LEYENDA SHINIGAMI: Capítulo 7

LEYENDA SHINIGAMI
(Adaptación de ‘Un amante de ensueño’ 
de la autora Sherrilyn Kenyon)
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CAPÍTULO 7
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Ichigo miró fijamente a Rukia; su mente no paraba de darle vueltas a lo que acababa de decir. ¿Sería cierto? ¿Podría atreverse a creerlo? ¿A tener esperanza después de tanto tiempo…?

—¿Tu apellido es Kuchiki? —repitió, incrédulo.

—Sí —le respondió ella, con una sonrisa alentadora en el rostro. Renji observó a su amigo con una mirada severa.

—¿Ya habéis intimado vosotros dos?

—No —contestó Ichigo—. Aún no —y pensar que había estado enfadado por eso…

Rukia había evitado que cometiera el tercer error más grande de su vida. En ese momento la besaría. Una sonrisa iluminó el rostro de Renji.

—Bueno, maldita sea mi suerte… En fin… Nunca he conocido a una mujer que pudiese estar cerca de ti más de diez minutos sin arrojarse a…

—Renji —le cortó Ichigo, antes de que soltara un largo discurso acerca del número de mujeres con las que se había acostado—. ¿Tienes algo más que decir que nos sea útil?

—Una cosa más. Todo esto sólo tendrá éxito si Aizen no lo descubre. Si lo hace, podría evitar que te liberaras con su característica mala sombra.

Ichigo dio un sorbo a su bebida.

—No lo descubrirá a menos que tú se lo digas.

—A mí no me mires —replicó Renji—. No soy de los suyos. Me confundes con Hinamori. Y ahora que lo recuerdo, tengo que reunirme con Kira y con ella —se levantó y miró a Ichigo con afecto sincero—. Estaré cerca por si me necesitas, ahora que sé que eres tú quien me llama. Debería haberlo sabido que seguirías vivo después de tanto tiempo.

—Ya sabes lo que dicen los humanos —alzó el rostro para mirarlo desde su asiento—. Mala hierba nunca muere.

Renji asintió levemente pensando que seguramente su amigo hubiera deseado antes morir que haber estado encerrado y maldito tantos años.

—Buena suerte con tu intento de obtener la libertad. Que la fuerza del shinigami, que seguirás siendo siempre, te guíe.

Ichigo dirigió su mirada ámbar a un punto concreto de la mesa sin decir nada. Él dudaba que siguiera siendo un Dios.

Renji se marchó, abriéndose camino hacia la salida, como cualquier ser humano normal. La camarera les trajo el pedido y él cogió la extraña comida, que consistía en un trozo de carne metido en dos rebanadas de pan; pero en realidad no tenía mucha hambre. Había perdido el apetito.

Rukia cubrió la carne con una cosa roja, la tapó con el pan y le dio un bocado. Rangiku picoteaba de una ensalada aderezada con la misma salsa.

Alzando la mirada, Rukia se dio cuenta del ceño con que Ichigo la observaba mientras comía. Parecía aún más preocupado que antes, y tenía la mandíbula tan tensa que se veía que estaba apretando con fuerza los dientes.

— ¿Qué te ocurre? —le preguntó.

Él entrecerró los ojos suspicazmente.

— ¿Estás dispuesta realmente a hacer lo que Renji ha dicho?

Rukia dejó la hamburguesa en el plato y se limpió la boca con la servilleta. En realidad, no le gustaba mucho la idea de que Ichigo usase su cuerpo para obtener la libertad. Sería una relación de una sola noche, sin compromisos ni promesas.

Ichigo se iría en cuanto acabase con ella. No tenía ninguna duda al respecto.

¿Por qué iba a querer quedarse junto a ella un hombre como él, que bien podía tener a cualquier mujer de la tierra, o de donde fuese, comiendo de su mano?

Aun así, no podía condenarlo a seguir viviendo eternamente en un libro. No cuando ella era la llave para liberarlo.

— Cuéntame una cosa —dijo Rukia en voz baja—; quiero saber cómo acabaste metido en el libro; la historia completa. Y quién era Inoue.

No lo habría creído posible, pero la mandíbula de Ichigo se tensó aún más. Estaba intentado esconderse de nuevo. Pero ella se negó a que huyera. Ya era hora de que entendiera por qué le preocupaba el hecho de acostarse con él.

— Ichigo, me estás pidiendo mucho. No tengo demasiada experiencia con los hombres.

Él frunció el ceño.

—¿Eres virgen?

—Ojalá —balbució Rukia.

Ichigo vio el dolor en sus ojos mientras le contestaba en un murmullo. Avergonzada, ella miró al suelo.

¡No!, rugió su mente. No era posible que hubiese sufrido lo que estaba imaginando. Una inesperada furia se despertó en su interior ante la mera posibilidad.

—¿Te han violado?

—No —susurró ella—. No… exactamente.

La confusión disipó la ira de Ichigo.

—Entonces, ¿qué quieres decir?

—Era joven y estúpida —continuó ella muy despacio.

—El muy cerdo se aprovechó de una época en la que ella estaba mal —le contó Rangiku con voz áspera—. Era uno de esos sucios embusteros que te sueltan lo de «sólo quiero cuidarte», para aprovecharse y después salir corriendo una vez que lo consiguen.

—¿Te hizo daño? —le preguntó Ichigo.

Rukia asintió.

Una nueva oleada de furia lo asaltó. No sabía muy bien por qué le importaba tanto lo que pudiera sucederle a Rukia, pero por alguna razón que no acababa de comprender, así era. Y quería vengarse en su nombre.

Vio cómo le temblaba la mano, se la cubrió con la suya, y comenzó a acariciarle suavemente los nudillos con el pulgar.

— Sólo lo hice una vez —confesó Rukia en un murmullo—. Ya sé que la primera vez duele, pero no sabía que fuese así. Y el daño físico no fue el peor; lo más horrible fue el hecho de que no pareció importarle nada mi sufrimiento. Me sentí como si sólo estuviese allí para complacerle, como si ni siquiera fuese una persona.

A Ichigo se le hizo un nudo en el estómago. Sabía muy bien a lo que Rukia se refería.

—Esa misma semana —prosiguió ella—, como no me llamaba ni me contestaba, fui a su apartamento para verlo. Era primavera y tenía las ventanas abiertas. Cuando me acerqué… —un sollozo la interrumpió.

—Él y su compañero de piso habían hecho una apuesta para ver cuál de los dos desfloraba más vírgenes ese año —le contó Rangiku—. Rukia les escuchó burlarse de ella.

Una furia letal y siniestra lo poseyó. Él había conocido a muchos hombres de esa calaña. Muchas veces, cuando hacía misiones en el mundo humano, veía como atacaban a mujeres y él no podía hacer nada. En esos momentos , lo único que podía hacer era odiar con toda su alma la ley de no matar a los humanos y esperar. Esperar a que esos hombres murieran y no realizarles el entierro del alma. Aceleraba con su espada el proceso para que llegaran a ser hollows y luego los mataba lentamente hasta que se abrían las puertas del infierno para llevárselos. Jamás había podido soportarlos y ahora, después de tantos años, seguía sin poder.

—Me sentí utilizada; como una estúpida —murmuró Rukia mirándolo. La agonía que reflejaban sus ojos lo abrasó—. No quiero volver a sentirme así —se tapó la cara con una mano, pero no antes de que Ichigo captara la humillación en su mirada.

—Lo siento mucho, Rukia —susurró él, abrazándola.

Entonces eso era. Esa era la fuente de sus demonios. La abrazó con fuerza, apoyando la mejilla sobre su cabeza. El suave aroma a jazmín lo rodeó.

Cómo ansiaba poder consolarla. No quería que Rukia volvería a sufrir. Era una mujer honesta, con un gran corazón y se negaba a aprovecharse de ella.

— No pasa nada, Rukia —la consoló con ternura, envolviéndola aún más entre sus brazos y acunándola. La besó suavemente en la cabeza—. No te pediré que hagas esto por mí.

Ella alzó la vista muy sorprendida. No podía creer que dijese algo así.

— No puedo dejar de hacerlo.

—Sí que puedes. Simplemente olvídalo —había dolor en su voz. Y una cadencia extraña, algo que le daba una ligera idea del hombre que una vez había sido.

—¿Realmente crees que puedo hacerlo?

—¿Y por qué no? Casi todos los que creí que eran mis amigos me dieron de lado cuando más los necesite. Tú ni siquiera me conoces —su mirada se ensombreció al soltarla.

—Ichigo…

—Hazme caso, Rukia. No lo merezco —tragó saliva antes de volver a hablar—. Como Shinigami, fui impecable en el campo de batalla. Aún puedo ver las miradas horrorizadas de los que murieron bajo mi espada —buscó la mirada de Rukia—. ¿Por qué iba alguien como tú a ayudar a alguien como yo?

Rukia recordó cómo Ichigo había acunado y consolado a la niña, cómo había amenazado a Renji para evitar que le hiciese daño; y entonces supo por qué.
Él había sido un guerrero durante muchos años. Entrenado para pelear y matar monstruos y defender a los humanos de cualquier amenaza. Forjado a base de dolor y sangre.

Podría haberla violado si hubiese querido. Y en lugar de hacerlo, ese hombre que había pasado tantos años encerrado sin ningún contacto con nadie, se había limitado a consolarla.

— ¿E Inoue? —preguntó Rukia.

Un músculo comenzó a latirle en la mandíbula.

—Era una niña humana que podía ver a los fantasmas y también a los Shinigamis. Nos hicimos amigos y, al final, la maté.

Rukia se tensó ante la inesperada confesión.

—¿Tú la mataste?

—Puede que no fuese yo literalmente pero… —Ichigo enterró la cara entre las manos mientras los recuerdos lo asaltaban.

Rukia alargó el brazo y le pasó la mano por el rostro. Él la miró. Estaba increíblemente hermosa allí sentada. La ternura de sus ojos no dejaba de sorprenderlo. Ninguna otra mujer con la que había estado lo había mirado nunca de ese modo. Siempre había faltado algo cuando lo miraban, o cuando lo acariciaban.

Su corazón, comprendió con un sobresalto. Rukia estaba en lo cierto. Era muy diferente cuando el corazón no estaba involucrado. Era algo muy sutil, pero siempre había percibido el vacío en las caricias de esas mujeres, antes y después de la maldición.

Súbitamente, Renji se materializó junto a Rangiku y miró a Ichigo con una tímida sonrisa.

— Olvidé decirte algo.

Ichigo dejó escapar un suspiro encolerizado.

—¿Qué has olvidado esta vez?

Renji no fue capaz de enfrentar la mirada de su amigo.

— Como muy bien sabes, estás condenado a, digámoslo así, sentirte forzado a complacer a la mujer que te invoque.

Ichigo lanzó una rápida mirada a Rukia y su miembro se tensó malévolamente en respuesta.

—Soy muy consciente de ese hecho.

—¿Pero eres consciente de que con cada día que pase sin poseerla, tu cordura irá desapareciendo? Para cuando el mes esté llegando a su fin, serás un loco desesperado por la falta de sexo y la única forma de sanarte será ceder a tus deseos. Si no lo haces, amigo, sufrirás una agonía muy dolorosa —Renji depositó una cajita en la mesa, frente a él—. Si no quieres abandonar la esperanza, vas a necesitar esto.

—Cuídate de los regalos de los dioses —dijo Ichigo amargamente, mientras abría la caja para encontrar dos pares de grilletes de plata y un juego de diminutas llaves, colocadas sobre un lecho de satén azul oscuro.

—Cuando sientas que pierdes el control, te aconsejo que te encadenes a algo realmente sólido y que te mantengas… —esperó un momento mientras miraba fijamente a Rukia— alejado de ella.

Ichigo tomó aire. Podría reírse ante la ironía, pero ni siquiera era capaz de reunir fuerzas. De una u otra manera, en cada invocación, siempre acababa encadenado a algo.

—Eso es inhumano —balbució Rukia.

Renji le dedicó una mirada feroz.

—Pequeña, hazme caso; si no lo encadenas, lo lamentarás.

—¿Cuánto tiempo tardará? —preguntó Ichigo.

Él se encogió de hombros.

— No lo sé. Depende mucho de ti y del autocontrol del que dispongas — espetó Renji—. Conociéndote, es bastante posible que ni siquiera las necesites.

Ichigo cerró la caja. Podía ser muy fuerte, pero no tenía el optimismo de su amigo. Lo había perdido hacía mucho, lenta y dolorosamente. Renji le palmeó la espalda.

— Buena suerte.

Ichigo no dijo nada mientras su amigo se alejaba. Miraba fijamente la caja mientras las palabras de Renji resonaban en su cabeza. Era una estupidez pensar que tenía la oportunidad de ser libre. Era su penitencia y debía aceptarla. Era un esclavo, y un esclavo seguiría siendo.

—¿Ichigo? —le llamó Rukia—. ¿Qué te pasa?

—No podemos hacerlo. Llévame a casa, Rukia. Llévame a casa y déjame que te haga el amor. Vamos a olvidarlo antes de que alguien salga herido. Seguramente serás tú.

—Pero ésta es tu oportunidad de ser libre. Podría ser la única que tengas. ¿Has sido convocado antes por alguna mujer que llevara el apellido Kuchiki?

—No.

—Entonces, debemos hacerlo.

—No lo entiendes —le dijo entre dientes—. Si lo que Renji dice es cierto, para cuando llegue esa noche, no seré yo mismo.

—¿Y quién serás?

—Un monstruo.

Rukia le miró con escepticismo.

—No creo que pudieras serlo.

Él la observó, furioso.

—Tú no tienes ni idea de lo que soy capaz de hacer. Cuando la locura de una maldición se abate sobre alguien, no hay manera de encontrar ayuda, ni esperanza de hallarla —el estómago se le contrajo con un nudo—. No deberías haberme convocado, Rukia —concluyó, alargando el brazo para coger su vaso.

—¿Te has parado a pensar que quizás todo esto estaba predestinado? — preguntó ella súbitamente—. Quizás fui yo la que te invocó porque estaba dispuesto que yo te liberara.

Ichigo contempló a Rangiku a través de la mesa.

—Me convocaste porque Rangiku te engañó. Lo único que quería era que tuvieras unas cuantas noches placenteras para que pudieras olvidarlo todo y buscases a un hombre decente, sin temor a que pudiera hacerte daño.

—Pero es posible que…

—No hay peros que valgan, Rukia. No estaba predestinado.

Ella bajó la mirada hasta su muñeca. Acercó la mano y acarició la inscripción en japonés antiguo que ascendía por la cara interna del brazo.

—¡Qué bonito! —exclamó—. ¿Es un tatuaje?

—No.

—¿Y qué es? —insistió.

—Me lo grabaron a fuego cuando me maldicieron —respondió él, ignorando la pregunta. Rangiku se incorporó un poco y le echó un vistazo.

—Dice: «Maldito seas por toda la eternidad y más allá».

Rukia dejó la mano sobre la inscripción y miró a Ichigo a los ojos.

—No puedo imaginar todo lo que has debido sufrir durante tanto tiempo. Y más me cuesta entender que fuese otro Shinigami quien te hiciese algo así.

—Como dijo Renji, sabía que no debía de llamar tanto la atención ni involucrarme con los Vizard.

—¿Y por qué lo hiciste entonces?

—Tú no sabes lo que es tener un monstruo en tu interior que… —miró hacia otro lado—. No me apetece hablar del tema —le espetó.

—¿Alguna vez has dejado que alguien se te acerque de verdad, Ichigo? ¿Le has abierto tu corazón a alguien?

Ichigo recordó su infancia plagada de hambre y privaciones, entregando todo lo que conseguía robar a sus hermanas pequeñas. Recuerdos de palizas en la escuela de Shinigamis, de noches agónicas deseando…

— No —respondió sencillamente—. Nunca.

Rukia sufría por él. Pero no podía permitir que se conformara. De algún modo tenía que encontrar la forma de llegar hasta su corazón. De animarle a que luchara por romper la maldición.

Debía haber algún modo de hacerle luchar. Y en ese momento juró encontrarlo.
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CONTINUARÁ…

¡Menudo capullo Kaien! Que asqueroso él y sus amigos! Puagh!
Inoue era un niña humana que veía a fantasmas y él la mató. Creo que muchos ya podéis saber que fue lo que ocurrió. 
El capítulo está bien pero véis lo que os decía? No ha pasado nada salseante xDDD Mañana el siguiente sí o sí jajajajaja 
¡Nos leemos! Un abrazo fuerte :D

8 comentarios:

  1. Oh! ese fue un capitulo triste pobre ichiho no termina de salir de una cuando le llega una aun peor, ahora si que me dejaste súper intrigada ( ya si antes lo estaba ahora aun mas ) como vas ha desarrollar los cambios de esta historia, esperó a mañana para el siguiente capitulo
    Un beso <3

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    1. Sí, ha pasado una vida difícil, pobrecito. Hoy tendréis el siguiente para que podáis leer más :)
      Besos!

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  2. MALDITO KAIEN!!!!!!!!!!!!!!!!!!! TTnTT mi niña QnQ :X espero que Rukia pueda sanar el corazón desolado de Ichigo Q3Q

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    1. Kaien es un hijo de la grandísima p$%#!!!!!! Espero que puedan sanarse mutuamente los dos <3
      Hoy tendréis el siguiente capítulo ^^

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  3. OMG no puedo con tanto xD Ese Kaien es un cerdo desgraciado ¬¬ Ichigo debe matarlo xD okno -yo solo quiero ver el mundo arder- xDD Estuvo muy bueno este capi, lleno de revelaciones sdfgsdfgh jajaja espero el siguiente pronto :3 saludos

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    1. sí sí que lo mate, se lo merece! jajaja Estoy segura de que el siguiente te va a encantar :D

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  4. Lo que más me duele es que Kaien sea malvado <//3 es de mis dos personajes favoritos de la serie, lo amo -no románticamente haha- y sufro que en muchos fics lo pongan como malvado o rival de Ichigo :'c

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    1. ya, a mí también me gusta Kaien y me sabe mal ponerlo así pero era el único que veía más factible en ese papel porqué a Rukia le gustaba.

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