CAPÍTULO 2

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STRIPTEASE

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CAPÍTULO 2

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ENANA DESCARADA

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Las demás bailarinas salieron para subir a sus plataformas y al escenario para empezar a bailar al ritmo de la música que sonaba.

Las dos mujeres entraron en el vestuario donde había más mujeres maquillándose y preparándose para salir.

—¡Hemos estado genial Rukia! —gritó entusiasmada la bailarina que iba con una braguita de encaje blanco. Tenía el pelo verde y largo, unos ojos grises y un cuerpo voluptuoso con grandes pechos, que ahora llevaba desnudos igual que la morena —. Me he fijado en unos cuantos hombres que no dejaban de comernos con los ojos.

—¿Unos cuantos? Nell, todos los hombres nos estaban comiendo —se rió la morena mientras se ponía el sujetador de lentejuelas negras y la falda igual que las demás.

Nell también se cambió por el mismo atuendo.

—¿Y no te gusta eso? A mi me hace sentir poderosa, allí arriba los tengo a todos en la palma de la mano.

—Sí que me gusta, ¿crees que si no me gustase estaría trabajando aquí?

—Recuerdo que me dijiste que trabajabas aquí porque no tenías otra opción.

Rukia se estaba retocando el maquillaje de los ojos.

—Eso fue al principio, cuando encontré a Rangiku y me dijo de trabajar aquí, pero ahora me gusta. Hubiera tenido tiempo de buscarme otra cosa —se puso brillo de labios—. Además aquí pagan muy bien.

Nell se ajustaba bien el sujetador mirándose en el espejo.

—Pues nadie lo diría, conociendo el antro donde vives.

La ojivioleta frunció el ceño.

—No está tan mal.

—Rukia, por favor. Si se cae a pedazos. ¿Se puede saber que haces con el dinero que ganas? —le preguntó mirándola a los ojos—. Voy a empezar a pensar que tienes otros vicios a parte de enseñar las tetas bailando en una barra.

—Tsk, no tomo drogas ni nada de eso así que ni lo pienses. Lo gasto en cosas mías y ya está.

—Vale, está bien. No preguntaré más —alzó las manos enseñando las palmas en son de paz.

Entró una mujer con el pelo rubio, brillante de media melena, labios gruesos con un pequeño lunar debajo y unos grandes pechos que se dejaban ver por el escote del vestido rojo que llevaba.

—¡Felicidades chicas! Estáis siempre estupendas —les felicitó.

—Gracias Rangiku —le agradecieron a la vez las dos chicas contentas, ya que ella, era la dueña del bar junto a Gin.

—Será mejor que salgáis ya o sino entrará mi marido a por vosotras para sacaros a rastras —bromeó la mayor.

Las tres se rieron.

—No sería la primera vez que Gin haría eso —continuó Rukia.

—Ni será la última —dijo la peliverde caminando hacia la salida con una gran sonrisa. Al pasar por la puerta, Rangiku le dio una palmada en el culo.

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Ichigo estaba en el aseo de caballeros, echándose agua en la cara para intentar refrescarse y calmarse. Su erección se relajó y ya no se le notaba en el pantalón, pero había sentido una vergüenza enorme al levantarse para ir al baño.

Sin embargo, sabía que nadie había reparado en eso. Mizuiro estaba enrollándose con su amante, Keigo estaba perdido por ahí y la mayoría de los hombres estaban igual que él o incluso peor.

—Será lo normal, supongo —pensó Ichigo mientras veía su reflejo en uno de los muchos espejos que tenía ese enorme aseo.

Aún podía ver en su mente ese rostro, esos pechos, ese trasero, ese cuerpo y esas piernas. La forma en que bailaba y se tocaba a sí misma.

Ichigo bufó agachando la cabeza.

—¿Es tu primera vez aquí? —le preguntó un hombre con barba de unos 30 años que estaba a su lado lavándose las manos. Ichigo le miró extrañado —. Se nota porque estás alterado. Recuerdo que estuve igual que tú cuando las vi por primera vez.

Ichigo frunció aún más el ceño y sacó algunos papeles de una máquina para secarse el rostro. Creyó que se iría pero siguió hablando.

—¿Quién te ha gustado más? A mi la del pelo verde. Joder, lo que le haría yo a esa mujer. Ojalá pudiera pasar aunque fuese una noche con ella.

—¿Pelo verde? ¿La otra tenía el pelo verde? Ni me he fijado por culpa de esa morena —se dijo a sí mismo.

—¿Y a ti? ¿Quién te ha gustado? —quiso saber aquél hombre solamente por curiosidad.

—A mí la morena —le respondió Ichigo rápidamente sin saber porque le seguía la conversación a ese desconocido.

El hombre sonrió.

—La shinigami… sí, tiene un cuerpo estupendo. No es tanto como mi arrancar pero ¿sabes que pienso cuando veo a esa morena? —le sonrió de lado acercándose hacia Ichigo para hablarle flojito como si le contara un secreto —. Que tiene que ser una fiera en la cama. Como una pequeña pantera negra que te araña y se mueve todo el rato, tomando de ti lo que ella quiera —se apartó aún con la sonrisa —. Eso es lo que pienso.

Ichigo se quedó flipando. ¿A qué venía eso? Aunque imaginarse así a la shinigami le estaba calentando otra vez.

—Bueno, yo me voy. Adiós —se despidió saliendo del baño en un abrir y cerrar de ojos, alejándose de ese tío. Sólo faltaba que le contara las fantasías sexuales que tenía con la del pelo verde.

Caminaba hacia su mesa cuando la shinigami pasó por su lado sin fijarse en él. La morena llegó hasta donde había unos hombres sentados y se puso a charlar con ellos. Sólo podía escuchar las risas, por el ruido de la música.

Se volvió a fijar en ella que ahora llevaba el mismo atuendo que las otras. Sus ojos la recorrieron sin cansarse de pasar una y otra vez por los mismos lugares. Esas piernas largas eran su perdición. Era perfecta.

Se recriminó mentalmente de quedarse ahí parado como un poste y llegó a su mesa. Hizo una mueca al ver como seguían metiéndose mano su amigo y la mujer.

Rechistó y volvió su vista hacia la morena que ahora iba hacia la barra. ¿Cómo se llamaría?

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—¡Kira! —llamó Rukia, elevando la voz, al rubio camarero que estaba detrás de la barra —. Ponme un vodka cuando puedas, por favor.

—¡Ahora te lo pongo! —le respondió Kira sirviendo a otros clientes.

La morena se sentó en el taburete y notó que alguien le acarició el brazo con el dedo. Se giró enseguida para ver quien era. Un hombre de unos cuarenta años con nada de pelo, demasiado musculado y de piel oscura. Puso los ojos en blanco al reconocerlo.

—Otra vez tú. Mira no tengo ganas de chorradas de las tuyas hoy así que ya te puedes estar largando.

—¿Cómo eres así Rukia? Yo me porto muy bien contigo —se sentó en el otro taburete con el cuerpo recostado hacia ella, intentando ver su escote —. ¿Te gustaron las flores que te envié al bar?

—Las tiré. Te dije que no me trajeras más flores, no las quiero. No sé como te lo tengo que decir —el camarero le puso el vasito delante de ella —. Gracias Kira —le sonrió amablemente antes de que se fuera.

El hombre de al lado dio un golpe con la mano encima de la barra.

—¿Se puede saber porque le sonríes así y a mi me tratas fatal? —preguntó enfadado.

Rukia entrecerró los ojos mirándole. No le convenía que se enfadara y que montara aquí un espectáculo. Este era su trabajo.

—Yammy, será mejor que te relajes y te marches, de acuerdo? Creo que estás borracho.

—No estoy borracho, estoy enamorado de ti —se acercó más a ella, haciendo que se levantara del asiento para alejarse.

—¿Enamorado? ¿Qué estás diciendo? Pero si ni siquiera hemos tenido una conversación normal.

El hombre la agarró por el brazo derecho sujetándola fuerte. Rukia intentó separarse.

—Tú cuando bailas, bailas para mí, lo sé.

—Suéltame capullo ahora mismo o te hago una cara nueva —al ver que éste no le hacía caso y le acercaba más hacia su cuerpo, le fue a pegar un puñetazo pero él la agarró el otro brazo. Lo único que pudo hacer es darle un rodillazo en la entrepierna.

El hombre se agachó un poco del dolor que sintió pero no la soltó y echó su cuerpo encima de ella. Rukia intentaba separarse, sin embargo el peso de Yammy jugaba en su contra y no podía hacer nada.

Estaba por gritar de una vez por encima de la alta música para que la gente reparara en ellos, aun sabiendo la que se iba a armar, cuando sintió que el peso desaparecía aún siendo sujetada por los brazos.

Un joven pelinaranja había agarrado por la camiseta al hombre echándolo hacia atrás.

—Suéltala —le ordenó con una voz grave mirándole a los ojos.

—¿Quién eres tu? No ves que nos estamos divirtiendo —de golpe soltó a Rukia y le pegó un puñetazo en la nariz a Ichigo, que empezó a sangrar enseguida.

Ichigo se limpio con el dorso de la mano y fue a pegar a aquel hombre, empezando a pelearse y llamando la atención de todo el mundo.

—¡NO! Parar! Dejarlo ya! —gritaba Rukia sin ningún éxito. Estaba sorprendida que aquel chico pudiese hacer frente a un hombre que le doblaba en tamaño. Volteó la cabeza hacia atrás y vio que se acercaron dos de los guardias del bar. Por lo menos ellos los pararían —. Renji, Ikkaku, separarlos, por favor.

Renji, pelirrojo con unos tatuajes en la frente, e Ikkaku, calvo con unas marcas rosas en los ojos, se acercaron a ellos, agarrando cada uno a uno de los que se pegaban para separarlos.

Toda la gente del local dejó lo que estaba haciendo para mirar el ajetreo que se había formado. Gin se acercó corriendo.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó enfadado.

Rukia suspiró. Esto es lo que no quería que pasara.

—Este tío de aquí, que se llama Yammy, intentaba sobrepasarse conmigo —señaló al hombre mayor que la miraba con el ceño fruncido y luego a Ichigo —y él me ayudó alejándolo de mi. Luego Yammy le pegó un puñetazo en la nariz y empezaron a pelearse.

—No intentaba sobrepasarme, eres mi mujer! —gritó enfadado Yammy.

—¿Qué cojones estás diciendo, imbécil? Yo no soy tuya —le dijo Rukia sin levantar mucho la voz, ya que su jefe estaba ahí.

—Dejarlo ya —Gin se acercó al mayor —. Señor Yammy, queda prohibida su entrada en este local, ha quedado claro? No quiero volver a verle por aquí.

—No! Eso no! Tengo que verla bailar!

Renji que tenía cogido por los brazos a Ichigo le soltó al oír lo que Rukia había contado. Le dio unas palmadas en el hombro y caminó hacia Yammy.

—Vamos a echar a este gilipollas a la calle —dijo Renji ayudando a Ikkaku, que se esforzaba por sujetarlo y que no se soltara.

—Eso está hecho —sonrió el calvo enseñando los dientes.

Gin vio como se lo llevaban, con Yammy gritando, y miró a Rukia.

—¿Estás bien? —le preguntó preocupado. Era una de sus mejores chicas.

La morena le sonrió para tranquilizarlo. Eso era el pan de cada día, ellas estaban más que acostumbradas a hombres que se acercaban con otras intenciones distintas a hablar.

—Si, estoy bien. Siento lo que ha pasado, no quería que se formara todo esto.

—Tú no tienes que sentir nada. No es la primera vez que este hombre te acosa verdad? La próxima vez que pase algo así, me lo dices inmediatamente a mí o a Rangiku. Tenemos que asegurar vuestra seguridad —le explicó Gin y sin dejarla decir algo, dio media vuelta para mirar a toda la gente expectante que observaba lo que estaba ocurriendo—. Damas y caballeros, ya está todo controlado. Seguir disfrutando de la noche.

Las bailarinas empezaron a llamar la atención de los clientes y el ambiente poco a poco pudo volver a la normalidad. Mizuiro se acercó a donde estaba su amigo. Al principio, no supo que era Ichigo uno de los protagonistas de la pelea pero al ver que no estaba en la sala, se acercó al grupo de gente que se había formado alrededor y logró ver su característico pelo naranja.

—Ichigo, estás sangrando. ¿Qué ha ocurrido?

El ojimiel estaba sentado en un sillón. Tenía sangre en la nariz, que ya había parado de salir, una herida en la comisura del labio inferior, al igual que en la ceja izquierda. Por suerte, se había podido proteger bien el cuerpo de los golpes de ese tío. En esos momentos, agradecía haberse metido en tantas peleas cuando era más joven.

—No es nada, una pelea sin importancia.

Gin se acercó también al igual que la morena.

—Muchas gracias por haber ayudado a Rukia, señor…

—Kurosaki —le dijo Ichigo levantándose y pensando que ya sabía el nombre de esa bailarina —. No hace falta que me de las gracias por eso. Lo importante es que ella esté bien.

Ichigo y Rukia se miraron a los ojos por primera vez. Cuando Gin empezó a hablar, el pelinaranja volvió a mirar al dueño del local y la bajita aprovechó para observarlo, gustándole lo que sus ojos veían.

—Señor Kurosaki, que sepa que podrá entrar siempre que quiera a Bleach. Será bienvenido y muy bien atendido todas las noches. Ahora mismo avisaré a una de mis chicas para que le cure esas heridas.

—Puedo atenderle yo si quieres —soltó Rukia, notando la mirada del joven clavada en ella — ya que fue a mí a quien ayudó.

Gin se lo pensó un poco antes de hablar.

—Bueno, está bien, pero no tardes mucho que tienes que estar con los clientes —avisó y volvió a mirar a Ichigo —. Lo dicho señor Kurosaki, muchas gracias.

Se estrecharon la mano, antes del que peliblanco se marchara. Rukia le siguió con la mirada, como subía las escaleras hacia la parte reservada. Se alegró de que Gin no se hubiese enfadado con todo lo que había ocurrido. Seguramente porqué las cosas entre su mujer y él estaban yendo bien.

Mizuiro pudo entender más o menos lo que había ocurrido.

—Te has pegado con un tío para ayudarla a ella, no Ichigo?

—Sí, algo así.

—Ichigo —le llamó Rukia al oírlo del peliazul —. Sígueme y te curaré las heridas.

La morena comenzó a alejarse. Ichigo alzó una ceja, ya que básicamente le había ordenado. Pero no iba a ser él quien no siguiera a esa mujer.

—Ahora vuelvo, Mizuiro —le dijo antes de ir detrás de ella.

El peliazul sonrió al verlo alejarse. Conocía a su amigo y sabía que no era de los que acataban órdenes de nadie. Si había seguido a esa morena, es porqué le gustaba.

—He hecho bien en traerle aquí —pensó caminando hacia su amante, que le estaba esperando en su mesa.

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Ichigo corrió un poco para no perderla. Entró por la cortina morada y vio a un montón de mujeres en ropa interior, cambiándose y arreglándose. Algunas al verle pegaban un chillido sorprendidas por verle la cara con sangre.

Entre las chicas, pudo ver a la shinigami que caminaba por el pasillo. La siguió y entraron al baño.

—¿Dónde está el botiquín? —preguntó la morena a una mujer que se estaba peinando.

—Está allí, Rukia —le señaló a una caja al fondo —¿Para que lo quieres? —preguntó antes de ver al joven que la seguía —Ay madre, ¡¿Qué le ha pasado al pobre?!

—Nada, que me gusta pegarme con todo el que puedo —le respondió irónico Ichigo sin ganas de explicar todo lo que había pasado.

La mujer alzó una ceja y Rukia esbozó una pequeña sonrisa que ninguno pudo ver, ya que estaba de espaldas a ellos sacando lo que necesitaba del botiquín.

—Ya veo. Estos jóvenes de hoy en día, no saben lo que hacer con su vida —acabó de colocarse bien el pelo—. Bueno, me voy. Nos vemos luego Rukia.

—Vale —le respondió. Se giró y miró a Ichigo —. Quítate la camiseta y siéntate en esa silla.

Ichigo se preguntó mentalmente por qué se la tenía que quitar, pero rechistó e hizo lo que le dijo.

Rukia le observó por el rabillo del ojo. Pecho fuerte, hombros anchos, abdominales marcados pero no excesivamente, piel bronceada con vello clarito bajando por su ombligo. No estaba nada mal. Solían venir chicos guapos pero este pelinaranja era más atractivo que cualquiera que había visto antes. Se preguntó si estaría igual de bien proporcionado debajo de ese pantalón.

—Eres una mandona, lo sabías?… Rukia — pronunció su nombre.

—Lo sé.

No podía creerse que después de verla desde lejos, ahora estuviese ahí con ella, solos, hablando.

Cuando la vio con ese hombre, al principio pensó que era un amigo pero luego al percatarse de lo que estaba pasando, no dudó en ir hasta allí. Pensó que era lo mejor que había hecho en mucho tiempo.

Rukia se acercó y se puso delante de él, de pie entre sus piernas, sabiendo que por su altura, los ojos de Ichigo le llegaban al pecho. Pero le daba igual, sólo quería curarle. Aunque era imposible no sentir el calor que emanaba su cuerpo.

En su rápida imaginación, le dieron ganas de apretar su cabeza contra ella y que le lamiera la piel.

Éste tragó duro y apretó los dientes. Esa mujer olía estupendamente, como a jazmín. No podía quitar su ojos de esos suaves montes que el sujetador alzaba y sus manos le picaban deseando tocar y quitarle la ropa a esa descarada.

Tenía que templarse o su sangre se iba a empezar a acumular en una zona.

Rukia puso alcohol en el algodón y empezó a limpiarle la herida de la ceja.

—AHH! —gritó Ichigo —. Joder! Como escuece, no pongas tanto alcohol!

—No te quejes, no he puesto tanto.

—Que no aprietes!

—Que te calles! — cambió de algodón y puso menos alcohol —. Así está bien para el señorito? —le preguntó Rukia afinando la voz.

Ichigo entrecerró los ojos.

—No te burles.

—No me estoy burlando —le dijo con su voz normal y le alzó la barbilla para curarle la herida del labio. Lo hacía más flojito y con más cuidado.

Levantó sus ojos violetas y observó que la estaba mirando todo el rato.

Rukia se sorprendió, sin dejar que se notara en su rostro, del color de esos ojos. Le recordó a un atardecer de verano. Cálidos era la palabra que mas sonaba en su cabeza.

—Entre violeta y azul… —pensó Ichigo. La tenía tan cerca.

La morena acabó de curarle el labio y le limpió la sangre seca que había salido de la nariz.

—No tenías que haber hecho eso, sé defenderme yo solita. No quiero que me despidan por culpa de un gilipollas borracho y un descerebrado que se las da de héroe —le puso unas tiritas en la ceja y se separó de él tirando a la basura los algodones sucios.

—Yo no me las he dado de héroe, simplemente vi que te estaba molestando y lo aparté de ti, nada más.

—Pues no lo vuelvas a hacer. Ese hombre podía haberte hecho daño de verdad.

Observó que agarraba la camiseta y se iba al lavabo. Abrió el grifo y empezó a limpiar las pequeñas manchas de sangre.

Él pensó que se lo estaba agradeciendo de esa manera. No sabía que decir, así que dijo lo primero que le vino a la cabeza para cambiar de tema.

—Felicidades por el baile.

La morena le volvió a mirar de reojo y sonrió al verle con el ceño aún más fruncido mirando hacia otro lado.

—¿Te he puesto cachondo?

Ichigo casi se atraganta con su propia saliva. ¡Que directa!

—Claro que sí, me la has puesto dura como una piedra — pensó Ichigo. No le iba a responder eso.

—No te creas tanto enana, me ha puesto más caliente la otra mujer —recordó lo que le dijo el hombre —la del pelo verde, arrancar.

Rukia sonrió de lado apretando con las manos las zonas mojadas donde antes estaban las manchas para quitarle el exceso de agua. Se dio la vuelta y se apoyó en el lavabo.

—Pues la próxima vez, sálvala a ella y podrá verte sin camiseta —se la tiró y él la agarró en el aire levantándose de la silla—. Estará mojada durante un rato pero por lo menos no tendrá manchas de sangre.

—Gracias.

La bailarina fue hasta el botiquín para guardar todo. Una mujer que entró les miró sonriendo pensando cosas que no eran.

—Rukia, sabes perfectamente que no se pueden traer a los novios al bar. Son las normas —le avisó entrando en uno de los servicios —. Y menos para follar.

Ichigo y Rukia se rieron y se miraron.

—No es mi novio —aclaró la morena en voz alta para que ella la oyera, acercándose a él —. Además, eso de follar con el novio en el baño lo dirás por ti, no guapa? Que te tiraste al tuyo aquí —bromeó.

Se escuchó la risa de la mujer antes de que saliera y se lavara las manos.

—Eso sólo pasó una vez. Vino a verme bailar, le entró el calentón y como fue mi culpa por bailarle delante pues tuve que ayudarlo, nada más —cuando se secó con la toalla miró bien a Ichigo —. Madre mía, estás para comerte.

Al notar los ojos de la mujer en su cuerpo, se dio cuenta de que estaba con el torso desnudo y se puso la camiseta. A Rukia le hizo gracia que no se hubiera dado cuenta porqué así pudo disfrutar de la vista durante más tiempo. Tuvo que contenerse para no pasear sus dedos por esa piel bronceada.

La mujer siguió hablando.

—Retiro lo dicho, Rukia. Puedes tirártelo aquí las veces que quieras, nosotras no diremos nada.

—Lo tendré en cuenta jajaja

La pelirroja caminó hacia la salida e Ichigo estaba en el camino.

—Adiós guapo —le guiñó un ojo y le pellizcó en el culo haciendo que él diera un pequeño saltito.

Cuando la vio marchar, regresó su mirada a la morena que se tapaba la boca riéndose.

—¿Te parece normal? Me ha tocado el culo —intentaba retener una sonrisa pero le era imposible —. No te rías!

—Pues tendrías que irte de aquí cuanto antes porque conozco a algunas que en vez de tocarte el culo, te atarán a una silla para hacerte de todo.

Los dos se rieron e Ichigo negó con la cabeza. Le encantaba el buen ambiente que había en ese lugar, y sobretodo con esa morena.

—Sí, me voy a ir o no saldré con vida.

Conectaron sus ojos durante unos segundos, después sonrió y se dio media vuelta para salir.

—Ichigo.

El pelinaranja se volteó y sintió como unas pequeñas manos le agarraban el rostro y pegaban unos labios contra los suyos. Se sorprendió durante unos pocos segundos pero enseguida correspondió. Sacó su lengua, encontrándose con la de ella, olvidando el leve dolor que sentía en el labio.

Los dos sentían el corazón a mil por hora, pero cuando Ichigo iba a agarrarla por la cintura, la morena se apartó dando unos pasos hacia atrás, agitada y respirando por la boca, al igual que él.

Rukia le sonrió con picardía.

—Gracias por ayudarme.

La mente de Ichigo estaba dando vueltas y no entendía nada. ¿Cómo coño había ido todo tan rápido si hace unas horas no sabía ni que existía esta mujer?

—Me avisas de que hay mujeres que me atarían a una silla, pero no de que hay otras que me besarían? —le preguntó envalentonado por esa sonrisa que la hacía ver aún más sensual.

Sentía su cuerpo caliente, deseando agarrar a esa descarada y subirla en uno de los lavabos para hacerla gritar de placer.

—Si te avisaba ya no sería sorpresa, no crees? —movió la mano para restarle importancia —. Quería agradecerte por lo que has hecho antes por mí allí fuera.

A Ichigo todo le parecía surrealista.

—Y no se te ha ocurrido otra forma que besarme.

La morena se guardó para ella la respuesta de que a cualquiera le gustaría besarle o que simplemente ha deseado besarlo desde que lo tuvo tan cerca mientras le curaba las heridas.

Por su cuerpo aún sentía la emoción del beso que habían compartido y la sensación palpitante en su interior. Ese idiota besaba muy bien.

—Algo así, o alomejor hubieses preferido que te tocara el culo.

Ichigo sonrío de lado. Le estaba atrayendo demasiado el carácter de esa enana y las cosas estaban fluyendo con sencillez entre ellos, como si se conocieran desde hace tiempo, picándose como si fueran amigos y no unos extraños que se acaban de conocer de la forma más extraña posible.

—No, me ha gustado más el beso, aunque quien sabe, quizá otro día te deje tocármelo.

Rukia soltó una carcajada.

—Anda vete, antes de que al final sea yo quien te ate a la silla —le dijo mientras pasaba por su lado para salir del baño y se despidió con la mano sin darse la vuelta como él suele hacer —. Espero que salgas con vida.

El pelinaranja se mordió el labio inferior viéndola como entraba dentro de uno de los camerinos. Deseaba seguir allí, hablando con ella o decirle que le atara a cualquier lado o que se volvieran a besar o que follasen en el baño.

Por un momento pensó que debería haberle dicho que no pudo quitarle los ojos de encima en todo el baile y que ni siquiera miró, ni por un segundo, a la otra mujer.

Mandó a sus piernas a que se movieran y regresó por donde había venido, con una extraña sensación en el cuerpo pero con una sonrisa en el rostro.

Se habían besado. Dios, esa boca y esa lengua. Quería volver a saborearla pero esta vez más largo y más lentamente.

—Joder —pensó metiéndose las manos en los bolsillos para que no se notara tanto el bulto que se asomaba en su entrepierna.

Tenía que tranquilizarse, pero si antes la deseaba, ahora era aún más atrayente e imposible de olvidar. Nunca había conocido a alguien como esa morena y dudaba que alguna vez la encontrase.

Estaba claro, venir a este lugar era lo mejor que había hecho y se lo agradecía a sus amigos, aunque nunca lo reconocería en voz alta.

Cuando salió del vestuario, se acercó a donde estaba Mizuiro y éste al verlo se levantó del asiento junto a la mujer.

—Vámonos ya porqué Keigo está borracho y pueden venir los de seguridad —señaló hacia el castaño.

Keigo quería subir a la plataforma para bailar junto a una mujer, que se bajó y se fue de allí corriendo.

—¡No te vayas guapa!

A los dos se les cayó una gota por detrás de la cabeza.

—Sí, vámonos —dijo Ichigo volviendo la mirada discretamente hacia la cortina morada.

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—Rukia! Rukia! —la llamó Nell acercándose preocupada, cuando la morena salía del vestuario —. Me ha contado Renji lo que ha pasado, ¿estás bien?

—Sí, estoy bien. No te preocupes —le respondió caminando hacia la barra las dos, saludando con cortesía a los hombres que pasaban por su lado.

—Yammy… como siempre, ese gilipollas.

Nell ya lo conocía porqué Rukia le había hablado de ese hombre. Desde hacia tres días que no paraba de enviarle flores, bombones y la seguía por el bar. Ella le sugirió que se lo contase a Gin o a Rangiku, pero su amiga le dijo que ya se cansaría.

—Pensé que simplemente le gustaba y que con el tiempo se olvidaría de mí al ver que no le respondía, pero va y me suelta que está enamorado.

Se sentaron cada una en un taburete.

—Está obsesionado contigo, Rukia.

—Por lo menos no ha pasado nada más grave y todo gracias a Ichigo.

—¿Ichigo? ¿Así se llama el que te ha quitado de encima a ese imbécil?

—Sí —le contestó observando el lugar, buscando al pelinaranja—. Vaya…parece que ya se ha ido.

—¿Cómo es? —le preguntó Nell curiosa como siempre—. ¿Es guapo? Tiene un nombre sexy, fresa…

Rukia se rió un poco.

—Es verdad, se llama fresa, no me había dado cuenta —mantenió una sonrisa y apoyó los codos en la barra recordándolo —. Es alto, pelo naranja, ceño fruncido.

—¿Pelo naranja? Que exótico.

La morena la miró y sonrió de lado.

—Muy guapo y además olía muy bien.

Nell abrió los ojos y la boca encantada.

—¿Te has acercado tanto que le has olido?

—Y tanto que me he acercado, he tenido que curarle unas heridas que Yammy le hizo en la cara —sonrió al volver a recordar la escena —. Le dije que se sentara y me he puesto de pie entre sus piernas.

Nell se rió.

—Seguro que se puso muy nervioso al tenerte tan cerca después de haberte visto bailar.

—Tendrías que haberle visto sin camiseta.

—¡¿Le has visto sin camiseta?!

—Él seguramente que se ha pensado que era para limpiarle unas pequeñas manchas de sangre que tenía y así agradecérselo, pero era para verle —le contó Rukia con una sonrisa pícara.

—Que cabrona!

Se rieron a carcajadas las dos.

—Tiene un cuerpo perfecto —dijo la morena saludando con la mano a unos hombres que las miraban desde lejos.

—Y por qué no se lo has agradecido allí mismo con un bailecito privado?

—Yo no agradezco así a nadie, esa eres tú — recordó el tacto de la lengua de Ichigo y estaba por decirle que ella le había agradecido con un beso pero le vino a la cabeza lo que él le dijo —. Además a él le gustaría que fueses tú la que le bailase.

Nell les mandó un beso a otros hombres antes de darse cuenta de que era lo que su amiga había dicho.

—¿Qué?

—Ha salido el tema y me ha dicho que quien más le ha puesto caliente de las dos has sido tú, así que ya sabes.

La peliverde sonrió encantada.

—La próxima vez que venga le pondré las tetas en la cara para agradecerle que te salvara.

—Espero que no le ahogues!

Siguieron riendo.

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Era de noche y la habitación estaba a oscuras, sólo iluminada por la luz de la luna que entraba por su ventana. Se miró a si mismo y vio que estaba desnudo.

Observó como se acercaba una silueta a su cama. Era Rukia. Esas piernas eran imposible de olvidar.

Cuando estuvo más cerca, pudo verla al completo. Esos ojos brillaban con la luz igual que su piel desnuda. Sólo llevaba la braguita de encaje negra.

Rukia se subió encima de sus caderas a horcajadas.

—¿Por que me has dicho que no te habías excitado al verme? Me has mentido.

Ichigo se pasó la lengua por los labios deseando acariciar y lamer esos pechos que se alzaban perfectos, pero no podía moverse.

—No lo sé, porque soy un estúpido..ah —jadeó cuando ella movió su trasero contra su miembro— y tú una mandona.

Rukia acercó su boca al oído del joven. Éste sintió el calor que desprendía el cuerpo de la morena y el roce de sus pezones en el pecho.

—Pero a ti te gusta que te mande, verdad? ¿Harías todo lo que te pidiera?

—Sí…

Elevó la cabeza y dejó sus labios encima de los del chico, sin llegar a rozarse.

—Yo también, Ichigo… —le susurró mirándole a los ojos, perdiéndose en ellos —. Pídeme lo que quieras.

Él intentaba levantar la cabeza y juntar sus labios pero no podía.

—Baila para mí, shinigami.

Rukia elevó el cuerpo echando la cabeza hacia atrás, empezando a acariciarse y a moverse encima de él.

El ojimiel agarró con fuerza las sábanas entre sus dedos, deseando arrancarle ese trozo de tela que la cubría y así poder rozarse piel con piel. Estaba completamente duro debajo de ella.

—Rukia…

—Tócame —le pidió la morena. Una de las manos fue bajando con la palma abierta por su vientre —Quiero que seas tú quien lo haga —sus dedos se iban metiendo poco a poco dentro de las braguitas.

Ichigo abrió los ojos de repente respirando por la boca.

Miró a su alrededor y vio que estaba en su habitación y que ya era de día.

Maldijo y se apoyó con los codos en la cama mirando hacia abajo, a la erección que se notaba debajo de las sábanas.

Suspiró resignándose que todo había sido un maldito sueño y que estaba solo en el cuarto. Sin esa enana encima de él, pidiéndole que la tocara y restregándole el culo en su miembro.

—GOOOOOOOD MOOOOOOOOORNIIIIINNNG IIIIICHIIIIIGOOOOO —entró su padre por la puerta saltando con los pies por delante.

Antes de que le diera, su hijo le agarró los pies y le lanzó hacia el armario.

—¡¿Así me tienes que dar siempre los buenos días viejo?! —se sentó con las rodillas levantadas y la sábana para que no se le notara.

—Claro que sí hijo mío —se levantó de golpe —. ¿Usaste el condón anoche? Te dije que te llevaras más, un buen Kurosaki no se contenta sólo con hacerlo una vez.

—No te voy a contestar a eso —vió que empezó a registrar sus cosas —. ¡Eh! No toques nada! Aléjate! —intentó levantarse pero no quería que su padre se burlara del problemilla que tenía entre las piernas.

Sin embargo, ya tenía que conocer a su padre y que no se le perdía ni una.

—¿Qué ocurre Ichigo? ¿Por qué no te levantas? —entrecerró los ojos y se acercó hacia la cama —Ahh, ya entiendo —hizo una mueca graciosa mientras agarraba la sábana para quitársela. ¡No pasa nada Ichigo, es normal despertarse así de contento por las mañanas!

—¡¿Qué haces loco?! —luchó por mantenerse tapado pero al ver que su padre seguía, se levantó rápidamente haciendo que Isshin se cayera hacia atrás por la inercia. Se fue corriendo, antes de que le atrapara, hacia el baño cerrándose con el pestillo.

—¿Qué es todo este jaleo? —preguntó Yuzu, ya vestida con el uniforme, desde la planta baja.

—Será mejor que no preguntes Yuzu —le avisó Karin.

El padre salió al pasillo.

—Lo que pasa es que Ichigo se tiene que dar una ducha fría porque se ha levantado con sus partes… —no pudo continuar hablando por qué un secador le dio de lleno en la cabeza

—¡Que te calles, joder! —le gritó Ichigo, volviendo a cerrar el baño.

Yuzu estaba sonrojada y la morena negó con la cabeza.

—Te dije que era mejor no preguntar.

CONTINUARÁ…

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