CAPÍTULO 3

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STRIPTEASE

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CAPÍTULO 3

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SENTIR SU MIRADA CLAVADA EN ELLA

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El sonido del despertador a las doce se escuchó por todo el piso, despertando a Rukia de su sueño.

Gruñó intentando dormir un poco más en ese colchón nuevo de hacía dos semanas pero el sonido incesante no la dejaba, incluso el poseído reloj aumentó la velocidad de los pitidos. Finalmente abrió los ojos perezosa y con el ceño fruncido lo apagó de un manotazo.

Se sentó en el borde de la cama y lo desconectó para que no volviera a sonar dentro de cinco minutos. Alzó sus hombros hacia arriba, moviendo su cuello a los lados para destensar los músculos antes de levantarse.

Caminaba hacia el baño cuando se encontró con todo el suelo mojado.

—¿Agua? De donde sale este agua? — se preguntó acercándose al aseo de puntillas. Miró hacia arriba y vio una gran mancha de humedad en el techo por donde caían las dichosas gotas —. Una gotera… genial, lo que me faltaba.

Fue corriendo a la cocina a por la fregona y una olla. Fregó el suelo para que el agua no se escapara por todos los rincones y colocó el recipiente justo debajo del trayecto de las gotas.

Se puso una bata para salir y hablar con el casero, que vivía dos puertas más alejado, también en la segunda planta.

En el piso todo era pequeño. Cuando entrabas te encontrabas con una salita pequeña pintada de color verde oscuro con un sofá, una televisión y un pequeño balcón, a la derecha una cocina equipada con lo básico, azulejos blancos y una lámpara fluorescente que apenas iluminaba con una luz amarillenta.

Al fondo de la salita había dos puertas. Una que daba a una habitación, pintada del mismo color que la salita, con una cama de matrimonio que ocupaba todo el espacio, y otra que era el baño. Azulejos azules con lavabo, inodoro y una bañera.

No era gran cosa pero era lo único que Rukia podía permitirse. Mientras tuviera calefacción para pasar los fríos inviernos, a ella ya le iba bien.

Caminó por el pasillo, saludando a un hombre soltero que vivía en la cuarta planta y última. Siempre le saludaba y ella notaba que la miraba más de lo debido. Esperaba que no fuera cliente del bar.

A medida que se acercaba a la puerta del casero podía escuchar los gemidos y los jadeos que provocaban él y su pareja.

—Joder… otra vez igual —susurró Rukia parada en frente de la puerta, sin saber que hacer.

—AHH! Síiii! Kisuke! Sigue! Sigue!

—Te gusta así Yoruichi?

—No pares!

Rukia rodó los ojos bufando por la boca. No quería interrumpirlos pero lo tenía que hacer o esa gotera acabaría por tirarle el techo.

Tocó el timbre, escuchando como de golpe se hacía el silencio dentro de la vivienda.

—¿Quién es? —se escuchó la voz del hombre.

—Soy yo, Rukia. Sal un momento Urahara, hay un problema.

—Kuchiki! Ahora salgo, espera un segundito.

La morena cruzó los brazos y esperó hasta que la puerta se abrió de par en par.

—Hola! Qué es lo que pasa? —preguntó Urahara con una gran sonrisa.

El hombre llevaba el pelo alborotado, corto, rubio y con las puntas subidas hacia arriba y vestía una bata. Rukia pudo ver detrás de él, a la mujer de piel oscura, ojos dorados e increíblemente atractiva que estaba tirada en el suelo desnuda pero saludando alegremente con la mano sin importarle nada.

—Buenos días Rukia!

—Buenos días Yoruichi —le saludó también con la mano y se dirigió a al rubio —. Tengo una gotera en mi baño, seguro que el del piso de arriba se ha dejado el grifo abierto y ha inundado todo.

—Vale, voy a ver —volvió a meterse dentro del piso para salir segundos después con una llave metálica, subiendo por las escaleras.

Rukia miró hacia la mujer cuando ésta habló.

—¿Qué tal el trabajo? —le preguntó Yourichi.

—Muy bien, no me puedo quejar. Mi jefe nos dice que hacemos bastante caja todo los días y sobretodo los fines de semana.

—Hoy es viernes, así que habrá también muchísimos clientes.

—Sí, es verdad —se apoyó en el umbral de la puerta.

Yourichi la miró preocupada.

—Te noto cansada, ¿por qué te levantas siempre temprano si acabas de trabajar tan tarde?

—Tengo que visitar a alguien.

—AHHHHH! Está todo inundado! Ese capullo se ha dejado el grifo abierto! —se escuchó a Urahara gritar como un loco desde arriba.

Yourichi se llevó una mano a la frente.

—Voy a tener que ir a ayudarle.

—Siento haberos interrumpido.

—No pasa nada, en cuanto acabemos lo volveremos a retomar —bromeó.

Rukia se rió y después de despedirse, caminó hacia su piso. Cuando entró fue a la nevera para poder comer algo, pero no había casi nada.

—Tendré que comprar después de volver del hospital —se recordó a sí misma sacando el tetrabrik de la leche.

Escuchó su móvil sonar dentro del bolso y corrió para cogerlo. Sonrió al ver el nombre en la pantalla.

—Hola Renji!

—Buenas! Mira que he pensado que si quieres te vuelvo a llevar yo al hospital.

—No pasa nada, Renji. Me sabe mal, ya me has llevado otras veces. Puedo coger un bus y ya está.

—Que no es problema enserio, no tengo nada que hacer y me aburro en casa.

—Jajaja Bueno pues si te aburres, llévame.

—Vale, te recojo dentro de.. No sé… una hora?

—Está bien, dentro una hora. Gracias Renji, eres mi mejor amigo.

—De nada pequeña, nos vemos, hasta luego!

—Hasta luego.

Colgó con una sonrisa en el rostro. Renji era la mejor persona que había encontrado en toda su vida, a parte de él. Un amigo fiel que estaba con ella en las buenas y en las malas.

Se conocieron cuando ella empezó a trabajar en el bar al cumplir los 20, hacía unos diez meses, y él ya era uno de los de seguridad.

A medida que se fueron conociendo, la confianza entre ellos se hacía cada vez más palpable. Tanto que los dos llegaron a confundir sus sentimientos creyendo que lo que sentían por el otro era algo más que amistad.

Un día que estaban en la casa de Renji, se besaron. Sin embargo, al separarse y mirarse no pudieron hacer otra cosa que reírse por la situación. No funcionaba, eran buenos amigos y punto.

Aún se reían a veces por aquél recuerdo.

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Era la hora del descanso en el instituto y un grupo de amigos estaba en la azotea del edificio.

—Menuda resaca que tengo! Como me duele la cabeza! —se quejó Keigo lastimoso tirado en el suelo agarrándose la cabeza.

—Sólo a ti se te ocurre beber tanto un jueves sabiendo que al día siguiente hay clase —habló Tatsuki comiendo su almuerzo.

—Tendríais que haber venido, lo pasamos muy bien, verdad Ichigo? —le preguntó Mizuiro sin dejar su móvil.

—Sí —respondió escuetamente el pelinaranja.

—Vaya, así que al final te gustó ver a mujeres desnudas —le picó Ishida, ganándose una mirada cabreada.

—Alomejor estaría divertido que fuéramos nosotros también —opinó Inoue comiendo su almuerzo de atún, gelatina y chocolate.

—Estaría bien, porqué había bastantes clientes mujeres pasando la noche y tomando algo allí —dijo Mizuiro.

—Yo paso de ver a pervertidos con los ojos desorbitados y babeando —negó con la cabeza la karateka.

—Es cierto que ayudaste a una mujer? —le preguntó Chad a Ichigo.

El ojimiel miró a Mizuiro, que le sonreía inocentemente como si él no hubiera contado nada.

—Tsk, sólo aparté a un hombre que intentaba sobrepasarse con ella.

—Se pegó con el tío y la bailarina le llevó al vestuario de las chicas para curarle —siguió Mizuiro, que le encantaba difundir los chismes.

Ichigo apoyó su cabeza en la vaya metálica suspirando.

—Claro… por eso la tirita en la ceja —verificó Inoue con el puño en la palma.

—Como siempre estás metido en líos, pensamos que era normal que llevaras la ceja y el labio así.

—Bah, apenas me dolieron, sólo fueron rasguños —dijo Ichigo mientras se tocaba la pequeña herida en el labio. Recordó que cuando se besaron, ya no le dolía. Esa enana le había curado bien.

Keigo que seguía con la cabeza agarrada, de golpe se sentó mirando con los ojos bien abiertos a Ichigo.

—LIGASTE? ESTUVISTE CON UNA BAILARINA EN EL VESTUARIO DONDE PUDISTE VER A LAS OTRAS CAMBIÁNDOSE?!

Todos se taparon las orejas por la voz chillona de Keigo e Ichigo le dio una patada.

—Si quieres puedes gritar más que hay alguien en el instituto que aún no se ha enterado —ironizó Ichigo.

Keigo ni le importó la patada ni el comentario y continuó su lamento.

—Ichigó ligó y puede que a mí no me dejen volver a entrar! Mundo cruel! —dos ríos de lágrimas cayeron por sus ojos dramáticamente —. Y si me han hecho una foto y la tienen pegada en la entrada con el título: prohibida la entrada?

—Sólo estabas borracho, como muchos otros, no le hiciste nada a nadie —intentó tranquilizarle Mizuiro.

Sonó el timbre que indicaba que empezaban las clases y el grupo se levantó. Keigo se recompuso enseguida.

—Incluso borracho soy un caballero —se elogió a si mismo con un brillo en los ojos.

—Seguro que las tías salían corriendo cuando te veían —se burló Tatsuki.

Fueron bajando las escaleras dirigiéndose a su clase. Ichigo y Mizuiro iban los últimos y el pelinaranja aprovechó para hablar con él.

—Hoy también vais a volver? —le preguntó más que nada para saberlo. Él iba a ir de todos modos, pero no quería encontrarse con ellos allí y no saber que contestar.

El peliazul sorprendido por la pregunta dejó el móvil y le miró sonriendo.

—Quieres volver?

Frunció más el ceño, si eso era posible, y desvió la mirada hacia otro lado.

—Lo pasamos bien, no?

—Yo sí porqué estuve liándome con mi novia. Tanto te gustó ver a esas mujeres desnudas bailando en una barra?

Ichigo dibujó en su mente, por milésima vez desde que se despertó de aquel sueño, a Rukia. Su cuerpo, su mirada, su boca, su lengua…

Mizuiro al ver que no contestaba sonrió. Sabía que su amigo no lo iba a reconocer, pero él pudo notar la tensión que tenía Ichigo cuando vio bailar a esa shinigami.

Que luego la ayudara y se pegara con aquel tío, sólo fue un aliciente más de que a Ichigo le gustaba esa chica.

—Yo sí que voy a ir —habló Mizuiro.

El ojimiel se alegró de que no siguiera preguntando, ya que ir a ver a esas mujeres era lo de menos. Él sólo quería ir a ver a una.

Entraron en clase donde la mayoría ya estaban sentados.

—Quedamos a la misma hora o antes? Hoy no tengo entreno —le contó Ichigo.

—Vale, quedamos antes —caminó hacia su asiento —. Keigo, hoy también?

El castaño le hizo una seña con la mano 'OK' y pudo leer en sus labios 'espero que me dejen entrar'.

La profesora entró en la clase.

—Venga chicos, sacar los apuntes de ayer.

Ichigo se sentó en su mesa y suspiró. Iba a volver a verla. Inconscientemente esbozó una pequeña sonrisa, pensando que tendría que cobrarse ese beso sorpresa.

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Renji estaba en uno de los pasillos del enorme hospital privado de Karakura. Podía haber entrado a la sala de espera y sentarse allí, pero había demasiada gente y no quiso ocupar un asiento cuando podía sentarse otra persona que lo necesitara más.

Caminaba de lado a lado, sintiéndose un poco extraño al usar ropa informal. Una simple camiseta blanca y unos tejanos. Se dio cuenta que estaba demasiado acostumbrado al traje oscuro que llevaba en el bar.

Escuchó el sonido de unos tacones a lo lejos. Al asomarse por una esquina, pudo ver que se trataba de Rukia y de un médico, que se acercaban charlando. Desde ahí no podía oír de que hablaban.

—Entonces todo va bien doctor Syunsui? —le preguntó la morena con unos jeans y una blusa holgada de color beige.

—Sí, tranquila señorita Kuchiki. Está respondiendo positivamente al nuevo tratamiento pero como sabe será un proceso lento —le respondió el médico que tenía el cabello castaño oscuro recogido en una coleta floja, los ojos entrecerrados y barba.

Rukia agachó la cabeza.

—Espero que sea el definitivo y logre despertar.

El médico le sonrió y le puso una mano en el hombro amablemente.

—Ya verá como si. Después de todo el esfuerzo que está usted haciendo, tiene que despertar y agradecerle que venga casi cada día para verle.

—Gracias doctor, por todo.

—Doctor! Puede venir un momento? —le llamó una enfermera.

—Claro, ahora voy. Nos vemos, señorita Kuchiki —le dijo antes de irse.

Rukia caminó la poca distancia que le separaba con Renji y se abrazaron.

—¿Cómo está? —le preguntó el pelirrojo apoyando la barbilla en la cabeza de la morena.

Ella soltó todo el aire que retenía.

—Bien, le han puesto un tratamiento nuevo y espero que funcione.

—Funcionará, seguro.

Rukia esbozó una pequeña sonrisa y se separó lo suficiente para que empezaran a andar hacia el ascensor, con el brazo de él alrededor de sus hombros.

—Muchas gracias por estar conmigo aquí y acompañarme, Renji.

—No me des las gracias, somos amigos y esto es lo que hacen los amigos —apretó el botón para llamar al ascensor —. ¿Se ha puesto tu hermano en contacto contigo?

La morena puso los ojos en blanco.

—Que va! A mi hermano le doy igual por eso me fui de su casa en cuanto pude. No quiero saber nada de él.

Renji sabía todo lo que había ocurrido en la vida de Rukia ya que ella misma se lo había contado cuando empezaron a tener confianza. Él era el único que conocía lo que hacía Rukia con el dinero que ganaba y porqué vivía en ese piso tan pequeño y descuidado. Casi todo su sueldo era para pagar al hospital privado, que de barato no tenía nada.

Pero como siempre le decía ella: todo lo que haga por él es poco.

Entraron en el ascensor y empezaron a bajar. Estaban con otras dos personas que hablaban entre ellos.

—Cambiando de tema —dijo Renji al ver que la chica se había quedado callada y un poco seria. Se recriminó haber preguntado por su hermano —. Ese tío no te hizo nada verdad? — bajó la voz para que sólo lo oyera ella.

—¿Qué tío? Yammy? No me hizo nada gracias a Ichigo.

Rukia sonrió al recordarlo. Sí decía que era la primera vez que le recordaba durante el día, mentiría.

—Ichigo es el que te ayudó? —salieron cuando llegaron a la planta baja —. Le conocías?

—No, ayer fue la primera vez que le vi.

—Tendré que agradecerle por ayudarte.

Rukia se rió.

'¿Me avisas de que hay mujeres que me atarían a una silla, pero no de que hay otras que me besarían?'

'Si te avisaba ya no sería sorpresa, no crees? Quería agradecerte por lo que has hecho antes por mí allí fuera'

'Y no se te ha ocurrido otra forma que besarme'

—De que te ries? —le preguntó Renji sorprendido.

Llegaron al coche del chico y se subieron.

—De nada —respondió Rukia con una sonrisa. No quería decirle lo del beso tampoco a él. Eso se lo quedaría para ella —. Que Nell me dijo lo mismo, que tendría que agradecerle por ayudarme. Pero no hace falta, ya lo hice yo.

Renji arrancó el coche y salió del aparcamiento.

—De acuerdo. ¿Quieres que te invite a comer? Seguro que no tienes nada en tu nevera.

La morena dejó que el aire de la ventanilla removiera su cabello corto.

—Vale, llévame a un sitio bonito.

—Eso está hecho.

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Ya era por la noche y en Bleach el ambiente estaba caldeado. La música a tope, las chicas bailando en las barras y las bebidas corriendo de un lado para el otro. Al ser viernes, había muchísimos más clientes que un día entre semana.

El ajetreo dentro de los vestuarios de las chicas también era mayor.

—Ayúdame con esto —le pedía una bailarina a la otra dándole la espalda para que le cerrara el vestido.

—Ay, que nerviosa estoy —temblaba una nueva, que empezaba a trabajar hoy.

—Tú tranquila que todo irá bien —intentó calmarla otra mujer mientras se vestía.

—Sólo a Gin se le ocurre que empieces a trabajar un viernes —dijo Nell maquillándose.

—Y si me siento mal encima de la plataforma por todos esos ojos mirándome? —le preguntó a la peliverde —. Y si intentan tocarme?

—No te van a tocar, y si lo intentan tenemos seguridad así que no pasa nada. Si estás tan nerviosa, solamente tienes que pensar que estás bailando en tu casa sin nadie que te esté mirando o que estás bailando para tu novio.

—Tú piensas eso?

Nell acabó de retocarse los labios rojos.

—No. A mi me encanta que me miren.

Las mujeres seguían yendo de aquí para allá, a diferencia de una morena que miraba por la abertura de las cortinas moradas hacia la sala.

Levantó una ceja al ver a todos colocándose lo más cerca posible del escenario. Pronto vendría su actuación junto a Nell. Entendía a esa chica nueva, que estuviera nerviosa, ya que ella también lo estuvo en sus primeros días.

Luego una se acostumbraba a todo y ahora le gustaba. Aunque no tanto como a Nell.

Por lo menos sólo hacían un baile. Los fines de semana sí que tenían que bailar más veces.

Rukia sonrió de lado al reconocer a un pelinaranja que se acercaba con otras tres personas. Una de ellas, el del pelo azul que vio ayer. Se alegró que volviera a venir.

—Nell, ven un momento —la llamó con una mano para que se acercara.

—¿Qué pasa? —le preguntó caminando hacia ella y mirando también por la cortina.

—Te acuerdas que te hablé del chico que me ayudó ayer?

—Ichigo, claro que me acuerdo. ¿Está aquí?

—Sí, ves ese del pelo naranja, alto, que está en la izquierda? —le señaló con el dedo.

—Ese que va con otros dos chicos y una mujer?

—El mismo.

Vieron que cuando llegaron a la mesa, se quitó la chaqueta de cuero dejando ver una camiseta ceñida en los brazos con un pantalón oscuro. No le pudieron ver bien por la iluminación del local y la gente que había, pero desde lejos se podía ver el buen cuerpo que tenía.

—Rukia, está buenísimo! Madre mía tengo que verle más de cerca.

—Hoy tienes a alguien especial a quien bailarle —le recordó la morena.

Rangiku que estaba cerca lo oyó.

—De eso nada, se baila para todo el mundo. Nada de mirar fijamente a un solo hombre —les regañó la rubia ayudando a una bailarina con su vestido—. Fuera me da igual lo que hagáis pero aquí sois para todos.

Rukia se iba a alejar de la cortina cuando Nell la paró, hablándola más bajito.

—Seguro que te dijo que fui yo la que le puso caliente?

La morena arrugó la frente.

—Sí, por qué?

—Porque mira donde se ha sentado.

Rukia observó que Ichigo y sus amigos estaban sentados en una mesa cerca de la pasarela donde ella solía bailar. Donde bailó ayer.

Nell sonrió. A pesar de que, por lo que le había contado Rukia y que ahora había visto de lejos, le parecía un chico muy atractivo y que le gustaría que se fijara en ella, le encantaba que le gustara su amiga.

A veces la veía triste, con un velo de melancolía que la envolvía, como si algo en su vida no fuera bien. Y por mucho que quisiera saber que era, ella simplemente sonreía y le decía que no pasaba nada. Rukia era muy reservada para sus cosas. Quizá ese chico podría hacerla… completamente feliz.

—Creo que te mintió.

—Puede que sea la única mesa libre.

La peliverde alzó un poco el cuello para poder ver si había algún sitio libre en su lado. Había también mucha gente pero pudo ver algunas mesas que ahora empezaban a ocuparse, después de que ellos se sentaran.

Se lo iba a decir a Rukia cuando Rangiku dio unas palmadas.

—Venga Rukia, Nell. Estar preparadas que ahora empezará vuestra actuación.

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La camarera les trajo las bebidas que habían pedido.

—Que suerte hemos tenido de encontrar esta mesa en este lado, verdad Ichigo? —le preguntó Mizuiro como quien no quiera la cosa.

El pelinaranja bebió un trago de su copa y no respondió. Claro que le gustaba el lugar, ahí podría verla mejor que ayer.

—Me encanta, estamos muy cerca —habló Keigo entusiasmado—. No sé donde voy a mirar porqué las dos están para mojar pan. Aunque la arrancar con esos pechos, está explosiva! —se rió haciendo que unos hombres que estaban en la mesa de al lado empezaran a reírse con él al escucharlo.

La música de fondo empezó a bajar de volumen y salió Gin al escenario para presentar a la shinigami y a la arrancar.

Se apagaron las luces, dejando todo a oscuras. Ichigo inconscientemente se colocó mejor en la silla, notando como todo su cuerpo se ponía nervioso anticipándose a lo que iba a ver.

Todo el día había estado pensando en ella. Y no importaba nada de lo que había hecho durante la mañana y la tarde, porque todo se resumía a este momento.

Dos focos las apuntaron a ellas que estaban sentadas en una silla con el respaldo por delante y empezó a sonar Nina Simone, I put spell on you.

Ichigo apretó los dientes al verla.

I put a spell on you..
'Cause you're mine

Se levantaron, poniéndose delante de la silla y agachándose para luego ir subiendo sinuosamente.

El pelinaranja la recorrió entera con la mirada. Iba con unos shorts negros, un chaleco marrón, una corbata oscura y un sombrero. Deseaba tener esas piernas alrededor suyo.

You better stop the things you do..
I ain't lyin'
No I ain't lyin'…

Se subieron de pie encima de la silla dando la espalda al público y empezaron a bajarse los shorts moviendo las caderas de un lado para el otro, hipnotizando a los ojos que no se apartaban de ellas y de lo que la prenda descubría lentamente.

You know I can't stand it,
You're runnin' around.
You know better daddy...
I can't stand it cause you put me down.

Ichigo se sentía sediento y sudando por el calor que sentía por todo su cuerpo. Rukia dejó caer la prenda al asiento, dejando ver su firme trasero en un tanga negro. Se sentaron, tirando los shorts al suelo, mirando hacia atrás, sonriendo al público expectante y lanzando el sombrero.

I put a spell on you..
Because you're mine...
You're mine..

Apartaron la silla y bailaron las dos sensualmente a ritmo del saxo, acercándose cada vez a la barra. Haciendo que todos los presentes desearan tocarlas y acariciarlas como lo hacían ellas mismas.

Cuando llegaron al final de la pasarela, se fueron soltando los botones del chaleco uno por uno, torturándoles. Ichigo se sentía morir de lo caliente que estaba, pero no podía dejar de mirar los dedos de Rukia, que llegaron al último botón.

-Desnúdate… -le rogó Ichigo mentalmente.

I love ya..
I love you..
I love you...
I love you anyhow..

Rukia se pasó el chaleco por los hombros, dejando ver sus pechos con la corbata en el centro. Se pegó a la barra y curvó el torso hacia atrás, dando vueltas para que todos la miraran.

Ichigo volvió a pensar lo mismo. Era perfecta.

And I don't care.
if you don't want me,

La morena paró de dar vueltas y se puso a cuatro patas. Levantó la cabeza con una sonrisa ladeada y miró al pelinaranja a los ojos.

I'm yours right now...

Ichigo sintió esa mirada clavada en él y deseó tocarse a sí mismo para liberarse de la tensión que tenía en su entrepierna. Esa descarada ya sabía que la había estado mirando todo el rato. Y no pudo gustarle más.

Las dos escalaron por la barra para acabar el baile.

You hear me,
I put a spell on you..
Because you're mine..

El público rompió en aplausos para las dos bailarinas. Éstas saludaron encantadas y bajaron del escenario, no sin antes recoger sus cosas.

—Wow! Han estado buff.. No sé con cuál quedarme, no sabía a donde mirar! Estoy sudando! —habló Keigo viendo como otras bailarinas salían a ocupar las distintas plataformas, que había por todo el bar, y el escenario para que la noche continuara —. Todas están genial, mira esa de ahí. Y la de al lado.

Ichigo bebió todo lo que le quedaba en la copa de un trago. Como si estuviese en el desierto.

—Y a ti Ichigo? —le preguntó Mizuiro aún sabiendo la respuesta —. Quién te ha gustado más?

Éste le miró y al ver como sonreía, sabía que no tenía sentido mentir. Había estado absorto mirando a la shinigami y ya podía haber habido un terremoto que él no se hubiera percatado.

—A mí la morena.

Keigo lo escuchó.

—Más que la del pelo verde? Mira que la otra tiene unas tetas —le dijo moviendo sus manos por delante para dar más énfasis a lo que decía.

Ichigo bufó.

—No todo es eso.

—Ya, ya, si a mí también me gusta la morena.

La pareja de Mizuiro se rió.

—A ti te gustan todas.

—No te lo voy a negar jajaja

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—No ha dejado de mirarme en todo momento —le contó Rukia a Nell mientras se cambiaban por el uniforme que todas llevaban.

La morena se sintió más emocionada que cualquier otro día al saber que Ichigo la estaba mirando desnudarse. Pudo sentirse como decía siempre Nell. Poderosa.

—Que mentirosillo, ese Ichigo.

—Le he mirado a los ojos casi al final del baile y me he quedado un rato así.

La peliverde se rió.

—Pues le habrás puesto cardíaco. Yo he hecho lo mismo con unos chicos guapísimos que tenía cerca y hasta he visto que uno se tocaba por encima del pantalón.

Rukia acabó de vestirse.

—Ten cuidadito, aquí nada de liarse con alguien —la avisó en broma imitando a Rangiku, que siempre que podía les repetía lo mismo.

—Lo mismo te digo, Rukia. Nada con Ichigo, eso en casa.

Las dos se rieron y la bajita caminó hacia la salida.

—Luego nos vemos y te lo presento.

—Vale nena.

Rukia salió del vestuario y le vio charlando con sus amigos. Iba a ir a la barra para pedir algo de beber, pero se le ocurrió que antes podía hacer otra cosa.

Ichigo estaba escuchando hablar a Keigo, que estaba contando algo sobre una chica con la que se había enrollado, cuando éste se calló de golpe mirando por encima de la cabeza del pelinaranja.

Éste le iba a preguntar que pasaba y a darse la vuelta cuando notó unas manos acariciando su nuca y su cuello. Se tensó al reconocer el olor a jazmín.

—Hola chicos, os lo estáis pasando bien? —preguntó Rukia con una gran sonrisa en el rostro.

—Sí, muy bien —habló la otra mujer.

—Has estado estupenda shinigami —la elogió Mizuiro.

—Gracias guapo.

Keigo abría la boca para hablar pero enseguida la cerraba. Era muy distinto tenerla a tan poca distancia. Sus ojos violetas iluminaban su rostro.

Rukia se acercó a él y le agarró el rostro con las manos.

—Que te ocurre? —le preguntó haciéndose la preocupada. Le pasó unos dedos por el pelo —. Te pongo nervioso?

Keigo solamente pudo sonreír bobamente mientras la sangre se le subía a la cabeza. Ichigo se sintió molesto y no pudo ni reconocerse a sí mismo cuando por su cabeza pasó la idea de apartarla de su amigo. Quería que volviera a su lado.

Rukia sonrió y se dirigió a todos.

—Espero que os lo sigáis pasando bien. Esta es vuestra casa.

—Gracias —agradeció Mizuiro.

La morena antes de irse se agachó hasta poner su boca a la altura del oído de Ichigo.

—Así que a arrancar eh… —le susurró.

El ojimiel se volteó para ver como se alejaba y esbozó una sonrisa ladeada. Keigo salió de su estupor.

—Que te ha dicho? Por que te ha susurrado? Ya os conocéis?

—Ahora vuelvo —habló secamente Ichigo antes de levantarse e irse a donde estaba ella.

Mizuiro se rió por lo bajo. Ver a su amigo así era demasiado gracioso.

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Ichigo se sentó en el taburete libre que había a la izquierda de la morena. Ésta hizo como que no notó que estaba ahí y continuó bebiendo de su copa. Sentía su mirada en los labios y en su cuello a medida que iba pasando el líquido por la garganta. El pelinaranja recordó el sabor de su boca y observó como una gota se escapó y le recorrió la piel antes de que ella la atrapara con un dedo.

Miró hacia otro lugar intentando calmarse.

—Hoy te he mirado a ti ya que ayer miré más a tu compañera.

—Y que te he parecido?

Ichigo volvió a dirigir su mirada a la morena.

—Que para ser una enana no bailas nada mal.

Rukia no se molestó y le sonrió pícara apoyando la mejilla en su mano con el codo en la barra.

—Pues si supieras la de cosas que esta enana sabe hacer.

Era imposible intentar calmarse con esa mujer. A cada segundo la atracción que sentía por ella se hacía más visible y su cuerpo se movía solo. Giró el taburete hacia la morena quedando perpendicular a la barra.

—No me importaría que me las enseñaras.

Rukia se mordió el labio inferior recorriendo con sus ojos violetas el torso masculino tapado con la camiseta de color vino ceñida que le había visto antes. Podía recordar los abdominales que había debajo que ella ya conocía.

—Por qué? Por qué hoy te he puesto más caliente que Nell, que es como se llama la arrancar? —le preguntó volviendo su vista a esos ojos cálidos —. Si yo soy una enana, tu eres un mentiroso, fresita.

Ella se puso igual que Ichigo, con una pierna encima de la otra, entre las de él.

Al pelinaranja, por primera vez, le pasó por la cabeza que no era lo único en lo que había mentido. No había pensado en eso ni ayer ni en todo el día. Él no tenía edad para estar ahí.

—Culpable —le dijo con la mirada esquiva. Tenía que decírselo, no quería mentirla y hacerle creer algo que no era, pero temía que si se lo decía no quisiera saber nada de él —. Aunque no es de lo único que estoy mintiendo.

Rukia frunció el ceño al verlo tan serio. Eso ya no era coqueteo.

—En que más?

Ichigo la miró a los ojos deseando que no se alejara de él.

—Tengo diecisiete años.

La morena abrió los ojos sorprendida.

—Qué? Venga ya, es broma.

—No, no es broma. Voy a preparatoria en el instituto Karakura.

Rukia al ver que lo decía seriamente, se lo creyó.

—Enserio? Vaya… pues parece que tengas más.

Ichigo no podía descifrar que era lo que pensaba en ese momento y necesitaba saberlo.

—Te molesta?

—El que me tendría que molestar? Es tu edad. No eres el primer menor que entra en este bar y seguro que no serás el último.

—Lo digo por… el beso de ayer y este pique que tenemos —le respondió Ichigo poniéndose algo nervioso.

A Rukia eso le hizo gracia. Hasta pudo ver un leve sonrojo en esa cara con el ceño fruncido.

—Bueno, si tuvieras menos, sí. Pero tienes diecisiete, así que no me molesta. Aunque tengo que decir me has sorprendido, viendo tu cuerpo nadie lo diría.

Ichigo sintió alivio en su interior.

—Cuántos tienes tú?

—Veinte —le respondió bebiendo de su copa. Sí que le había molestado pero no se lo iba a decir. Había notado la intranquilidad de Ichigo al decírselo y a ella tampoco es que le importaba mucho la edad. Seguía sintiendo atracción por ese pelinaranja, que ya tenía años suficientes para saber que estaba bien y que no, y eso bastaba.

—Pues no lo parece. Yo hubiera dicho que tenías menos —bromeó Ichigo intentando que volviera el ambiente que tenían antes. Ahora se sentía mejor, después de decírselo. Por lo menos, aún seguía ahí con él.

—Ja ja que gracioso el niñito.

—Niñito? De niñito no tengo nada.

Rukia esbozó una sonrisa.

—Vaya, he tocado tu ego masculino? —le preguntó pero no dejó que Ichigo le respondiera al ver que se acercaban unos hombres que ya conocía, a la barra. Ella se levantó y se puso de espaldas a Ichigo entre sus piernas —. Sentaos aquí, por favor.

—Muchas gracias, Rukia —le dijo uno de los hombres.

Ichigo no pudo evitarlo y la sujetó de las caderas sin que se notara y la apretó contra él. Temía que ella se enfadara, pero hizo todo lo contrario. Se apretó aún más, notando en su trasero que él no era ningún niño y que estaba bien despierto.

—Un baile perfecto —le habló él otro hombre —. Cada noche te superas.

—Mientras os guste a ustedes, intentaré mejorar cada día —continuaba la conversación sintiendo como su cuerpo se excitaba por tener a Ichigo detrás. Podía sentir su respiración en el cuello.

—Nos encanta. Sigue así.

—Gracias.

Los dos hombres empezaron a hablar entre ellos.

—No te pases, Ichiguito —le susurró Rukia cerrando los ojos.

—Aún tengo que cobrarme ese beso sorpresa —le habló Ichigo al oído.

—Eso fue para agradecerte que me ayudaras —le dijo separándose con mucha fuerza de voluntad. No podía estar tan cerca de un cliente en el bar. Era otra norma. Daba gracias a la poca iluminación del local.

Se volteó hacia él y se miraron a los ojos, con el corazón latiendo más rápido. Podía ver que los ojos de color miel iban de sus ojos a sus labios y de sus labios a sus ojos. Eso la estaba excitando más.

—Cuanto tiempo llevas así? —le preguntó en voz baja refiriéndose a su erección.

Ichigo quiso ser sincero, aunque nunca pensó que iba a tener una conversación así con ninguna mujer.

—Desde que te he visto bailar y no he podido apartar mi mirada de ti. Me he calmado mientras hablábamos pero el tenerte tan cerca no ha ayudado en nada.

Las piernas de Rukia se movieron solas y dieron un paso hacia él, mirándole a los labios.

—Pues no haberme apretado.

—Tampoco has puesto mucho impedimento.

—Ahora va a ser culpa mía que estés así? —le miró a los ojos conectándolos con los de él.

—Claro que es culpa tuya, enana.

Sus cuerpos les pedían que se acercaran, se besaran y se arrancaran la ropa. Sin embargo, por mucho que quisiera, ella estaba en su trabajo y no podían hacer nada ahí. Rukia se mojó los labios con la lengua antes de hablar.

—Dame tu móvil.

Él sacó de su bolsillo su móvil y se lo entregó. No tenía fuerza ni para decirle que era una mandona. Sólo quería volver a pegarla contra él, pero esta vez sin ropa de por medio.

Vio que Rukia tecleó un número e hizo una llamada, antes de devolvérselo.

—Tengo que trabajar hasta las cinco. Llámame un día y quedamos… fresita.

Le ordenó a sus piernas que se alejaran de ese imán naranja para continuar con su trabajo. Iba a ser un poco difícil con el cuerpo ardiendo por ese chico, que le gritaba que se lo llevara al baño, pero tenía que hacerlo. Se alejó lo más que pudo de él.

Ichigo respiró hondo apoyando los codos en la barra. Miró a la pantalla de su móvil y sonrió.

No iba a tardar mucho en llamarla.

CONTINUARÁ…

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