme con las mates.

Kaien sonrió al escucharla. Otro paso hacia delante.

—Sí, sigue en pie.
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Ichigo y Rukia estaban sentados en un autobús, uno al lado del otro con las manos entrelazadas mientras hablaban de cómo les había ido el día. La morena le contó lo bien que estaba en el trabajo e Ichigo le comentó que sus amigos sabían lo de que estaba con ella en su piso. Apartó el tema de Senna y de Nozomi. Al darse cuenta Rukia que Ichigo no había vuelto a decir nada de su ex y de lo que había ocurrido, pensó que lo mejor era no preguntar. No quería que él volviera a pensar nada de eso y deseaba conseguir que mientras estuviera con ella, no se le pasara por la cabeza ese asunto.

—Así que les has dicho que estas viviendo esta semana conmigo —dijo Rukia con voz burlona mirándolo de reojo—. Espero que no hayas contado lo que hacemos en mi piso, fresita.

Ichigo hizo una mueca mirándola también de reojo.

—Lo que sí que les voy a decir es que cocinas fatal, enana.

Ella arrugó la frente y giró su rostro completamente hacia él.

—¿Qué yo cocino fatal? Pero si fuiste tú el que quemo la cena, idiota.

—¿Yo? —se apuntó a sí mismo ofendido—. Sino recuerdo mal la que estaba encargándose de la sartén eras tú.

—Ya pero cuando me puse a hacer otra cosa te avisé que lo cuidaras y casi haces que mi piso salga ardiendo.

—Yo no oí que me dijeras nada. Estaba preparando la ensalada, no estoy todo el rato pendiente de ti, tonta.

—¡Tonto lo serás tú! —exclamó Rukia sonrojándose enseguida porqué todos las personas del autobús se giraron para mirarla. Se hundió un poco en su asiento para evitar que la siguieran viendo y miró por la ventana con los brazos cruzados. Frunció el ceño al escuchar la risa de Ichigo—. ¿De que te ríes, descerebrado?

—De ti —respondió Ichigo riéndose bajito hasta que la morena le pegó en el costado—. ¡Ah! Pero serás….

—Por reírte de mí ahora cenarás lo que quemado que sobro anoche.

—Oblígame a comer eso, medio metro —le soltó poniéndose más recto en la silla para ser más alto y encarándola mirando hacia abajo.

Ella hizo lo mismo que él pero, obviamente, mirando hacia arriba.

—Pues claro que te voy a obligar, imbécil.

Se miraron a los ojos desafiándose hasta que se dieron cuenta de lo que estaban haciendo y relajaron sus rostros para sonreir. Ichigo fue rápido y antes de que ella se girara hacia delante, le robó un pequeño beso.

Se sentaron bien, apoyando Rukia su cabeza en el hombro de él. En ese momento se percataron de que en ningún momento se habían soltado las manos.

—Vaya dos… —susurró Ichigo acariciándole con el pulgar la mano que tenía entrelazada con la suya.

Rukia respiró hondo observando que ya llegaban a su destino.

—Ya estamos aquí.

El pelinaranja al escucharla miró hacia afuera y arrugó la frente al ver que estaban en el hospital privado de Karakura.

—¿Este era el sitio al que querías que te acompañara?

—Sí —se volteó a mirarlo—. Quiero que conozcas a alguien.

Ichigo se mantuvo callado sintiéndose nervioso. ¿A alguien? ¿A quién? ¿Una persona importante para ella? ¿Se iba a presentar con el uniforme del instituto?

Salieron del autobús y caminaron hacia la puerta del hospital. Él conocía lo caro que era la estancia y las pruebas en ese centro. Solo hacía falta ver las instalaciones con las que contaba para saberlo de inmediato. Dejó que Rukia lo guiara notando el leve temblor que tenía su cuerpo y que se transmitía a su mano. Le apretó el agarre cuando estuvieron en el ascensor para que supiera que estaba con ella y que no tenía que fingir nada junto a él.  Rukia le devolvió el apretón sabiendo lo que Ichigo quería decirle pero era inevitable que se sintiera de esa manera.

Salieron del ascensor y paso a paso, se iban acercando cada vez más a la habitación 341. Cuando llegaron, Rukia se paró delante de la puerta cerrada y se dirigió a Ichigo.

—A partir de aquí me vas a conocer mucho más y vas a entender muchas de las cosas que han pasado —dijo viendo como él asentía una vez con el rostro serio y expectante. Ella cogió aire y abrió la puerta, pasando dentro seguida de él—. Te presento a mi padre, Ukitake Jushiro.
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CONTINUARÁ…

¡Ohhhh! Por fín Ichigo conoce a Ukitake!! Ya podrá entender porqué vive en ese piso y a donde iba su dinero :D A ver que le contará Rukia sobre lo que le ocurrió en su pasado.
¿Y que me decís sobre los sentimientos que empiezan a tener y lo confusos que están? Los dos se han quedado a medias cuando estaban intentando decir algo importante... ¿Que pensáis? ^^

¿Y Miyako y Kaien? Para ella verlo con Ichigo y Rukia ha sido como un bálsamo, como algo que necesitara. Le ha dicho que la ayude. ¿En su casa o en la de él? jijiji ¿Avanzarán mucho más?

¿Y el plan de Byakuya de ganar tiempo? ¿Saldrá bien o será mucho peor para él? Shinrei ya tiene un plan por si algo no pasa como él quiere. ¿Pensáis que desea que Rukia salga de la familia por algo más? ¿Qué hay detrás de todo esto?

Han aparecido los nombres de personajes nuevos que en el próximo capítulo harán su aparición. Kiyone y Mashiro, dos chicas alegres que trabajarán con Rukia, ¿qué os parecen? Sobretodo porqué a mí Mashiro me gusta verla con alguien en especial que ya está en la historia.... ¿Quién me lo dice? jejejeje ¿Se avecina nueva pareja? :P

Bueno, espero que os haya gustado y que os toméis un ratito para comentarme después de haberlo leído. Siempre me animan y me dan ganas de continuar y de mejorar a la hora de escribir :D Además, yo siempre os contesto ^^ Darle a me gusta y compartirlo!

¡Nos leemos IchiRukistas!
¡OS QUIERO!
<3

2 comentarios:

  1. "Yo no os comparo, Senna"

    -Mientras tanto, en párrafos pasados-

    "Ahora empezaba a dudar que alguna vez estuviera enamorado de Senna, porqué con Rukia, sin estar enamorado, experimentaba unas sensaciones en su interior que no había sentido antes con nadie. Ichigo se pasó la mano por el pelo escuchando sus propios pensamientos."

    Hehe, claro... Ichigo 7u7

    Lo que hace la gente para calmar a los lunáticos, jaja.

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    1. jajaja claro, Ichigo no le iba a decir a Senna lo que pensaba realmente. Sería como hacerle daño a propósito y eso Ichigo no lo haría y más sabiendo que se había desmayado por no comer y que tenía la tensión mal. Buena observación :D

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¡No olvidéis comentarme! :D